El color separa a vivos y muertos. Opera como anillo y guardián del Hades, el inframundo. Si te fotografiaron en blanco y negro es muy posible que ya no existas.
Sabemos que aún no somos historia por el color, porque el presente brilla y el pasado es gris. El pigmento dibuja la vida y su ausencia, la muerte. Incluso el recuerdo termina licuando el arcoiris.
La imagen coloreada de una niña en Auschwitz ha recorrido el mundo porque de algún modo la han arrancado de ese pasado y devuelto al mundo sufriente.
El muro del Hades ha caído. Los espíritus transmiten sus mensajes.
Marina Amaral, experta colorista brasileña de fotografías históricas, ha obrado el milagro de Lázaro al vincular las líneas del tiempo y cambiar su flecha en una fotografía. Ahora esa niñita tratada con tanta crueldad es más presente que nunca.
Regresada del Hades, su materia ya disuelta goza de mayor consistencia; su dolor nos parece ordinario porque color y dolor se parecen. Vemos la enfermedad y su sumisión en un ángulo cotidiano y próximo. Se llamaba Czeslawa Kwoka. Era polaca y tenía 14 años. Fue asesinada mediante una inyección de fenol porque para ellos solo respondía al número 26.947. Lucía ese labio partido por la vara de un guardia impaciente. Se limpió las lágrimas, notó el destello fotográfico, y este calor le pareció más humano que sus carceleros.
El trabajo de Amaral es jugar con la flecha del Photoshop. Hace del color un puente. Media en el espejo para que nos demos cuenta en el regreso de la imagen que esos fantasmas fueron y son nosotros, las mismas tribulaciones y esperanzas, idénticos sueños e incredulidad al ver cómo el presente a veces enloquece.
Los humanos antiguos creían que el tiempo era circular y no lineal; los indios Hopi no conocen el concepto de un tiempo separado del lugar, como si todo fuera un continuo valle y así todas las fotografías sean entonces vecinas. Einstein- que a juzgar por otras imágenes pudo visitar a estos indios en su reserva- nos dijo que era imposible separar el espacio del tiempo. Nada explicó, sin embargo, del color y de su poder de resurrección en la fotografía moderna; nada comentó sobre si el color finalmente nos iguala a todos y si solo los ciegos pueden comprender este secreto.
Decir «Un colorido campo de concentración en Polonia» no deja de ser, cuando menos, chusco.
30 marzo 2018 | 18:35