El nutricionista de la general El nutricionista de la general

"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

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Comer mal es casi gratis y educar mal, muy barato

Ya he comentado en varias ocasiones que cuando hay más dificultades económicas se suele comer peor. Con peor me refiero a mal, no a menos. ¿Quieres pruebas?

De un aire me quedé el otro día cuando entré en un supermercado y, a la entrada, había una mesa con diversos productos de bollería industrial al precio de 1 euro. Por este precio, y en diversos formatos, se podía adquirir 4 unidades de una amplia gama de bollería industrial que iba desde los conocidos bollos con agujero a napolitanas, palmeras, etcétera, todo ello con o sin chocolate.

Bollería industrial

El mostrador estaba puesto a la entrada al lado de las cajas para pagar y no es que resultara difícil no ver los bollos, es que había que tener una cintura entrenada para poder esquivar y salvar el consabido mostrador. A ver… 0,25€ por un bollo de tamaño considerable es un precio de risa con lo que nada o casi nada puede competir. Así, no es de extrañar que una familia en apuros termine por recurrir con mayor facilidad a este tipo de soluciones tan baratas y tan poco recomendables. Al final un bocata de jamón además de más caro termina siendo más “incómodo” de preparar… y quien dice esto, dice una fruta, un lácteo… Por no hablar de lo bien que “que te merienda” un niño cuando le das estas “delicias” de supermercado y de los contentos que se quedan algunos padres (= mamás y papás, ambos)

Así pues, en las decisiones que terminan por hacernos escoger los alimentos intervienen muchísimos factores y qué duda cabe que los económicos tienen un peso importante… y que jugar en el segmento que juegan los dónuts es prácticamente imposible. Y quien dice la bollería industrial dice las grandes empresas de comida basura rápida, entre otros. Pero hay otro elemento importante, que es la educación y las presiones del medio para que nos “eduquemos” en una realidad y no en otra. Me explico.

El otro día un padre muy sensible con estas cuestiones de cómo comen nuestros hijos y sobre cómo se les educa me mandó uno de los ejercicios de discriminación visual y de mates que tenía que hacer su hijo como deberes en casa. Estoy hablando de un niño de seis años al que se le pide en un ejercicio que rodee un número concreto de elementos iguales entre un conjunto de diferentes elementos… y resulta que el conjunto de elementos diferentes está formado única y exclusivamete por alimentos pertenecientes al “grupo” de la comida basura o más llanamente por hamburguesas, patatas fritas y helados. Y no es solo eso, sino que el niño, ¡llegó a preguntar: “papá, ¿porqué todo es de McDonalds”!

Ejercicio basura

 

Mira que en la editorial podían haber escogido, melones, mandarinas y manzanas; o coches, motos y trenes, o pantalones, camisetas y faldas, o guantes, sombreros y paraguas… pero no, hamburguesas, patatas fritas y helados, ¡olé!

Quizá haya a quien le parezca una tontería pero se trata de una publicidad subliminal, que muy posiblemente se haya hecho sin darse cuenta, pero no me vale. Cuando se está educando hay que darse cuenta de estas cosas. Y así debió opinar el papá, que terminó llamando a la editorial en cuestión y, de buenas formas les expuso su parecer. Y también de buenas formas le contestaron que, sinceramente, no habían reparado en ello y que tenía razón, que normalmente se preocupan por cuestiones que puedan afectar a una discriminación sexual o religiosa, pero no alimentaria y que, pásmate, el tema de los dibujos de la comida basura lo eliminarían en la próxima edición.

Esto sí que se merece un gran «olé» por Rubén Álvarez Llovera el biólogo y papá de Alberto (el niño de 6 años) que es quien me trasladó el tema. «Olé» porque las cosas cambian en la medida que nosotros hacemos que cambien. Y este es un buen ejemplo. Aunque las cosas no estén nada fáciles… o precisamente por eso, porque es entonces cuando más falta hace.

 

¿Comer cinco veces al día es mejor que comer tres, dos o una?

Tiempo para comerLas cuestiones relativas al número de comidas que se hacen a lo largo del día figuran entre las múltiples estrategias que rodean al tema del control del peso y el adelgazamiento. Por un lado si se come menos veces habrá menos ocasiones para incorporar calorías, pero por el otro, si se come en más ocasiones es posible que se pueda controlar mejor la sensación de hambre y de este modo evitar el riesgo de atracones o picoteos no previstos. La polémica está servida. En este sentido, la mayor parte de las recomendaciones nos hablan de los beneficios de comer pequeñas cantidades más a menudo a lo largo del día.

No obstante, a día de hoy hay bastante controversia en estas cuestiones y lamentablemente, con los más recientes estudios en la mano, no hay una respuesta contundente y eficaz para todo el mundo a la hora de recomendar uno u otro patrón de ingestas.

El problema de no poder llegar a un consenso quizá radique en que hay varios factores implicados en el asunto de la frecuencia con la que se consumen alimentos. Entre los más evidentes, el control del apetito, la sensación de saciedad, el denominado efecto termogénico de los alimentos y, por supuesto la cantidad de calorías finalmente ingeridas. Con todos estos factores en liza no resulta sorprendente que  los estudios que ponen bajo la lupa la frecuencia de consumo de alimentos hayan encontrado asociaciones tanto positivas como negativas con la obesidad.

Por ejemplo, en este estudio (Eating frequency and body fatness in middle-aged men) se puso de relieve que para un mismo valor de calorías, incrementar la frecuencia de las ingestas se asoció a una menor cantidad de grasa corporal. Es decir, comer lo mismo pero en más veces se observó asociado a una menor acumulación de grasa. En este otro (Meal frequency and childhood obesity), además, se aportaba la posibilidad de que, en el caso de los niños, el incremento diario del número de comidas podría tener un efecto protector sobre la obesidad infantil siendo este un factor posiblemente independiente.

Sin embargo, otros estudios no solo no obtienen estos esperanzadores resultados sino que además concluyen en sentido contrario. En este estudio (Eating patterns and dietary composition in relation to BMI in younger and older adults), se concluye de forma bastante contundente que comer más de tres veces al día podría contribuir de forma importante al aumento de la obesidad. Y no es el único que llega a estas conclusiones o similares. Pero aun hay más, otros estudios no llegan a observar ningún tipo de relación entre el número de veces que se come a lo largo del día y su impacto sobre la obesidad.

En resumen y en consonancia con la cuestión de la actividad física, si hubiera que dejar algunos mensajes claros sobre estas cuestiones yo me quedo con las que se hicieron en este estudio (International Society of Sports Nutrition position stand: meal frequency):

1. Aumentar el número de comidas (frecuencia) no parece ser una estrategia que ayude a mejorar la composición corporal de las personas sedentarias.

2. En el caso de deportistas y personas atléticas, y dentro de un aporte de proteínas adecuado, el aumento del número de comidas en períodos de alimentación hipoenergética podría preservar la masa corporal magra.

3. El aumento de la frecuencia de comidas parece tener un efecto positivo sobre diversos marcadores sanguíneos de la salud, en especial sobre el colesterol LDL, el colesterol total, y la insulina.

4. El aumento de frecuencia de las comidas no parece mejorar significativamente la termogénesis inducida por la dieta, el gasto total de energía o la tasa metabólica en reposo. [Es decir, no por comer más a menudo se gasta más]

5. El aumento de la frecuencia de comidas parece ayudar a reducir el hambre y mejorar el control del apetito.

Así que, con todo ello mi consejo es el mismo mismito que comenté cuando abordé el tema del desayuno: ordena tu alimentación. Has de ser tú quien la controle de forma consciente… Para eso, en muchas ocasiones, a la hora de planificar el día que tienes por delante deberás de hacerlo de forma razonable en virtud de las posibilidades de tu entorno, de sus tentaciones, de la actividad física, y siempre tratando de hacer una elección adecuada de alimentos considerando también su cantidad. Que al final te salen 3 veces al día, pues estupendo, que te salen 5, pues también bien… siempre que todo lo demás se haga con sentido común.

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Imagen: David Castillo Dominici vía freedigitalphotos.net

¿Cómo puede engordar un alimento con pocas calorías y mucho azúcar?

Esta pregunta, un poco liosa en su planteamiento, me la hizo llegar una lectora y seguidora de Twitter (@Innventio) a través  de uno de los comentarios del blog. En realidad su consulta y explicaciones concretas fueron las siguientes:

Si lo que engordan son las calorías, ¿cómo va a engordar un alimento que tenga pocas calorías pero mucho azúcar? Esto viene a colación de los refrescos. En general, un refresco tiene un 10% de CDR [Cantidad Diaria Recomendada] de calorías y un 25% de CDR de azúcar. Eso significa que si en un día tan sólo me tomara 5 refrescos (nada más), habría ingerido un 25% más del azúcar recomendado, por lo que engordaría, a pesar de haber ingerido sólo un 50% de las calorías recomendadas, por lo que debería adelgazar. No lo entiendo.

Si voy a comprar un producto, por ej., yogures y quiero elegir entre varias marcas, me encuentro con que la información nutricional no es equivalente. Uno tiene más azúcar, pero otro más grasa. Uno más proteínas, pero el otro más hidratos. Así pues, ¿qué debería priorizarse para elegir aquel yogur (o cualquier alimento) más recomendable, desde un punto de vista nutricional?

Refrescos (2)

Para la primera pregunta hay una respuesta relativamente sencilla siendo que además hay al menos dos post ya publicados en este blog que lo pueden ilustrar fenomenalmente bien. Siendo concisos: la pregunta es falaz en su proposición.

Entrando más en materia. En primer lugar ten en cuenta que la capacidad “engordante” de un alimento no depende solo del alimento en cuestión y sus calorías, sino también y de forma importante de la cantidad ingerida y de la frecuencia con la que se suele ingerir  (no es lo mismo consumir una lata de refresco de ciento a viento que tomar todos los días 10 litros)

En alusión a los refrescos o zumos comerciales, siendo concretos, una lata de refresco estándar o un brick individual de zumo comercial suelen contener entre 30 y 40 gramos de azúcar. Una cantidad que empieza a ser considerable la miremos como la miremos. El caso es que si observamos los valores relativos de todos los posibles nutrientes comprobamos que al no tener ni grasas ni proteínas en cantidades significativas, prácticamente el 100% de las calorías es aportada por los mencionados azúcares. Es decir, tenga la cantidad de azúcares que tenga, son los únicos que intervienen en la suma del valor energético del producto. Para saber de forma aproximada la cantidad de calorías aportadas por los distintos nutrientes o macronutrientes te sugiero que consultes estas entradas:

¿De qué depende que un alimento tenga más o menos calorías?

Dos preguntas para intuir las calorías en un alimento

Pero, al final la pregunta del millón es ¿son pocas o muchas calorías esas 120 a 160 kcal por ración estándar de refresco? Pues son bastantes si consideramos dos aspectos: que el gasto medio diario de un adulto medio ronda las 1800 a 2.500 kcal. y, que son calorías vacías, es decir, con este tipo de productos solo se incorporan calorías, nada más: ni fibra, ni vitaminas, ni ácidos grasos esenciales, etcétera y por tanto su poder de aportar saciedad es francamente escaso. Así, detrás de un refresco, puede venir otro, y luego otro… con todas sus calorías, que no van a contribuir en modo alguno a mantener un balance cero (o negativo si se pretende adelgazar) sino más al contrario. Usando tus argumentos,  si el consumo de un refresco implica “solo” el 10% de la CDR lo que verdaderamente implica es que has aumentado en un 10% la posibilidad de excederte en tu balance calórico porque, no te olvides: estas calorías “no las vas a tener en cuenta” a la hora de regular tu ingesta de alimentos diaria. Es decir un 10% de tus calorías necesarias te las metes al cuerpo sin haber empezado a comer, sin que se acompañen de un valor nutricional más o menos adecuado y sin saciarte…

Si tomaras 5 refrescos al día (y nada más) durante un espacio de tiempo relativamente largo lo que pasaría es que en contra de lo que dices, adelgazarías (es como si te dieran diariamente un saquito con 175 gramos de azúcar con sus aproximadamente 656 kcal). No creo que tú puedas mantenerte con vida y en un buen estado de salud con tan solo 650 kcal/día. Adelgazarías y además sufrirías múltiples deficiencias nutricionales. Pero si además de comer tu minuta habitual (equilibrada en todos los sentidos), la acompañaras con 5 refrescos al día (1 a media mañana, 2 en la comida, 1 a media tarde, 1 en la cena) las probabilidades de aumentar tu peso a la larga serían considerables.

En resumen, pocas o muchas calorías, ya se trate de una persona deportista, con normopeso o con sobrepeso, que coma mucho o poco, este tipo de productos, consumidos de una forma habitual, dentro del actual contexto de nuestra sociedad (con todas sus características inherentes) implica un aumento del riesgo de: pasarse con las calorías y de no estar correctamente nutrido y, por lo tanto caer en alguna deficiencia.

Te sugiero que visites estas entradas al respecto de las calorías vacías y los refrescos:

Calorías vacías, ése concepto

¿Es el azúcar veneno?

¿Puede la compañía Coca-Cola ayudar a combatir la obesidad?

Obesidad y más en dibujos animados

Información nutricional (2)

Con respecto a la segunda pregunta déjame que te responda saliéndome por la tangente: no es preciso que mires las tablas de composición de alimentos para seguir un patrón de alimentación saludable. La mejor prueba es que a pesar de estar ahí la gente no sabe interpretarles (véase tu pregunta). Y es que no es necesario. ¿Qué tal si sigues las más elementales recomendaciones de consumo de alimentos por grupos? Te doy una serie de consejos breves y de lo demás, entiéndeme, puedes “olvidarte”:

  • Procura que tu en alimentación estén presentes diariamente al menos cinco raciones de vegetales frescos (los consumas cocinados u crudos) es decir, verdura, hortalizas y frutas.
  • En cuanto a los alimentos provenientes de los cereales elige mejor aquellos de origen integral.
  • Por lo general huye de los alimentos que en su publicidad hagan alegaciones sobre la salud y te digan lo buenos que son. Es decir si vas a comer yogur, come yogur y punto. Olvídate de todo lo demás.
  • Procura que no haya muchos alimentos altamente procesados (derivados cárnicos, bollería industrial y similares) ni tampoco platos preparados, a domicilio. Es decir, cocina lo que comes.
  • En cuanto a las carnes elige aquellos cortes más magros y menos grasos.
  • La bebida de elección será el agua.
  • En resumen, come como comería tu abuela… y por supuesto muévete.

Te dejo esta entrada con sus diversos enlaces en su interior para que te hagas idea de lo que te digo: La era de los “platillos nutrientes” y sobre todo que te quedes con este tipo de organización de menús por grupos de alimentos de la imagen inferior, más allá de lo que te digan las etiquetas de los alimentos.

Healthy eating plate

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Imagen: Iamnee y Stuart Miles vía freedigitalphtos.net y Harvard School of Public Health

¿Qué pasaría si funcionases con pilas alcalinas en vez de con alimentos?

Human BatteryNo sé si alguna vez te has parado a pensar con cierto detalle la “maravilla” que supone eso de “funcionar” como funcionamos. La pregunta es rara, lo sé; me refiero a si alguna vez has considerado el “milagro” de cómo damos respuesta a nuestras necesidades energéticas. Los coches necesitan gasolina, las televisiones enchufarlas a la red, el mando de estas las pilas, etcétera. Y nosotros… solucionamos esos requerimientos energéticos con comida. A diferencia de los elementos citados, en nuestro caso, con la ingesta de alimentos obtenemos esa energía que nos hace falta para funcionar día a día. Así, de forma genérica, a estas alturas ya sé que lo sabes, se estima que una mujer media necesita unas 2.000 kcal/día y un varón medio entre unas 2.300-2.500 kcal/día.

A lo que voy, ¿te has parado a pensar realmente cuánta energía es esta? Es decir, ¿has reparado alguna vez en, por ejemplo, cuántas pilas tendríamos que ponernos todos los días si toda esa energía que necesitamos hubiera que aportarlas con pilas alcalinas como las del mando de tu televisor?

Bien, te diré que los cálculos son sencillos, pero hay que tener una mínima base sobre las unidades físicas, así que vamos a intentarlo, ¿te atreves? Vamos con ellos:

Lo primero que hay que hacer es pasar esta incómoda unidad que son las calorías a la del Sistema Internacional de Unidades, es decir a julios (J). Si pensabas que la caloría era una unidad pequeña de energía, espera a ver el julio, te lo digo porque…

1 caloría = 4,18 julios

Para que te hagas una idea el julio es tan pequeño que equivale, más o menos, a la energía necesaria para lanzar un metro hacia arriba una pelota de béisbol o también la energía gastada por una mujer media en una centésima de segundo mientras está en reposo.

Con este dato podemos decir tanto que 2.000 kcal/día es el gasto medio de una mujer media, como que es de 8.360.000 julios/día (ocho millones trescientos sesenta mil julios al día, o bien 8,36 x 106 J/día)

Vamos con las pilas:

Cada pila del tipo AA (las de tu mando de televisor) proporcionan una carga eléctrica de unos 2,4 amperios-hora (Ah), teniendo en cuenta que tienen un voltaje de 1,5 voltios (V) y sabiendo que en términos de electromagnetismo 1 vatio(W) es igual a 1 voltio por 1 amperio, tenemos que una pila puede llegar a aportar 3,6 vatios-hora (=1,5V x 2,4Ah)

Sabiendo que en la mecánica clásica 1 vatio es igual a 1 julio/segundo y que una hora tiene 3.600 segundos tenemos que esa pila AA de nuestro mando aportará una energía equivalente a la de 12.960 julios.

Y ya solo nos queda lo más sencillo: si una pila aporta12.690 julios, para llegar a aportar 8,36 x 106 julios (que es lo que necesita nuestra mujer en un día) harán falta nada más y nada menos que… ¡645 pilas AA para un día! (=8,36 x 106 / 12.960)

Pilas_ tomblois

En resumen: La energía que precisa el patrón medio de las mujeres, 2.000 kcal/día podría ser aportada por unas 645 pilas alcalinas del tipo AA. Y en el caso de un varón medio a razón de 2.500 kcal/día se necesitarían unas 806 pilas del mismo tipo.

Como verás a continuación hay algunas ventajas interesantes en funcionar con comida y no con pilas. Por ejemplo, los aspectos económicos de la cuestión; todos sabemos de lo cara que está la cesta de la compra, lo que ha subido el pan, el aceite y la leche, y que si mira Ramón a cuánto está el salmón, etcétera. Pero por mucho que suba será difícil que se llegue a tener que invertir más de 500 € al día las mujeres y más de 630 € los hombres… que es la cifra que necesitaría invertir en pilas en vez de en alimentos. Al año, más de 182.500 € las mujeres; y cerca de 230.000 € los hombres.

Otra de las ventajas es que, probablemente, el quitarse y reponer todos los días de 645 a 806 pilas fuese más lento que seguir con nuestro rudimentario sistema de comer y obtener la energía de los enlaces químicos de los principios inmediatos de los alimentos. ¿Te imaginas que mientras estás acabando de ponerte las pilas estas “salten”? Por cierto, si esto se hace por las mañanas, antes de ir a trabajar, las mujeres en este caso tardarían menos que los hombres en salir del baño (tendrían que reponer menos pilas)

Después de tanta greguería energético-alimentaria, sólo me queda por aclarar que todos estos cálculos se han realizado contando que los seres humanos seríamos tan ineficaces en la obtención de la energía de las pilas como lo somos al hacerlo desde los alimentos. Para que te hagas una idea, solo el 20% de la energía química contenida en los alimentos que ingerimos es aprovechada en forma de energía mecánica o calorífica. Si fuésemos 100% eficaces en la obtención de la energía de las pilas “solo” necesitaríamos el 20% de las cantidades señaladas, es decir, 129 en el caso de las mujeres y 161 en el caso de los hombres.

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Esta entrada participa en la III Edición del Carnaval de la Nutrición, organizado por el blog Scientia

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Foto 1: http://mrbadger.deviantart.com/art/Human-Battery-Poster-Series-196273487

Foto 2: tomblois vía Flickr

¿Adelgazar a base de masticar chicle?

Chewing_gum_stickSé que la idea puede parecer de bombero. Bueno en realidad lo parece y también lo es, pero hay gente (¿seria?) que se ha llegado a plantear esta cuestión. El punto de partida es muy sencillo: para masticar hace falta invertir una cierta cantidad de energía, mayor que el no hacerlo, y si el chicle no aporta energía, al final se genera un gasto que podría contribuir a la pérdida de peso. Otra teoría (insisto, una teoría) es que el masticar pueda ayudar a aplacar el apetito. No digo a eliminar, pero si al menos a reducir en cierta medida unas ciertas ganas de comer.

Así que, en definitiva, no resulta tan ridículo el poder llegar a teorizar acerca de que el masticar chicle termine por ayudar a perder peso. Como te decía, por impensable que te pudiera parecer, hay gente que lo ha investigado.

Por ejemplo en 1999 en una carta al editor de la prestigiosa revista New England of Journal Medicine firmada por James Levine, un investigador  con bastante experiencia a sus espaldas en la investigación del cálculo del gasto energético, refirió haber estimado el gasto calórico “extra” por el hecho de mascar chicle. Para ello contó con 7 sujetos no obesos a los que midió su gasto energético en reposo y luego mientras masticaban un chicle sin calorías durante 12 minutos y a una frecuencia prestablecida de 100 batidas de mandíbula por minuto marcada por un metrónomo (¡menuda tensión!). Pues bien, se halló que el masticar chicle suponía un aumento medio del gasto energético de unas 11 kcal por hora más que si no se mascaba chicle. Es decir, masticar chicle supone un 19% más de gasto que si no se mastica. Con esta cifra como referencia el investigador se aventuró a afirmar que masticar chicle mientras se está despierto, al cabo de un año podría propiciar pérdidas de peso de hasta 5 kg. Conclusión que al menos a mí me parece un poco precipitada y fuera de lugar. ¡Perder 5 kilos en un año por masticar chicle! Veamos, este dato se obtiene de extrapolar el resultado del gasto por estar masticando durante 12 minutos (solo 12 minutos) a hacerlo durante todo el tiempo de vigilia (al menos no implicaría seguir masticando mientras duermes, algo es algo) y además con esa frecuencia. Sinceramente, me parece desproporcionado.

Desproporcionado en especial cuando en el mismo escrito el autor señala que el incremento del gasto con respecto al gasto basal por el hecho de permanecer de pie es del 11% y que, por ejemplo, del 106% por caminar 1,6 km. En mi opinión, al igual que no se debe, por que no se puede en la práctica, extrapolar los datos puntuales del incremento del gasto por andar 1,6 km, tampoco se deberían extrapolar los datos puntuales de masticar chicle durante 12 minutos.

Bubble gum_Enokson

Sin embargo, el tema del chicle da para estirarlo un poco más (como la propia goma de mascar) o al menos es lo que debió de pensar un equipo de investigadores en la Universidad de Alabama que en 2012 decidió llevar a cabo un ensayo clínico titulado:  Estudio controlado y aleatorizado sobre el uso del chicle para la pérdida de peso (más claro, agua) y publicado en la revista Obesity. Para ello, durante el periodo de intervención, 8 semanas (2 meses) 201 adultos con sobrepeso y obesidad, divididos en dos grupos, contrastaron la teoría de si el chicle (además de recibir información sobre alimentación adecuada) utilizándolo durante un mínimo de 90 minutos al día conduciría a mayor pérdida de peso que si solo se recibiera la información nutricional.

Y el resultado fue… que masticar chicle diariamente 90 minutos al día durante dos meses no facilita la pérdida de peso en adultos con sobrepeso y obesidad. La parte buena de este estudio es que se está bastante seguro que el grupo al que le tocó usar el chicle fue bastante escrupuloso en el seguimiento de esta pauta. Es decir, no es lo mismo que le digas a alguien que coma chicle todos los días durante dos meses, que le sugieras que corra durante hora y media todos los días.

Wrigleys Doublemint

Y para que conste de cómo sí se puede hacer buena ciencia desde la industria patrocinando investigaciones, el estudio fue patrocinado nada más y nada menos que por Wm. Wrigley Jr. Company, Chicago, IL, es decir, una empresa que fabrica y comercializa chicles. A pesar de lo negativo de los resultados para lo que me imagino les hubiera gustado a la empresa Wrigley, ahí está el estudio, publicado en una revista científica (y no en cualquiera)

Por último, nos queda el tema de si el masticar chicle pudiera aplacar las ganas de comer o el apetito. Algunas personas sostienen que el chicle les ayuda a reducir la ansiedad y que ello se traduce en una reducción de las probabilidades de picar. ¿Será cierto? Pues parece que en esto sí que hay algo más sustancioso y útil. Este estudio sostiene que el chicle podría ayuda a reducir el apetito, aun más, a reducir el deseo específico por comer algo dulce y a reducir la cantidad de comida ingerida en un picoteo. Y este otro, editado en la misma publicación que el anterior y firmado por el mismo autor, concluye de manera semejante. Pero el problema es que si bien parece que es posible que se reduzca en cierta medida el apetito y la ingesta, ¿se traducirá eso en una pérdida cuantificable del peso? Está claro que hacen falta más estudios al respecto.

Sinceramente y a modo de resumen, si adelgazar fuera tan fácil como el aplicar una solución consistente en masticar chicle, no creo que a día de hoy hubiera muchos obesos… salvo por su gusto. Que es cierto que en algunos casos el usar el chicle podría ayudar… pues pudiera ser cierto, pero no es ni mucho menos la madre del cordero.

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Esta entrada participa en la III Edición del Carnaval de la Nutrición, organizado por el blog Scientia

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Foto 1: Lusheeta vía Wikimedia Commons

Foto 2: Enokson vía Flickr

Foto 3: Hephaestos vía Wikimedia Commons

Sanos a la fuerza: lecciones de la crisis cubana

Hace poco más de un año os comentaba en esta entrada lo difícil que es que nuestra actual situación económica reportara algún beneficio en forma de salud, por ejemplo, a base de reducir las cifras de obesidad. La proposición es tan evidente como falaz: Disponiendo de menos dinero se compran menos alimentos, se come menos y así se reducen las cifras de obesidad. Sin embargo, algunos medios se hacen eco de esta amenazante controversia: la crisis económica global es uno de los principales factores del auge de la obesidad a nivel mundial en los últimos años.

Sigo manteniendo que nuestra actual situación es un campo abonado para la proliferación de ofertas alimentarias que no siendo especialmente recomendables (para incorporarlas en el día a día) terminan garantizándonos el llenar el buche por (aparentemente) poco dinero. En muchos casos comer barato significa comer peor y, claro está, muchos sucumben.

Sin embargo, cuando la crisis se presenta de forma más súbita y cruel sí que se puede sacar tajada. Esto es lo que un reciente estudio ha puesto de relieve en la prestigiosa British Medical Journal después de contrastar lo acontecido en los últimos 30 años en Cuba. En la primera mitad de la década de los 90, en Cuba, se padeció una crisis dramática. De golpe dejó de recibir las provisiones que recibía en forma de petróleo y alimentos por parte de la desaparecida Unión Soviética y además sufrió el embargo comercial por parte de los Estados Unidos. En resumen, poco que comer y mucho que moverse. Puedes consultar el estudio al completo en este enlace.

Crisis Cuba obesidad diabetes enfermedad cardiovascular 2El resultado fue claro. En tales circunstancias la población cubana perdió una considerable cantidad de peso, 5,5 kg de media, y al mismo tiempo un descenso en la mortalidad por diabetes y enfermedades coronarias.

¿Cómo fue esto posible? Sencillo, en los años más duros de la crisis se pasó, antes del año 1990, de una ingesta media de energía de cerca de 3.000kcal/día a otra de cerca de 2.400 kcal/día en 1.995. Al mismo tiempo, al inicio, el porcentaje de población físicamente activa se cifraba entorno al 30% frente al 80% en los últimos años de la crisis. Así, durante aquella crisis se hizo cierta y a la fuerza aquella frase del desaparecido y admirado Profesor Grande-Covián: Menos plato y más zapato.

Perdieron una considerable cantidad de peso y al poco tiempo de comenzar la crisis eso se plasmó en una menor mortalidad por diabetes y una menor incidencia de la enfermedad coronaria.

El problema es que una vez superada la crisis los cubanos recuperaron el peso perdido y además, añadieron una importante propina, la población engordó 9kg. ¿Cómo? Pues fácil también. Se alcanzó una ingesta media diaria de más de 3.200 kcal y la población comenzó a no ser tan activa físicamente hablando (aunque sin llegar a los niveles de inactividad anteriores a la crisis). Como resultado, en 2.002 las muertes por diabetes comenzaron a repuntar y, afortunadamente, la mortalidad por enfermedad coronaria de momento se mantiene. No desciende, pero al menos se mantiene.

Crisis cuba obesidad diabetes enfermedad cardiovascular

No todo es comer y moverse, en el periodo de tiempo estudiado (1980-2010) la prevalencia del hábito tabáquico también ha descendido de forma importante, y como cabe esperar algo habrá tenido que ver.

En resumen, los autores del estudio concluyen que:

En base a la experiencia de Cuba entre los años 1980 y 2010, existe una asociación entre la reducción de peso de la población y la reducción de la mortalidad por diabetes y de la enfermedad cardiovascular. En sentido contrario, el aumento de peso en esta población implica cambios del mismo sentido en la diabetes y la salud cardiovascular.

En resumen, las características de aquella crisis cubana y la que actualmente sufrimos parece que tienen poco que ver. Por un lado, la población cubana era mucho más homogénea en cuanto a niveles de salud, renta y nivel educativo, frente a la amplia heterogeneidad de nuestra población. Por otro lado las particularidades de la crisis también son completamente diferentes, aquella afectó hasta el punto de la drástica reducción, por no decir eliminación, del transporte público y no digamos del particular (por el petróleo), condicionó los sistemas productivos y la obtención de alimentos, cosa que aquí, de momento, parece que estamos alejados. Pero el mensaje para ti, lector individual, por tu salud, sigue siendo el mismo de siempre: come mejor, come menos y muévete más.

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Esta entrada participa en la III Edición del Carnaval de la Nutrición, organizado por el blog Scientia

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¿Hay engaño en las calorías de la información nutricional?

Calorías en 5 alimentos

La cantidad de calorías que aporta un producto es uno de los elementos imprescindibles cuando de modo obligatorio o de modo voluntario está presente la conocida información nutricional.

A mi juicio, el dato concreto de las calorías me parece relativamente poco útil. No obstante, también reconozco que no son pocas las personas que se mueven o que terminan decantándose por una u otra opción en virtud de las calorías que el producto en cuestión dice que tiene. Así entendido, en esta sociedad de eterna lucha contra la caloría de más, no es impensable que las distintas marcas terminen incluyendo a la baja la información sobre el valor energético del producto en cuestión. Hasta cierto límite, claro.

Sobre la fiebre de aportar las calorías de prácticamente todo lo que se come nos habla este interesante video publicado en la página web del The New York Times. Pero el verdadero fin de este video de tan apenas 6 minutos es poner de manifiesto que el valor energético aportado en la información nutricional es con mucha frecuencia poco ajustado a la realidad y casi siempre a la baja. A modo de resumen, en el video se compara el valor calórico declarado en distintos alimentos con su valor energético real obtenido a partir de una bomba calorimétrica.

A partir de las diferencias obtenidas en 5 productos, que acumulan un error entre lo declarado y hallado de 548 kcal., el narrador pone el grito en el cielo y sinceramente yo lo veo para tanto. De entrada resulta que de los cinco, un único producto es el responsable del 58% de la desviación. Se trata precisamente del sándwich que más “alegaciones” hace en su publicidad: que si es vegetariano, que si es kosher, con productos ecológicos, etc. Ya lo siento por el productor o guionista del video, pero no hacían falta bombas calorimétricas para constatar que las 228 kcal. que dice que aporta en su envoltorio es más falso que un billete de 13 euros. A poca idea que se tenga de nutrición es fácil caer en la cuenta que cada rebanada de ese pan de molde ya te pueden aportar cerca de 100 kcal., y el relleno aparte, claro.

Que sí, que se obtienen muchas diferencias, pero es materialmente imposible que las calorías declaradas de forma genérica sobre un producto coincidan con las obtenidas a partir de una única medición. Además, las mediciones se realizan con un único aparato, no hubiera estado de más el contrastarla en otro laboratorio.

En fin, en mi opinión una curiosidad más sin mayor trascendencia, porque entre otras cosas ¿sabes tú cuántas calorías gastas exactamente cada día? Yo no. El andar obsesionado contando calorías de forma detallada no es ni de lejos la mejor estrategia para seguir una alimentación equilibrada. Por mucho que a los norteamericanos, o a quien sea, les parezca que sí.

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Nota: Esta entrada no hubiera sido posible sin que mi vecino bloggero Runstorming (@_spanjaard) me hugiera puesto sobre la pista de esta información ¡gracias Luis!

Los 10 alimentos que más calorías aportan en la dieta de los americanos

PizzaDe acuerdo con la comisión consultiva sobre las guías alimentarias americanas (un panel compuesto por expertos en nutrición) los estadounidenses comen muchas más calorías de las que solían consumir tiempo atrás. Sí, es cierto, no hace falta ser un experto para llegar a estas conclusiones que como bien te imaginas podría hacerse extensiva en cierta medida a una buena parte de la población.

 

Según esta comisión, muy pocas personas siguen las directrices dietéticas entre las que se encuentran el hacer un consumo extensivo de vegetales, verduras, legumbres, frutas, cereales integrales y productos lácteos bajos en grasa. En su lugar se atiborran de alimentos elaborados a partir de cereales refinados y también de otros alimentos portadores de mucha grasa, azúcar y, por tanto, de muchas calorías.

Así, las principales fuentes de calorías en la dieta de los americanos son, en orden:

1. Dulces y alimentos con una sobreabundancia de hidratos de carbono sencillos tales como postres dulces, pasteles, galletas, donuts, patatas fritas y barritas de cereales.

2. Pan confeccionado con harinas refinadas y levadura (nota: este elemento podría haber estado también contemplado en cierta medida en el punto anterior, supongo que será una “licencia” para llegar a confeccionar un “decálogo al uso”.

3. Platos preparados a base de pollo o en los que el pollo es un ingrediente importante (nota: quiero entender que aunque la redacción de este elemento es tal cual, supongo que el exceso de las calorías es más por el resto de ingredientes, salsas, etc. que por el propio pollo)

4. Bebidas refrescantes con gas, energéticas y “para deportistas”.

5. Pizza.

6. Bebidas alcohólicas.

7. Pasta o platos a base de pasta.

8. Platos preparados de estilo mejicano.

9. Platos preparados de carne o con derivados cárnicos.

10. Derivados lácteos, normalmente en forma de “postres”.

Bien, creo que a modo de ejemplo nos podemos hacer idea. Según mi opinión, salvo detalles demasiado “locales” creo que nuestro mal estilo de alimentación tiene también unas características similares. Así que ya sabes eso de que “cuando veas las barbas de tu vecino recortar…”

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Foto: Talarico’s

¿Ayuda una ensalada a controlar las calorías ingeridas?

En la entrada del otro día “Guía de supervivencia para las comidas navideñas” en un comentario de “Adriana” me preguntaban lo siguiente:

Hola! Esta entrada está muy interesante, especialmente para personas como yo con Colón irritable y que solemos sufrir en estas fechas. Hace un par de años los excesos navideños me ganaron una tarde en el hospital por un ataque feo de gastroenteritis :/ y desde ese día veo con miedo estas fechas. También aprovecho para preguntar sí tienes links a los estudios que citas en el punto 4, siempre que me entero de este tipo de cosas me gusta documentarme lo más posible

Y me parece oportuno el responderle a partir de esta entrada con algunos estudios que apuntan la posibilidad de ejercer un mayor control sobre la ingesta dietética total, en especial en relación con las calorías, a partir de incluir determinados alimentos en las comidas diarias:

Ensaladas y saciedad: la densidad energética y el tamaño de la ración del primer plato como condicionantes de la ingesta energética de las comidas (Journal of the Academy of Nutrition and Dietetics, 2004): En este ensayo clínico se concluyó que empezar por un primer plato de baja densidad energética (pocas calorías para el volumen de alimento), como por ejemplo las ensaladas aumenta las probabilidades de sentirse saciado antes y por tanto de reducir la cantidad de calorías totales ingeridas en esa comida; y que, por tanto, el consumo de raciones importantes de este tipo de alimentos al inicio de una comida podría ser una estrategia eficaz para el control de peso. (Población del estudio: 42 mujeres)

Las raciones grandes de sopa de verduras al inicio de una comida condicionan la ingesta total de energía y la de vegetales en el caso de los niños (Appetite, 2011 y Obesity, 2008 en este enlace): En este otro estudio se observó que el ofrecer una sopa de verduras como primer plato en el caso de los niños resulta una estrategia efectiva para reducir el consumo de calorías de los segundos platos, además de servir (como no podía ser de otra forma) para aumentar el consumo de vegetales. (Población del estudio: 72 niños de ambos sexos de entre 3 y 5 años)

Incorporar verduras como ingrediente no principal en una receta es una estrategia efectiva para reducir el ingreso de calorías y aumentar la ingesta de vegetales (Journal of the Academy of Nutrition and Dietetics, 2011): El estudio pone de manifiesto que el incorporar cantidades importantes de verduras troceadas o incluso en forma de puré en algunas recetas podría ser una estrategia válida para obtener una reducción sustancial de la ingesta de energía y un aumento en la ingesta de vegetales en la dieta de los adultos. (Población del estudio: 41 hombres y mujeres)

Efecto del consumo de fruta presentada de formas diferentes en la saciedad y en el total de calorías ingeridas (Appetite, 2009): Que la fruta entera ofrece una mayor sensación de saciedad que el zumo de esa misma fruta está bastante asumido, sin embargo, pocos estudios profundizan en cómo afecta, si es que afecta, el consumo de estas diferentes formas de presentar la fruta en el ingreso total de calorías. Utilizando solo manzanas (enteras, en puré y en zumo) aportadas justo antes de comer, en este estudio se observó que, en general, la manzana entera aumentaba más la saciedad que el puré y que su zumo y que además, la adición al zumo de fibra no aumentaba de forma significativa la saciedad. El efecto de alcanzar una mayor “plenitud” se concretó además en una menor ingesta energética posterior. Por tanto, según este estudio, el consumo de fruta (entera) al inicio de una comida podría reducir el consumo de energía. (Población del estudio: 58 adultos) Es preciso mencionar que esta es la única razón válida por la que en ocasiones se menciona que la fruta hay que comerla fuera de las comidas o antes de comer (sea o no sea esta una práctica culturalmente aceptada, que yo creo que no lo es) Por tanto, el resto de explicaciones que se suelen dar (que fermenta, que no se digiera, que no se aprovechan sus nutrientes, etc.) para seguir esta pauta son un mito más de la “sabiduría” popular.

Estrategias dietéticas para la prevención y tratamiento de la obesidad (Proceedings of the Nutrition Society, 2010) En este caso se trata más de un documento que aborda las cuestiones relatadas en el título mencionado que de un estudio como tal, pues bien, entre todas esas estrategias dietéticas se sugiere que la incorporación de verduras y hortalizas como primer plato (alimentos de escasa densidad energética) además de poder contar con la posibilidad de hacerlo en forma de sopas y purés, favorecen estadísticamente el realizar ingestas energéticas más contenidas con posterioridad. También se mencionan aspectos relativos al tamaño de las raciones y otras cuestiones relacionadas tanto en población adulta como infantil. En resumen, creo que se trata de un útil documento, con una amplia bibliografía y que se encuentra íntegramente disponible en línea.

Espero que esta respuesta sirva a “Adriana” y al resto de lectores a comprender mejor el punto 4 de la entrada “Guía de supervivencia para las comidas navideñas

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Foto zanahoria: tim geers

Foto tomate: Philippe Put

Escolares norteamericanos protestan en un vídeo musical por la reducción calórica en sus comidas

Pues sí, como lo oyen, algunos estudiantes están descontentos con las nuevas iniciativas gubernamentales que han modificado el contenido energético que los estudiantes reciben en el colegio a la hora de comer. Estas medidas se enmarcan dentro de la campaña genéricamente denominada “Let’s move” (“En marcha”) y está liderada por Michelle Obama. Con ella se trata de poner coto a la epidemia de obesidad infanto-juvenil de los escolares norteamericanos. Algunas de estas medidas consisten en la reducción calórica y en un nuevo replanteamiento del contenido de los alimentos presentes a la hora de la comida.

Pues bien, a algunos de ellos no les ha gustado ni un poquito ya que según ellos el nuevo plan de comedores escolares implica unos cambios poco adecuados a su situación. Entre ellos, la reducción de 200 a 400 kcal por comida, la inclusión de más fruta y verdura, y la única posibilidad de que los alimentos lácteos que se les suministran sean desnatados o bajos en grasa…Y todo ello les hace sentirse hambrientos, sin energía para las actividades escolares y les obliga a que una vez finalizado el colegio tengan que “arrastrarse” hasta casa para que les alimenten sus madres.

Esta protesta capitaneada por estudiantes de la St. Mark’s Charter School en Colwich (Texas) está teniendo un impacto relativamente importante en los medios y en las redes sociales (al menos en su país) ha empleado una conocida canción del grupo “FUN” titulada “We are Young” (“Somos jóvenes” –y no, no tiene nada que ver con aquella homónima del “Dúo Dinámico”-) y la han versionado de manera sublime  a mi modo de ver. Ellos la han titulado “We are Hungry” (“Estamos hambrientos”). En el vídeo plasman a su manera como la falta de sustento les hace desfallecer en las actividades deportivas y como los más pequeños tienen que volver a casa arrastrándose literalmente por la falta de energía. Se puede acceder al vídeo a través directamente de youtube en este enlace y obtener así su letra para una mejor comprensión.

Bien, antes de pasar a comentar de forma concreta algunos de los aspectos de su mensaje, déjenme decirles que me parece un trabajo sensacional y que parte de razón no les falta, además, claro está, de haber escogido para su reivindicación un grupo y en concreto un tema musical que me encantan.

 

A los chavales no les falta razón. En mi opinión es un error el circunscribir el número máximo de calorías que van a recibir todos los estudiantes en el colegio a la hora de comer. El error como ya se habrán fijado es el de “café para todos” ya que a unos les servirá y a otros no. La campaña desarrolla la ley del Acta de Salud y Nutrición Infantil aprobada en 2010 e implica que los estudiantes de secundaria reciban ahora de 750 a 850 kcal por comida frente al mínimo anterior establecido en 825kcal/comida. Por su parte las nuevas directrices llevan a que en el caso de los estudiantes de primaria estos reciban un máximo de entre 550 a 650kcal/comida frente al mínimo anterior situado en 633kcal/comida.  En mi opinión más les valdría fijarse en el contenido de las bandejas que en el monto final de las calorías y, de esta forma, dejar hacer al hambre de cada uno a partir de alimentos más saludables (aunque este tema también está presente en el Acta de Salud y Nutrición Infantil)

Otro aspecto que tiene implicaciones con este tema es que ahora los niños se han visto “sorprendidos” por la necesidad de llevarse desde caso un almuerzo para la media mañana o incluso una merienda… acciones que por mucha tradición que se tenga parece que no es la costumbre actual.

En resumen, la iniciativa me parece genial, es normal que con las nuevas medidas sientan más hambre que la que antes sentían tras haber comido. Pero ahora tienen la oportunidad de hacerlo mejor, con mejores alimentos y también a base de incluir un pequeño almuerzo  a media mañana y una merienda a media tarde, es decir, de comer más veces al día, en vez de ponerse como boas a la hora de la comida y pretender que esa comida les sirva casi para todo el día.

Y ya que estamos, me despido con la versión original del tema de FUN