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«No hay Dios (probablemente)», el libro de Saco

Anotad lugar y fecha: Teatro del Barrio, calle Zurita, 20 (Madrid), el miércoles, 20 de marzo a las 19.00h. El libro «No hay Dios (probablemente)» será presentado en Lavapies por Manolo Saco, Ana Cañil, Ignacio Escolar y un servidor. Ya está (probablemente) en las librerías valientes. También podrá comprarse a través de la web de Mongolia. He tenido el privilegio de leer el borrador (que nació de sus columnas en 20minutos), y os lo recomiendo vivamente. Primorosamente escrito, mezcla humor y terror (no sé en que orden) y rezuma sabiduría, gracia y valor. Este libro es una fiesta para los ateos, agnósticos y librepensadores y, quizás, una pesadilla, con «duelos y quebrantos», para los creyentes o medio creyentes. Incluso puede gustar a los no creyentes, pero sí practicantes en bautizos, bodas, primeras comuniones, procesiones o entierros.

Calle Zurita, 20, Madrid, a las 19.00 h. del miércoles 20 de marzo, con Ana Cañil, Ignacio Escolar, Manuel Saco y un servidor.

Manolo Saco con el primer ejemplar de su nuevo libro. Mongolia ha hecho una edición impecable. ¡Bravo!

Hay que comprarlo antes de que la Inquisición, tan amante de las hogueras, o los Abogados Cristianos (sus herederos) lo quemen. Es una joya. Decía mi admirado Melville en Moby Dick que «la fe, como las hienas, se alimenta alrededor de las tumbas». Pues eso. El miedo a lo que no hay después de la muerte sobrevuela por las páginas provocadoras y sabias de este libro. No te lo pierdas.

Portada (que tanto da que pensar) y solapa del libro de Saco

Soy testigo del encuentro provechoso de Pere Rusiñol, alma de Mongolia, con Manolo Saco, durante la procesión cívica que hicimos, de la mano de Nieves Concostrina, por las tumbas más celebres del cementerio civil de Madrid, tras el duelo por la muerte de nuestro querido Ramón Lobo. Allí mismo, entre lápidas, mientras «íbamos dando tumbas», según el Saco, llegaron al acuerdo de publicar este magnífico y edificante libro. La ciencia y la razón frente a la fe. ¡Lobo lo celebraría tanto!

Contra cubierta del libro de Saco

 

Lo hice porque «no sabía que era imposible»

Anteayer presumí de haber acabado mi última talla «Quema de libros»(inspirada en Juan de Juni). Lo celebré con el núcleo duro de tallasmadera.com en Guadarrama (Madrid). Gracias, colegas, por vuestros piropos. Dicen que «el halago debilita», pero ya sabéis que a mí me da alas. La maestra Sandra Krysiak (mano de  hierro en guante de seda) me felicitó. [9/1, 23:01] Sandra Krysiak: «Jose, quiero ver ese relieve expuesto en Casa de Vacas. Te lo merecés por tanto esfuerzo, dedicación y por el resultado final. ¡Te quedó espectacular!» [9/1, 23:42] José A. Martínez Soler: «Gracias, maestra. Sin tu magisterio hubiera sido imposible terminarlo». Os parecerá una minucia presumir de una talla en madera, pero esta obra me ha hecho más feliz que los miles de artículos publicados en el último medio siglo dedicado a la prensa. Y me quedo corto.

Con mis colegas y la maestra en el taller de tallasmadera.com-

«Quema de libros por la Inquisición», relieve inspirado en la obra de Juan de Juni

Mi afición por las obras de Juan de Juni (muy abundantes en León) viene de lejos. Recién casados, a principios de los años 70, mi esposa (awestley.com) y yo visitamos una exposición en la Catedral de Salamanca. Allí vimos, por primera vez, la gran talla de Juan de Juni. «Qué estampa tan española», exclamé. Los visitantes me miraron de una manera rara, poco amistosa.

Quema de libros por la Inquisición, de Pedro Berruguete

Hace unos años, poco antes de la pandemia, me enfrenté de nuevo a las tallas de Juni en un viaje inolvidable a León. Recién jubilado y entregado al tenis y a la talla de madera, me prometí tallar una quema de libros por la Inquisición inspirada en Juan de Juni. No es una copia, sino una interpretación en la que he eliminado los detalles más difíciles (algunas manos y gestos) de la obra gran maestro.

Con Antonio López y Sandra Krysiak, mi maestra, en Bellas Artes Coronado.

Estoy contento por haberle dado, por fin, la cera Luis XIII que me recomendaron en Bellas Artes Coronado, donde coincidimos algunas veces con un cliente ilustrísimo: Antonio López, que compra allí sus pinturas.

Empecé mi talla en madera de cerezo justo antes de la pandemia del Covid. Ante la dificultad de su perspectiva y profundidad, me asusté, pero no me rendí.

La dejé por un tiempo en mi sótano («silenciosa y cubierta de polvo») para mejorar mi técnica con otras obras menores. El año pasado, valiente o soberbio, retomé la Quema de libros. Y el día de mi cumple le di la ultima mano de cera. ¡Y ahí está! El mayor piropo ha venido de mi chica. La Westley me ha prometido retirar uno de sus óleos del salón de casa para que yo pueda presumir de mi talla en un lugar preferente… por un tiempo.

Primera lija, antes del tapaporos.

Tengo la intención de grabar en los márgenes de la talla una frase del poeta romántico judío alemán H. Heine (17797-1856) que me impresionó al visitar con mis hijos el Museo del Holocausto en Washington:

«Allí donde empiezan quemando libros, acaban quemando personas».

Lo escribió un siglo antes de que Adolf Hitler mandara a sus bárbaros a quemar los libros que consideraban contrarios a la ideología nazi. Fue premonitorio: después de quemar los libros, asesinaron a 6 millones de judíos.

«451 fahrenheit», la temperatura a la que arde el papel. Gran obra de Ray Bradbury.

El padre de Benjamín Netanyahu, el primer ministro de Israel, que aplica ahora sus técnicas genocidas contra los palestinos de Gaza, escribió sobre la influencia de la Inquisición española en el genocidio de los nazis contra los judíos europeos.

La Inquisición aprendió la quema de libros de nuestra herencia árabe. De hecho, la frase de Heine se refiere a la quema de libros en el Califato de Cordoba ordenada por el caudillo Almanzor. El cardenal Cisneros superó a Almanzor al quemar miles de libros tras la toma de Granada por los Reyes Católicos. ¡Qué manía tienen los poderosos contra los libros! No les falta razón. Los libros nos hacen pensar …y desear ser libres. A los poderosos no les conviene.

Mirad al propio general Franco, el tirano felón, que mandó hacer hogueras por toda España para quemar los libros que consideró prohibidos, en especial los del Índice de la Iglesia contrarios al nacional catolicismo.

Quema de libros por el cura, el barbero y el ama de don Quijote (José Segre)

Uno de los capítulos más interesantes de El Quijote es precisamente el de la quema de los libros del ingenioso hidalgo por parte del cura y el barbero. Su ama los odiaba: «Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en los libros». Siempre lo recomiendo.

Mis parientes de Tabernas (Almería), el pueblo de mi padre, también quemaban libros, pero sin odio. Eran pobres e ignorantes. Lo hacían en su chimenea para luchar contra el frío. Mi padre y yo salvamos de la hoguera varios sacos de libros que estaban en capilla.

Al tallar este relieve, una terapia que os recomiendo, me vinieron todos estos asuntos a la mente. Ellos guiaron mis gubias.  Tallar la «Quema de libros» ha sido una gran experiencia reparadora y un maravilloso recuerdo de mi viaje a León que no nunca olvidaré.

Aplicando el viejo truco del tinte y cera para destacar las luces sobre las sombras.

El año pasado, los Reyes Magos me trajeron una taza. Este año, cera Luis XIII. ¡Qué lujo!

Con la Zozobra se queman los pesares del año en Santa Fe

Varios miles de personas han celebrado en Santa Fe (NM) la quema 199 de Zozobra, un muñeco de 15 metros que lleva dentro mensajes con los pesares y problemas del año. Un espectáculo singular con raíces milenarias.

Levantando Zozobra antes del a quema

Zozobra tiene una mesa y una dirección online donde se depositan y recogen los pesares escritos de los ciudadanos para introducirlos en el muñeco. Zozobra acepta todo tipo de problemas: quejas, multas, hipotecas, divorcios, pleitos, enfermedades, desastres naturales, políticos, religiosos… Cualquier cosa que nos haya generado alguna zozobra o angustia o pesar tiene cabida dentro del muñeco.

Como había tanta gente en el parque, lo he vuelto a ver mejor en la tele.

Adiós a los viejos problemas… hasta la Zozobra del año que viene que celebrará su primer centenario.

Yo veo algunas raíces bíblicas de Zozobra en el chivo expiatorio (scape goat) que los hebreos echan al desierto llevando dentro todos los pecados del mundo. También puede ser cabeza de turco, que paga por los pecados de otros.

La Plaza de Santa Fe se llena de turistas

En Santa Fe es tiempo de fiesta. Estos días se llena de turistas de California y de Texas.

En los soportales del Palacio del Gobernador se instalan los nativos para vender su artesanía. Abundan las turquesas de los navajos.

Hay un gran mercado del arte y grandes esculturas de madera por las calles y plazas (¡qué envidia!).

Para nosotros, mañana se acaba la fiesta. Regresamos a España y nos perdemos la carrera de cerdos (pig race) que celebran aquí cada año.

Hay una gran mezcla de culturas en Santa Fe (NM). El campeonato de cerdos lo han copiado seguramente de la Inglaterra profunda donde siguen celebrándolo. Y la quema de la Zozobra puede tener orígenes algo turbios en las hogueras de nuestra Inquisición. ¿Quién sabe?

En dos días volvemos a casa. ¡Como mi Egpaña no hay na!

 

«Empiezan quemando libros…» (Heine) ¡Aprobado!

¡Aprobé, por fin, con mi «Quema de libros por la Inquisición! Claro que no tuve mucho mérito ya que la maestra Sandra Krysiak, siempre generosa, nos concedió un aprobado general.

Con mi maestra, mi talla y unos pasteles que Sandra llama «facturas argentinas».

Ayer terminó el curso de tallasmadera.com en los talleres de Villalba y Vadillo y hubo fiesta dulce en Vadillo y salada en Villalba.

Cena salada de fin de curso en el taller de Villaba.

Merienda dulce de fin de curso en el taller de tallasmadera.com en marqués de Vadillo.

Ya solo me falta lijar con cuidado las caras, las manos y los libros de  los doce inquisidores dominicos quemadores de libros.

«Quema de libros de un un hereje por el tribunal de la Inquisición». Una escena muy española inspirada en la gran obra de Juan de Juni (Museo de León). (En la foto no se nota, pero fracturé tres dedos inquisitoriales que iban contra veta y a uno lo dejé tuerto. Eso, seguramente,  me bajó la nota).

En su margen superior, grabaré con pirógrafo la frase premonitoria del poeta Heine: «Empiezan quemando libros… y acaban quemando personas». Me recuerda el día en que mi padre y yo salvamos muchos libros de la hoguera. También me recuerda la quema de los libros de mi colega y paisana Carmen de Burgos, ordenada por el dictador Franco, otro cruel inquisidor.

Comencé esta talla en madera de cerezo español antes de la pandemia. Me tomaron por loco. Y nos les faltó razón. La retomé este curso después del Covid. Y ahí está. ¡Aprobado! Con gubia y maza en la mano, me siento alguien. Tras mi jubilación, me alegro de haber cambiado la dirección general del diario 20minutos por la talla de madera y el tenis.

Pag.546 de «La prensa libre no fue un regalo»

Ahora que se agota «La prensa libre no fue un regalo» no tendré más remedio que empezar otro libro con la esperanza de que los retrógrados franquistas de VOX no me lo quemen. ¡Miedo me dan! Pobres mujeres españolas y pobres hombres gobernados ya en muchos lugares por machistas, homófobos, xenófobos, odiadores y racistas declarados de VOX que exhiben, sin complejos, toda su ignorancia y su amor ciego por la represión franquista. Y pobres los demócratas del PP que no saben dónde se meten.

 

 

Lona del odio. Me estoy asustando…

Lona del odio desplegada en la zona madrileña de la calle de Alcalá. Aún no han detenido a los autores.

Me llegó por Instagram y me dio un escalofrío de miedo. Conozco al monstruo… y reconozco que me estoy asustando. Los nazis dan la cara sin disimulo. ¿Quién firma esta lona? ¿Acaso es de VOX? ¿Qué podemos hacer si la Policía aún no ha detenido a los autores? Esta lona temible no está protegida por la libertad de expresión. Es un delito de odio contra quienes no piensan como ellos e incita a la violencia. El cubo de basura podría convertirse algún día en cámara de gas. La Inquisición no murió con el rey felón en el siglo XIX. Solo quedó dormida… hasta que la resucitó el tirano en la postguerra con decenas de fusilados diarios sin juicio cuyos cuerpos siguen en las cunetas. ¿Nos falla la memoria? ¿Qué hacer con estos fanáticos nostálgicos del franquismo?

Ahora, sus votos resultan útiles para los conservadores moderados y civilizados del PP. Pero, ¿quién frenará a estos racistas, xenófobos, machistas, etc. cuando su odio se convierta en violencia impune contra quienes no pensamos como ellos? ¿Será demasiado tarde?

La derecha alemana confió en los nazis para acabar con los comunistas… Cuando acabaron con los comunistas, los nazis echaron del poder a los conservadores civilizados y ya sabemos lo que pasó. Pasaron del cubo de basura a las cámaras de gas. Ojalá me equivoque. Les veo asomar la patita del odio…. contra el sanchismo y más allá. Para ellos, el fin justifica los medios. Miedo me da.

Mensaje de pacobecerra recibido por Instagram

 

El miedo nos hizo demócratas

La Región de Ourense tituló así mi entrevista: «El miedo nos hizo demócratas». El jueves pasado, lo expliqué allí como pude. En su Foro, presenté mi libro de memorias periodísticas («La prensa libre no fue un regalo») y, con cena de lujo incluida, lo pasé muy bien. En Ourense reciben bien. Gracias.

Fotos del acto en el diario La Región de Ourense del domingo

¡Qué placer volver a Galicia y dar un abrazo a mi amigo Manolo Saco, casi coautor de mi libro y autor de su preámbulo (a favor) tan maravilloso!

Manolo Saco (Mozart) y un servidor (Salieri) celebrando mi libro, que él corrigió varias veces, y el suyo («No hay Dios») que, ampliado, está a punto de ser reeditado.

Para quienes no tengan la suerte de andar por tierras orensanas, les recomiendo esta entrevista que me ha hecho Sergio Conde para La Región en la que anticipo algunas notas de mi intervención y otros gajes del oficio.

Entrevista publicada por La Region de Ourense

Foto obligada, por mi admiración a Feijóo, el bueno, acompañado por Oscar Outeriño, editor de La Región de Ourense.

El acto fue emitido en directo por Internet y aquí está distribuido por youtube.

«Las matemáticas y la física son extranjeras en España», escribió el padre Feijóo, un cura ilustrado orensano del XVIII. Mi admirado maestro Juan Marichal hizo su tesis doctoral sobre Feijóo. Se la dirigió nada menos que don Américo Castro.

Además, el diario La Región publicó en papel y su web una crónica del acto.

Envuelto por un aroma embriagador de jazmín, me impresionó esta celosía visigótica (siglo IX), tallada en piedra, en San Xes de Francelos, que algún día me gustará tallar en madera noble.

Los Saco/Malpica fueron guías maravillosos por tierras gallegas. Nos llevaron a Combarro, a Saxenxo (antes de que llegara el emérito), a La Toja y al barrio judío de Ribadavia, donde una lápida recuerda los crímenes de la inquisición.

… vecinos condenados por sus creencias hace 400 años.

Vacaciones magníficas aderezadas con pulpo a feira en Carballiño, marisco en D´Berto y galleguismo en la casa museo de don Ramón Otero Pedrayo.

Ana Westley, Manolo Saco, Isabel Malpica y un servidor en la galería de la casa museo de don Ramón Otero.

Plato de Sargadelos dedicado a Otro Pedrayo, un católico conservador que fue diputado en las Cortes Constituyentes de la II República y luego perseguido por la Dictadura franquista.

¡Hay que ver lo que se aprende, se come y se bebe viajando por Galicia! Valió la pena. ¡Volveremos!

 

 

 

 

Libros salvados del fuego en Tabernas

«Allí donde queman libros, acaban quemando personas». Siempre me perturbó esta premonición de Heine, poeta romántico alemán del XIX, anterior a Hitler. Antes del confinamiento, había empezado a tallar una copia reducida de «La quema de libros de un hereje», original de Juan de Juni.  La dejé a medias por la pandemia. Ahora he vuelto a tallar aquella obra que tenía en proceso. ¡Quemar libros! ¡Qué barbaridad! Mientras tallaba a los inquisidores, he recordado una aventura que compartí hace años con mi padre: ambos salvamos del fuego un montón de libros antiguos. Hoy publiqué esa historia en mi serie «Almería, quién te viera…» en el diario La Voz de Almería. Copio y pego en este blog de 20minutos.es el texto en word de ese artículo para que la gente de mi edad pueda leerla, ampliando el cuerpo de su letra, incluso sin gafas.

Con mi talla inacabada de la «Quema de libros heréticos» de Juan de Juni.

«Libros salvados del fuego en Tabernas», publicado hoy (6-03-2022) en el diario La Voz de Almería.

Almería, quién te viera… (13)

Libros salvados del fuego en Tabernas

 J.A. Martínez Soler

Hace unos años, en el Museo de León, me impresionó la famosa talla de Juan de Juni sobre la quema de libros de herejes por orden de la Inquisición. “Una escena muy española”, exclamé. Me miraron como a bicho raro. Hice una foto de la tabla y me propuse copiar la obra del genio. Mientras acariciaba con la gubia la cabeza de un inquisidor, a contra veta, me dio por recordar una aventura quijotesca que compartí con mi padre en Tabernas, su pueblo.

En la nebulosa de historias que recuerdo vagamente de mis pasos infantiles por Tabernas aparece una casa grande, enorme, con techos altos y cortinas inmensas. Sus muebles (mesas, aparadores, sillas, arcones y cómodas) eran de maderas oscuras, talladas con primor. El señor de aquella ilustre casona, muy próxima a la iglesia parroquial de Tabernas, era Don Manuel, un cura anciano, encorvado, que vestía una sotana vieja.

Mi tía Matilde, la ciega, fue quien me llevó allí varias veces. Más bien, yo la llevé a ella del brazo. Me explicó, no sin reverencia, que ese anciano era casi obispo. Seguramente por su biblioteca que, desgraciadamente, conocí demasiado tarde, era tenido por un hombre sabio. Con razón o sin ella, algunos del pueblo le llamaban “monseñor”. Por lo que supe años más tarde, lamenté no haberle conocido mejor.

En la Navidad de 1965, con 18 años, regresé de vacaciones universitarias a mi casa en Almería. Allí estaba mi tía Matilde. Me contó la ruina de su sobrina, que se había casado con un heredero del monseñor. En ocasiones, ella se vio obligada a compartir las limosnas recibidas para que las niñas de sus sobrinos pudieran comer algo caliente. En su relato hubo un detalle que me causó espanto:

– “Mis sobrinos, incultos como son, han ido quemando en la chimenea los libros del monseñor para calentarse en invierno. Lo descubrí por las llamaradas y el olor del papel quemado. Toda la casa llena de pavesas. Pensé mucho en ti. Con lo que te gustaban los libros…”

Horrorizado, mi padre saltó de la silla. “¿Podemos aún salvar algún libro de la quema?”. Sin dudarlo, mi padre y yo viajamos al día siguiente en el primer autocar que tenía parada en Tabernas. Atravesamos las ramblas secas y los desiertos en el autobús de Alsina Graells. Íbamos con ánimo de salvar de la hoguera a algunos supervivientes.

Apenas quedaban muebles, cortinas o lámparas en la casona del cura. Era el esqueleto de la mansión que yo había conocido de niño. Fuimos directos a la cocina. Había cadáveres de libros en la chimenea y cubiertas de piel carbonizadas y retorcidas. Un grupo de condenados esperaban, amontonados en capilla, la hora de su ejecución, al caer el sol. Así combatían el frío los herederos de aquella casa, ya sin el esplendor eclesiástico.

Mi padre les pagó el rescate de los indultados de aquella masacre. Sus primos no entendieron por qué les daba tanto dinero por aquellos libros viejos que nunca habían valorado. Para ellos no eran más que basura. O combustible. No nos dio tiempo a elegir. Mejor dicho, no quisimos mirar los títulos ni los autores. Solo sabíamos que eran libros. Como los verdugos de los libros de don Quijote, seguro que encontraríamos algunos que merecieran, siquiera por un párrafo, ser salvados de la hoguera.

Salvé, menos mal, a san Juan de la Cruz

Llenos de espanto, llenamos de libros tres grandes sacos y los cargamos en el primer autocar que regresaba de Murcia hacia Almería. Hacían falta dos personas para llevar cada saco. Pese a la oscuridad reinante en aquella habitación, no pude resistir rescatar de la chimenea a mis dos místicos favoritos: san Juan de la Cruz y a santa Teresa de Jesús. Por muy ateo que yo fuera, ¿cómo no salvar el Cántico del “medio fraile”?

Mi padre se permitía citar, o inventar, frases enteras del Quijote: “Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en los libros”. Le hablé de la afición de la Inquisición a la quema de libros. “No hay que ir tan lejos”, me dijo, “cuando Franco ganó la guerra, florecieron, otra vez, las hogueras de libros por toda España”.

El diario falangista Arriba, del que yo fui redactor (aunque, avergonzado, pronto lo borré de mi curriculum) publicó, el 2 de mayo de 1939, un comentario titulado Letras de humo en el que se decía:
“Con esta quema de libros también contribuimos al edificio de la España, Una, Grande y Libre. Condenamos al fuego a los libros separatistas, liberales, marxistas; a los de la leyenda negra, anticatólicos; a los del romanticismo enfermizo, a los pesimistas, a los del modernismo extravagante, a los cursis, a los cobardes, a los seudocientíficos, a los textos malos, a los periódicos chabacanos. En España los hombres jóvenes tienen el valor de quemar vuestros libros y, sobre todo, de quemarlos sin un gesto de aflicción”.

Siguieron la línea, tan española, del inquisidor Torquemada quien, en el siglo XV, mandó quemar todos los libros no cristianos. Antes de que los nazis le dieran la razón, el poeta alemán Heine lo tuvo muy claro cuando dijo, en el siglo XIX, que “allí donde queman libros, acaban quemando personas”.

 Ya no queda nada de la casona del monseñor. Pero recordar es revivir. Entre los libros que rescatamos del fuego encontramos auténticas joyas. Un “Opusculum Morale”, edición en latín de 1685, un “Diccionario Anti-Filosófico” de 1793 para combatir las ideas de Voltaire que, visto con ojos de hoy, resulta cómico, y una joya, un Quijote de 1815.

Desde entonces mi padre y yo vimos los libros antiguos con ojos diferentes, con un cariño especial. Mi padre invirtió sus ahorros en unos tomos enormes de 1830 de El Quijote con ilustraciones preciosas. Cuando llegaron tiempos duros cambió las láminas por sacos de harina. Siempre lo lamentó. “Vacié mi alma por llenar el buche. Don Quijote se habría enfadado conmigo”, me decía. “Pero Sancho Panza me habría comprendido”. Así era mi padre. Cervantino puro.

Saco la gubia de la veta que atraviesa de la cabeza del inquisidor y, no sin temor a un nudo peligroso, sigo tallando la madera de cerezo. Y cavilando. España va mejorando. Me conviene no olvidar el progreso.

Nunca agradecí lo suficiente a mi tía Matilde que nos avisara de la masacre de libros que hicieron mis primos lejanos. “¡Serán cafres!”, decía ella. Mi padre y yo hemos disfrutado mucho hurgando en los libros rescatados del fuego. Él nunca culpó a sus parientes de aquel desastre. Al recordar la quema de ejemplares, algunos ya únicos, citaba a El Cordobés:

– “Más cornás da el hambre”.

Hoy, domingo, 6 de marzo, es el Día Internacional del Escultor. Buena ocasión para volver a mi taller y seguir tallando inquisidores (¡maldita sea!) quemando libros.

 

Como aquel 2 de mayo, con el corazón partío

Cuando Bush, Blair y Aznar invadieron Irak, me acordé del papelón de Goya y del Empecinado ante la invasión de España por las tropas de Napoleón en 1808 y la rebelión popular de aquel 2 de mayo. El dilema moral y político de ambos españoles, entre la fe y la razón, entre el antiguo régimen absolutista, apoyado por la nobleza y el clero, y el reformismo ilustrado de los enciclopedistas, me ha perturbado con frecuencia. La ambigüedad miedosa del afrancesado Goya y el heroísmo del guerrillero Juan Martín, El Empecinado, me partían el corazón. Dos patriotas, primero enfrentados y luego unidos por el amor a la libertad.

Los fusilamientos del 3 de mayo. Goya

¿Cuántos iraquíes liberales, contrarios a la dictadura de Sadam Hussein, tuvieron que defender su territorio invadido por tropas extranjeras occidentales que, sin embargo, les prometían la instauración de la democracia? Algo parecido ocurrió cuando la Unión Soviética invadió Afganistán con la idea de modernizar el viejo régimen y frenar así el contagio del fanatismo islamista a sus territorios limítrofes. Ni siquiera las tropas de Alejandro Magno, discípulo de Aristóteles, pudieron someter a los “barbaros” afganos. Tampoco pudo el emperador Napoleón I someter a los españoles.

Blair, Bush y Aznar, el trío de las Azores. Allí acordaron la invasión de Irak.

¿Acaso no prometía Napoleón la modernización de España, frente a la nobleza y el clero, en favor de la burguesía y el pueblo llano? El pueblo llano y algunos, muy pocos, militares desobedecieron las órdenes que dio Fernando VII (el rey felón) de apoyar a las tropas francesas y se rebelaron por su cuenta contra el invasor. Imagino el dilema moral de Francisco de Goya, un ilustrado de ideas afrancesadas, cogido entre dos fuegos. Y comprendo también su miedo a tomar claramente partido entre los invasores, que prometían apoyar sus ideas modernas, y los patriotas guerrilleros que luchaban contra el francés.

Alegoría de la Villa de Madrid. Francisco de Goya. Sin la imagen del rey José I, borrada del medallón.

José Bonaparte ocupó el trono español el día de Santiago de 1808, en plena Guerra de la Independencia. Goya le dedicó entonces un cuadro («Alegoría de la Villa de Madrid») en el que incluyó el retrato de José I en un gran medallón. El genio aragonés, pintor de la Corte bonapartista, fue condecorado con la Orden Real de España que los anti franceses despreciaron con el nombre de “la berenjena”. Ese medallón resume una parte esencial de la historia de España: el retrato goyesco de José I fue borrado mas tarde y sustituido por la leyenda del “2 de mayo”.

Las vueltas que da la vida. Que se lo digan al maestro Fernando Savater, a quien tanto admiré.  Mis hijos crecieron leyendo su «Ética para Amador». Imitando al duque de Rivas del XIX, mi filósofo de cabecera renegó el sábado pasado del liberalismo de Ciudadanos para apoyar las ideas reaccionarias de la señora IDA (Isabel Díaz Ayuso) tan próxima a la extrema de derecha de VOX. ¡Qué desencanto!

Francisco de Goya, pintor de la Corte

Con la derrota de Napoleón en 1814 y el regreso al trono de Fernando VII (llamado “el Deseado”, ¡qué paradoja!) se inició la persecución de los afrancesados. Había estallado la primera guerra civil del siglo XIX: liberales contra absolutistas. Y viceversa. Goya fue sometido a depuración por colaboracionista con el ejército invasor. Ese mismo año, poco antes de la llegada a Madrid del cínico rey felón, que juró la Constitución liberal de Cádiz y pronto la traicionó, Goya pintó a tiempo dos obras geniales que pudieron salvarle la vida y la hacienda: Los fusilamientos del 3 de mayo y La carga de los mamelucos. Con sus pinceles, se declaró patriota.

Duelo a garrotazos. Un cuadro premonitorio de Francisco de Goya

El rey felón acabó en 1824 con el trienio liberal, con la ayuda de las tropas francesas reaccionarias (los Cien Mil Hijos de San Luis), y restableció el absolutismo y la Inquisición. Goya murió en el exilio en Burdeos y el general Juan Martín, El Empecinado, fue ahorcado por orden del rey Borbón cuyo regreso había hecho posible luchando contra las tropas de Napoleón. Como en el poema del Mío Cid, “Dios, que buen vasallo si hubiese buen señor”.

Hoy, fiesta regional, se celebra en Madrid el heroísmo indudable de los militares Daoiz y Velarde, que desobedecieron a sus mandos naturales del Ejército español, y el arrojo civil del alcalde de Móstoles que, el 2 de mayo, declaró la guerra a Francia. Se rebelaron contra las instrucciones de Fernando VII quien, desde Francia, mantenido por Napoleón, había ordenado apoyar a las tropas francesas. Los sublevados también se alzaron contra la nobleza, el clero fernandino y no pocos ignorantes (que pronto gritaron «vivan la cadenas»). Una parte de España soñaba con el retorno del absolutismo y la Inquisición. La otra parte lo hacía con la Constitución liberal de Cádiz. Tras cientos de madrileños muertos a manos de los mamelucos en la Puerta del Sol y otros tantos fusilados al día siguiente en Príncipe Pío, el 2 de mayo de 1808 marcó el inicio trágico de nuestras múltiples guerras civiles entre dos bloques políticos difíciles de reconciliar desde la Constitución liberal de Cádiz de 1812 (la Pepa) hasta la Constitución de la Transición de 1978 a la que deseo larga vida.

 

Portada del libro de mi paisano el teniente general Andrés Cassinello

Es una pena que no sepamos la fecha exacta, en abril de 1808, del primer acto guerrillero de El Empecinado cuando dio muerte a dos soldados franceses en el Salto del Caballo, junto al Duero, cerca de Peñafiel. Por su cuenta y riesgo, el campesino Juan Martín se anticipó en varias semanas a los demás héroes del 2 de mayo. La leyenda cuenta que el futuro mariscal y capitán general del Ejército español, a quien también inmortalizó Goya, se sublevó contra las tropas de Napoleón para vengar la violación de una amiga suya por uno de esos dos soldados franceses.

Portada del libro de Ubaldo González Gauli

Así dio comienzo, con permiso de Viriato, la primera guerra de guerrillas moderna. Ese modo de luchar, de golpear y desaparecer, pegados al terreno, junto a la ayuda de las tropas inglesas del duque de Wellington y del “general invierno” de Rusia acabaron con el imperio de Napoleón Bonaparte. Desde entonces, gracias al Empecinado, la palabra castellana “guerrilla” ha sido adoptada por muchas otras lenguas. Hoy, injustamente, pocos se acuerdan de él. Siempre luchó por la libertad, en favor de un pueblo dividido, desagradecido y olvidadizo.