Rescatan la música perdida de Robin Gibb, el ‘bee gee’ triste

"Saved By The Bell" - Robin Gibb (2015)

«Saved By The Bell» – Robin Gibb (2015)

Durante un breve periodo de tiempo —en el pop la medida precisa es siempre elástica, porque, como toda buena goma de mascar, en el pop los años se estiran o encogen según el ritmo por el que opte el ánimo del oyente— pareció posible que el grupo-familia, los Bee Gees, podía hacer sombra al grupo-imperio, los Beatles.

Los singles New York Minining Disaster 1941 (abril, 1967), To Love Somebody (junio, 1967) y Massachusetts (septiembre, 1967), I’ve Got a Message to You (septiembre, 1968), I Started a Joke (diciembre, 1968), fueron susurrados en una sucesión automática de balazos dulces, henchidos de gloriosos arreglos orquestales y melodías de inmediata fascinación cantadas en falseto.

Cuando en marzo de 1969 los Bee Gees editaron el doble elepé Odessa —un disco conceptual denso, progresivo (adjetivo equivalente en aquellos años a valiente, vanguardista), levemente dylanesco—, dieron su particular patada en la puerta: aquí estamos, no somos unos australianos ñoños, que sepamos cantar tan agudo sólo significa que sabemos cantar como otros nunca serán capaces de hacerlo.

El empuje creativo, ahora lo sabemos, antes esas cosas no se contaban en las revistas, fue culpa de las anfetaminas, que los tres hermanos consumían con naturalidad y sin pausa. Algunos tomaban speed, caso de Jagger, y se convertían en gallos de corral. Otros, como los hermanos Gibb, volaban hacia las constelaciones más alejadas.

Robin Gibb, 1970

Robin Gibb, 1970

Al parecer también las anfetaminas tuvieron la culpa de que la fórmula química de equilibrio entre los hermanos comenzara a perder validez. Aunque nadie discutía que Barry —el mayor de los Gibb— era quien manejaba las decisiones artísticas, Robin, el mediano —sólo por 35 minutos de diferencia sobre su gemelo Maurice—, quería entregarse a bajar hacia las honduras de sí mismo: era el más melancólico, tendente a la tristeza y solitario de los tres hermanos.

Para empujarle y que saltara contaba con las pesadillas recurrentes, de seguro empeoradas por las drogas, del accidente de tren de Hither Green, cerca de Londres. Robin iba en el tren de pasajeros que descarriló en noviembre de 1967 por un defecto en una vía: murieron 49 personas y casi 80 resultaron heridas. Aunque salió ileso, el músico, que sólo tenía 17 años, nunca pudo sacudirse de los gritos de las víctimas entre los hierros retorcidos.

Entre 1967 y 1970, en sólo un año, el bee gee grabó por su cuenta más de un centenar de canciones. Sólo algunas se habían publicado en el álbum Robin’s Reign (1969) —inencontrable desde hace décadas y sólo editado en disco compacto por una pequeña empresa alemana— y el estremecedor sencillo Saved By The Bell (junio de 1969).

El resto formaba parte de uno de esos discos perdidos que llenan de misterio y sorpresa los rincones del popSing Slowly Sisters, una obra que nunca llegó a terminar porque los Bee Gees volvieron a reunirse en agosto de 1970 para iniciar lo que llaman la segunda etapa del grupo cuando en realidad parecían otro grupo, reinventado por el sagaz agente productor Robert Stigwood para hacerse con el clientelismo de las tropas de las pistas de baile.

Después de un paciente trabajo de una década —y casi tres años exactos después de la muerte de Robin Gibb, a los 62, por las complicaciones derivadas de un cáncer—, el productor Andrew Sandoval —que ha trabajado también para el otro gran grupo-familia, The Beach Boys— junta todas las piezas de la música perdida de Robin Gibb. Sandoval tuvo que acudir a subastas de material pirata, amistades de Gibb que guardaban demos en casete y cintas que estaban en poder del músico, de quien obtuvo el beneplácito para el proyecto antes de que la muerte llegará con demasiada premura.

El producto, que distribuye la discográfica Reprise, se titula Saved By the Bell: The Collected Works of Robin Gibb 1969-1970, un triple álbum con 67 canciones, 43 de las cuales nunca habían sido publicadas.

La música es grandioso pop orquestal de los años setenta, las letras destilan desesperanza emocional y demanda de auxilio y Robin Gibb, quién lo hubiera imaginado en uno de los falsetos más aplaudidos de la disco music, es un crooner oscuro que, como ha anotado algún crítico, parece estar cantando «notas de suicidio eduardianas».

Jose Ángel González


6 comentarios

  1. Dice ser Antonio Larrosa

    Nunca me gusto como cantaban, pero hay que valorar algo que tenian, que atraía a las chicas.

    Clica sobre mi nombre

    15 junio 2015 | 15:40

  2. Dice ser Antonio Larrosa

    El Club de los Bee Gees muertos; la droga y el cáncer se los llevó -Andy, Robin, Maurice- y ahora solo queda vivo Brian Gibb.

    15 junio 2015 | 16:22

  3. Dice ser Morticya

    No es Brian, es Barry.

    15 junio 2015 | 18:55

  4. Dice ser Bernardo Jose

    Obra maestra que ahora podemos disfrutar.Robin Gibb, Gracias por tanta BEElleza ! en tus creaciones y voz.

    15 junio 2015 | 21:09

  5. Dice ser miguel

    Los Bee Gees son el mejor grupo de todos los tiempos y el que más discos ha vendido.

    18 junio 2015 | 10:18

  6. Dice ser Romel

    Sin lugar a dudas el mejor grupo musical de la historia de la música.
    Gracias por todo ese trabajo musical.

    27 junio 2015 | 06:21

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