Veinte Segundos Veinte Segundos

El big data del alma

El año de los Juegos Olímpicos de la marmota

Veo los Juegos a ratos, y me bailan los años. Veo Tokyo 2020 por todas partes, es el fondo, el subtexto fijo, lo veo sin verlo, sin darme cuenta, decoración, paisaje… pero se me queda dentro, 2020, revoloteando.

Y me creo que estamos en 2020.

Es un sesgo cognitivo (o descognitivo), es una alteración de la ley de la relatividad, de la general, de los Principia de Newton, se altera la geometría de Euclides y las otras, hasta la alegre vida fractal va de medio lado con el 20 de los JJOO.

A veces es lunes y parece domingo, o viceversa, se bailan los días ¡¡¡pero los años!!!

Veo los juegos muy poco, a trozos, fascinante todo, irresistible. Veo las clasificaciones de 1500 femeninos de natación, hay cámaras en todas partes, ¿cómo pueden nadar entre tantas cámaras? No me refiero a que les interrumpan el paso o tropiecen con los cables… es mucho peor: saben que les graban hasta la más discreta bocanada. Desde arriba, desde abajo, a los lados, los cortes oblicuos… es un panóptico implacable.

No es extraño que además de las tensiones la propia competición, que ya es, se agobien con un estrés añadido de la vigilancia absoluta. Las chancletas, la mueca de dolor, cuando te vendas los pies, pintarse, estar guapos… sonreír, saludar, no bufar ni mocar ni escupir (tan frecuente en el fútbol)…

Sigo los juegos a ratos, haciéndome trampas, ahora estoy viendo, en dos pestañas, el balonmano con Brasil y el fútbol con… ya no me acuerdo… necesito pastillas, (aquel Catovit) algún tipo de desbloqueador de dendritas… un poco de IA… Ah, sí, con Argentina.

Qué intenso es el balonmano, tan desacreditado por Urdangarín, qué maravilla de goles… a su lado el fútbol es una demora permanente. Otro ritmo.

Ví a ratos a las gimnastas, lo veo todo sin sonido, sin saber muy bien qué ocurre, aquí te pillo aquí te veo, pero comprendí que algo le pasaba a esa chica, la campeona de USA que se ha bajado del torneo por… por lo que sea. Quizá también se cree que estamos en 2020.

Los juegos han detenido el tiempo.

No deberían haber dejado tantos carteles con ese año nefasto, bastaba con respetar lo de JJ OO de Tokyo, con la «y» griega. Sin números.

Parece que no hemos cambiado de año, y en el resto de cosas también podemos pensar que seguimos atascados en el bucle covídeo, ha muerto una mujer embarazada de 40 años, y todo así, las ucis, el turismo colapsado, vacunas a media asta, contagios unisex.

Simone Biles.

Y luego está lo de ROC.

En las primeras catas me volvía loco pensando qué país será ese, si parecen rusos, ¿habrá una república eslava que no me he enterado? ¿ROC?

Y todo eso de la sanción a Rusia, el doping de Estado, qué bonito concepto. B

Biden ha amenazado a Rusia con una guerra de verdad, ¡con balas! Qué antiguo, balas.

ROC no conserva ni el himno. Ni el nombre. Extraño nominalismo de época rara.

Todo a mayor gloria de Tchaikovsky.

Si me dejan los JJOO sigo luego.

¡Feliz 2020!

 

Simone Biles ha dado popularidad y audiencia de los JJOO, su renuncia y su agobio, tan humanísimos –y más en este bienio horríbilis– han batido todos los récords de empatía y comprensión. Todos somos un poco o mucho Simone Biles.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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