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La novela de Nativel Preciado, «una pasión controlada»

Anoche bajé a Madrid y me junté con toda la tribu para aplaudir la última novela de Nativel Preciado. Al regresar a casa me puse a leerla. Sus palabras sabias y cargadas de sensibilidad y humanidad, me emocionaron. Citó a Bertrand Russel: «El amor es sabio y el odio estúpido». Recomiendo vivamente su lectura. ¡Qué buen ojo tuvimos al ficharla en 1974, casi una niña, como redactora fundadora del semanario Doblón! ¡Enhorabuena, Nativel! No cambies.

Con Nativel Preciado, en el edificio que albergó al segundo diario El Sol, el de Ortega y Gasset.

El leonés Julio Llamazares presentó la obra de Nativel en la Fundación Diario Madrid.

Manuel Vicent, mi bálsamo dominical en El Pais, celebró la novela en el marca libros de Espasa.

Contra cubierta de «Palabras para Olivia».

Dedicatoria de Nativel. Gracias. Amor compartido.

Hubo una larga cola de fans para conseguir la dedicatoria de la autora. Mi chica (awestley.com), que tanto quiere a Nativel, no pudo acudir por su rehabilitación de rodilla. Nunca olvida que, en la presentación que Nativel hizo de mis memorias en el Ateneo de Madrid («La prensa libre no fue un regalo»), le dio públicamente a la Westley el mérito de haberme «civilizado y convertido al feminismo». Siempre me gustó contratar a mujeres para fundar diarios, semanarios o programas de televisión. Son superiores (y muy rentables) en muchos aspectos. Desde luego, Nativel lo fue.

Entre los fans de Nativel estaban Joaquín Almunia y Mila, casi almerienses por ser vecinos de Nativel en Vera, Amalia Sánchez Sampedro, otra vecina de Vera, y Miguel Ángel Aguilar, maestro de ceremonias.

Cubierta de la novela de Nativel Preciado. No te la pierdas.

 

Mi libro, en la Feria de Madrid (caseta 82 de Marcial Pons)

Os parecerá mentira, pero hace unos días cobré los primeros derechos por la venta de mi libro «La prensa libre no fue un regalo. Cómo se gestó la Transición». Sorpresa mayúscula. Había olvidado que no escribí mis memorias personales y periodísticas por dinero. Lo hice, naturalmente, por vanidad. Quizás, también, para que algunos me conozcan un poco mejor y, aun así, me quieran.

Mi libro en la caseta 82 de Marcial Pons en la Feria de Madrid. En primera fila …y a la vista.

El caso es que hoy he recibido una foto que han hecho unos amigos de la caseta 82 de Marcial Pons en la Feria del Libro de Madrid y ahí están mis memorias. En primera fila y a la vista.

Caseta 82 de la Feria del Libro de Madrid. Muy recomendable. Claro que no soy objetivo…

Me dice mi librero favorito que la venta no ha ido mal y que ya quedan pocos ejemplares para saltar a la segunda edición. Aún estás a tiempo de hacerte con un ejemplar de la primera edición. Quedan pocos.

Portada de mi último libro

Empezamos por llenar de amigos y presuntos lectores el salón principal del Ateneo de Madrid (la Cátedra Mayor) en otoño. Presentación emocionante con el teniente general Andrés Cassinello, mi compadre Joaquín Estefanía, y mis amigos Manuel Saco, Nativel Preciado y Antonio Cantón. Así fue mi puesta de largo en el Ateneo.

Del Ateneo de Madrid pasé al Teatro Apolo de Almería donde actué de niño. ¡Cuántos abrazos de amigos de toda la vida en mi tierra!

Y, por fin, salió una crítica en Babelia de El Pais, mi diario de toda la vida. Y hasta fui invitado por el gran Javier del Pino para hablar de mi libro un buen rato en «A vivir que son dos días». 

El no va más fue hablar de mi libro en Radio Clásica, mi emisora favorita, en un programa sensacional con Clara Corrales y Martín Llade. Casi me arranco a cantar una copla de las de mi madre. Y en Radio Nacional de España con mi paisano Carlos Santos.

En la Casa de Vacas del parque del Retiro de Madrid, el mes pasado presentamos mi libro con mi admirado amigo José María Pérez, Peridis, de maestro de ceremonias. Luego me fui a Ourense y volví a hablar del libro con mi amigo Manuel Saco (autor del preámbulo) y seguí con mi «book tour» con los alumnos de Periodismo de la Facultad de Ciencias de la Información. 

La «noche de los libros», víspera del Día del Libro, la dedicamos en Marcial Pons a «La prensa libre no fue un regalo» con tres colegas brillantes. Como veis, no paro. No sé si se ha vendido bien mi libro por su calidad e interés o por la lata que doy con tantas presentaciones. Ya me conocéis. Agitación y propaganda («agitprop») a tope.

Estoy muy contento por haberlo escrito, como si fuera libre, en pleno confinamiento. Me quité un peso de encima. Además, me pagan por ello y no me rebajan la pensión.

Seguramente, la publicación de mi libro de memorias periodísticas contribuyó a que mis colegas de la Asociación de la Prensa de Madrid me concedieran el mejor galardón que pueda concebir: el Premio de Honor de la APM a toda una vida dedicado al Periodismo.

¿Qué mas puede pedir un abuelo jubilado como yo? Si lo llego a saber, lo hubiera escrito y publicado mucho antes.

 

 

 

 

 

El tte. general Cassinello presenta mañana sus Memorias

Las Memorias del teniente general Andrés Cassinello, imprescindibles para entender la Transición, se presentarán mañana, miércoles, 5 de octubre, a las 18:30 h. en el Instituto Gutiérrez Mellado, Calle Princesa, 36, Madrid.

Andrés Cassinello, cuando fue capitán general de Burgos

Este experto almeriense en inteligencia política y militar, que inventó en embrión del actual CNI a las órdenes del presidente Suárez, tiene mucho que contar. No solo sobre lo que ocurrió en España de la Dictadura a la Democracia, sino, más importante aún, por qué ocurrió.

Cubierta del libro de memorias de Andrés Cassinello

Y lo hace con una escritura limpia y clara. Por muy raro que parezca, el teniente general Cassinello es un militar que sabe escribir. En cuanto leí su libro, recién salido de imprenta («La huella que deja el tiempo al pasar»),  lo recomendé inmediatamente a nuestros paisanos en el diario La Voz de Almería. En vísperas de su presentación al público de Madrid, copio y pego aquella crónica.

Crónica sobre el libro de mi paisano Andrés Cassinello publicada en el diario La Voz de Almería

Almería, quién te viera… (26)

Los demócratas, en deuda con el tte. general Cassinello

 J.A. Martínez Soler

Si tuviera que elegir a los tres almerienses que más me han inspirado en mi vida diría Nicolás Salmerón, presidente de la I República, Carmen de Burgos, primera periodista y corresponsal de guerra, y Andrés Cassinello, coautor clave de la Transición. Por eso, me emociona tanto tener hoy en mis manos el libro de “memorias de tiempos difíciles” de nuestro paisano, el teniente general Cassinello Pérez, recién salido del horno. Su título: “La huella que deja el tiempo al pasar”. Os lo recomiendo vivamente.

Su historia personal y profesional, desde la Dictadura a la Democracia, te engancha porque, por raro que parezca en un teniente general, nuestro paisano escribe muy bien. Da gusto leerle. Es su quinto libro. Y aunque me gustó mucho su biografía del Empecinado (“O el amor a la libertad”), ejecutado por orden del rey felón (Fernando VII), como nuestros Colorados, esta es, a mi juicio, su mejor obra.

Andrés Cassinello, que ya ha cumplido 95 años, estudió en el colegio Ferrer Guardia como Andrés Pérez (su padre y su tío habían sido fusilados por los republicanos) y luego, en el Instituto de Almería, fue alumno de Celia Viñas. Con un solo párrafo de su primer capítulo, el autor muestra toda su gran humanidad ante los lectores:

“Pero mi compañero de banca, mi amigo para toda la vida, era Pepe Fornovi, cuyo padre acababa de ser fusilado por las tropas de Franco que a mí me liberaron. Podría contar su historia. Igual a la mía, pero desde el otro lado del espejo, porque a su padre le condenaron a muerte y le fusilaron los míos en el verano de 1939, mientras yo me ufanaba con la victoria. (…) Me confesó que a uno de sus hijos le había puesto de nombre Andrés en recuerdo de nuestra amistad juvenil”.

Este es nuestro Andrés, como dice la contra cubierta de su libro, “un militar profesional que, desde planteamientos netamente alineados con el régimen franquista, pasó a convertirse en uno de los principales impulsores del proceso de transición a la Democracia”.  Como jefe de Inteligencia, a las órdenes directas del presidente Adolfo Suárez, Cassinello, que sabía inglés (esto cambió su suerte) y por eso había estudiado en Estados Unidos, creó el SECED, embrión de lo que luego sería el CNI. Su informe secreto a Suárez en favor de la legalización de PCE fue clave para el éxito de la Transición sin violencia por parte de los comunistas. También lo fue para traer a España al president Tarradellas, a quien visitó en el exilio, y durante la noche del golpe fallido del 23-F que pasó hablando con todas las capitanías generales.

Bueno, con todas, no. Solo se le resistía la del general Milans del Bosch, capitán general de Valencia, quien se había unido a los golpistas y mandó sus carros de combate a recorrer las calles de la capital de su región militar. Hay una anécdota que no aparece en sus memorias y que yo, con su permiso, cuento en las mías (“La prensa libre no fue un regalo”):

“El jefe de la Comandancia de Valencia, a quien mi paisano conocía muy bien, no se le ponía al teléfono. Cabreado por su resistencia, le dio este mensaje al telefonista: “Dígale a Quintiliano que, si no se pone al teléfono, mañana me presentaré en Valencia y le cortaré los huevos”. El mensaje, claro y cuartelero, surtió efecto. Al final, la sangre no llegó al río”.

El teniente general Cassinello ha leído y recortado mi manuscrito (como han hecho mi esposa Ana Westley, mi hijo Erik y Manolo Saco) y me ha concedido el honor de escribir un prólogo cariñoso (“Vidas que han estado entrelazadas”) para mi libro de memorias. También tuve la fortuna de leer su manuscrito y ayudar en su edición y recorte. Ojo por ojo. Este trabajo conjunto en ambas memorias, mano a mano, me ha permitido conocerle mejor y quererle más. Es un personaje excepcional, con sentido del humor y de la Justicia, buena escritura y una gran finura y profundidad en sus análisis.

De sus memorias y de nuestras tertulias de almerienses transterrados a Madrid, me han impresionado mucho sus reflexiones sobre los nacionalismos para entender el fenómeno de ETA y lograr vencer al terrorismo. A las órdenes directas del general Saénz de Santamaría, Andrés Cassinello se dedicó ocho años a la lucha contra ETA, que luego continuó como capitán general de Burgos. Por sus análisis tan acertados del terrorismo y sus éxitos al combatirlo, los demócratas estamos en deuda con este almeriense ilustre.

Le conocí hace años en la ADVT (Asociación para la Defensa de los Valores de la Transición) de la que él era su presidente. Así terminó Andrés Cassinello el prólogo que tan generosamente escribió para mis memorias:

“Y allí apareció José Antonio Martínez Soler, el hijo de “Pepe el del Cemento”, el que leía los libros de mi tía Serafina, a quien me unían, sin saberlo, recuerdos y recuerdos. Después, las memorias de uno y otro. Leídas, discutidas, subrayadas…, y el atraco de que escriba un prólogo. Pues bien, he aquí la criatura. Por favor, sigan leyendo, se podrán enterar de muchas cosas y recordar otras tantas”.

También escribió:

“No estábamos tan lejos sin saberlo. Posiblemente, nos pesaba la historia. Yo era lo que entonces se llamaba hijo de caído, y él era hijo de un teniente del ejército republicano, pero ese peso no coaccionaba nuestras libertades supuestamente enfrentadas”.

Comprenderán que, con este prólogo del teniente general Cassinello, fruto del afecto mutuo, cómo no voy a quererle. No os perdáis sus memorias. Lo digo en serio.

«A José Antonio, el hijo de Pepe el del Cemento, con mis letras garrapatosas pero con todo cariño, Andrés». Dedicatoria que guardo como oro en paño.

Andrés Cassinello vino a la presentación de mi libro en el Ateneo y yo iré mañana a la del suyo. Faltaría más. (Manuel Saco, Joaquín Estefanía, Andrés Cassinello, Ricardo Urías, un servidor, Nativel Preciado y Antonio Cantón)

Con Andrés Cassinello y su libro

Con Andrés Cassinello y mi libro

 

Noche de emociones y abrazos en el Ateneo

Dicen que el halago debilita, pero a mí me da alas. Ayer lo comprobamos mi ego y yo, en la presentación de mi libro «La prensa libre no fue un regalo» en el Ateneo de Madrid.

mesa de presentadores

Glosaron mi libro el teniente general Andrés Cassinello, los periodistas Manuel Saco, Nativel Preciado y Joaquín Estefanía e hizo de moderador mi paisano Antonio Cantón. Ricardo Urías (Junta de Gobierno del Ateneo) presidió la sesión.

Recibí tantos piropos y abrazos que la emoción impidió que mi vanidad se elevara como un globo de feria.

Lleno

El venerable salón de actos del Ateneo de Madrid se llenó de amigos.

Muchas gracias a tantos amigos que nos acompañaron y gratitud eterna a quienes glosaron mis memorias profesionales y personales con tanto cariño y análisis profundo de la Transición: el teniente general Andrés Cassinello Pérez, autor del prólogo, Manuel Saco, editor del manuscrito junto con mi hijo Erik, y autor del preámbulo, Nativel Preciado, cofundadora del semanario Doblón, cuando pensé que iba a morir, Joaquín Estefanía, ex director de El País y padrino de mi hijo David, y Antonio Cantón, hermano adoptivo, maestro de ceremonias y moderador del coloquio.

Manel Saco, Joaquín Estefanía y Andrés Cassinello.

Menudo grupo de amigos. Todos a favor, incluso con críticas justas que me fortalecen y agradezco.

Con Nativel

Con Nativel Preciado, cofundadora del semanario Doblón donde publiqué el artículo sobre la Guardia Civil del general Campano que casi me cuesta la vida.

Firmé varias docenas de libros que Marcial Pons vendió en el venerable salón de actos del Ateneo.

Marcial Pons vendió varias docenas de libros que pude firmar con dedicatoria al término de la sesión.

Una tarde memorable que no olvidaré fácilmente.

Entre Francisco Ros y Fernando Martínez, al salir del Ateneo para compartir tertulia y copa.

Con Fernando Martínez, ex alcalde de Almería y actual secretario de Estado de Memoria Democrática, Francisco Ros, ex secretario de Estado con el Gobierno Zapatero, Manuel Saco y otros amigos del núcleo duro disfrutamos de una rica tertulia en un bar típico de la zona. Aun tengo que asimilar tantas emociones y abrazos.

Jon Rico, Julio Ruiz y Alberto Ruiz, compañeros de tenis. Y vino hasta Gregorio García Arranz, que me gana siempre, y no salió en la foto.

Necesito perder mañana al tenis para rebajar mi ego. Lo digo en serio. No faltaron los principales colegas del tenis y la talla de madera. La maestra de talla tenía clase en la Escuela de Arte La Palma. Lástima. Y el historiador Ángel Viñas, principal impulsor desde hace años de mi libro, junto con nuestro común amigo Gabriel Jackson, siguió el acto desde la primera fila pero no pudo quedarse a la copa. En vísperas de la pandemia celebramos en Barcelona un homenaje póstumo al historiador Jackson y allí fue donde Viñas me dio el empujón final para que concluyera mi manuscrito. Dos semanas después, nos confinaron. Este libro es, pues, un «daño» colateral del Covid. Con los ojos cerrados, firmaría ahora mismo que no hubiera existido el Covid aunque nunca hubiera terminado este libro fruto del confinamiento. Puto Covid.