¿Es posible contactar con el operador de una cámara de videovigilancia?

La pantalla para transmitir mensajes al operador de la videocámara - 'Finding the operator', Diego Trujillo

La pantalla para transmitir mensajes al operador de la videocámara – ‘Finding the operator’, Diego Trujillo

En la sociedad de la paranoia constante, las cámaras de videovigilancia son un gran negocio. Según datos de 2014, en el mundo hay 245 millones de ingenios de observación instalados y manejados profesionalmente —no entran en el cómputo, por tanto, los sistemas privados—, el 65% de ellos en Asia, donde el crecimiento estrafalario de la economía basada en el modelo comunista-capitalista —lo mejor de ambos mundos— ha conseguido que el país esté barrido por los ojos electrónicos y que la vida diaria pueda ser un show de telerrealidad.

La situación es similar en los EE UU —donde las expectativas eran de dimensiones enormes en 2016: 62 millones de cámaras— y en el Reino Unido, con 1,85 millones, una cifra que tiene más impacto si consideramos que el reparto por cabeza es de una cámara por cada 14 ciudadanos. Nadie se queda fuera de la foto porque todos entran en el plano.

Algunas ciudades, el ejemplo extremo es Londres, donde se estima que hay unas 400.000 unidades de CCTV (por las siglas en inglés de cámaras de televisión en circuito cerrado), están plagadas de cámaras, que han sido objeto de bastantes pillerías, algunas tan divertidas como la del colectivo de hackers ¡Bitnik, que semanas antes de los Juegos Olímpicos de 2012, cuando la capital era terreno de patrullaje invasivo y grosero, se dedicó a demostrar lo fácil que resulta interferir y anular los modelos de e-patrullaje.

El Ajedrez de la Vigilancia, una acción de los activistas, logró hacerse con el control de los sistemas de varias estaciones de metro, convirtiendo las pantallas en tableros de ajedrez informático y retando al operador a una partida. Para que no cupiese duda del carácter reivindicativo del hackeo, el último pantallazo mostraba el número de móvil del pirata informático.

Pero no siempre resulta tan fácil dar con la persona tras el artefacto.

Diego Trujillo ante una cámara de vigilancia - 'Finding the operator'

Diego Trujillo ante una cámara de vigilancia – ‘Finding the operator’

El mexicano Diego Trujillo Pisanty (1986), que estudió Biología para llegar a la conclusión de que prefería dejar de entender la ciencia como un campo de investigación para considerarla un «espacio conceptual para la creación», ha intentado infructuosa pero intensamente ponerse en contacto con las personas que manejan una cámara específica de videovigilancia de México DF.

Para el proyecto Finding the Operator (Buscando al operador), Trujillo eligió una unidad CCTV y se empeñó en agotar todas las posibilidades para tener un contacto humano, físico, real, con el encargado de la cámara. Deseaba, dice, quebrar la relación desemejante entre uno y otro extremos del sistema.

En el proyecto explica:

Sempre hay una asimetría de poder entre el operador de la cámara y el sujeto que fotografía. En el caso de las cámaras de vigilancia esta asimetría es acentuada por el hecho de que el sujeto observado no tiene información sobre las personas que operan la cámara o si incluso existen. ‘Buscando al operador’ presenta una serie de intentos de revelar quién es el operador de una cámara de CCTV específica, propiedad del Gobierno y ubicada en la Ciudad de México. El proyecto pretende exponer y revertir la asimetría mencionada anteriormente.

El primer intento de Trujillo para «desenmascarar» a los operadores de la cámara fue dirigir una solicitud en línea a la web del Gobierno mexicano Portal de obligaciones de transparencia, que promete dar acceso a los ciudadanos a toda la información oficial «relacionada con el directorio, contratos, informes, remuneraciones, normatividad, subsidios, servicios, concesiones y permisos» de la administración federal.

La petición de Trujillo, que deseaba, amparándose en la ley de Libertad de Información, conocer la identidad de «todo el personal que tiene acceso al (sistema de) vídeo» de la cámara de sus desvelos, culminó en un resultado kafkiano y estéril: «documentos oficiales» de «jerga rica» pero contradictorios entre sí. La administración del presidente Peña Nieto ha endurecido en los últimos mese el control sobre los ciudadanos y, según observadores internacionales, ha adoptado un riguroso modelo de Estado policial.

Tras el «fracaso de las solicitudes legales», el segundo acercamiento —narrado visualmente en el vídeo de arriba— fue de «estrategia más directa»: Trujillo planeó ponerse en contacto personal con el anónimo operador mediante el envío de mensajes que la cámara pudiese captar.

El animoso ciudadano y díscolo artista conceptual, construyó una pantalla portátil con leds infrarrojos portátil para transmitir mensajes que pudiese leer el operador de la cámara, pero que no fuesen visibles por los viandantes.

Para poner en marcha un «canal de comunicación exclusivo con el operador», se colocó frente a la cámara de videovigilancia y transmitió durante un buen rato —en el vídeo puede verse en pantalla dividida— una primera petición simple: «call» (llama), luego un número de teléfono y finalmente un lugar para una cita cara a cara, la cantina La Valenciana, en el número 48 de la Avenida Universidad.

Como puede comprobarse en la grabación en vídeo,  la espera no fue fructífera y Trujillo se limitó a ser un cliente del local, comer y beber algo y, aburrido, abandonar la cita no correspondida.

La duda es: ¿leyó alguien sus mensajes?, ¿hay un ser humano tras las retinas de los sistemas de vigilancia?…

No es la primera vez que Trujillo aborda acciones que implican lo imposible. Hace unos años fabricó 300 Years Time Bomb (Bomba de tiempo de 300 años), un prototipo de explosivo programado para estallar dentro de tres siglos y fabricado para durar hasta entonces sin que el paso del tiempo haga mella en la capacidad destructiva ni agote la mínima energía necesaria para garantizar el éxito de la detonación.

Es bastante posible que tenga más opciones con la bomba que con la cámara que no deja de observarte pero nunca responde.

Jose Ángel González

2 comentarios

  1. Dice ser acerswap

    El coste de tener una persona vigilando una camara es altisimo, aunque haya varias camaras por persona. Se suelen usar como grabaciones para obtener pruebas (no es viable tener un vigilante+un policia de la zona por cada carterista) o para vigilar y distribuir medios en eventos de riesgo como manifestaciones o disturbios.

    20 marzo 2017 | 13:45

  2. Muy buen post, la verdad es que es una idea muy romántica, pero ingenua la del Sr Trujillo.
    Si antes de empezar su acción, se hubiera informado con empresas que venden ( o utilizan) cámaras de vigilancia, hubiera sabido de la gran variedad de cámaras que existen en el mercado ( y es obvio, con tantos millones de cámaras de seguridad por el mundo, la tecnología ha evolucionado de una manera impresionante)

    Solo por citar unos ejemplos, actualmente existen cámaras falsas, cámaras que anulan lo que no quieren ( o no pueden) grabar, cámaras con reconocimiento facial ( que si no reconocen a la persona que quieren grabar, no graban), cámaras que nadie monitorea 24hs y que solo se ven cuando pasa algo en concreto, es decir… el Sr Trujillo puede haberse pasado horas con su maquina de luz leeds delante de una cámara que no llevaba a ningún sitio, o que si hubieran querido contactarlo, no hubieran podido.

    Digo todo esto convencido en que la idea es buenisima, muy divertida y estrafalaria como ella sola.

    Espero que alguien le haya pagado la cerveza en aquella Cantina 😉

    28 marzo 2017 | 10:08

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