Venden el lisérgico Palacio de las Burbujas de Pierre Cardin: 350 millones

Visto a ojo de pájaro el Palais Bulles (Palacio de las burbujas) parece un decorado para una (mala) película sobre un improbable futuro en el que Mi pequeño poni dominase la Tierra. Ningún otro ser vivo es apropiado para residir en esta casa enloquecida. Una excepción: Pierre Cardin, el audaz y extravagante diseñador de artículos de lujo que en julio cumplió 94 años y que fue propietario de la construcción desde 1995 —no consta que la haya habitado nunca durante un plazo superior a un fin de semana—.

Ahora la tienen en sus catálogos de venta varias exclusivas inmobiliarias, de esas que dejan la grosería de hablar de dinero para los menesterosos. Algunas estimaciones hablan de un precio de salida de 350 millones de euros. Otras emplean la expresión «precio según demanda» y se escudan en que se trata de un «inmueble revolucionario».

No es lisergia ni canto victorioso a la astracanada, sin embargo, lo que deseaba transmitir con la mansión su diseñador: el arquitecto húngaro Antti Lovag (1920-2014), un excéntrico que defendía el círculo como forma simple y primera de cualquier vida, se definía a sí mismo como «habitólogo» y preconizaba la «democracia de proximidad» como principio de urbanización.

Durante la segunda mitad de los años setenta, el tiempo en que la cocaína era desayuno, merienda y cena, Lovag sembró de bolas habitables el sur de Francia [PDF en inglés con textos y fotos]. Las diseñaba baratas, apenas un espacio único circular plantado en el terreno, pero en el caso que nos afecta se dejó llevar por la demasía.

En la casa, construida entre 1979 y 1984 en la comuna de Théoule-sur-Mer, en la sedosa Costa Azul, la idea-fuerza era, con descaro y sin vergüenza —no habían llegado los tiempos de la corrección semántica—, la teta femenina, forma que brota y rebrota en racimos en los 1.200 metros cuadrados construidos en la parcela de 8.600, asomada al vértigo de la bahía de Cannes.

Cardin decía que la mansión era «el cuerpo de una mujer» y que «todo en la casa es absolutamente sensual»: la piscina, las cascadas, las diez suites, la constancia de la línea curva, la idea ancestral de la cueva-laberinto, de la música de las esferas y los péndulos e incluso el auditorio para 500 personas.

Cardin usó la construcción como gabinete y exhibidor. Amobló algunas de las estancias con muebles y tapizados de sus colecciones y organizó escandalosas fiestas, casi siempre durante las noches unidas a los días del Festival de Cannes. Hasta medio millar de bellos y hermosos —la mejor decoración— llegaron a poblar las muchas tetas de la casa.

Aunque era resultón para los reportajes fotográficos, el Palacio de las Burbujas no resultaba nada cómodo para vivir si no estabas drogado: tanta curva desorientaba y era muy complejo recordar cómo se llegaba al cuarto de aseo. El diseñador encontraba incluso más acogedora otra de sus muchas posesiones inmobiliarias: el bastante lóbrego pero sólido castillo de Lacoste que había pertenecido al Marqués de Sade.

Jose Ángel González

3 comentarios

  1. Dice ser Deliranta

    Más que lisérgico diría alérgico, porque ni jarto viviría en él. Aunque para gustos colores, por supuesto. Pero a mí en «Villa botijo» no me ven el pelo

    10 octubre 2016 | 17:03

  2. Dice ser hey!!

    a Deliranta Claro claro teniendo 10 suits y tal, te quedas en tu casita de 60m2. Las tonterias que hay que oir por envidias.

    11 octubre 2016 | 00:41

  3. Dice ser Deliranta

    Pues te has equivocado en 13 metros. Mi casa tiene 73… y repito, ni jarto me voy a vivir a villa Botijo. Que la envidia es un virus que jamás me ha afectado, no como a otros… Con 2 habitaciones y salón más 2 baños tengo de sobra. No necesito 32 habitaciones que no visitaré en la vida, vaya…

    11 octubre 2016 | 09:57

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