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Casals, contra la bomba de Oppenheimer

Desde que vi la peli Oppenheimer, no dejo de pensar en Ucrania y en la eventual aniquilación nuclear del ser humano sobre la Tierra. Sabemos que las armas se inventan y se fabrican para ser usadas. La bomba atómica de Oppenheimer se fabricó y se utilizó contra 200.000 japoneses de Hirosima y Nagasaki. Asustó tanto a la Humanidad que, desde 1945, no se ha vuelto a usar contra personas. La película de Christopher Nolan nos golpea con el tramposo debate jesuítico de si el fin justifica los medios o, como decía Albert Camus, son los medios los que justifican el fin. Joan Esculles, de La Vanguardia, uno de mis diarios favoritos, desvela hoy en exclusiva la relación entre dos gigantes: Oppenheimer y Paus Casals. Que me perdone el autor, a quien felicito, pero no me resisto a copiar y pegar su información para los amigos de este blog personal. Su reportaje me ha traído recuerdos entrañables con el maestro Casals.

La exclusiva de La Vanguardia sobre Oppenheimer y Casals

Ana Westley (mi chica desde hace 54 años) retrató a Pau Casals en su casa de Malboro (Vermont, EE.UU) para la portada de Gaceta Ilustrada. Emocionante entrevista.

Con Pau Casals, en su casa de Malboro (Vermont). Inolvidable entrevista que tanto me impresionó, una de las mejores de mi vida.

Guerra y paz: la amistad que no pudo ser entre Oppenheimer y Pau Casals

La Vanguardia

por Joan Esculles

La tarde del 24 de octubre de 1958 Robert Oppenheimer y su esposa Katherine acudieron a la sede de la Asamblea general de las Naciones Unidas en Nueva York. No era un viernes cualquiera. Pau Casals volvía a tocar en Estados Unidos después de no haberlo hecho en los últimos treinta años por la política de connivencia de los países ­aliados con la dictadura franquista. El secretario general de la ONU, Dag Hammarskjöld, lo había invitado a tocar en el decimotercer aniversario de la fundación de la Organización y el músico había aceptado al considerar la sede territorio neutral. Era la primera vez que el artista tocaba en las Naciones Unidas. Todavía lo haría en dos ocasiones más, en los años 1963 y 1971.

Desde el patio de butacas, el físico teórico norteamericano de origen judío escuchó como Casals, a sus 81 años, interpretaba junto con el pianista Mieczyslaw Horszowski la Sonata n.2 en Re Mayor para violonchelo y piano de su admirado Bach.

Oppenheimer –protagonista de la película biográfica dirigida por Christopher Nolan que está arrasando en los cines– observó el músico que aquella primavera había posicionado contra la carrera armamentista nuclear.

Casals se había manifestado contra la carrera atómica, en parte responsabilidad de Oppenheimer

A inicios de mayo Casals había apoyado el manifiesto de su amigo Albert Schweitzer. El músico y teólogo franco-alemán, premio Nobel de la Paz cinco años atrás, había hecho un llamamiento a detener la proliferación de armas nucleares.

“Es increíble que hombres civilizados puedan seguir construyendo siempre nuevas armas y más destructivas en vez de poner la energía para hacer que este sea un mundo más feliz y más bonito”, había dicho Casals. Añadiendo que no tocaría ni en Estados Unidos ni en la URSS si no firmaban un acuerdo de de­sarme. Después de haber creado la primera bomba atómica en julio de 1945 con el proyecto Manhattan, Oppenheimer, a sus 54 años, era quien mejor podía comprender el peligro de no poner freno.

Casals durante los ensayos que tuvieron lugar de su Himno de las Naciones Unidas, estrenado el 24 de octubre de 1971

Casals durante los ensayos que tuvieron lugar de su Himno de las Naciones Unidas, estrenado el 24 de octubre de 1971

Después de la actuación, el violoncelista pronunció un breve discurso. “El mundo nunca se ha encontrado más cerca de la catástrofe. Los extraordinarios descubrimientos científicos que, en el transcurso de nuestro siglo, han conseguido diversos grandes intelectos en su búsqueda de conocimientos, son explotados ahora por la fabricación de instrumentos cuya capacidad de destrucción es monstruosa”. El concierto y el parlamento, emitido por la CBS y retransmitido por más de setenta emisoras de cinco continentes, solidificaron la imagen de Pau Casals como símbolo de la paz.

Tras crear la primera bomba atómica, el científico entendía mejor que nadie el riesgo nuclear

Acabado el acto, los Oppenheimer, impresionados por las convicciones de aquel músico de aspecto frágil fueron a saludar Casals y su esposa puertorriqueña, Marta Montañez.

De entrada tenían un punto en común. El músico hacía dos años que residía en la isla de Puerto Rico, después de dejar Prada de Conflent. El físico hacía uno que había comprado un terreno en ­Saint John, una de las islas Vírgenes de Estados Unidos, a menos de doscientos kilómetros. Aquello que habían creado el uno y el otro durante sus carreras profesionales era muy diferente, pero el reconocimiento del talento mutuo creó una atracción entre ambos.

Cartas entre Oppenheimer y Pau Casals

La carta que Casals dirigió a Oppenheimer en enero de 1960

En aquel momento, además, el físico era un hombre menospreciado. En medio de la caza de brujas del senador republicano Joseph McCarthy se le había acusado de vínculos con el comunismo por sus amistades pasadas y, entre otras cosas, por haber enviado dinero a los exiliados republicanos españoles. Apartado de su cargo de consejero político en asuntos nucleares y marginado de la administración norteamericana del presidente Dwight Eisenhower por su crítica a la proliferación nuclear y al programa de la bomba de hidrógeno.

El músico lamentó que “extraordinarios descubrimientos” se usaran en herramientas tan destructivas

Oppenheimer se concentraba en las clases, la investigación y viajaba por el mundo conferenciando. Al empezar el año 1960 la Universidad de ­Puerto Rico lo invitó a hacer una charla en el campus de Río Piedras. En cuanto lo supo, escribió al músico. La Vanguardia ha localizado en el fondo Oppenheimer de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, en Washington, y en el fondo Casals del Arxiu Nacional de Catalunya la correspondencia inédita entre ambos de este momento.

El 14 de enero, el físico desde el Instituto de Estudios Adelantados que dirigía en Princeton recordó a Casals que después de la “gran ocasión” del concierto en Nueva York habían quedado en que lo visitarían en Puerto Rico. Y le anunció que iría el 15 de febrero. “He oído que su salud no ha sido buena, pero si le permite una visita, sería un honor y un gran placer para nosotros encontrarnos con usted”. El músico a finales de mes le respondió entusiasmado. Será un ­placer y un honor recibirlo cualquier día y hora que les convenga. Esperamos verlos. Con admiración y saludos cordiales”.

Oppenheimer conferenció en Río Piedras el 17 de febrero sobre el papel de la ciencia en la sociedad, pero en unas circunstancias poco favorables. El auditorio de la universidad tenía una acústica deplorable de la que se quejaba la prensa local, como el semanario The Island Times .

Oppenheimer fue apartado por McCarthy, acusado de vínculos con el comunismo y de ayudar a los republicanos españoles

Para arreglarlo, el gobernador del estado libre asociado de Puerto Rico, Luis Muñoz Marín, el gran avalador del físico, estaba ausente por compromisos en Washington, como constata la correspondencia entre ambos que se guarda en el fondo de este último en su fundación homónima en San ­Juan.

El propio Oppenheimer, además, no se encontraba bien. Fumador de pipa empedernido, siete años después moriría de un cáncer de garganta. “Fue una pena y un sentimiento de pérdida que tuviera que dejar de lado el alto honor y el gran placer de llamarlo la semana pasada. El doctor no me dejó hacer nada que fuera más allá de lo mínimo obligado por mi visita a la Universidad, y estaba realmente demasiado enfermo para ser un buen invitado”. El físico se disculpó así ante Casals, el 25 de febrero, ya de vuelta a Princeton.

Para hacerlo peor, el propio músico, que vivía en Isla Verde, en las afueras de San Juan, tampoco se había encontrado en condiciones de irlo a escuchar. “Yo mismo no me encontraba demasiado bien”, respondió Casals cuatro días después. El lugar, además, le traía malos recuerdos. En abril de 1957 había sufrido un ataque cardiaco mientras ensayaba con la orquesta. “Me supo mal que no estuviera en condiciones durante su visita. Y por supuesto estuve muy decepcionado de no verlo. Deseo que la próxima vez será diferente y tendré el honor y el placer de su visita”, añadió.

A pesar de las diferencias, el reconocimiento del talento mutuo creó una atracción entre los dos

Lo que en principio parecía una cuestión sencilla no se concretó por motivos de salud de ambos. Oppenheimer trasladó a Casals que la Universidad de Puerto Rico le había insistido en que volviera el año siguiente y esperaba que el encuentro fuera posible entonces. No lo fue. El gobernador Luis Muñoz mantuvo un continuado carteo con el físico con la intención de crear en el estado un equivalente del Instituto que este dirigía en Princeton.

Oppenheimer preparó incluso presupuestos, pero su muerte dejó el proyecto inconcluso. Se desconoce si el norteamericano llegó a hacer alguna visita al músico desde las Islas Vírgenes a Puerto Rico después.

No hay constancia tampoco que el físico y el músico se reencontraran de nuevo en Estados Unidos. Oppenheimer no estaba en la lista de asistentes a la Casa Blanca el año 1961 al concierto de Casals, invitado por el nuevo presidente John F. Kennedy —rehabilitador de la figura pública del físico—, ni se sabe que fuera a la sede de Naciones Unidas en el año 1963. Como si el destino quisiera trasladar algún mensaje, el hombre que representaba la destrucción más mortífera y lo que simbolizaba la paz no se habían podido encontrar con calma para conocerse con profundidad.

Para presumir un poco, tampoco puedo evitar recordar aquí la aventura que nos llevó a Ana y a mí a conseguir la entrevista con el maestro Pau Casals, una de las más emocionantes y entrañables de mi vida.

Copio y pego las páginas correspondiente de mi libro de memorias «La prensa libre no fue un regalo» (Ed. Marcial Pons) sobre Pau Casals.

Sobre Casals, Pag.129 da «La prensa libre no fue un regalo».

Sobre Casals. Pag. 130

Sobre Casals. Pag. 131

Sobre Casals. Pag. 132

Sobre Casals. Pag. 133

Sobre Casals. Pag. 157

Portada de «La prensa libre no fue un regalo»

 

¿Está la prensa mejor o peor que antes?

Tres generaciones de periodistas del frondoso árbol «Guindal» se juntaron ayer en torno a mi paella «ilustrada», que tantas veces hemos compartido con colegas durante la Transición. Carlota Guindal (La Vanguardia), hija de mi amigo Mariano (el de la famosa pregunta «¿Qué hay de Rumasa, señor Boyer?), metió el dedo en la llaga de nuestra profesión que, se diga lo que se diga es la segunda más antigua y la más hermosa del mundo.

Con Carlota Guindal (de La Vanguardia) y ¡con mi libro! Le agradecí el detalle con más carabineros en su plato.

La joven redactora de Tribunales cree que la prensa está peor que antes. No me extraña que lo piense si se dedica a cubrir (¡Ay!) la Justicia en España, ya que lo que pienso que está verdaderamente mal, y peor que la Prensa, es el sistema judicial que arrastramos desde el franquismo. En cambio, la Prensa está, a mi juicio, mejor que nunca. Lo sostengo. Apasionante debate que quedó en tablas. Estoy dispuesto a repetir la paella y continuar con esta tertulia que me recordó la que tuvimos el jueves en Segovia con Bernardo Pérez y un montón de maestros del periodismo.

Mariano, la Westley  (awestley.com) y yo, jubilados. Carlota y Mar Diaz Varela, activas, y Santiago Guindal, estudiando Periodismo, discutimos con ardor. Incluso con argumentos.

Carlota dijo que ella estaba bien en La Vanguardia, pero que la prensa estaba muy mal, en declive, casi en peligro de extinción.  Mariano y yo, que nos dedicamos muchos años al periodismo económico, le recordamos que, al hablar con empresarios, era habitual que nos dijeran, individualmente, que iban muy bien, pero que, en cambio, su sector estaba fatal y necesitaba ayudas. La suma de todos los que individualmente iban bien no podía darnos un resultado tan fatal para el sector. Lo mismo pienso para la Prensa.

La vieja prensa no acaba de morir y la nueva (con su ola digital, incluida, y sus abundantes fake news) no acaba de nacer. Comprendo que esa transición hacia el futuro genere ansiedad e incertidumbre en los jóvenes. Nosotros también tuvimos, no sin dolor, nuestra propia transición de la prensa sometida por el dictador hacia la prensa libre, que conquistamos palabra a palabra. Tuvimos que aprender a caminar con naturalidad sobre la incertidumbre… y el miedo. Ahora les toca a los jóvenes. Más les vale prevenir que lamentar.

No soy masoquista, pero estoy leyendo, a la vez y no sin estupor, un libro sobre Pedro J. Ramírez y las memorias de José María Aznar, dos tipos peligrosos para la salud de la Prensa. Menos mal que los rodeamos con dos libros que cuentan la vida de Mariano y la mía, dos hombres con buena suerte.

 

En general, suelo discrepar de quienes, en cualquier sector o aspecto de la vida, caen en un pesimismo paralizante al afirmar que «cualquier tiempo pasado fue mejor». Con los datos en la mano, no suele ser cierto que el pasado fuera mejor que el presente. Era mejor, si se quiere, simplemente porque éramos mas jóvenes y solíamos hacer muchas cosas muy placenteras (y con más frecuencia) que en la jubilación.  Si lo sabré yo…

Es cierto que las técnicas (incluso las de matar) cambian y progresan. Sin embargo, la historia (siempre escrita por los vencedores) nos muestra que, aunque las técnicas cambien, las intenciones del ser humano permanecen. Al final, brindamos con una frase que repetimos mucho en nuestra familia: «Cuando todo falla, los principios importan».

Pues eso. ¡Ánimo, jóvenes periodistas! La verdad absoluta solo existe para los teólogos. Claro que si queremos acercarnos a la realidad (ya sean molinos o gigantes, según se mire, amigo Sancho) es recomendable que lo hagamos recurriendo, por los menos, a dos fuentes de información solventes. (Yo estoy suscrito a El País y a La Vanguardia).

Mariano me corrigió: «¡A tres!»

Amén, Mariano.

 

 

 

 

 

1985: Cuando TVE temía a las privadas

«Las televisiones privadas están al caer y tenemos que preparar a TVE para resistir esa competencia». Eso fue lo primero que nos dijo José María Calviño, jefe de RTVE, en un rincón apartado de la cafetería del Palace. Trataba de contratarnos para que le diéramos la vuelta a los tres telediarios. José Luis Martinez (alias Flavio en la clandestinidad), de La Vanguardia, y Joaquín Estefanía y yo, de El País, nos miramos sorprendidos (y halagados) por la oferta. Hoy recibo por twitter un recuerdo extraordinario.

Los nuevos telediarios de TVE nacieron en enero de 1985. Le dimos la vuelta a la tortilla.

«No podemos dar en el Telediario lo que pasó ayer porque lo vemos publicado hoy en la portada de los diarios. Debe ser al revés. Los diarios deben publicar hoy lo que ya dio el Telediario de ayer». Ese fue el reto de Calviño.

José Luis Martínez, Julio Bernáldez y yo, al frente de los nuevos telediarios de TVE en enero de 1985.

Nos pusimos manos a la obra y creo que, no sin leves conflictos iniciales entre fijos y contratados, entre veteranos de la Casa y nuevos paracaidistas de la prensa impresa, lo conseguimos. Debo reconocer que muy pronto los veteranos nos ayudaron muchísimo a los recién llegados.

Entrevista a Felipe Gonzalez, candidato presidencial en las elecciones de 1986, en el Buenos Dias de TVE. ¡Qué jóvenes! Página 410 de mi libro «La prensa libre no fue un regalo» que os recomiendo para este verano.

José A. Martínez Soler, Director-presentador del informativo Buenos Días de TVE en TP. (1986)

Portada de mi libro «La prensa libre no fue un regalo» (Ed. Marcial Pons). Ahí cuento mis múltiples pasos por Televisión Española.

De mi paso por la prensa de la Dictadura y la Democracia hablé como si fuera libre, con Javier del Pino en A vivir de la Cadena SER antes de que se fuera de vacaciones.

Ontiveros y el modesto «Círculo de Rascafría»

El profesor Emilio Ontiveros me enseñó, como Bernard Shaw, que la Economía es una ciencia que sirve para sacarle el mayor provecho posible a la vida. Nuestro Emilio también nos decía que servía para entender el comportamiento humano y para que fuéramos más felices, más prósperos. Y ahora, Joaquín Estefanía titula así su obituario en El País: Economía como si la gente importase. No podía haber elegido mi compadre un titular más acertado ya que Emilio amaba la Economía porque amaba a la gente.

Joaquín Estefanía en memoria de Emilio Ontiveros en El País

Joaquín Estefanía en memoria de Emilio Ontiveros en El País

Llevo varios días de luto por la muerte, tan prematura, de nuestro amigo y maestro. Y no paro de leer reflexiones magníficas, largas y breves, de derechas y de  izquierdas, sobre su vida y su obra. Ya sea en las redes sociales o en los diarios de postín de varios colores (El País, La Vanguardia, ABC, etc.) todos celebran la excelencia personal y científica del profesor Ontiveros.

Sus compañeros de AFI (Analistas Financieros Internacionales, que él fundó) destacan su carácter emprendedor. Lorenzo Bernaldo de Quirós le describe en ABC como «maestro de Economía, sabio de la vida».  Nuestro Xavi Vidal Folch titula su obituario en El País: Emilio Ontiveros, un economista sabio y sobrio. Y el profesor Rafa Myro, de su círculo académico más íntimo, que nos acompañó muchos años en el Consejo de la Revista Economistas que dirigía Emilio, dedica su blog a la memoria de Emilio Ontiveros. No caben aquí los elogios que, merecidamente, recibe Ontiveros en la prensa, la radio y la televisión. Lo que la letra impresa no transmite es el vacío que nos produce su ausencia. Dice Joaquín Estefanía que aún no la hemos digerido. Un papel escrito siempre es ingrato por incompleto. Más aún si es que escribimos, como hago yo ahora, en una fría pantalla. Una lágrima deja huella sobre el papel. Corre la tinta. Aquí, no. Lástima.

El «círculo» de la Tía Carlota

Y ahora, un recuerdo. En el último tercio del siglo XX, un grupo de amigos, economistas y periodistas en su mayoría, ligados a los montes y valles de Rascafría (Madrid) y a Los Calizos, hicimos muchas bromas sobre lo que entonces llamamos, con éxito inesperado, la «beautiful people», un grupo de economistas y empresarios, mayores que nosotros, que nació al calor del «círculo » de la Tía Carlota (los Bustelo, los Boyer Salvador, los Rubio, los Calvo Sotelo, los Salas, los del Pino, etc.). Ellos se consideraban, seguramente sin razón, los herederos de la burguesía ilustrada de la Restauración y la II República. O sea, que si no hubiera sido por el Golpe de Estado del general Franco, la guerra civil y la Dictadura, ellos deberían haber sido la élite política e intelectual encargada, por herencia, de gobernar España.

Algunos engatusaron a Felipe González y formaron parte de sus gobiernos. Otros prefirieron hacerse ricos. Algunos de nuestra pandilla llegamos a apuntar (¡qué error!) que aquellos «beautiful» pretendían emular entonces al prestigioso «Círculo de Bloomsbury» (John M. Keynes, Bertrand Russel, Gerald Brenan, Viginia Wolf, E. T. Eliot, etc.), que tanto influyó en Gran Bretaña en el primer tercio del siglo XX.

Cuando Miguel Boyer Salvador, nieto de Amós Salvador, ministro de Alfonso XIII, cayó en desgracia ante el presidente González y ante los jueces que investigaron su feo asunto de Ibercorp y Sistemas Financieros, se apagó su estrella. Su socio Mariano Rubio Jiménez (ex gobernador del Banco de España, que firmaba los billetes del banco emisor como Mariano Rubio y sus estafas como Mariano R. Jiménez) acabó en la cárcel. Miguel Boyer Salvador (ex superministro de Economía y Hacienda, que firmaba los decretos como Miguel Boyer y sus estafas como Miguel B. Salvador) se libró de ir a cárcel. Firmaban como gobernantes, por parte de padre, y estafadores, por parte de madre. ¡Qué escándalo! Luego, Boyer solo brilló en las revistas del corazón de la mano de Isabel Preysler, ex condesa consorte de Griñón. La «beautiful people» se desvaneció.

En el modesto «Círculo de Rascafría» (Emilio Ontiveros, Joaquín Estefanía, Lorenzo Ruiz, las tres Anas (Ramírez Cañil, Kuntz y Westley) Iñaki y María Santillana, Xavi Vidal Folch, Andreu Misé, Rafa Myro, José Luis García Delgado, Paco Ros, Clemen Millán, Marijé Orbegozo, José Luis Martínez, alias Flavio en la clandestinidad, etc.) nos producía risa (y tristeza, ¿por qué no?) la historia de aquella «gente guapa». Nosotros éramos más de pueblo y nos definíamos por todo lo contrario de lo que representó la «beautifull». Aunque algunos no ocultaban sus pecados de juventud (Partido del Trabajo, Bandera Roja, etc.) nos movíamos entre el liberalismo progresista y la socialdemocracia. Y siempre nos unía una gran amistad. Así como los de Bloomsbury estaban unidos contra la hipócrita moral victoriana, los de Rascafría éramos y somos claramente laicos y demócratas anti franquistas.

Un amigo francés me decía que cada pueblo tiene sus preferencias a la hora de comer castañas. En Francia hacían «marrón glacé» y en España, «castañas pilongas».  Los del Círculo de la Tía Carlota eran de «marron glacé». En el de Rascafría éramos y somos de «castañas pilongas». Estudiamos y escribimos de Economía, querido Joaquín, «como si importase la gente». Eso nos enseñó el maestro Ontiveros. Gracias, maestro y amigo. DEP.

 

 

Vacuna urgente contra las trolas

Una ola de pesimismo entristece hoy a muchos, muchísimos, periodistas honestos. El escándalo de Ferreras/Inda/Évole (¡joder, qué tropa!), periodistas que no merecen tal nombre pues se alimentan en charcos putrefactos para contaminar a su público, ha removido, zarandeado, la conciencia de muchos colegas que, de buena fe, contrastan las noticias, siempre interesadas, de sus fuentes.

Ferreras e Inda, caricaturizados en las redes como el Gordo y el Flaco.

Escándalo, sí, tristeza, no.  A menudo, como optimista empedernido, voy contra corriente para sacarle a la vida el mayor provecho posible.  Podéis llamarme ingenuo. Pero, ¿y si el escándalo Ferreras (por publicar mentiras a sabiendas) fuera una bendición para nuestra maltrecha y desacreditada profesión? Apretamos la pupa infectada, sacamos la pus y con ella fabricamos una vacuna contra lo que Íñigo Domínguez llama hoy en El País «la trola sistémica».

Artículo de Íñigo Dominguez en El País de hoy, domingo 17 de julio 2022

¿Y qué pasa contigo Jordi Évole? Ayer leí «Lo de Ferreras» que has publicado en La Vanguardia, gran periódico del que soy suscriptor. Siempre tuve el corazón partido (entre admiración y decepción) con tu trabajo periodístico, pero defendiendo «Lo de Ferreras» te has pasado tres pueblos.

Jordí Évole, más listo o pillo que Ferreras, se desliza por una pendiente peligrosa. El follonero ya no es lo que era.

Te seguiré leyendo, pero ahora con lupa. Dejaste escapar a Aznar y a Felipe sin rasguños.Te entiendo. El miedo nos protege. Son morlacos peligrosos. «Quien lo probó lo sabe». Pero, ¿qué le debes al pobre Ferreras? La amistad es la fuente principal de corrupción para el periodista. ¿Acaso piensas como Mafalda? Ella decía: «El dinero no lo es todo en la vida, también están los cheques». Cuídate, Jordi. Y borra a Ferreras y a Inda de tu agenda.

 

Por mucho que se empeñen las plumas de alquiler, el periodismo no ha muerto. ¡Viva el periodismo! Sin periodismo no hay democracia.

De apedrear gatos a dormir con ellos

De niño, solíamos lanzar piedras a los gatos que abundaban por las calles, los solares abandonados y los terrados de las casas. Darle una pedrada a uno de ellos, a ser posible en la cabeza, merecía el aplauso de los demás. Me horroriza recordarlo y reconocerlo. Ahora duermo con mis gatos. Hoy lo publico en La Voz de Almería y en este blog.

Almería, quién te viera… (22)

De apedrear gatos a dormir con ellos

J. A. Martínez Soler

¿Éramos más crueles en la pandilla de mi barrio que en la de La Salle, mi colegio de pago? Dilema aún no resuelto. Dicen que la educación suaviza las formas. No acabo de creerlo. Hay crueldad en los barrios y en las mansiones. Alemania era el centro de la cultura europea cuando dio rienda suelta la barbarie nazi.

En las guerras primitivas se golpeaban con palos, se mataban con lanzas y flechas. En las guerras de hoy se matan fríamente, limpiamente, a mayor distancia. Basta con apretar un botón en un bombardero o, peor aún, en el control lejano de un dron, como si fuera un videojuego. En esos casos pienso que, aunque las técnicas cambien, las intenciones permanecen. Desgraciadamente, con la cruel invasión rusa de Ucrania, matando de lejos, sigue vigente el discurso de Don Quijote sobre la espada y la pólvora.

Recientemente leí que dos mendigos sin techo se pelearon por ocupar un trozo mayor de un banco en un parque de Madrid. Uno de los dos acabó muerto porque el otro le rompió la cabeza con una piedra. En los años noventa, ricos, educados y bien vestidos, de colegios de pago, tanto Emilio Botín (presidente del Banco de Santander) como Mario Conde (presidente del Banco Español de Crédito) querían un banco mayor que el que tenían. Al cabo de muchas escaramuzas y trampas financieras y contables, Conde perdió su banco y acabó en la cárcel. Botín se quedó con el Banco de Conde y lo sumó al suyo. Técnicas diferentes. Mismas intenciones.

Visiblemente, a la vista de todos, en mi barrio éramos unos bestias. Entre nosotros, y contra los niños de otras calles, las peleas a trompazos y revolcones estaban a la orden del día. Incluso hacíamos guerrillas, a pedradas, en la Molineta, contra los del Quemadero y los de la Plaza Toros. Nos enfrentábamos también en torno a la balsa de los Cien Escalones. Nunca peleábamos contra los del Hoyo de los Coheteros ni contra los del Cerro. Lo teníamos terminantemente prohibido.

En esa época solíamos lanzar piedras a los gatos que abundaban por las calles, los solares abandonados y los terrados de las casas. Darle una pedrada a uno de ellos, a ser posible en la cabeza, merecía el aplauso de los demás. Me horroriza recordarlo y reconocerlo. “Los gatos establecen vínculos con los humanos y tienen un tipo de apego parecido al de un bebé de dos o tres años con la madre”, explica en La Vanguardia la doctora Paula Calvo, antrozoóloga y experta en relaciones entre humanos y animales.

En el antiguo Egipto pensaban que los faraones se reencarnaban en gatos que deambulaban por la corte. Imagino a Basted, la diosa gata de los egipcios, preguntando a los gatos de hoy si los humanos aún les adoraban. Debieron responderle: “Los humanos limpian nuestros aposentos. La comida que nos dan es aburrida, pero nunca nos falta. Y cazamos, eso sí, solo por diversión”.

Era un niño cruel

Cuando acaricio al pequeño Moisés, un gato bebé abandonado, que rescatamos junto a las aguas del Mediterráneo, en Almería, siento que estoy reparando el daño que hice a los de su especie cuando era un niño cruel. Ahora, duerme a mis pies.

Casi siempre tuvimos perro en casa. Uno más de la familia. También tuvimos colorines y canarios en jaulas. Las colgábamos en el patio o en la fachada de la casa. Los cuidábamos y mimábamos. No entiendo por qué no a los gatos. ¿Cuál era el origen de la maldición: demasiado independientes, indomables, libres? Nunca lo entendí. Hasta que me casé con Ana Westley, amante de los gatos. Desde entonces hasta hoy, dormimos con un gato en nuestros pies. Tenemos cuatro. Somos, felizmente, sus esclavos.

En 1988, Ana y yo fuimos invitados a comer por el filósofo José Ferrater Mora y su esposa Piscilla Cohn (pionera mundial en la lucha por los derechos de los animales) en su casa de Pensilvania. En su cocina, rodeados por varios gatos, mantuvimos un debate muy clarificador que rompió todos mis esquemas acerca del sufrimiento de los animales. Priscilla me convenció con sus datos científicos y sus argumentos que había llevado hasta la ONU.

 

No me atreví a decir que había disfrutado viendo (gratis) una corrida de toros en Las Ventas. (Mi paisano Chencho Arias, alto cargo de Asuntos Exteriores, no quería dar por perdidas dos entradas buenísimas que tenía reservadas para un alto mandatario latinoamericano que no pudo utilizarlas por razones de agenda. Aquella corrida me gustó, pero en mi casa no dije ni pío).

Acabo de leer en El País una entrevista perturbadora con Peter Singer, otro filósofo de la cuerda de Priscilla Cohn, autor de “Liberación animal. Una nueva ética para tratar con los animales”. Sobre este asunto, también me había influido la biografía novelada de mi amigo John Darnton sobre Charles Darwin quien defendía que nos somos una creación separada de los demás animales (como dicen algunas religiones) sino producto de la evolución a partir de otros animales.

Hace más de 20 años, cuando fundamos el diario 20 Minutos, decidimos no dar información ni criticas de las corridas de toros. Creíamos que nuestros lectores jóvenes urbanos habían perdido bastante interés en la llamada “fiesta nacional”. Y cuando me preguntan en el extranjero mi opinión sobre las corridas de toros, procuro cambiar de tema (sobretodo si hablo con clientes potenciales) y tirar balones fuera. Hace mucho que no voy a los toros, pero cuando he ido he seguido la corrida con más corazón que cerebro. Mi razón lo rechaza como algo bárbaro y cruel, pero mi corazón ama el espectáculo emocionante entre el hombre y la bestia, entre la vida y la muerte.

Yo nací y crecí en Almería, entre el Quemadero y la Plaza Toros y, en las tardes de toros, oía los olés y los pasodobles desde mi cuarto. Mi vecino de enfrente, en la Calle Juan del Olmo, era Paco Andújar, «El Ciervana”, banderillero de la cuadrilla de Relampaguito, Salieri II y, según me contó un día, hasta de Manolete, cuyas hazañas toreras oía yo con la boca abierta, desde muy pequeño, tomando el fresquito a la puerta de su casa o de la mía. En esas tertulias callejeras, sobre sillas costureras, la mujer de «El Ciervana» me cosió un traje de luces que pude lucir antes de vestir pantalón largo. Naturalmente, toreaba en mi calle con una cornamenta de juguete.

Antes de casarme con mi chica de Boston acepté el compromiso de no defender las corridas de toros ante ninguno de nuestros hijos. Esta semana ha surgido aquel acuerdo prematrimonial por las palabras de Peter Singer en Babelia: “Las corridas de toros se pueden considerar herederas de los juegos en la Roma clásica, donde las fieras se comían a los gladiadores y cristianos. Me resulta increíble que los toros hayan sobrevivido hasta hoy. (…) Yo recomendaría el fútbol antes que los toros”.

Llegados a este punto, yo también. Una vez que duermes con tus gatos ya no vuelves a ver el sufrimiento de los toros de la misma manera.

Con Truso escribiendo en mi Terraza. Me sigue a todas partes.

Con Gloria, la gata almeriense de mi nieto Leo

Con Moisés, salvado de las aguas en Almería

Mis cuatro gatos

Basted, la diosa gata de los egipcios

Jose Ferrater y Priscila Cohn

Paco Andújar, el Ciérvana, mi vecino en la calle Juan del Olmo.