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‘Érase una vez en Hollywood’ de Tarantino: ganas de verla más veces

Érase una vez en Hollywood es un canto a la amistad de dos hombres que no están en su mejor momento (como el Quijote). Enamoran Brad Pitt y Di Caprio. Es un canto a Los Ángeles y a Hollywood, colinas polvorientas, neones, fiestas y comunas hippies, con el trasfondo de la masacre de la secta asesina de Manson. Y un canto al cine como posibilidad (quizá única) de cambiarlo todo, o de mejorar un poco las cosas, este día, este minuto. El cine, para Tarantino, depende de la escritura:

«Estaba en un cuarto de hotel en Austin cuando escribí la primera escena, que luego sufrió una gran metamorfosis. Cuando empecé a escribir la historia, lo hice como una novela. Terminé los dos primeros capítulos, el introductorio que hablaba de Cliff (el personaje de Brad) y que daba una mirada general a la carrera de Rick. Tuve sólo eso durante un año, en el que me dediqué a reescribir esos capítulos una y otra vez. Luego escribí la secuencia que habla del personaje de Al Pacino, Marvin. En los siguientes dos años, para aprender más sobre estos personajes, seguía trabajando la escena entre Marvin y Rick. No planificaba utilizar todo este material, pero era mi manera de conectarme con la historia.Si quería aprender algo sobre la carrera de Rick o incluso sobre laciudad, dejaba que ellos fueran los que hablaran del tema. O sea que, durante un año y medio, básicamente me dediqué a escribir una obra de un acto que me permitió aprender quiénes eran estos personajes.»

La película de Tarantino te mejora el día, mejora el ambiente. Lo notas, sobre todo, al día siguiente, porque la historia se ha quedado contigo. La salida del cine es brusca, silenciosa. Quizá por el final, porque sabemos lo que ocurrió aquel día aciago. La peli cambia ese final pero la realidad se impone.

Luego, al día siguiente, poder y magia del cine, acabas por creer el final feliz, revisado, el fakeado inocente.

Está llena de momentos tiernos y de impacto de larga duración. Hollywood se ve a sí mismo como el destino espiritual, donde se fraguan las creencias, y cuando consigue transmitir eso, triunfa.

También hay provocaciones contra el dogma de los tiempos. La primera, nuclear, imperdonable, es que es una película masculina.

Y el máximo humor de la mejor especie, que fluye sin pausa por las tres horas de vidas. Cultura y mitología americana, quizá la única que ha sobrevivido.

Solo tengo ganas de volverla a ver otra vez, varias veces.

Lo mismo que la de Jonás Trueba, La virgen de agosto.

Cuando Brad Pitt le dice a su amigo Di Caprio, desde dentro del coche:

–¡Eh, eres el puto Rick Dalton, no lo olvides!

 

 

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Esa intervención recuerda a la frase de El gran Gatsby (pdf), cuando el narrador le grita a Jay (también Di Caprio, o Redford…):

–Vales más que todos ellos.

 

 

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