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El evangelio de una ninfa

"El Libro de Monelle"

"El libro de Monelle"

Monelle me encontró en la llanura por la que yo erraba y me tomó de la mano:
-No te sorprendas, dijo, soy yo y no soy yo;
Me encontrarás una vez más y me perderás;
Y otra vez volveré a ti; pues pocos hombres me han visto y ninguno me ha comprendido;
Y me olvidarás y me reencontrarás y me olvidarás y me volverás a olvidar.
Y Monelle añadió: te hablaré de las pequeñas prostitutas y entonces sabrás el comienzo.

La traductora dice en el prólogo que la voz de El libro de Monelle es la que tendría un cruce entre Zaratrusta y el Principito, «aunque sólo si éste hubiera leído a Baudelaire, Rimbaud o Dostoievsky».

La traductora-prologuista del libro es Luna Miguel, 21 años, poeta lolita, mandrágora 2.0 y, creo no equivocarme, también modelo retratada en la cubierta de la edición, novedad fresca de la Editorial Demipage.

Marcel Schwob (1867-1905), escribió el libro en 1894. Diez años antes había descubierto a Stevenson, al que tradujo al francés y del que tomó varias máximas como mandamientos: «puedes dar sin amar, pero no puedes amar sin dar», «no existen tierras extrañas; es el viajero el único que es extraño», «las mentiras más crueles son dichas en silencio»…

La nueva edición en español de El libro de Monelle -no es la única, hay al menos otras dos disponibles, ya que los derechos de Schwob están caducados y es barato ponerlo en el mercado- tiene el mérito de ser la más apasionada, lo cual, siguiendo la recomendación porcentual de Stevenson para hacer de la vida una fiesta (45 por cien de arte y 55 por cien de aventura), es lo único que debe importar.

Marcel Schwob

Marcel Schwob

Considerado como un gran escritor pero condenado -acaso porque no supo venderse o quizá porque ni siquiera lo intentó- a permanecer en la gran cofradía de los autores menores, se suele citar a Schwob como una presencia subterránea (Bolaño, Tabucchi y Perec le deben bastante) y un predictor de dos fuerzas mayores de la literatura moderna: William Faulkner y Jorge Luis Borges, quienes tomaron al dictado un par de libros de Schwob, La cruzada de los niños (1895) y Vidas imaginarias (1896), como inspiración respectiva de Mientras agonizo (1930) e Historia universal de la infamia (1935).

El libro de Monelle es, a la vez, un cuento de hadas sobre una jovencísima puta con sangre fría e inevitable conciencia de muerte, una colección de aforismos nihilistas y un evangelio con dos verbos: redimir y perder. Citando sin mencionarlo a Robert Graves, Luna Miguel, eleva a la protagonista-narradora a la categoría de Diosa Blanca y la bautiza como «La Que No Tiene Nombre», la virgen presente en cada mitología mucho antes que el fuego iluminase las cuevas de los hombres.

La Monelle sacerdotal, íncuba y santa, nínfula y grotesca, niña y anciana, vivió en este mundo. Se llamaba Louise y enamoró al joven escritor de un modo posesivo, atroz, tierno… Ella era una cría esquelética, consumida por la tuberculosis, una prostituta ocasional, cuyo deambular parisino se cruzó con el de Schwob bajo una lluvia de otoño.

Primera edición

Primera edición

Se vieron a diario durante meses. Louise redactaba a Marcel cartas que no sólo eran aniñadas por los creyones de colores que utilizaba:

«Se me cae el pelo, cubre tus uñas, que crecen, y las escamas de tu piel, que caen. Me duele la tripa. He cosido la nariz de mi muñeca. Ahora es más corta y delgada y me olvidé de hacerle agujeros. Seguiré con las siluetas más tarde, pero creo que he perdido las tijeras. No olvides traerme otras cuando regreses. Quizá me ayude. Pichciquinki«.

Vivieron creciendo como niños, hablando como cotorras, abusando a conciencia y porque sí de los diminutivos, haciendo el amor con premura de condenados. Ella fumaba cigarros. Él, pipa. Cuando Louise murió por la tuberculosis nunca curada, el 7 de diciembre de 1983, a los 25 años, Schwob hizo dos cosas: llevarse todas las muñecas de ella para cuidarlas y entregarse a un par de formas radicales de olvido: el opio y el éter.

Aunque siete años después se casó en Londres con la actriz Marguerite Moreno, amiga de Colette y confidente de Mallarmé, el escritor nunca fue el mismo. También a él empezó a dolerle mucho la tripa. No quiso escuchar a los médicos y se largó a Samoa en busca de la tumba de Stevenson. Cuando volvió a París parecía tener 80 años. Murió a los 38.

Cuatro 'Monelles'

Cuatro 'Monelles'

No consta qué encontró Schwob en los mares del sur, pero no es difícil suponer que la voz de Monelle le acompañó a la ida y a la vuelta:

No te conozcas.
No te preocupes por tu libertad: olvídate de ti mismo.
(…)
Las palabras son palabras mientras son pronunciadas.
Las palabras que se conservan están muertas y engendran pestilencia.
Escucha mis palabras habladas y no actúes de acuerdo a mis palabras escritas.

Lean El libro de Monelle traducido por Luna Monelle Miguel. Compartan el secreto a voces de una de las piezas literarias más hermosas de la historia.

Aprendan de ella, la ninfa-prostituta, cuando afirma: Olvídame y te seré devuelta.

Ánxel Grove