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El big data del alma

El gob está digiriendo su propio éxito mientras el país sigue en coma

El país está de luto masivo, 50.122 muertos por coronavirus reconocidos oficialmente, cuando llegan las primeras vacunas a una velocidad inédita y con un método nuevo.

Si no son tuyos los 50.122 son un número, que mañana habrá que aumentar, pues ese algoritmo nunca disminuye (excepto una vez, ya muy lejana, aunque su impacto perdura).

La sanchería está desaparecida de vacaciones, preparando la próxima jugada rápida. El país está en coma, en modo pause, temblando y tiritando, con la esperanza puesta en esas cajas con el escudo… y en una regeneración en la que nadie sueña.

El país reposa de sí mismo, de sus iracundias y su apocamiento global, que las vacunas vienen de fuera, donde investigan y pagan bien a los científicos. La ciencia básica, que no sirve para nada… hasta que sirve para todo. Hay que darle tiempo y dinero. Es de cajón.

Tras el derrumbe del turismo, hostelería y hedonística no hemos vuelto a respirar, la apnea del shock nos ha sumido en la normalidad forzosa, encefalograma plano, instalados en el cero.

Éramos los líderes en una cosa que no sirve para nada.

Los 50.122, aunque hacemos como si no existieran, reclaman sus derechos, memoria, dolor, presencia individual, uno a una, siempre.

Los anteriores olvidados, tantos de tantas calamidades, son insumables, excepto que accedan a la IA, que se usa para otras cosas. Nadie quiere digitalizar a los muertos. Ocupan demasiado tiempo y espacio, y la nube no es ilimitada, la nube no es gratis. Cualquier día a los vivos os cobran o ya os han cobrado por ese trocito de inmortalidad prestada, precariado inalámbrico provisional.

No solo en especias, también en dinero.

El país descansa de sí en las infinitas soledades dispersas, unidas a bits, a ratos, a nuncas. El país no puede con tanta ausencia y tanta espera. Los gobs no dicen nada útil, el cambio de sistema, de industria, ciencia, clima, etc. sigue siendo tan borroso que asusta, todo es difuso, ocurre lejos, y la excusa de esperar a los euromillones y sus cláusulas es pura pereza. Sin una idea todo es burocracia.

Nuestra idea del éxito es que no pase nada nunca.

El sanchazgo se ha instalado a sus anchas, ocupa casi todo, excepto algunos reductos del estado oscuro, pero no hay indicios de que esté reclutando talento, recuperando a los mejores que están fuera y dentro, activando estímulos… El gob está tieso, todavía digiere su propio fulminante éxito.

Hace falta tanto que es legítimo dudar de este gob. Al menos que demuestre que lo está intentando.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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