Usando la biotecnología Maja Smrekar ha explorado sendas y bosques pecaminosos. Los dóbermans de la moral no parecen estar contentos con ella pues recibe sus ladridos nocturnos, rabiosos improperios, dentadas advertencias, por unas exposiciones de arte híbrido en las que fusiona al ser humano con el perro.
Acciones sensibles que involucran a la ciencia y la bioética.
Mezclar tu genética con la de un perro es despertar fantasmas morales. Amamantar, por ejemplo, a un animal en frente del público puede parecer excesivo; o fusionar tus óvulos con material no humano para obtener una célula híbrida, del todo inviable, pero que se conservará helada como una escultura molecular que asombrará a los espectadores.
Los límites genéticos son barreras infranqueables. Un perro no es una mujer, una mujer no es un perro, y nunca deberán mezclarse. No hay espacio para las quimeras y los sortilegios de laboratorio, huimos de la biotecnología poética y provocativa que despliega la eslovena Smrekar en unas salas de arte que, como la Galerija Kapelica, deberán responder luego a estos ladridos de blasfemia.
Su arte plantea límites serios, diremos que mitológicos y tecnológicos. Licaón, el primer licántropo ya albergaba este pecado: fue un rey griego al que Zeus convirtió en lobo por sus aberraciones. Vemos que la unión íntima entre ambas especies ha sido considerada una ignominia desde la Edad de las Tinieblas.
Smrekar pervierte, amplia, deforma, la idea de ser humano. Está ejerciendo la igualdad teórica entre nosotros y los perros, es decir, rompe con la separación de las especies naturales que estableció Linneo en 1731 en la nomenclatura binaria: «Sapiens sapiens», el humano, no puede ser «Canis lupus», el lobo.
En la base teórica de su proyecto busca denunciar la instrumentalización del cuerpo de las mujeres, la problemática situación del antropocentrismo en un medio ambiente declinante, y plantea retos biotecnológicos en la posibilidad de un mundo pos humano en el que Linneo ya no sepa quién es quién o necesite de una denominación terciaria para explicarlo: «Sapiens sapiens lupus» podría ser «Canis lupus sapiens».
Los chihuahuas, sin embargo, nos parecerán felices tengan uno, dos o tres nombres.