Runstorming Runstorming

Poner un pie delante de otro nunca tuvo tanta trascendencia.

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¿Por qué me dan calambres?


Fuente Derek Zahler. Youtube.

– «A ver si paras quieto, amor»

Hasta no hace mucho tiempo yo creía que el mejor síntoma para saber si uno está a punto para echar a correr como un gamo, como un gusarapo o como un imbécil era, sin duda, que te sacudan terribles calambres por la noche. Pero de los gordos. De esos que te bloquean el gemelo y te ponen el dedo gordo del pie absoluta y peligrosamente tieso. Entonces, cuando te han dado dos calambrazos como dos pumas de salvajes y has despertado un par de veces a tu compañero/a de cama, te dicen esto:

– «Hijo/a. Tengo ganas que llegue el maratón y te desfogues»

Y no saben que es peor. Que corriendo nos darán más.

¿Qué es un calambre?

Es una contracción involuntaria de un músculo. Voluntariamente pocos (quizá existan masoquistas escogidos) desean contraer así ninguna extremidad.

Clínicamente se solían asociar a anormalidades de electrolitos en los músculos. El dificil equilibrio que guardamos mientras entrenamos para un maratón, los días de descanso, beber mucho, más, o hartarse, luego parar, cargar y descargar hidratos… toda esa tortura que ya conocemos todos.

Más recientemente se está comprobando que es una cuestión de transmisión neuronal. O sea, el ejercicio de correr envía demasiadas señales de estimulación a las neuronas extendidas hacia un músculo (motoneuronas). El músculo se fatiga por causas evidentes. Evidentes porque vas evidentemente jodido (estás corriendo una distancia anormalmente larga). El resultado es un desequilibrio frente a las sustancias que tenemos para inhibir la fatiga desde el sistema nervioso central.

O sea, vamos, corremos por fin el maratón que nos sugería nuestra pareja, y ¡entonces empezamos a conocer qué son calambres de los buenos!. King-size. Station Wagon. Full HD. Todas las putas siglas que conocemos para comparar lo más gordo se quedan cortas.

Y se nos queda la pierna como un palo mientras los demás corredores nos adelantan y vuelves a tu pensamiento:

– «No vuelvo a correr esto nunca más».

Y luego sacan las imágenes en la televisión diciendo que correr maratones no es saludable. En consecuencia, en casa te comentan el carácter poco saludable de tu hobby/pasión.

– «Chico, un día te va a dar un perrenque, que lo han dicho en la tele».

Es que somos muy dados a interiorizar cualquier mensaje que nos den los medios de comunicación.

¿Por qué a mí?

Pero tú ya te quedas con la duda. Afortunadamente Mourinho dirá algo sobre Casillas, o llegará una inesperada ola de calor en Julio y se dejará de hablar de nosotros. Mientras tanto, te hincharás a repasar tus hábitos previos, leer sobre qué dice la ciencia especializada o a comentar tu experiencia con un psicoanalista.

– «Para mí que hay algo cósmico que envía ondas a los músculos, diciendo que la suerte está echada, que ya llegó la hora de ponerse a correr. ¿Cómo afecta la cosmología a los musculos? ¿Me receta drogas de las gordas que tengo un maratón en otoño?

Una cosa parece inevitable. Y esto ha de servir para novatos o experimentados. Los calambres te darán mientras tus músculos lleguen al extremo de la fatiga y les sigas exigiendo más. Beber más, entrenar mejor, tener más flexibilidad, son todo herramientas que mitigarán la aparición de las temidas ‘rampas’.

¿Le dan calambres a Pablo Villalobos o a Chema Martínez o a Rosa Morató?

La suya es otra esfera de esfuerzo. Superior, bestial. Pero su entrenamiento es tan demencial (en el mejor sentido de la palabra) que les permite afrontar esos riesgos. Nuestro mundo es el de salir a disfrutar de la carrera. Un calambre ocasional nos dará una alerta incómoda, cómica, dolorosa, pero sirve para avisarnos de que nuestro cuerpo alcanza una cota máxima de paliza.

Yo creo que lo mejor es invocarlos y que nos cuenten ellos.

Rutas para correr por…

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Coronas la loma. Metes el pie en un montón de hierba y pierdes por unos segundos la concentración. ¿Es por ahí? O bien pisas una mierda de perro, tropiezas con un cable del generador de las obras. ¡Pues vaya mierda de barrio me he ido a mudar! Al levantar la cabeza en tu carrerita diaria, si eres un afortunado de los que puede salir a correr por el campo, quizá hayas perdido por un momento el hilo de tu camino. Un corredor que conocí llevaba miguitas de pan. Otro lonchas de lomo pero, a lo más que llegó, fue a que le robaran el embutido en mitad de los entrenamientos. Todo esto son situaciones que aparecen cuando estás estrenando zona o recorridos para correr.

Bueno. Quizá, la del lomo sea estrambótica y quién sabe si imaginada.

Loma, senda o parque, ¿por dónde echas esa hora de la que dispones? Y es que estamos ante la madre del cordero. Para correr necesitas ir por algún sitio. O sea. Construir una ruta para correr. No me refiero a los artefactos electrónicos ni gps con los que se mapea lo corrido, sea por uno o por una tercera persona. Vamos a lo básico. Escoger hacia donde tirar.

Vaya temita. Problema irresoluble según donde se vive. Es un placer indescriptible para los que residen al lado de un entorno idílico. Pero ¿renuncio entonces a correr si resulta que vivo en el peor lugar de planeta?

No. Esta injusticia no debe echarte para atrás si has decidido empezar a correr, si te trasladan temporalmente por trabajo, si te has quedado sin tiempo ‘normal’… porque siempre hay un modo de mover las piernas. No sé si te servirán para preparar el maratón de tu ciudad pero pueden mantenerte en movimiento. Si eres novato, seguro que te son suficientes.

Aquí van unas – un tanto obvias – pistas para sortear la desesperación si eres novato (o si has perdido el norte, como el que le va dando lonchas de lomo a la zapatilla).

PRINCIPIOS IRREBATIBLES PARA UN RECORRIDO:

1. Mejor terreno blando que duro.  Siempre mejor tierra o hierba que acera o asfalto. En los peores lugares del planeta he logrado encontrar un sector de hierba, aunque sea mala. O de arena pisada. O tierra aplanada por las orugas de los blindados.

2. Si estás en lo más profundo de lo urbano tira de ropa visible, mapas o conocimiento previo del terreno hasta que llegues a ese parque o playa o paseo. Aprovecha los primeros 10 minutos para caminar y llegar al recorrido en sí. Las aceras y semáforos no podrán contigo. Te chuparás el calentamiento sin darte cuenta.

3. Después de correr por donde sea, echa un ojo a los mapas o foto satélite de nuevo. ¡Andá, pero si por ahí podría…! Nunca se conoce el terreno al 110%. Insisto. Nunca.

4. ¿De crucero? ¿Trabajas en una nave de guardia de seguridad? ¿Sirves como soldado en un submarino? Un pasillo de 20 metros, una cubierta de barco, el almacén de tu trabajo o el parking de tu zona industrial pueden servir para que te desentumezcas durante media horita. No será solo correr pero deberás alternar multislatos, ejercicios de técnica de pisada, etc.

5. Si vives en mitad del campo más eterno, varía el recorrido. Las perspectivas diferentes ayudan a tu cabeza a digerir el trote. Podrás evitar esos toros bravos o los buitres merodeadores de tu cadáver.

6. Seis. Son las seis. De la mañana. Voy a por un café que quiero dejaros este post listo.

Creo que tenéis suficiente. Ojala todos pudiéramos encontrar la manera de cumplir estos puntos.

Seguro que lo logras. Cuéntanos si tienes horrendas dificultades para encontrar un mal sitio para trotar.

Construyendo un podcast deportivo. Diez canciones para correr

Debido a que es un tema que engancha y que muchos pedís información, dejadme que recopile material sobre cómo escoger unas zapatillas y cómo conservarlas, usarlas y donde hacer horas etra para poder pagar todo este desembolso.

Mientras, he seleccionado diez temas musicales que contienen o el ritmo, la temática o la necesaria dosis de idoneidad para meterlos en tu cabeza mientras vas corriendo.

Obviamente hay más gustos que colores. Los que corren solos no tienen por qué pretender relajación o motivación o compañía trascendental. O parcialmente sí. También hay música para momentos de debilidad, de sueño (sí, puede llegar a dar sueño corriendo) o de emociones encontradas.

Canciones que pueden evocarte paisajes idílicos por los que dejar que discurra el flow. Ritmos asesinos que te saquen lo mejor de dentro. Herramientas de motivación o de compañía, estos son mis diez escogidos. He dejado al lado mi archienferma lista de canciones que yace en el mp3 más baqueteado del hemisferio norte. En mi lista musical no hay más que berridos y barbaridades. Pero no me dejaron este hueco para hablar de mí, así que vayamos a lo útil.

¿Propones tus canciones favoritas para salir a correr?

Las mías, por colocar diez fijos de mi atolondrado torrao.

1. Run to the Hills. Iron Maiden. Es necesario que prevengamos sobre intentar correr al ritmo que propone Bruce Dickinson.

2. Where are we runnin’. Lenny Krawitz. Al pobre le suena el despertador y tiene que salir a pencar. A esa hora muchos estamos en el último sueño de la fase REM (roncar es mundanal). Son las cosas de no trabajar en Hollywood. No haremos comentarios sobre la pareja respectiva que comparte lecho. Ni sobre los vicios de cada uno ni del empolvado de la nariz. Centrémonos en el mensaje. ¿Hacia donde tiramos?

3. I’m feeling fine. The Beatles. Mira que tienen melodías los chicos. Mira que son pegadizas. Pues esta me hace saltar desde el mismo punterazo inicial a la cuerda, que se queda como sostenido en el aire. Aunque es más idónea para hacer bicicleta. ¿Nadie se ha dado cuenta del ritmo espídico del narizotas de Ringo en este vídeo?

4. Highway Star. Deep Purple. La estrella de las autopistas puedes ser tu. Con tus ruedas gordas antideslizantes, doble embrague y sonando las excreciones de tu nariz a los laterales del recorrido. El clásico de la velocidad. Malos pelos, cardado y sintetizador organillero. A Alix le encanta.

5. Supergrass compuso Mansize Rooster y pocas canciones arrancan tanta adrenalina como la del grupo de Oxford. Echadle un ojo y subid el volumen. Patillas y cuerdas vocales subidas de tono con alicates.

6. Romperlo todo, de La Perrera (aka, a posteriori, como Nuevo Catecismo Católico). Estos bilbaínos consiguieron resucitar un corredor semicadáver que había caído en una espiral de calambres y desánimo. Nadie ha dicho que mis gustos sean estables. Este temazo está tan lleno de guitarras como mis mallas de invierno de enganchones.

7. Carlotta. Alguien podrá decir que correr a este ritmo es complicado. No lo es. Renato Carosone pondrá en tus patas un masaje fortissimo. Este napolitano convertirá tu perrería matinal en un 1-1-2-2 imparable con el que sortearás cagadas de perro por el parque y yo que sé cuantas cosas más.

8. Rossini es conocido en mi casa como el de las trompetas. Todo viene de una confusión con Verdi pero todo esto es secundario. Rossini compuso la Tarantella Napolitana, una endemoniada tarantella que todo cristo debería colocarse a todo trapo en mitad de un cambio de ritmo. A correr, ragazzi. No confundir con la Tarantella que salía en El Padrino.

9. El tradicional y emotivo monumento a la épica. Conquest of Paradise, de Vangelis. En el Ultra Trail del Mont Blanc esta canción indica que ya no hay manera de escapar de la zona de salida. Estos franceses se ponen y son imparables. Casi compran a Mike Olfield y lo rebautizan como Michel de Vieauxterre. Por los pelos.

10. Es ponerla y se me quitan los dolores. No podía faltar el mayor himno a los movimientos corporales. Recuperador de agujetas. Calentamiento de invierno y brinco para salir zumbando de un área de avituallamiento. Menea el bullarenque con Siniestro Total.

Microentrevistas: «Nunca correré…» (II)

Segunda entrega. Sigamos ahondando en comprender qué hay de este mundo que no atrae. Cuanto más conozcamos nuestros defectos… más avergonzados podremos sentirnos. Para los más vitriólicos lectores, sí. Es un formato estándar de preguntas. Haceos a la idea que os habéis drogado profundamente y apenas recordáis si el insulso planteamiento (y plano y sin valor estadístico) de esta microentrevista lo habéis leído ya en la entrevista anterior o si circula como un deja vu en vuestro cerebro.

Sobre las vergüenzas. Es posible también que esta vergüenza propia nos lleve a salir a correr con más espíritu crítico. O presumiendo que el planeta está en nuestra contra. Esto ya sería para que nos adscribiéramos directamente en un blog de psicoterapia.

Que posiblemente también nos haga falta.

Copyright Javier ArcenillasEntrevistamos a Javier Arcenillas, uno de los fotógrafos más nombrados de la nueva hornada. Premios ‘Arts Press Award’, ‘Kodak Young Photographer’ y ‘Premio Mingote de Fotografía 2012’. Ha expuesto su trabajo en PHE11 FotoEspaña. Tampoco corre (endemismo a extinguir, o no).

Pregunta: Javi, ¿corres?

Claro, de la policía en manifestaciones, de los Sicarios en Centroamerica y sobre todo de los problemas, pero al parecer voy siempre mas despacio que ellos…

[P]: A tu edad, ¿te consideras ya caso perdido para probar a correr?

No, pero supongo que no tengo la excitación necesaria para ello, me motivan más otras cosas

[P]: ¿Crees que esto del running es una moda o un sincero ejercicio de la sociedad para ponerse en forma?

Hay de todo, conozco personas que para ellos es mas normal que comer y otras que en sus ideas y planteamientos solo está guardar la línea…

[P]: ¿Una infancia dura en Educación Física en el colegio sería la excusa perfecta para no correr?

No lo creo, a pesar de que personalmente en el colegio (antes claro está) la típica gimnasia era lo mas aburrido del mundo.

[P]: Algún otro deporte te podría servir como puente… fotografiarás un montón de ellos.

Siempre hice Baloncesto, Escalada y diversos deportes de puro riesgo pero mas por la exaltación de las hormonas que por un puro placer de practicarlos. Probados todos, ya no me parecieron tan extraordinarios. Fotograficamente realizo bastantes maratones, cross y actividades deportivas cada año, supongo que ese estrés por trabajar también con el deporte no me hace verlo de la misma forma de los que compiten en él.

[P]: Entonces, ¿no piensas entrar al trapo y salir al trote?

Creo que no, jajajaja.

[P]: ¿Aceptarías una potencial pareja sabiendo que el/ella sí es apasionado seguidor del running?

Claro que sí, sin duda.

[P]: ¿Qué prefieres leer u oir? ¿’running’ o mejor ‘salir a correr’?

Salir a correr y running significan lo mismo si sabes inglés.

[P]: Y, claro, ni por esas.

(Carcajadas) Ni por esas.

[P]: En esta sociedad tan tonta y esteticista, ¿aceptarías correr como remedio rápido para mejorar tu apariencia física?.

Me importa la capacidad de pensar y de hacer mas que la de aparentar. Pero los grandes deportistas suelen, digo suelen, ser grandes personas. El deporte es una de las extensiones del alma que se acepta, se comparte o se practica

[P]: ¿Qué te sugiere oir en el rellano de la escalera: «Natividad, cierra la puerta que me voy a correr»?

(Decir que esta pregunta está siendo muy aplaudida por los entrevistados. Javier se monda) Jaja, algo muy español…

[P]: ¿Abominas de su propaganda o simplemente correr y tú vivís esferas paralelas?

Esa es la palabra exacta, vivimos en realidades paralelas.

[P]: Entonces, si tuvieras que ordenar las palabras «cafelito», «sudar» y «glamour»…

Acepto las tres sin dudas ni remordimientos, todo a su justo tiempo y medida.

[P]: Dime cómo podría argumentar en tu propia contra. Quizá así el próximo entrevistado…

Mira, yo por solidaridad, empatía y rebeldía me pongo a correr.

[P]: Sugiéreme con toda la maldad del mundo alguien para la próxima microentrevista.

Alguien de letras que corra…. esa sí es una gran entrevista.

Microentrevistas: «Nunca correré…» (I)

Reconciliémonos con quien no nos comprende, ni comparte o apenas muestra simpatía por correr. Hay gente que no y es que no. Pero ¿qué les lleva a no plantearse siquiera probar? Aprendamos de sus disensiones para pillarles desprevenidos algún día o, al menos, tener argumentos para discutir con ese compañero de oficina o amiga.

De este gremio es David Vivancos, un prometedor escritor de microficciones (de su Blog Grimas y Leyendas surgió Cruentos Ejemplares, 2012, Ed. Seleer) y que tuvo el honor de ser escogido como conejillo de indias para la primera microentrevista. La verdad sea dicha, un poco al azar, entre mis amistades. Y que no corre ni trota ni se confiesa pro- o anti-correr. Cosas de literatos.

En este sentido tengo que decir que sí, que también tengo amigos que me ven como un emplasto caído de otra constelación. Tiro de él para ametrallarle con esta entrevista que ha salido de mi cabeza mientras otros discutían sobre si la San Silvestre Vallecana es un negocio o no. O sea, corriendo.

Miedo me da.

Pregunta: David, ¿corres?

Ni hablar.

[P]: A tu edad, ¿te consideras ya caso perdido para probar a correr?

Un caso perdido. No habría sabido expresarlo de mejor manera.

[P]: ¿Crees que esto del running es una moda o un sincero ejercicio de la sociedad para
ponerse en forma?

No, no creo que sea una moda. Entiendo que es demasiado sacrificado. Tampoco pienso que sea un sincero ejercicio de la sociedad. Dejémoslo en que es un ejercicio de una parte de la sociedad para ponerse en forma. Una parte minoritaria, a mi entender.

[P]: ¿Una infancia dura en Educación Física en el colegio?

Durísima. Todavía no he podido escapar al olor del gimnasio, ya sabes, del cuero del potro y de las colchonetas. Me persigue, lo tengo aquí metido. Cuando veo un plinto o unas espalderas me estremezco. Oír esos nombres me pone los pelos de punta. En mi colegio se estilaba lo que se llamaba la hoja de disciplina, donde el profesor anotaba diariamente los desmanes de los alumnos. No presentar las tareas, cosas así. Tuve el honor de ser uno de los pocos mencionados por el profesor de gimnasia, un tipo sañudo
con pasado benemérito. “Ojo, bajísimo rendimiento”, decía la nota. ¿Cómo olvidarla?
Todo eso acabó al llegar al instituto, donde nos hacían tirar a canasta, dar volteretas, saltar a la comba y poco más y dejé atrás, definitivamente, todas aquellas prácticas sádicas que me ocasionaron unos cuantos suspensos en el colegio.

[P]: Algún otro deporte te podría servir como puente… Eres fan del fútbol de base.

Más que del fútbol base, al que yo asocio a equipos cadetes, infantiles o juveniles, soy seguidor del fútbol territorial o, digamos, más modesto. Soy socio y aficionado incondicional del Club Esportiu Júpiter, un club de Barcelona de historia centenaria al cual he seguido durante los diez últimos años por campos de tierra y categorías que ni siquiera sabía que existían, hasta su retorno a la Tercera División. No, amigo, el fútbol o el baloncesto o la pelota están muy bien para verlos confortablemente sentado pero no para practicarlos.

[P]: Entonces, ¿no piensas entrar al trapo y salir al trote?

Yo al trote no salgo jamás de ninguna parte. Y menos de una entrevista.

[P]: ¿Pedirías salir a una potencial pareja sabiendo que sí es apasionada seguidora del running?

No veo por qué no.

[P]: Como escritor, ¿aceptarías ‘running’ o mejor ‘salir a correr’?

Salir a correr, obviamente. Y más desde que me enteré de que running se pronuncia algo así como raning. Qué despropósito. El otro día un amigo me comentó que en el gimnasio hacía spinning. Le pregunté qué demontre era eso y, para mi sorpresa, me contestó que bicicleta estática. Imagínate. No entiendo qué puede empujar a alguien que pedalea encima de una bicicleta estática a decir que hace spinning. Para qué engañarte, tampoco entiendo, dicho sea de paso, qué puede empujar a alguien a pedalear encima de una bicicleta estática.

[P]: Y, claro, ni por ésas.

Ni por todo el oro del mundo, que suele decirse.

[P]: En esta sociedad tan tonta y esteticista, ¿aceptarías correr como remedio rápido para mejorar tu apariencia física?

Desde luego que no. Si así lo creyera ya habría empezado, ¿no crees? Porque aunque me hayas presentado como a un joven y prometedor escritor, algo que agradezco a pesar de que considero que contiene un par de inexactitudes, años tengo unos cuantos.

[P]: ¿Qué te sugiere oír en el rellano de la escalera: «Natividad, cierra la puerta que me voy a correr»?

Por lo que tengo entendido, quienes suelen pronunciar ese tipo de frases lo hacen a unas horas en las que yo acostumbro a estar durmiendo. Espero no encontrarme jamás en esa situación de pesadilla que describes.

[P]: ¿Abominas de su propaganda o simplemente correr y tú vivís esferas paralelas?

Paralelas no lo sé pero sí en esferas diferentes. No abomino en absoluto. Que no comulgue con ello no quiere decir, de ninguna manera, que tenga nada en contra de quien practica eso del correr. Faltaría más. Entiéndaseme: que no corra no quiere decir tampoco que tenga la actividad física de una anémona. Lo que pasa es que yo soy más de caminatas.

[P]: Entonces, si tuvieras que ordenar las palabras «cafelito», «sudar» y «glamour»…

Ya están bien en el orden en que las has enunciado. No es que me apasione el sudar pero se me ocurre alguna que otra manera satisfactoria de hacerlo. Definitivamente, sí, el glamour cerraría la lista. Quien me conozca un poco no se sorprenderá al leer mi respuesta.

[P]: Dime cómo podría argumentar en tu propia contra. Quizá así el próximo entrevistado…

La crisis obliga a suprimir el transporte público. Y me hacen entrar al trabajo una hora antes. Ahí tienes el argumento definitivo que podría acabar obligándome a correr.

[P]: Sugiéreme con toda la maldad del mundo alguien para la próxima microentrevista.

Fernando Romay. Ah, ¿con toda la maldad, dices? Mejor, entonces, el Rey.

Confesiones: empecé tal día

Sin talento, sin cuádriceps, sin un IMC adecuado. Así comencé yo a correr en 1980. Lo que pasa es que en los años ochenta no se medía el IMC. El Índice de Masa Corporal, esa instrumento de medida diseñado por la Organización Mundial de la Salud y que los españoles nos lo estamos tomando como potro de tortura.

Los niños de los años ochenta nos dividíamos en flacos, gordos y niños con forma sin interés científico relevante. Ser de uno u otro grupo tampoco era una incapacitación en sí misma. Todos hacíamos de todo, mucho y malo. Por dejar las cosas claras, en mi clase había un niño bautizado como gordo oficial. Luego cohabitábamos niños normales más o menos torpes; había niños hachas del balón y niños que actuábamos como el relleno de pavo de los partidos de fútbol; también había flacos nerviosos y un amigo desgarbado como hecho de goma. En mi clase estaba Daniel Piret, el Pire, hijo de belga que cayó por la periferia de los suburbios de Madrid y que se movía como una anguila.

 

 

Pero esa fue la materia prima con la que mi padre se encontró. Él había retomado la cosa de correr en los épicos años setenta tras los años en los que los profesores tiraban de manual y acudían a las pruebas escolares de la época de Franco. Mi padre se encontró con una ciudad en crecimiento y un hijo en crecimiento en todas direcciones, no mucho, pero sí un moderado algo.

La ciudad iba a toda pastilla con nuevos bloques de ladrillo. El hijo iba más bien lento. De michelín abundante y torpeza proverbial, pasé a correr en las filas del todavía existente y prolífico C.A.P. Alcobendas. Reconozcamos que fuí enrolado. Una de esas decisiones familiares a las que eres ajeno y tienes dos maneras de encararlas: de cara o de culo.

Aunque lo de correr era más un eufemismo. Yo me desplazaba cerrando la caravana deportiva infantil.

– Si el crío va a terminar así todos los días, no sé para qué lo has apuntado a esto- medió mi madre al verme reptar por una calle en cuesta. Era la carrera de las fiestas de invierno de mi ciudad. Cerraba el pelotón, aun cuando el pelotón más pelotudo era yo, rechoncho y así, digamos que mal terminado.

En la Federación provincial de atletismo deben guardar los archivos de aquel 1980. Debí quedar el último en no menos de cinco carreras. Allí no venía nadie por detrás. Como si lo estuviera viendo. A cross o carrera que me presentaba, ahí estaba Luisito. En solitario.

¿Qué os esperábais? ¿Que había mantenido esta millonada de kilómetros a base de un talento innato?

Demostré que correr puede hacerlo cualquiera. Lo que no hace cualquiera es mantenerse estoico año tras año. Un día empezó a crecer un negrísimo bigote y otro día empezaron los pelos en las piernas. Ese año ya adelantaba algunos colegas de pelotón. Otros empezaban a dejar este deporte de glamour limitado.

Conservaba amigos así que nos tomábamos el juego del atletismo como un rato de libertad. Y hablábamos de tonterías que en casa no se comentaban. Y un día superábamos unas series clasificatorias y otro día habíamos crecido diez centímetros. El vello corporal era ya una especie de cereal negro y duro.

Y con dieciséis años me inscribí en la primera carrera en ruta, siguiendo los pasos del grupo de seniors y veteranos que corrían discutiendo de fútbol y de política. Era atractivo; aquello correspondía a sus tonterías, equivalentes a las nuestras pero con más tiempo a sus espaldas. Terminaron aquellos 10km en ruta de 1986 y todo se convirtió en algo automático.

Ahora os toca confesar. ¿Cuando empezásteis a correr?

Más aún. ¿En qué momento vais a hacerlo?

San Silvestre corredor: cuéntanos tu carrera de fin de año

En Pamplona se canta lo de “A San Fermín pedimos…” y parece ser que ayuda. Cada año la popularidad y la seguridad de los mozos y crece linealmente toda la cuchipanda que nutre la fiesta de Julio. Con alboroto. Balances contables lo confirman. Estadísticas de Protección Civil lo corroboran cada año.

Bueno, pues  en Diciembre es tradición (qué os voy a contar a vosotros) que durante dos o tres días el patrón de los gastasuelas sea San Silvestre. Patrón no corredor (confeso: en 314dC no existía el running popular) de las carreras quizá más festivas, ocasionales y relajadas de todo el mundo.

En 1925, Cásper Líbero, un tipo con más dinero que tiempo para contarlo, organizaba la primera «corrida de São Silvestre» y así echaba a andar un evento que ahora cumple su 87ª edición sin interrupción. El fenómeno se extendió en progresión imparable y en Madrid se organizó la segunda de ellas en 1964. El honor de haber importado al santo zapatillero lo tiene Galdakao, que la organizó en 1961 y a partir de 1973.

Con estos ires y venires, entre el fin de semana previo al final del año y el mismito día 31, caiga como caiga en la semana, miles de seres vivos toman las calles de medio mundo al cántico de ¡viva San Silvestre!. En países como México o España se añaden a estas las carreras del pavo (celebradas en el entorno navideño) o las de Año Nuevo.

En 2011 los amigos de @runners_es intentaron estimar cuanta gente participaba en todas las San Silvestres que se estaban celebrando por España. Desconozco la cifra final pero es un buen termómetro para el auge, este segundo y definitivo boom, que está viviendo la sencilla actividad de salir a correr. Sylvester racessylvesterloop, corridas do Sâo Silvestre, sansilvestres de toda ralea… Europa y América se alían para sudar un rato antes de las celebraciones, el confetti, los fuegos artificiales o las cenas, en casa o en la playa.

Podría ser, como se suele decir en los balances contables, previo a impuestos; o sea, quitando quienes se inscriben a su ‘sansilvestre’ haciendo de este rato el único día que corren algo. Pero también podría ser deseable que incluyésemos en la cuenta a todos, en cifras brutas porque, al fin y al cabo, si ya te has plantado en la línea de salida y  has podido con la pereza, lo peor ya está conseguido. En Madrid se han colocado en el mercado 40.000 dorsales en apenas unos días, sin ir más lejos. Los chicos del swoosh siguen vendiendo su producto mientras que los clubes locales, ayuntamientos, asociaciones vecinales o bandas de amigos se giran hacia el calendario de la cocina o del despacho y dicen lo de “Hey, ¿cuándo salen las incripciones a la San Silvestre?”

Con dorsal, con disfraz, campestre, masificada, rodeado de tus colegas del trabajo, perseguido por el dueño de un bar, de trailrunning, en un circuito improvisado alrededor de tu bloque, en el centro de tu ciudad o atravesando autopistas en dirección a la penitenciaría o el almacén de Ikea más cercano…

Es tu turno. Cuéntanos tu sansilvestre. ¿Dónde corres en fin de año? ¿Cómo te fue?

(Un ejemplo: mi última carrera del año la correré el 31/12 a las 05.50am; sin inscripción, con sueño y la nariz escarchada por los previsibles -2ºC del amanecer)

 

Foto: City Nights, 2009. 28/12.

 

¿De dónde saco el tiempo para correr?

Pongamos que vosotros y yo tenemos un pacto no escrito. Tácito. Yo propongo la idiotez de saltar sobre un par de zapatillas/deportivas/trainers/huarache/tenis y vosotros miráis a vuestra espalda, después a vuestros pies y, finalmente, por la ventana más cercana que tengáis. Ayer (o esta misma mañana, por si estás repasando los posts de este recién creado blog) quedamos en un empate técnico que deberíamos deshacer. Está bien, deshagamoslo.

– «Hoy, solo hoy, has ganado, bloguero. Si mi cuñado sale a corretear como un lechón o como un springbok, no seré menos e intentaré moverme al sabroso ritmo que indiquen mis anquilosadas piernas y mi deteriorado sistema vascular. Pero ¿de dónde saco yo tiempo para esto?»

Ahora tengo bola de set. No vais a quedaros quietos. Quiero que volquéis toda vuestra ira en los comentarios. No hemos habilitado una línea caliente de comentarios para darnos bálsamo de «qué buenos somos» o «si no fuera por los runners, el planeta languidecería». Estoy acostumbrado a leer o escuchar cosas de todo tipo. Venga, suéltate.

– «¡No tengo tiempo, mis hijos me reclaman atención absoluta!» – dale.

– «¡La reputa, pero si apenas tengo tiempo para mirarme si llevo idéntico color de calcetines

Ok. Una cosa ¿De dónde sacas tiempo para tuitear? ¿Y para desmoronarte sobre la butaca del teatro?

Pues esto es lo mismo. Hay que organizar las prioridades de la semana. Teniendo en cuenta que tu ejercicio no va a ser prioridad uno, pero sí que necesita un hueco.

¿Eres un early bird? ¿Te gusta liberar tareas lo más rápido posible? Es más que probable que tu latitud y horas de luz natural sean tu peor enemigo. Sobre todo cuando los inviernos llegan y lees todo ese correo basura que acude a tu mailbox, anunciando vacaciones en lugares más cálidos. No te rindas. Hay materiales y métodos de despertar de la cama brutales, y a las 6am SIEMPRE encontrarás un grupo.

Es una verdad axiomática. No importa qué pronto estés dispuesto a levantarte, siempre hay alguien que corre a esa hora. Mi experiencia en años me ha llevado a levantarme para estar a las 5.50am dando zancadas por la ciudad o el campo.

¿Soltero? ¿Has llegado a un acuerdo con tu pareja? ¿Puedes salir a última hora, después de cenar, sin que tu estómago te aborrezca? A esa hora se desarrolla una frenética actividad deportiva. Mozos, chicas, veteranos, restos de serie, varones a punto de caducar, cuadrillas paramilitarizadas de señoras mayores, supervivientes de la dieta yo-yo, saluda, pide permiso para arrimarte y trota.

Si es muy de noche, procura siempre llevar elementos reflectantes (muchos están impresos en calzado deportivo y ropa), del mismo modo que deberás hacerlo si eres madrugador.

¿Jornada partida? ¿Te alimentas de bizcocho mientras trabajas y puedes aprovechar la hora de comer? En ese tramo horario en que los demás degluten y sestean, comen cocido y arroz con leche, o toman un sandwich en las escaleras del Lower East Side o le limpian los estantes a los supemercados de la zona, puedes acomodar un trote ligero que despeje tu cabeza y te de cuerda para la sesión de tarde.

O en fin de semana, como complemento a otras actividades físicas.

O una vez al mes.

O una vez en la vida.

O, qué menos, una vez en la vida de otro. Alquila tu ser incorpóreo y regresa para correr, si es preciso, de entre los muertos. Pero echa un pie detrás del otro de una maldita vez, PRUEBA y nos cuentas.

[Próximo post: SAN SILVESTRE…]

(Competitors run during the Gay Pride High Heels race in Madrid). Autor: Agencia GTRES.

¿De qué presume mi cuñado?

Buenas a todas y todos.  Me presentaré: llevo décadas metido en el mundo del correr de manera más o menos alocada. He organizado carreras, sufrido, corrido, animado en las cunetas, ayudado en avituallamientos, entrenado, organizado quedadas y hasta he logrado que alguno que otro de mis seres cercanos prueben a correr. Para muchos será una relativa sorpresa verme por aquí, para otros una natural consecuencia de bloguear y dar por saco durante años.

Lo primero es lo primero. Así que agradecer ante todo a 20minutos la posibilidad de abrir un agujero en las comidas de empresa, las resacas de las navidades, los emails que cruzan la oficina contando los asuntos de eso que llaman sansilvestres, y que a todos les pique el gusanillo en mayor o menor medida.

El correr. Ay.

Porque es un tema candente. Tu cuñado habla de lo bien que se lo pasan cuatro colegas que salen a sudar y a correr monte arriba. Dos de las compañeras de recursos humanos comparten un trozo de tablón para colgar fotos de las quedadas. Tu marido se ha afeitado los cuatro pelos de la cabeza y ha perdido tres kilos y ya no frecuenta el bingo. Tu hija ha echado al cesto de la ropa una camiseta llena de colorines con un número impreso y la terraza está, día sí, día no, llena de barro o chinatos. Es la escalada armamentística más popular de los últimos años, excluyendo las manifestaciones de indignación o de afirmación, y el retorno de la estética mohicana en los jovenzuelos de la ciudad. El running, el correr, el trote, jogging, trail o no.

¿Qué pasa, que ahora todo el mundo le ha dado por correr?

Pues sí y pues no.

Es normal que aparezcan miles de personas al trote en tu ciudad, decenas en tu parque, incluso que te corten el tráfico y preparen la de Dios es Cristo por algún evento deportivo de estos llamados «carreras populares». Pero también es España uno de los países con menor práctica deportiva por mil habitantes. Nuestras chicas apenas son un 20% del total de una carrera, en el mejor de los casos, y los supervivientes de los años 80 pueden relatar los «piropos» que se les dedicaba cuando iban en pantalón corto por los caminos y calles. Ha pasado medio millón de años desde que empezamos a caminar erguidos y estamos en potencial riesgo de anquilosarnos. Algo tan fácil, tan barato y para lo que estamos tan adaptados genéticamente

Entonces ¿qué? ¿Me animo a correr como mi cuñado el rapado o me tiro a los cursos de cata o escuelas de padres?

Todo vale. Tanto el vino como la psicología infantil como el correr. Esto me da pie a que conozcáis mi decálogo (y puedo aseguraros que llevo muchos años corriendo, miles de kilómetros zapatilleados y mucho visto).

Ah, es un decálogo de cuatro puntos. O sea, un tetrálogo.

1. Vale. Correré. Pero acompañado. Salvo valientes, correr solo es un coñazo.

2. Correr no se puede convertir en tu vida. Es un hobby, por muchas facultades que muestres. Hay más cosas.

3. Si ya corres, nunca entrenes lo mismo de un día a otro. Cambia las rutinas que bastantes tenemos ya en la vida diaria.

4. Un héroe no es quien corre 42km en Nueva York o Berlín, sino quien recorre 8km buscando un pozo de agua potable o una escuela.

El asunto es tomar todo con perspectiva. Como decía Anton Ego en Ratatouille, no queda de eso en esta maldita ciudad así que haremos un trato, vosotros ponéis la pasión y yo pondré la perspectiva del correr.

Foto: Mapoma, km 17. Autor: I. Palero, tw: @cabesc

Salud.

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