Yorick, la calavera que nació de un meteorito

'Yorick' - Lee Downey (Foto: www.leedowney.com)

‘Yorick’ – Lee Downey (Foto: www.leedowney.com)

Abriendo el quinto acto de la tragedia, Hamlet se detiene en un cementerio, donde un sepulturero exhuma la calavera de Yorick, el bufón de la corte que tanto divirtió al príncipe danés en su niñez.

¡Ay! ¡Pobre Yorick! Yo le conocía, Horacio. Era un hombre sumamente gracioso, de la más fecunda imaginación. Me acuerdo que siendo yo niño me llevó mil veces sobre sus hombros… y ahora su vista me llena de horror. (…) ¿Qué se hicieron de tus burlas, brincos, tus cantares y aquellos chistes repentinos que de ordinario animaban la mesa con alegre estrépito? Ahora, falto ya enteramente de músculos, ni puedes reirte de tu propia deformidad».

Sin estar vivo, Yorick protagoniza una de las escenas más famosas de Hamlet, la imprescindible obra de teatro de William Shakespeare. El monólogo sobre la mortalidad recuerda lo efímero de la vida terrenal, es el gran memento mori del dramaturgo inglés.

La calavera esculpida a mano por Lee Downey se llama Yorick en homenaje al pobre Yorick. Es complicado adivinar qué material ha utilizado el artista estadounidense para lograr ese acabado de vetas plateadas. El cráneo reproducido a tamaño natural está tallado en un solo bloque que procede del espacio: este Yorick nació de un meteorito que cayó en el desierto del Kalahari (Namibia) hace unos 4.000 millones de años.

Detalle de Yorick - Foto: www.leedowney.com

Detalle de Yorick – Foto: www.leedowney.com

Bonhams anunció recientemente para el 24 de noviembre la subasta la obra y calculaba que llegaría a los 400.000 dólares, cerca de 378.000 euros. Sin embargo el resultado de la venta es un enigma y no hay datos sobre el precio final que ha alcanzado.

Conocido como meteorito Gibeon, en su composición hay hierro, níquel y aleaciones metálicas. Se calcula que pesaba en orígen 26.000 kilos y la colisión dispersó trozos del ejemplar en un área elíptica de 275 kilómetros de largo y 100 de ancho.

Es un espécimen único —la escultura más grande creada con este material— que no podría ilustrar con mayor claridad la fugacidad de la existencia. Downey describe la pieza —de más de 21 kilos— como una «singular combinación de historia natural y arte moderno» y se enorgullece de la cicatriz que el cráneo exhibe en la frente, una incrustación de tridimita, que se encuentra normalmente en las cavidades de las rocas volcánicas. El detalle es fruto de la casualidad y añade valor a la pieza al ser muy poco habitual que el mineral esté entre los componentes de un meteorito de este tipo.

Un craneo masculino real sirvió al autor para ser lo más realista posible. Tras el esculpido, procedió a pulir con ácido la pieza para mostrar en su esplendor el complejo patrón geométrico. El autor ve en su particular Yorick el más poderoso de los memento mori, «un símbolo de la muerte, la eternidad, la inmortalidad, del fallecimiento y del renacimiento» que deja la vida de cualquier ser humano en ridículo.

Helena Celdrán

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