Las imágenes son de sepia abandonado, envejecidas por las lecturas de Sam Shepard o John Giorno, hoy escribo este texto mientras pienso que las canciones me recuerdan, sobre todo, a los límites difusos de la literatura de Kathy Acker. Será tiempo de polvo de ladrillo y gasolina perversa.
El nuevo trabajo de Erin Memento es un EP de cinco temas El golpe del momento que supone un salto cualitativo en su sonido: el sabor de las canciones tienen el zumbido de los noventa en sus guitarras, más británico que norteamericano, aunque ella viva en Los Ángeles, la varianza múltiple de Paco Loco en la producción se nota: el disco se abre con trepidación mancuniana en los bajos, “Aquella noche” juega con teclados ochenteros, chispazos de la primera encarnación de Los Ex de Colombina Parra. Un segundo tema, “Lo que pasó de verdad” empieza con sintetizadores brumosos, acercándose al dream pop, con ritmos de juguete, con teclados de adorno, permitiendo que se coloque en primer plano la dotada capacidad vocal de Erin, sugerencia de esas maneras de los REM más turbios o aquellos momentos de sueños narcóticos que tuvimos en 2003 con Such Great Heights de The Postal Service. La ejecución de las guitarras de “Vengo por ti” descolocan al oyente, que se deja arrinconar como si estuvieran tejiendo a su alrededor las arañas a la orden de Pearl Thompson en su época de finales de los ochenta. En la frontera las mujeres toman la voz, ya no como intérpretes o compositoras, también en el arreglo formal de sus temas, es el respaldo a la tradición de Ana Tijoux o Cecilia Toussaint, aunque Erin esté más cerca de los tatuajes de Mon Laferte, como al escuchar el comienzo melancólico de “Si se acerca el fin”, en un juego doblado de voces y arpegios.
“Halloween” tiene un fraseo perfecto que se emparenta con los penúltimos Pretenders, mientras cabalgamos sobre pinceladas de teclado que funcionan dando el aliento contemporáneo a las partes instrumentales. El disco termina con «El golpe», la exhalación Bowie, con una impronta de aturdimiento cósmico, con una batería muy Five years, que se eleva hacia una suave psicodelia melancólica. Las guitarras son como una marea leve, como las lenguas de fuego que arrasan siguiendo la letra de la canción, un salto hacia atrás que marca el final de los sintetizadores.
Una producción plena de detalles y con una voz dotada para la melancolía de los límites, juega en una liga de emociones atrapadas en el ámbar de las grandes autopistas, lugares que son esqueletos donde cuanto mayor es el número de habitantes más solo se siente uno. Para eso usamos las canciones de artistas como Erin Memento.