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El big data del alma

Campaña elecciones 28-A: Dame algo que reenviar y moveré el mundo

Empieza la campaña y el primer reto de los candidatos, todos hombres, es conseguir atención. Una tarea casi imposible.

La campaña no es la oferta más atractiva de todo lo que hay a mano, a clic o touch.

Lo más atractivo para el votante es él mismo, su yo (depositado en su smartphone / ombligo).

Las promesas, por muy estrafalarias y generosas que sean, ya no se las cree casi nadie, o nadie.

El esfuerzo para captar un minuto de esa egoatención exige lanzar mensajes que apelen a ese mismo ego y su autoreferencia (la circunstacia orteguiana), o sea, algo digno de reenviar.

Dame algo que reenviar y moveré el mundo, diría hoy Arquímedes de Siracusa.

Ese mensaje que puede desatar la epidemia es la clave del candidato. Para lograrlo puede forzar tanto la máquina de la infamia poética que luego no habrá forma de desmentir o matizar la barbaridad que ha dicho. Esto ya está pasando sin campaña, antes y siempre.

El candidato emisor de locuras y fakes cuenta con la ventaja de que ya está desacreditado (la clase política) y de que nadie, en ningún caso, va a creer lo que diga. Excepto si se lo dice al ego inflado de cada cual. ¡Y lo reenvía!

La física del ego es la misma que la de los agujeros negros, ahora fotografiados: lo que entra no sale.

El votante tiene mucha oferta, empezando por la suya propia.

El votante ahora se ha convertido en emisor. Tiene su propio medio de comunicación, un holding o grupo de medios, con su audiencia y con su exigencia permanente de contenidos… que reenviar.

Así que el ecosistema ha cambiado. Y en eso estamos. Hay que añadir los bots, cuentas falsas, personas sintéticas y trampas digitales…

Más emoción no puede haber. Cinco partidos tiene la loba, cinco lobitos detrás de la escoba.

Reenviar…

 

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