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La resurrección de Carmen de Burgos, en Almería

Un retrato al óleo y un libro sobre Carmen de Burgos (1867-1932), la principal defensora de la mujer en el siglo XX, serán presentados el viernes, 19 de mayo a las 12:00h. en el Hotel Catedral de Almería. Con este motivo, ayer publiqué en La Voz de Almería este artículo:

Mi artículo en La Voz de Almería, 14 de mayo 2023, sobre Carmen de Burgos

Ya que algunos jubilados, como yo, pueden tener problemas para leer la página del diario, copio y pego a continuación el mismo texto en Word.

Retrato al óleo sobre madera de Carmen de Burgos obra de Ana Westley (awestley.com)

Almería, quién te viera… (28)

J.A. Martínez Soler

Carmen de Burgos (libro y óleo) en el barrio donde nació

Nuestra paisana, Carmen de Burgos, principal defensora de la mujer en el siglo XX, nació en la calle Mariana, con vistas a la Plaza Vieja. Por eso, Asunción Valdés y Ana Westley (awestley.com) le rendirán homenaje, con un libro y un retrato al óleo, respectivamente, el próximo viernes, 19 de mayo a las 12.00 horas, en el aljibe árabe del hotel Catedral, muy cerca de donde nació “la divorciadora”, la mujer más odiada y perseguida por el dictador Francisco Franco.

Carmen de Burgos, Colombine, primera española redactora en nómina, primera corresponsal de guerra, pionera del feminismo moderado, defensora de la igualdad de derechos entre la mujer y el hombre, contraria a la pena de muerte, pragmática, posibilista y testaruda, fue una adelantada a su época. Todos los defensores de los derechos de la mujer estamos en deuda con ella.

Para saldar en parte esa deuda, dos mujeres excepcionales le rendirán honores en su tierra. Mi colega y amiga Asunción Valdés (ex directora del Telediario y ex jefa de prensa del rey Juan Carlos I) lo hará presentando su ópera prima (que para mí ya es su “obra magna”) dividida en dos tomos: “Revivir. La nueva Carmen de Burgos”.

Asunción Valdés, con su obra, acompañada, de pie, por Ana Westley, autora del retrato de Carmen de Burgos.

En 1916, preguntaron a Colombine cual sería su legado póstumo. Proféticamente, ella respondió: “Mi resurrección”. Asunción le da la razón. Ana Westley (mi esposa, almeriense consorte desde hace 54 años y mi maestra en feminismo), también pone sus pinceles al servicio de su resurrección, dándole un porte elegante y maduro, segura de sí misma.

Carmen murió, republicana, en 1932, y al terminar la guerra civil, en 1939, Franco incluyó su nombre (la única mujer) en la lista de autores prohibidos y mandó quemar todas sus obras, más de 250. La condenó a la danmatio memoriae, un castigo fatal inventado por los romanos para borrar la memoria de sus adversarios más temidos. Fue perseguida por subversiva por el general Saliquet, almeriense consorte de triste memoria, siete años después de muerta. La única fallecida encausada. Sus libros fueron quemados en la desembocadura del río Andarax. La Dictadura decretó el eclipse total de una de las mujeres más importantes del siglo XX. Hasta que murió el tirano. Un año después, en 1976, comenzó su resurrección. La librería/editorial Cajal publicó entonces “Carmen de Burgos, defensora de la mujer”, avance de la tesis doctoral de Elizabeth Starčervić.

Los almerienses, incluso los más interesados en la defensa de la mujer, no sabíamos quien era Colombine. Como ella, yo soy almeriense, periodista, feminista, laico, ateneísta y de corazón republicano… y no tenía ni idea de quien era Carmen de Burgos. De joven, descubrí la figura de esta paisana mía por puro azar. Con 21 años, trabajé en TVE para investigar y documentar el programa “España, Siglo XX”.  En la hemeroteca se me apareció, por primera vez, Carmen de Burgos con sus “Notas femeninas”. En ellas, colaba con disimulo sus ideas europeas y modernas en una sociedad atrasada, intolerante, anclada en el pasado. Ella quería “adelantar la civilización en España”, el sueño de Azaña.

El segundo flash de Colombine lo recibí cuando, hace 14 años, mis colegas almerienses Miguel Naveros y Federico Utrera (coautor de “La voz silenciada. Memorias de Colombine”) y la escritora Marijé Orbegozo me llevaron un día al Cementerio Civil de Madrid. Fue en octubre de 2009. Asistí allí a un emotivo homenaje. Hubo música de Bach y Casals y poemas de José Hierro, Pablo Neruda y Miguel Hernández, flores tricolor y discursos de María Soriano y Concha Núñez, ante la tumba recién restaurada de Carmen de Burgos. Está muy cerca del mausoleo de Nicolás Salmerón.

Con Marijé Orbegozo, Federico Utrera y Miguel Naveros, pariente de Carmen de Burgos, entre otros, en el Cementerio Civil de Madrid en octubre de 2009 ante la tumba de Colombine.

Aquella conmemoración íntima de la muerte de Carmen de Burgos (ocurrida hace ahora 91 años) despertó definitivamente mi interés y el de mis colegas por rescatar la memoria, verdaderamente democrática, de nuestra paisana. Muy pronto, al conocer parte de su obra (La rampa, Puñal de claveles, El arte de ser mujer, etc.) la fuimos descubriendo como una “figura descomunal y universal”, tal como como la define Concha Núñez, su gran biógrafa. (Por cierto, publicó su “Puñal de Claveles” en 1931, un año antes de que Federico García Lorca publicara su “Bodas de sangre” sobre el mismo crimen de Níjar (Almería). Carmen había crecido en Rodalquilar, muy cerca del lugar del trágico suceso y Federico había vivido en Almería donde conoció los hechos que relató la prensa).

Desde que empezamos a conocer su obra, pregonamos, con éxito desigual, las excelencias de Carmen de Burgos. Triunfó en La Sorbona y en otras universidades europeas y americanas. Como pionera, se anticipaba a sus colegas. De ella dice Wikipedia que “defendía la libertad y el goce de vivir”. La dulzura de vivir… ¿Cómo no admirarla y, por tanto, quererla?  Lástima que, hasta que recuperamos la libertad en España, haya sido tan desconocida para nosotros.

«Revivir. La nueva Carmen de Burgos», obra de Asunción Valdés.

El 2 de mayo de 1939, el diario Arriba publicó un comentario, titulado “Letras de humo”, celebrando la quema de libros: “Con esta quema de libros también contribuimos al edificio de la España, Una, Grande y Libre. (…) En España los hombres jóvenes tienen el valor de quemar vuestros libros y, sobre todo, de quemarlos sin un gesto de aflicción”.

Siguieron la línea de la España intolerante del inquisidor Torquemada quien, en el siglo XV, mandó quemar todos los libros no cristianos. Antes de que los nazis y Franco le dieran la razón, el poeta alemán Heine, del siglo XIX, lo tuvo muy claro:

 – “Allí donde queman libros, acaban quemando personas”.

Colombine, como diría Machado, era una de esas personas «universales del corazón». Carmen luchó toda su vida contra la injusticia y la ignorancia. Por eso, quienes creemos en la igualdad entre el hombre y la mujer, y la tenemos como modelo ético y profesional, estamos en deuda con ella. Con actos como éste del libro de Asunción Valdés y el óleo de Ana Westley me consta que ambas quieren rescatar la memoria democrática de esta creadora genial, cuya vida y obra nos reconcilia con la condición humana.

“Lleva quien deja y vive el que ha vivido”, escribió Antonio Machado. Carmen de Burgos viajó y vivió apasionada e intensamente, hizo muchas preguntas para conocer lo diferente y, con sus obras salvadas de la hoguera por sus admiradores, nos ha dejado mucho. Por eso, ni siquiera Franco, con todo su poder y su odio, consiguió borrarla del mapa. La damnatio memoriae no le funciono al tirano. Carmen de Burgos resucita cada día en nuestra memoria. El próximo viernes lo hará de nuevo en su barrio. Así sea.

Mas información en awestley.com

Más información en martinezsoler.com

 

Franco no la pudo silenciar… del todo

El 18 de julio (¡mal día!) compré por Amazon un libro sobre Carmen de Burgos (Colombine), famosa periodista, feminista y republicana universal, y la mujer más odiada por Franco. Al día siguiente recibí, a la misma hora, dos mensajes contradictorios de Amazon. Uno decía que ya me habían entregado el libro y el otro que. lamentablemente, no me lo habían podido entregar. El libro se había perdido en el camino.

Dos libros sobre Colombine, mejor que uno.

Dos libros sobre Colombine, mejor que uno.

Desesperado frente a la web infernal de Amazon, armé la de san Quintín y, al fin, me llamó por teléfono un ser humano y prometió devolverme el dinero. Compré otro ejemplar, más barato, en todocolección.net. Hace unos días, un vecino regresó de sus vacaciones y encontró mi libro de Amazon extraviado en su buzón de correo. Dije a Amazon que no me devolvieran el dinero, pues ya tenía el libro. Ayer recibí el ejemplar de todocoleccion.net. Por tratarse de esta paisana universal, dos libros mejor que uno. Uno para mi hija y otro para mi chica.

El 9 de octubre de 2009, un grupo de admiradoras y admiradores llevamos claveles rojos a su tumba en el Cementerio Civil de Madrid.

El homenaje a Colombine en La Voz de Almería

He leído el libro (es un cómic) y me encanta. Lo recomiendo, aunque sea por Amazon, sobre todo a los hombres. Su título es «Carmen de Burgos «Colombine». Una figura clave en la emancipación de la mujer». Sus autores: María Carmen Amate y J. M. Beltrán.

Tumba

Tumba de Carmen de Burgos

Carmen de Burgos, junto a Emilia Pardo Bazán, fue una de las cuatro primeras mujeres admitidas como socias de Ateneo de Madrid. Fue un hito en la historia de esta venerable institución.

El Ateneo no sería solo para hombres

Los ateneistas y los feministas estamos en deuda con Carmen de Burgos. Por eso, nos preparamos para homenajear su memoria en el 90 aniversario de su muerte el próximo mes de octubre. Es preocupante que después de 44 años de democracia muy pocos conozcan la vida y la obra de Colombine.  ¿Quién conoce hoy a Carmen de Burgos?

La mujer silenciada, en el 150 aniversario de su nacimiento

Carmen de Burgos, Colombine, fue odiada por Franco desde que conoció sus crónicas de la guerra de África. Fue la primera mujer corresponsal de guerra. Murió en octubre de 1932, en la cumbre de su carrera periodística y literaria. Autora de más de cien novelas cortas y largas, cuarenta traducciones, cientos de conferencias y miles de artículos de prensa, esta gran feminista, defensora de los derechos de la mujer, del divorcio y del voto femenino era conocida, admirada y querida por medio mundo.

Al terminar la guerra civil, Franco incluyó su nombre, con el número 9, en la lista de autores prohibidos en España. Un asesinato de su carácter en toda regla. Nadie podía mencionar su nombre. Carmen de Burgos, que se había codeado con Emilia Pardo Bazán, Unamuno, Juan Ramón Jiménez, Rubén Darío, Pío Baroja y Blasco Ibáñez, ente otros, fue condenada al ostracismo junto a Voltaire, Rousseau y Zola y sus obras fueron buscadas, requisadas y quemadas por orden del dictador.

Con cierto riesgo, muchos de sus escritos fueron escondidos y salvados de la quema inquisitorial franquista por sus admiradores. Afortunadamente, muerto el dictador y recuperadas las libertades democráticas en España, las obras de esta ilustre almeriense universal emergieron de sus cenizas y salieron de sus escondites con una fuerza tan merecida como inusitada.

Hoy no puede hablarse de la historia del feminismo, de la lucha por la igualdad entre géneros, sin recurrir a ella como la más destacada pionera en la defensa de los derechos de la mujer. Tampoco puede hablarse de la historia del periodismo sin reconocer su valor profesional como primera redactora y primera corresponsal de guerra de un periódico.

Por todo ello, y mucho más, Carmen de Burgos es merecedora de que la recordemos en su Ateneo de Madrid, en octubre de este año, con motivo del 90 aniversario de su muerte. En cuanto sepa la fecha y hora del acto os la diré para que lo anotéis en vuestras agendas.

Nació en Almería en 1867 y se crió en Rodalquilar, en el Cabo de Gata.

Con su hija en brazos, huye a Madrid y deja en Almería a su esposo maltratador

¿Quien conoce a Carmen de Burgos? 2

Hoy me toca presumir de lo lindo. ¿Y cuándo no?, dirán quienes conocen mi tendencia al narcisismo. Pues, hoy, sí. Me acaban de nombrar vocal de la Agrupación Carmen de Burgos del Ateneo de Madrid.

Carmen de Burgos

A muchos les parecerá poca cosa, aunque me han nombrado por unanimidad, no por una nimiedad.

Con Roberto Cermeño (presidente), Odilo Domínguez (vocal) y mi colega Asunción Valdés, especialista en Carmen de Burgos. Falta en la foto Mar Abad (vocal)

Y estoy muy contento. Hace años que pregono, sin mucho éxito, las excelencias de Carmen de Burgos (Colombine), paisana almeriense, primera redactora fija de España, primera corresponsal de guerra, autora de mas de 200 obras, defensora de la mujer, del voto y del divorcio, desconocida para muchos españoles y, muy especialmente, por haber tenido el honor de ser la mujer más odiada por el dictador Franco y toda su clerigalla.  Su nombre fue prohibido desde el golpe de Estado de 1936 y sus obras quemadas. Gracias a la Biblioteca Nacional, que salvó algunas, y a Concha Núñez, su gran biógrafa, que resucitó su figura «descomunal y universal», quienes sobrevivimos a la censura del tirano hemos podido conocer a la grandísima feminista y progresista Carmen de Burgos.

El 9 de octubre de 2009, rendimos un primer homenaje a Carmen de Burgos, en el aniversario de su muerte en 1932, ante su tumba en el cementerio civil de Madrid. Concepción Núñez cantó como nadie la figura de nuestra colega. Muchos paisanos la ensalzaron. Federico Utrera hizo un programa espléndido para Canal Sur, la inigualable Nieves Concostrina (almeriense consorte, que vive en Rodalquilar, cerca de donde nació y creció la Colombine) la destacó en su serie Pioneras en Movistar, el Ateneo de Madrid (donde fue la segunda mujer socia después de la Pardo Bazán) y otros muchos se fueron sumando al coro de admiradores de esta pionera del feminismo.

Paseo Marítimo Carmen de Burgos, en Almería.

Hasta el Ayuntamiento de Almería se dignó, por fin, poner su nombre a un espacio singular: el Paseo Marítimo Carmen de Burgos. Y pronto aparecerá publicado el primer tomo de la magna obra «Revivir. La nueva Carmen de Burgos» de mi colega Asunción Valdés. En mi primera sesión como vocal de la Agrupación Carmen de Burgos del Ateneo pude participar modestamente en la preparación del próximo homenaje que le dedicaremos el próximo octubre en el 90 aniversario de su muerte. El venerable salón de actos del Ateneo estará a rebosar. Ya podéis ir anotando este acto en vuestras agendas. Todos los seres humanos que creemos en la igualdad entre la mujer y el hombre estamos en deuda con Carmen de Burgos, la Colombine. Necesitamos imitadoras e imitadores para que la humanidad mejore como ella soñaba. Ella era, como diría Machado, una de esas personas «universales del corazón».

Tumba de la Colombine. En la foto de 2009, estoy con Marijé Orbegozo, Miguel Naveros y Federico Utrera.

Mar Abad, periodista almeriense (y casi universal), vocal de la Agrupación Carmen de Burgos del Ateneo, que no salió en la foto.

Franco durmió en mi barrio

Dos veces durmió el dictador en el palacio Fischer, detrás de mi casa: en 1956 y 1961. Como si fuera un santo, el generalísimo Franco entró bajo palio en la Patrona. Cuento estos recuerdos en La Voz de Almeria y en mi blog de 20minutos.es

Franco durmió en mi barrio. Artículo 24 de mi serie «Almería, quién te viera…», publicado en La Voz de Almería y en mi blog de 20 minutos.es

Almería, quién te viera… (24)

Franco durmió en mi barrio  

J.A. Martínez Soler

Entre el Hoyo de los Coheteros y la Rambla, entre dos cuevas inmensas, había un palacio espléndido. ¡Qué contraste! Era el Cortijo Fischer. Había pertenecido a un cónsul de Dinamarca, pero cuando yo vi pasar a Franco por mi barrio, vivía allí Ramón Castilla Pérez, un señor muy bajito, con gafas oscuras y gran bigote. Era el gobernador civil y jefe provincial del Movimiento (el partido único procedente de Falange) a quien conocí años más tarde como empleado menor de Campsa.

Los niños soñábamos con entrar algún día, incluso a escondidas, en aquel palacio. Una tarde, yo tenía 9 años, casi lo conseguimos. Saltamos la tapia más baja y nos colamos en el jardín. Avanzamos bastante ocultándonos tras los troncos de enormes ficus y algunos arbustos. Los “grises” de la Policía Armada nos descubrieron y nos echaron a voces, sin necesidad de desenvainar sus porras. Como la pandilla de Guillermo Brown (“Los proscritos”), queríamos comprobar si eran ciertas las leyendas oídas en mi barrio sobre los tesoros que se guardaban allí de los antiguos dueños, unos ricos extranjeros que exportaban la uva “de barco” de Almería, en toneles de madera, al mundo entero.

El edificio, por fuera, era imponente. ¿Cómo sería de lujoso por dentro? Debía de ser espectacular pues allí durmió el mismísimo Franco cuando vino a Almería el 1 y 2 de mayo de 1956. En la prensa y en los carteles le llamaban generalísimo Franco o “Caudillo”. Un pelotas del Régimen escribió entonces que Franco era como Carlos V (“otro Caudillo español del siglo XVI”)

Colocaban su foto, de tamaño enorme y vestido de militar, por todas las calles por donde pasaba, con el texto “Viva Franco”, “Almería saluda al Generalísimo”, “Almería con el Caudillo”. También habían colocado pancartas y pintadas reclamando “Más agua”, “Más árboles”. Me recordaban las rogativas a la Virgen para que lloviera.

Mis padres, vencidos por Franco en la guerra civil, nunca le dieron el título de “generalísimo” a ese general que, como los oí decir alguna vez, sin que me vieran, “dio un golpe de Estado contra la República”. ¿Nunca, nunca? Si lo pienso, quizás, alguna vez le dieron el tratamiento de “caudillo” en público. Por si acaso. Los años del miedo.

En familia nunca los oí hablar bien de Franco. Cuando hablaban mal lo hacían en voz baja y lejos de los niños. Pronto supe que lo hacían para protegernos. “Por si nos íbamos de la lengua”, decía mi madre, tan previsora. No querían correr el riesgo de que repitiéramos en nuestros colegios de pago cosas inconvenientes escuchadas en nuestra casa. Por lo visto, muchos de los padres de nuestros compañeros de colegio habían ganado la guerra. Otros, no. Durante el nazismo de Hitler, aliado de Franco, y el comunismo de Stalin, enemigo de Franco, todos dictadores autoritarios, algunos niños denunciaron a sus padres. Un sistema cruel que usaba el miedo para destrozar familias. También era sabido que, cada vez que se anunciaba la visita del dictador, la policía hacía redadas temporales de sospechosos de poca adhesión a la Dictadura. En tiempos de Fernando VII, el rey felón que mandó fusilar en Almería a Los Coloraos, condenaban a quienes mostraban “escaso fervor en el aplauso”.

Pronto me percaté de que teníamos dos lenguajes: el privado y el público, el real y el oficial. Éramos pequeños, pero no tontos. Esa lección la memorizaría de maravilla durante los nueve años que pasé en colegio La Salle. Allí me quedó claro que los frailes habían ganado la guerra que ellos llamaban “Cruzada”. Mis padres y mis tíos (no todos, pues yo tenía un tío de Falange) la habían perdido. Vaya lío.

En vísperas de la segunda visita del Caudillo a mi tierra y de su paso por la Calle Ramos, esquina al barrio de la Caridad, para dormir en el Cortijo Fischer, vimos mucha actividad por la zona. Albañiles y paletas construían, a toda prisa, tabiques provisionales y enclenques, hechos con cañas y yeso o escayola, para que Franco no viera las chabolas de los pobres ni los solares abandonados llenos de basura y miseria.  Como si fuera un santo, el generalísimo Franco entró bajo palio en la Patrona. También le llevaron a las minas de Rodalquilar donde vio fundir un lingote de oro almeriense. Todo eso lo vimos -cómo no- en el NoDo

Ese mismo día, en mi calle, celebramos “las mayas”, niñas engalanadas y pintadas, sentadas en un trono, para las que pedíamos “una perrica pa la maya, por favor”. Por la noche, celebrábamos las cruces de mayo. La mejor del Distrito Quinto era, sin duda, la del electricista de la calle Restoy que lucía un montón de bombillas de colores que, de niño, me resultaba fascinante.

El día 3 de mayo, con Franco camino de Granada, tumbamos a patadas las endebles tapias falsas de mi barrio. Mucho más tarde supe que lo de tapar la miseria no era solo cosa del dictador español. Por ejemplo, la zarina de Rusia, Catalina la Grande (a la que, por lo visto, quiere imitar ahora el sangriento Putin), viajaba precedida de una tropa de sirvientes que colocaban decorados a ambos lados del camino imperial para que la emperatriz de las todas las Rusias no viera la pobreza del pueblo.

Mucho más trabajo costó a los falangistas almerienses la demolición del Monumento a Los Coloraos (fusilados por Fernando VII en 1824). No pudieron tirarlo a patadas. Seguramente confundieron “coloraos” (el color de las chaquetas británicas que vistieron en Gibraltar los liberales en el siglo XIX) con los “rojos” de la guerra civil del siglo XX. La razón para demoler ese símbolo excelso de la historia de nuestra tierra reza así en un documento de marzo de 1943, dos meses antes de la visita de Franco: “Orden de demolición del monumento a los Coloraos, “…porque lucharon contra nuestras sagradas tradiciones, obedeciendo a consignas extranjeras…”. Quizás viene de ahí la manía que el PP le tiene al Pingurucho.En esa fecha había más de 45.000 españoles de la División Azul de Franco luchando junto a Hitler con uniforme alemán. Un año antes, el 11 de agosto de 1942, ocho almerienses fueron fusilados en la tapia del cementerio, condenados por repartir un folleto (“el parte inglés”) con noticias de la BBC. Ese era el ambiente de entonces.Afortunadamente, con la llegada de la Democracia (y la ayuda del mármol de Macael) pudimos reconstruir el Pingurucho en la Plaza Vieja donde en 2024 celebraremos por todo lo alto el bicentenario de los asesinatos de los mártires por la libertad por orden del rey felón.

Dos veces durmió el dictador en el palacio Fischer, detrás de mi casa: en 1956 y 1961. En cambio, cuando vino por primera vez a Almería, el 9 de mayo de 1943, durmió en otro palacete privado que está en la plaza Circular: la espléndida casa de los González Montoya.El 16 de julio de 2010, le rendí una visita de cortesía a doña Paquita, viuda de José González Montoya, en su espléndido chalé vasco. Quise agradecerle su compromiso con la conservación y mejora del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar que yo presidía entonces. Me mostró su casa señorial. “En esa cama durmió Franco con doña Carmen”, me dijo, no sin picardía, bajando un poco la voz y dándome un codazo cómplice, al mostrarme el dormitorio principal. Nos miramos y ambos, a la vez, soltamos una carcajada.

Su marido, contrario al desarrollo inmobiliario de su finca, la había reservado para sus cacerías. Doña Paquita mantuvo virgen el Cabo de Gata y, en su testamento, cedió el palacete donde durmió el dictador al Ayuntamiento de Almería para sede de un Museo. Me gustó conocerla. A punto de cumplir los 100 años, había evolucionado. Como tantos almerienses.

Franco en el puerto de Almería en 1961

Franco en Almería

Franco en las minas de oro de Rodalquilar en 1956

 

Escrito sobre la demolición del Monumento a Los Coloraos, poco antes de la visita del dictador a Almería

Con mi hijo David a cuestas (1989) ante el pingurucho reconstruido de Los Coloraos.

Con doña Paquita en su casa donde durmió Franco con doña Carmen en 1943