Archivo de diciembre, 2023

Algunas palabras sobre La reina del baile de Camila Fabbri (Anagrama, 2023)

Finalista del Premio Herralde de Novela 2023 Camila Fabbri nos ofrece una historia compacta, asimétrica, porteña y del interior, sexual y terrorífica, presente y pasado. Un golpe. Un coche, una mujer que camina por Buenos Aires, una mujer que choca volviendo del interior. No es Buenos Aires, es Buenos Aires sin nombre, ausente.

Los fideos con manteca barata, los cigarrillos de vainilla, una fiesta cutre, El Tigre, Caballito, el Gran Buenos Aires, la pequeña Argentina. La luz, la amistad, onanismo acompañado por la tecnología. Camila presenta un personaje que se alimenta de soledad porque es la comida más barata que puede conseguir, patacones de barrio y country. El recuerdo de Felipe, un hombre que no es un hombre, son dos, y los dos ausentes, como Buenos Aires, como el amor, como la familia. Descontrol, inseguridad, mente y cuerpo. El juego de ir delante e ir atrás. Como en una novela, como en un puzzle que lanzas al aire y buscas las piezas que han caído bajo una cama supletoria en un fin de semana largo. Mosquitos que beben de la sangre acumulada en los bañistas. No todo lo que contiene agua se puede considerar pileta.

«Extraña pornografía protagonizada por las hermanas Brontë, Charlotte y Emily, la obsesión por Charly García, el más sacado, el que volvió primero a David, Pedro y Moro y sacó a Nito del freezer para poner música a una caída. En la Mendoza fatal. Bienvenidos al futuro, decía Fito, cantando una de Charly».

Interludio del golpe, las voces, el perro, la muerte y la ausencia. Todo transcurre en periodos de tiempo aleatorios. Meses, luego semanas, unos días fuera. Accidente, vuelta, futuro. Un final feliz, u final inquietante, las uñas pintadas, el cuerpo manoseado. Felipe primero, Felipe segundo. Uno olvidado, otro en el olvido. Y los óvulos congelados. Yo estuve allí con ella y sé lo que es. El sexo pelirrojo, una familia disfuncional (Mr. Jones abrió la puerta, vio a su…). ¿Sabes a quién le daba vergüenza ser pelirrojo? A Mark Renton en las novelas de Irvine Welsh.

Confundo un poema de Joaquín Giannuzzi con la letra de Vía Láctea de Franco Battiato o con el arreglo espacial de Space Oddity de David Bowie, me engañas, Camila. Porque yo también busqué papel recién salido de la máquina para calentarme las manos en la fábrica, en la oficina, y fumé y escapé y entendí que el trabajo en monótono, pero eso hace que la vida fuera sea mejor. Una noria. El dinero, en efectivo, la avenida Córdoba, el hotel, la habitación, dejad salir a García, la enfermedad se expande por Buenos Aires, pero en el exterior siempre podemos escapar del ADN de la pandemia. El muñeco Gallardo, el perrito Gallardo. ¿Quién asó la manteca?

Felipe va y viene en todas las direcciones, como los dedos buscan el pubis, la luz de la computadora prende la oscuridad del campo, mujer que busca, mujer que practica el extrañismo. Salas de espera. Óvulos y cuarentena, la cuarentena de las cuarentonas. La vergüenza que lo inunda todo, alejar la soledad con la promesa de la maternidad, ahogar la desilusión de una vida intentando salvar la de una adolescente. Un fin de semana, la compañera, Maite, su padre, espantapájaros, las novelas de Mariana Enríquez, la pileta sucia, el cuerpo desgarbado frente a los propios ojos pero apetecible frente a los de los demás.

En el interludio, Gallardo, el muñeco, el perro, hay una ausencia y una vuelta: “Y Jorge responde: está bien, si la dueña se muere nos lo podemos quedar. Pero solo si la dueña se muere”. Conozco la escena de la novia camino de la boda y su padrino. Era Erika Bella. La he visto. Lo confieso. Mark Renton, en “Señalado por la muerte” viaja por el mundo con un frasco de zolpidem. Es mejor que un rosario. Vuelvo a él por el pelo pelirrojo.

Te amo con el corazón que tengo acá dentro desde que nací. Voy a cuidar nuestras cosas.

Nocturnos de Bronquio & 41V1L (autoeditado, 2023)

El tiempo de Bronquio está aquí, con la lentitud de la belleza, con lo orgánico de las programaciones, entre el sur geográfico y el centro del alma, buscando coordenadas desconocidas para el oyente que impregnan los corazones, perezosos de vida, que desean algo más. Después de «Sea lo que sea», una revolución para la escena musical española, Bronquio y 41V1L vuelven a unir sus talentos este 2023 en este Nocturno.

Una puerta que se abre, un ladrido, un acorde, sintonizar la radio del alma, “Letiluquelamashot”, un órgano que nos lleva a la militancia expresa en la rítmica del eco, “Quiero comprarte un chandal” es una manera de ralentizar el sonido Caño roto con retazos de brillo falso, de dientes de nicotina que dan amor por las palmas y las retinas. Un fraseo de sexo y bendiciones. Hasta lo onírico, lo pesado de un baile que no puedes elegir, “Caprichosa”. No hay más melodía que la que va de la arteria a la lengua, del paladar a la pared. “Muerto o matado” es una crónica madrileña del sindicato del amor, con los primeros recovecos de la cumbia profunda, percusión de la Santa Muerte, revisión de Karen y los Remedios. Hay un momento en el que la luz de las minas se llena de aceite mezclado con sangre plena de pólvora. Qué manera de alimentar la rítmica en estos boleros de cuchilla en la boca. El piano suspendido en el aire, como de un paganismo pasado por autotune, como el artista que usa la abstracción sabiendo que nadie puede con él en el retrato.

Más que un disco es una oración, fractal y eterna, piezas de un cristal reconstruido que refleja lo más puro, el panteón donde se mezcla lo orgánico y lo artificial para crear una forma especial de entender el flamenco, pureza mezclada, contradicción flagrante, pero esa es la base del cante, mutar para mantener la esencia del cambio, escucha, por favor, “Deriva” y siente como abrasa el vino malo, de garganta al estómago y sigo. “Au Revoir a la Merchandant” es tecnopop petardo, de palmas y demás revolución funk. Como si los primos que le escriben a Solea canciones disco con el teclado de Napoleón Solo o, todavía más cercano a los gustos de Motel Margot, Adiós amores o La plazuela. Y es que todo se extiende como resina sobre la plata, pero sabe diferente.

«Chantaje emocional», donde Bronquio, productor y músico jerezano vuelve a encontrarse con 41V1L, una pareja artística con la que comparte complicidad y conexión artística desde niños. Eso lleva a la creación de verdaderas obras maestras. Realizad esquizoide, baile junto a su madre, con el transistor encendido. Es mi canción más reproducida en esos algoritmos de final de año. No tengo vergüenza.

Bronquio puso las canciones en mi walkman. Y estamos llegando al final, “Que mueva la falda”, afonismo de pilas que se agotan, como una muestra de lo que está por venir, una vida para ti y para él, para los todos. Ahora sí, la broma ha terminado. Aunque nos queda todavía una inclusión a la calle de la Cera, más Amayas en un decorado de Almería, un poco de juego sin inocencia, “La rumba del chino”, baja, pilla unas latas, unas patatas de esas que saben a vinagre y sal. Con su ritmo y compás desaforado, como la banda sonora imposible de una adaptación de la novela Malaventura de Fernando Navarro, tiene la dulzura extraña del regaliz de palo, la luz del queroseno, expatriados en el laberinto de las urbes, la artista y el productor que nos alimentan con penas y alegrías, con la fuerza más pura: la vida y la autenticidad de la garganta y el ritmo, la melodía, el cielo que te deja en la boca sabor a infierno.

Algunas palabras sobre Papá nos quiere de Leticia G. Domínguez (Caballo de Troya, 2023)

Papá no nos quiere, una reseña con menú, cuestionario y preguntas con Inés Roncal. Un libro de Leticia G. Domínguez, editado por Caballo de Troya este año 2023. Encendemos el reproductor, el tocadiscos, la casetera. Elegimos unas canciones para ayudarnos en la lectura, a acompañarnos más bien: mixtape de Inés.

«En la novela, la música tiene una presencia fundamental. Aparece el discman, los cascos de música que lo acompañaban (finos los de la protagonista, enormes y modernos los de las chicas a las que le gustaría parecerse), y discos como el de The Corrs y el mítico Complicated de Avril Lavigne con el que las adolescentes del momento se sentían identificadas. En el libro también suena “You drive me crazy” y “Baby one more time” de Britney Spears, alternándose con “Te quiero igual”. La protagonista desea que las canciones tapen el ruido que hay fuera, que la letra y los acordes suenen más fuerte que la voz de su madre, que la silencien, que la tapen. Más tarde, y ya a través de Spotify, la liberación de la protagonista tiene como banda sonora “Safe and Sound”, de Capital Cities, y “Young Blood” de Naked and Famous. Ellos, los protagonistas.

¿Y si elegimos alguna película? Imágenes paganas, imágenes de familia. Inés busca entre sus vhs, entre sus deuvedés, me pasa un enlace a Filmin. Verano 1993, Carla Simón. Al igual que en la película, en la novela encontramos una niña -Jade- que, tras un suceso traumático, tiene que comenzar a vivir con la familia de la protagonista. Esta convivencia, esta nueva “hermana”, esta adaptación a la nueva situación, con las comparaciones que conlleva, son muy similares. Aunque, lejos del trato amable, cariñoso, empático de Verano 1993, en Papá nos quiere encontramos un clima hostil, de rechazo e incomprensión (“mamá dice que esa niña, Jade, JA-DE, ¿qué nombre es ese tan raro?, tiene ojos vivarachos de pueblerina, como los de su madre, y que los míos son discretos como los de las niñas bien educadas”. “Jade tiene coraje, es la única de las dos que no acepta el no como única opción. Aunque a menudo no logre resultados, pelea y lucha durante días por aquello que quiere. Les grita a papá y mamá”)

¿Qué estás viendo ahora, Inés? Justo ahora, la serie La Mesías, y percibo también similitudes con ella. Por un lado, por la madre opresora que coarta la libertad de sus hijos, que les infunde miedo al exterior, a todo aquello que salga fuera de las paredes del hogar familiar. Una madre que continuamente dice que va a acabar matando a su padre (el libro comienza con la sentencia “Tengo unos quince años cuando mamá empieza a insistir en que voy a matar a papá”), convirtiendo a la protagonista “en asesina en voz alta y clara”. “De la misma forma que mamá teme que alguien de la familia de Nieves abuse mí, también sospecha que pueden hacerlo alguno de mis tíos o de los monitores de los campamentos y de las excursiones escolares. […] A ver con qué chicos vais a estar vosotras dos, que salen muchos casos en la tele. Y el vozarrón de papá la refuerza: La mayoría de los violadores son amigos de las víctimas, añade”.

En La Mesías, Montse culpa a sus hijas de cualquier problema de salud que les afecte a sí misma o a su marido. Una madre que ha sido tan dura con sus hijos que su voz resuene allá donde estén, por mucho que se alejen de casa o intenten superar sus traumas. En Papá nos quiere, y de nuevo en la primera página, “Su amenaza es un repiqueteo constante que vierte en mí sin el menor preaviso. Me descompone. La voz de mamá me martillea hasta que, por fin, con veintitrés años, me voy de casa”. Una madre que merma el autoestima de sus hijos, que los hiere en lo más profundo de su ser (“me lanza esas palabras como un disparo que yo recibo con la boca abierta por la sorpresa”, “eres una desgraciada”), que oprime sus emociones (“No quiero hacer ruido al llorar, porque si lo hago mamá vendrá a chillarme y todo irá a peor”). El maltrato. La “mano arrastradora” (tal y como se menciona en el libro) de la madre.

También pienso en La Mesías por el protagonismo de la religión, una religión que marca infancias y de la cual algunos se alejan en su juventud, como hacen Irene y Enric en la serie y también la narradora de la novela (“porque a mis dieciocho ya no creo en Dios, me parece un ente ajeno y enterrado en el mundo de mi infancia” “Entre Dios y yo existe algo especial, algo que jamás pensé que se romperá”). Lee el resto de la entrada »

Algunas palabras sobre Ustedes brillan en lo oscuro de Liliana Colanzi

¿Es la Tierra de Liliana nuestra Tierra? Uso mayúsculas para poder seguir en la distancia la luz que exhalan las páginas. Editado por Páginas de Espuma en 2022, estos son cuentos de un terruño lejano, infectado de radio y celsio, luminoso en la enfermedad, bello en la regeneración. ¿Es Ciencia-ficción cuando carne y metal no discuten? Vengo de unas lecturas en este mismo blog en las que el animismo andino se mezcla con la construcción de sociedades imposibles, urbanismos que escapan a la comprensión, confluyen en relatos que nos recuerdan que el pasado olvidado puede convertirse en el mejor presente. Más allá de la capacidad narrativa de Liliana Colanzi, que es sobresaliente y evocadora, está su manera de trasladarnos a través de la sangría que separa las distintas corrientes espacio-temporales con la única guía de la poesía que suena a través de sus dedos: un teclado, una máquina de escribir, un simulador de vida. Lee el resto de la entrada »

Una noche en la vida de Dorian (Intromusica, 2023)

Más violines, más y más violines, los aplausos del Liceo de Barcelona avisan que llega algo bello, intenso, generacional. Un regalo para sus seguidores, para los enamorados de la banda de Barcelona, la que mejor han entendido el legado de las grandes bandas de finales de los ochenta, desde la épica de Soda Stereo hasta el minimalismo oscuro de Niños del Brasil. Barcelona es una oscura villa de toxicidad y nadie como Dorian han sabido expresarlo mejor: “Los amigos que perdí” suenan a química llevaba con elegancia. Y ese momento donde se elevan Federico Moura para “El temblor”, masticando el gusano, fantasma de todos ausentes y los presentes (en este caso con un heredero de John Boy en la figura de Antonio García de Arde Bogotá)… y es que Dorian no es una banda de tecno, ni de electrónica, no es pop ni rock, es belleza.

Desde el pecho de El Santo hasta los pisos francos que tenía Miqui Puig por toda España, vinilos con pintura de guerra, hasta el momento de Verlaine (elige Tom o Paul) en “Mis paraísos artificiales”. El apoyo de las cuerdas y la mezcla con percusiones orgánicas, en la ambigüedad italo-disco de “Dual”, funciona como una versión 2023 del gran Tino Casal.

Y, con la misma sapiencia, acarician unos arpegios de guitarra, para irse elevando, en una especie de nuevo episodio sinfónico, con “Verte amanecer”, personajes de Irvine Welsh, amantes de Rodrigo Fresán, disfrutas de “Libre” casi con un toque de folklore andino y uno piano de amanuense. Un directo en el Liceo siempre puede convertirse en algo sagrado, casi una entrega de almas recogidas a lo largo de toda España, escuchas “Solar” y, sin darse importancia, las letras funcionan en la desolación primaria, ni demasiado malditismo ni costumbrismo de zapatillas sucias. Y es que cuando uno escucha a Dorian quiere “Estudios de mercado”, quiere a Jarvis y a su colega Richard Hawley en alguna de las discotecas sin nombre que había en el cinturón de Héctor Buitrago en sus tiempos de La Pestilencia.

Un Oasis, sala y suministro para sedientos, eso es “Universal”, una canción en catalán que nombra a Madrid, con la belleza de la voz de Suu. Eso es saber estar y eso hará que Dorian siempre esté en nuestra memoria, generacional, por muchas canciones y, claro, por “A cualquier otra parte”. Un repertorio suculento que sigue emocionando, Dorian, en el momento de la receta y la sonrisa, siguen en el único limbo donde uno querría estar, el del éxito y el culto.

Algunas palabras sobre Memorias de una beatnik de Diane di Prima (2022)

Han pasado meses, demasiados meses, en los que he entrado en el cuerpo y la mente de Diane Di Prima y su “Memorias de una beatnik” editada por Las Afueras. Tiempo de erecciones de alma, suciedades de fiebre, de pechos y penes. La doble p para confusión de la derecha. Todos los cafés han cerrado.

La sexualidad que desprende el libro de Diane di Prima es convulsa. Llega, en sus descripciones, a provocar un sonrojo que no uno no sabe cómo podría dejar a sus lectores en el año de su edición. Diane me lleva a la adolescencia, cuando encontré en un cajón de la habitación de mis padres ejemplares de los Diarios de Anais Nin, la espía en la casa del amor. Aún noto la sangre repartiéndose por mil lugares de mi cuerpo. Todos impúdicos, todos atrevidos. Diane di Prima es más bella Ginsberg, más salvaje que Kerouac, más lúbrica que Giorno. La ciudad de las luces doradas devora todo a su paso. Abre lugares de carne rosada con dientes y lengua, con uñas y dedos, todo de mañana, de tarde, de noche. Estudios postergados por el cuerpo, poesía de vino barato y pechos con pelusilla de melocotón.

En el camino nadie encuentra a nadie, solo puede ser uno. No hace falta que la nafta, que las Biblias de Tijuana sean las que lancen a su alrededor la buena nueva. Estamos en el espacio que separa lo antiguo y lo moderno y hay que reventarlo a base de orgasmos. Imagino a Ginsberg, ridículo con su pandereta, haciendo la pelota a Bob Dylan con su aspecto de iluminado, imagino al borracho y barrigudo Kerouac, tratando de seguir el ritmo del blues, del jazz contaminado por la guerra entre la heroína de la trompeta de Dizzy Gillespine y su afición por las centraminas y el vino barato. Vi a John Giorno escupir sobre los valores familiares y las brujas, pero ahí está claro que Diane Di Prima sabía que el río estaba lleno de los fluidos desperdigados de sus amantes.

DIU, píldoras, miembros fláccidos, sofás donde el amor y el sexo se confunden. Charlie Parker en Nueva York, en el Village está Woody y todavía no está Dylan. No importa. Importan las cartas del padre Murphy desde Tánger. Maricas de Nueva Yersey y librerías de saldo. Librerías para Bertol Brecht y Gregory Corso. Estaciones de autobuses y paradas de tren. No sabes si quiere alquitrán y neon o casas en el campo. Un fanzine en Nueva Orleas, “Climax”, jazz y poesía. MINGUS Y VIVALDI. Ezra Pound y Marlon Brando. Feminismo de verdad, el que se baja las bragas o, directamente no las lleva. Libertad absoluta. El sexo es más libre que la poesía.

Corso, lo tenía, sé que lo tenía. Los poemas de la gasolina. Escapar a Montana. Crear una comuna. Creer en el aullido de Ginsberg. En la cama con Ferlinghetti, en el piso de Leslie, un galón de vino barato y unas puñados de yerba de la buena. Jack Kerouac. Un beso largo cubierto de sangre.


«Enormes páginas, tecleadas con los estremecimientos del orgasmo, con el pulso serio del que solo quiere vivir. Páginas llenas de vida. Nuestra vida nunca será como la suya, porque somos cobardes, hieráticos, cartones de broma que saludan desde nuestros puestos de funcionario. Gracias a Diane Di Prima». </e

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Algunas palabras sobre Más Birras, del barrio a la leyenda de Jorge Martínez (Editorial Doce Robles)

El poeta y compositor Jorge Martínez es uno de los seguidores y estudiosos de la obra de Más Birras más importante de Aragón. Su pasión queda plasmada en cada una de las hojas de esta biografía editada por Doce Robles, un texto imprescindible, no solo por lo referido a la banda de Mauricio y compañía, también por la capacidad de establecer un contexto fundamental y nutritivo de la escena musical del cambio de década, tanto en Aragón como en el resto de España, además de las distintas realidades en aspectos como los tebeos, la contracultura o la relación del rock de las capitales con el medio rural.

Uno pasó varios años en la facultad de químicas de Zaragoza, haciendo lo que entonces se llamaba el Trabajo Fin de Carrera y, allí, en el bar, atento a todo, con su tupé y su sapiencia, estaba la piedra fundadora: el mítico Robbie. A la guitarra y la voz de los Golden Zippers. Mil veces le pregunté y mil me negó que fuera él. Y yo con mi fanzine y mis cafés con hielo. Cuando Santi Rex (que se encarga del epílogo) me regaló el sencillo de Golden Zippers pasados los años, pensé en acercarme a que me lo negara en la cara. Un sencillo, que sin ser Interferencias, ya era sello Interferencias y que, sin ser Más Birras, ya tenía mucho de la banda.

Es fundamental el análisis y la documentación aportada en la primera parte del libro, en todas las formaciones seminales que llevaron a la definición definitiva de Más Birras. El contexto de una Zaragoza que se movía entre los fanzines, la resaca de la I Muestra de pop y rock y otros rollos, la llegada de las noticias de una explosión cultural en la capital… todo es un crisol de periodistas, escritores y dibujantes sin los que no se entendería la repercusión posterior de la obra de los zaragozanos. Jorge indaga y da voz y voto a Javier Losilla, con esa oferta audiovisual única desde la sede de Televisión Española en Aragón en el Canal Imperial. También Gonzalo de la Figuera o incluso, claro, una aparición del grandísimo Mariano Gistaín. Esas voces, esa parte de investigación, son oro puro. Personajes como el ínclito Chema Fernández, siempre dando la cara, siempre dispuesto. El parchís de Jorge Gascón, toda la saga de los hermanos Auserón, desde Tere hasta Goyo, estos desde la calle Las Armas. Y Santiago (e imagino que Luis), haciendo zapadas con los Más Birras cuando los Radio Futura volvían a casa por Navidad.

Están los Proscritos y los Mestizos, que abrieron el camino, con arreglos diferentes, con geografías diferentes, pero pegados a las guitarras y los beatniks los primeros y a Los Coyotes y lo urbano los segundos (baile y más baile, por Peret, que diría el rey del bugalú, Juanjo). Además de compartir primeras referencias en forma de recopilaciones o VVAA como Sangre Española o Los Chicos de provincias somos así.

Está Ferrobós y está Gabriel Sopeña, con su hermano Mauricio, dándole el toque final a las composiciones. La pasión recogida por Jorge en la redacción del texto son muy precisas. En los noventa están los rockeros, están los del pop (ya asoma las primeras encarnaciones de Sergio Algora y compañía), está Viriato, el tecnopop de Luxury Beat, está la Trinidad (Novias, Niños del Brasil y Héroes) y está la periferia (guiño, guiño) desde Alagón (Los Furtivos), Huesca (Willy Giménez por rumba), Ejea (con Tako), Acolla, etc. Está el punk y el heavy, pero en el Motel Margot nos cuesta más entrar en esas habitaciones. Los anuncios de contratación de los grupos de la época incluían un teléfono de contacto y un caché. Pero el número al que llamabas, si te descuidabas, era el de la madre de Sopeña, de la de Bunbury o la de Santi Rex. Sin 976 delante, claro. La triste muerte de Charly Sebastián, la entrada de Mariano Ballesteros, Aragón tierra de saxofonistas (como cuando se encuentran con el mítico Justo Bagüeste unos años más tarde en Madrid).

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