El nutricionista de la general El nutricionista de la general

"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

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Nuevo libro: Mamá come sano; guía indispensable en embarazo y lactancia

mama-come-sanoLa paternidad en general… la maternidad más en concreto, o lo que es lo mismo el saberte responsable en última instancia de una criatura que depende absolutamente de ti (padres en general y madres de nuevo más en concreto) obliga a que muchas personas se decidan a ponerse las pilas en eso de la alimentación saludable. Los hijos son un gran motor de cambio (te lo conté en este post), o al menos de buenos propósitos (ya veremos cómo se terminan por materializar) y conste que me parece fenomenal… tal y como dice el refrán, nunca es tarde si la dicha es buena. Los cambios, si son para mejorar, siempre serán bien recibidos.

Las estrategias para propiciar esos cambios pueden ser varias y no tienen por qué ser excluyentes… que si consultar con un profesional, investigar en Internet, hacerse con un libro que de forma monográfica aborde estas cuestiones, etcétera. Pues bien, en este último caso tienes un texto que debiera ser de referencia para todas aquellas madres-padres que en la aurora de la maternidad deciden poner un poco de cordura entre tanto mito y tanta controversia que hay en el terreno de la alimentación de la mujer embarazada y lactante. Pero voy a ir más allá.

Mamá come sano” escrito por Julio Basulto debiera ser un libro de lectura-consulta obligada para todos aquellos alumnos y profesionales de la nutrición humana y dietética (para los dietistas nutricionistas) ya que resume de forma magnífica las cuestiones más candentes entorno a la alimentación en este episodio de la vida de la mujer. Estoy hablando de averiguar, por ejemplo, hasta qué punto influye la alimentación en la fertilidad; aclarar la sempiterna cuestión de “comer por dos” en el embarazo; el papel de múltiples nutrientes como el ácido fólico, el yodo, la vitamina B12; el de otros elementos de los estilos de vida como el tabaco o el alcohol; los famosos suplementos; el uso de “plantas medicinales”; la mayoría de los alimentos más conflictivos (algas, café, aditivos…); la cuestión del peso antes, durante y tras el embarazo; el vegetarianismo en el embarazo y la lactancia; etcétera. Y todo ello con el estilo al que nos tiene acostumbrado Julio (padre de otras obras como No más dieta; Secretos de la gente sana, Se me hace bola y Comer y correr) es decir, aportando una apabullante bibliografía tanto en calidad como en cantidad (toda ella recogida al final de la obra) con el fin de que el lector así interesado siga por su cuenta tirando del hilo y contrastando opiniones sobre aquello que más le interese.

No merece la pena entretenerse mucho más para alabar el trabajo de Julio que ha terminado en una obra especialmente actualizada en el conocimiento de esta materia y que carece de defecto alguno. Antes de despedirme hacer mención a los dos grandes teloneros que acompañan a Julio Basulto en “Mamá come sano”. Se trata del prólogo a cargo del pediatra Carlos González (superlativo) y el epílogo de la mano de Eva Hache (estupendo).

Par despedirme no me resisto a dejar aquí por escrito parte de prólogo que Carlos González destina a explicar la finalidad del libro que, aunque sencillo en su planteamiento, no deja de ser revelador.

No se trata, pues, de hacer un “sacrificio” durante unos meses para luego volver a comer patatitas y refrescos, sino de dejar de sacrificarnos, dejar de sacrificar nuestra salud en el altar de la moda y de la publicidad, y aprender a comer normalmente el resto de nuestras vidas. Porque lo que de verdad va a influir a largo plazo en la salud de nuestros hijos no es lo que hemos comido en el embarazo (que influye solo un poco) ni lo que comemos durante la lactancia (que no influye casi nada), sino los hábitos que adquirirá comiendo a nuestro lado durante los próximos veinte años o más.

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Compa «Mamá come sano»

Nuevo libro: Alimentación inteligente, cocina saludable

Alimentación inteligente, cocina saludableUn libro que hable de las cosas que pasan en una cocina, que implique a los alimentos y trate de nutrición es fácil que llame mi atención.

Alimentación inteligente, cocina saludable es un libro necesario en el sentido de que no es ni un recetario ni un libro de nutrición al uso. Su autor, Antonio Palomar (@GarcPalomar), define su obra como un libro de “nutrición culinaria”. Con esta definición y conociendo mi especial interés por promover la vuelta al uso de la cocina (sí, he dicho la vuelta) como elemento promotor de una mejor salud tal y como he puesto de relieve en ocasiones (por ejemplo aquí y aquí) era inevitable dedicarle un post.

La obra aporta respuestas sensatas y contrastadas a buena parte de todas aquellas dudas y preguntas que rodean el acto alimentario, haciendo destacar que el cómo comemos es tan importante como el qué. De forma más o menos consciente cada día que pasa tomamos decenas de decisiones vinculadas a la cocina… cuando por ejemplo nos planteamos cenar de una forma y no de otra, o consumir un plato en frío o en caliente, o pelar una fruta o comerla directamente, el asar o freír, etcétera. Todas esas decisiones, a la larga van caracterizar nuestro hábito alimentario particular y dejarán su impronta sobre la salud, y el libro de hoy nos aporta buena parte de todas estas cuestiones, para que tomemos esas decisiones conscientes e informadas.

Así, a lo largo de 24 intensos capítulos Antonio Palomar, médico y divulgador sanitario, desgrana las más habituales cuestiones vinculadas al hecho de alimentarnos: la importancia de cocinar frente al no hacerlo; cómo articular una dieta saludable; descubrir la importancia de los sentidos en nuestra alimentación; porqué de las ventajas de que en nuestra dieta haya una porción considerable de alimentos vegetales; el papel de los alimentos encurtidos, fermentados y germinados; el de la industria alimentaria; las características del aceite de oliva; las diversas virtudes y riesgos de los distintos método de cocinado (freír, asar, parrilla, hervido, la plancha…), el uso y beneficios de las especias y hierbas frente a la sal; las diversas formas de endulzar; las características de los distintos materiales y utensilios empleados como menaje de cocina… para terminar concluyendo con una serie de rápidos y eficaces consejos sobre nutrición culinaria a la hora de preparar las más diversas recetas.

Sin lugar a duda, un libro del que poder sacar provecho durante mucho tiempo ya que, al menos desde mi punto de vista, me parece una interesantísima obra para contar con ella como material de consulta, quizá más que para leerla del tirón. En cualquier caso indispensable en la librería de mi cocina.

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Del magnesio, la gimnasia y la magnesia

Gimnasia

En el mundo de las modas nutricionales hay dos actores que están pegando fuerte al respecto de sus beneficios en esa actitud ridícula que plantea la suplementación metódica para la mayor parte de los mortales en estas latitudes. Actitud que al mismo tiempo es muy mediática y efectista, y que por tanto goza de una aceptación popular sin parangón… o al menos con el mismo nivel, que otras estulticias nutricionales de moda. Me refiero a la suplementación en general y más en concreto hoy, la que implica el uso del magnesio y del colágeno. En este post me referiré solo al primero.

Ya lo dice el refrán, no conviene confundir la gimnasia con la magnesia en clara alusión a lo fácil que puede resultar a primera vista confundirse con una terminología que, aunque parecida, nada tiene que ver con el fin último. Con permiso de mi vecino ‘Ya está el listo que todo lo sabe’ con esta expresión se trata de definir, la confusión que subyace entre dos elementos cuya relación es en definitivas cuentas irrelevante para lo que se discute.

La era del nutricionismo: suplementar vale para todo

Sé que en estas cuestiones suplementadoras la culpa de todo, en esencia, recae en Súper-ratón. Si bien el personaje en sí no es el culpable, sí que lo es la equívoca filosofía nutricional que arrastramos desde mediados de siglo XX y que a esta estrella de los dibujos animados de la época le tocó encarnar. Súper-ratón es-fue esa figura de dibujos animados que animó a tantos y tantos niños, y también mayores, a supervitaminarse y mineralizarse cuando a cada semana que pasaba, en el más estricto ambiente científico, se descubría una nueva función fisiológica de esos nutrientes (principalmente vitaminas y minerales). Con este ratón cachas de capa roja se abrió de par en par la puerta mediática al nutricionismo. Con él, todo el mundo quería tomar calcio para tener unos huesos más fuertes, incorporar hierro para tener unas defensas a prueba de cualquier infección, fósforo para fomentar la función cognitiva, vitamina C para ser inmune a cualquier infección, la K para poseer una cicatrización perfecta… etcétera, etcétera y etcétera.

 

Hoy en día súper-ratón ha sido reemplazado, en el plano más legal posible, por el Reglamento Europeo 432/2012 sobre declaraciones autorizadas de propiedades saludables de los alimentos y del que ya he hablado en varios post… por ejemplo en este y en este otro.

Todos los alumnos de Nutrición Humana y Dietética han estudiado para su segundo año de universidad las incontables funciones de cada uno de estos nutrientes, ya sean vitaminas y nutrientes. Más les vale, ya que saben que luego les caerán en el examen.

En concreto: el magnesio

Desde el más estricto punto de vista nutricional, el magnesio es un mineral esencial (como el resto de minerales que se consideran nutrientes) cuya aportación dietética es imprescindible para contar con una oportuna salud y por tanto para disfrutar de una adecuada funcionalidad. Esos alumnos de los que hablaba y el propio RE 432/2012 saben que desde el punto de vista académico (y ahora legalmente) al magnesio se le pueden atribuir no menos de 10 funciones en el marco fisiológico, a saber:

  • El magnesio ayuda a disminuir el cansancio y la fatiga,
  • El magnesio contribuye al equilibrio electrolítico,
  • El magnesio contribuye al metabolismo energético normal,
  • El magnesio contribuye al funcionamiento normal del sistema nervioso,
  • El magnesio contribuye al funcionamiento normal de los músculos,
  • El magnesio contribuye a la síntesis proteica normal,
  • El magnesio contribuye a la función psicológica normal,
  • El magnesio contribuye al mantenimiento de los huesos en condiciones normales,
  • El magnesio contribuye al mantenimiento de los dientes en condiciones normales,
  • El magnesio contribuye al proceso de división celular.

Que no es poco. En realidad se tienen detalladas más de 300 rutas metabólicas en las que este mineral está implicado, pero con las legales y expuestas ya hay más que suficiente para purgar la maquinaria publicitaria y anegar el conocimiento popular con las más fantásticas virtudes asociadas al hecho de suplementar nuestra dieta con magnesio.

A pesar que lo de las funciones está muy bien, hay una serie de elementos que no son de dominio general por una parte importante de los consumidores de a pie, veámoslas:

¿Necesitamos más magnesio?

En realidad la pregunta adecuada sería ¿necesitamos más magnesio que aquel que se incorpora en el marco de una pauta de alimentación justamente establecida? O más allá… ¿Existe algún riesgo para la población española de no incorporar suficiente magnesio con la dieta y, de esta forma, aumentar el riesgo de no asegurar la realización de algunas de las funciones metabólicas en las que este mineral está implicado? Las respuestas, claras y contundentes, son que NO y que NO respectivamente. NO al cuadrado y en mayúsculas.

Y es que resulta que cuando se evalúa la calidad de la dieta de los españoles en virtud de la presencia de diversos nutrientes (por ejemplo en el caso de la encuesta ENIDE) se pone de relieve que “toda la población, excepto las mujeres menores de 24 años (y por poco), está cercana o por encima del 100% de los valores de ingesta de referencia para el magnesio

Al mismo tiempo la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) sostiene en una consulta referida a los beneficios del magnesio, que los efectos de su incorporación en la dieta pueden ser fácilmente alcanzables a partir de una planificación adecuada en la ingesta de alimentos (es decir sin suplementeos).

¿Es difícil encontrar la cantidad necesaria de magnesio en los alimentos?

Pues no. Aunque para ello es preciso seguir un patrón de alimentación bien planificado. Las fuentes alimentarias de magnesio son variadas y por lo tanto no sería preciso recurrir a la suplementación si existiese una adecuada planificación. Se considera que los vegetales de hoja verde (acelgas, espinacas, coles, los frutos secos, las legumbres, las patatas y todos aquellos productos elaborados a partir de cereales integrales… entre muchos otros alimentos, son una buena fuente dietética de magnesio (puedes comprobarlo tú mismo a partir de esta herramienta o consultar algún que otro artículo al efecto).

Clorofila a

A modo de curiosidad me apetece comentar que al igual que el hierro forma parte de la estructura molecular de la hemoglobina dentro del anillo tetrapirrólico, en el caso de los vegetales este átomo de hierro es sustituido por uno de magnesio en la estructura de la clorofila. De aquí que los vegetales de hoja verde –los órganos en los que se realiza la fotosíntesis y que son especialmente ricos en clorofila- sean una fuente dietética de este mineral.

La injusticia del magnesio

Una de las personas que a día de hoy se ha encargado de personificar la absurda necesidad de suplementar la dieta con magnesio es Doña Ana María Lajusticia. Una mujer química de formación y de considerable edad que tiene un especial ‘encanto’ para comunicar los casi milagrosos beneficios de este tipo de suplementación. Más habitualmente los que se derivan de combinar el magnesio y el colágeno. Sin embargo, su mensaje, suscrito al nutricionismo más galopante (es preciso recordar que cuando Súper-ratón vio la luz en Estados Unidos esta mujer contaba ya con 16 años) goza en mi opinión de un importante conflicto de intereses cuando se conoce que ella misma comercializa una línea de suplementación en la que, como no podía ser de otra forma, el magnesio y el colágeno desempeñan un papel protagonista (juntitos e incluso con sabor a fresa). Tanto en su línea de producto como en las diversas intervenciones mediáticas en las que se le ha visto recientemente, esta venerable mujer hace proselitismo de la práctica suplementadora en un batiburrillo cientifista con el que no rehúsa echar mano del recurrente latiguillo de las conspiraciones sanitarias para explicar cómo se busca mantener enferma de forma crónica a la población mientras a esta se le ocultan una serie de conocimientos y remedios muy sencillos que ella comercializa.

En resumen

Si yo fuera tú, a modo de consejo final y frente a cualquier propuesta de suplementación que aluda al magnesio me quedaría con el mensaje de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria cuando dice que la cantidad de magnesio que se precisa para gozar de una salud adecuada se puede obtener sin problemas a partir de una adecuada planificación dietética (como por ejemplo esta de aquí).

Además, me gustaría que tuvieras presente esta entrada en la que se pone de relieve el porqué aportar de más algo que se ha contrastado beneficioso no tiene por qué suponer precisamente ninguna ventaja, sino más bien lo contrario.

Y por último, recuerda que ninguna pauta de suplementación debería servir para arreglar un patrón de alimentación deficiente.

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Imagen: imagerymajestic vía freedigitalphotos.net y wikimedia commons

No te preguntes si alguien sigue la dieta paleolítica… él te lo dirá

El concepto de paleo dieta en mi opinión parte de una hipótesis, plausible, pero en definitivas cuentas una hipótesis, que sostiene que buena parte de las enfermedades metabólicas actuales más prevalentes son fruto de una disonancia evolutiva entre lo que “estamos diseñados” para comer y lo que finalmente estamos comiendo. Todo ello se podría enunciar, muy en resumen, afirmando que la dieta occidental actual nos enferma porque se aleja en gran medida del patrón dietético que tenían nuestros antepasados recolectores-cazadores.

Hombre paleolítico

A pesar de que la fiebre paleodietética está ahora alcanzando unas cotas importantes, es preciso conocer que no es un planteamiento precisamente actual, pudiendo encontrar las primeras propuestas en este sentido hace más de 30 años.

Sin embargo no ha sido hasta ahora que podamos encontrar una definición más formal de dieta paleolítica acudiendo a la base de datos de términos médicos de la  Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos que acaba de actualizar su contenido incorporando el término dieta paleolítica, y que más o menos dice así:

Se trata de un plan nutricional basado en la presunción de la dieta que seguían los antepasados del ser humano en etapas pre agrícolas. Se compone principalmente de carne, huevos, nueces, raíces, frutas y verduras frescas; y excluye los cereales, las legumbres, los productos lácteos y los azúcares refinados.

Existen pocas dudas al respecto de que la dieta que sigue buena parte de la población del primer mundo es bastante mejorable, al tiempo que, en general, buena parte de las propuestas paleodietéticas son bastante más recomendables que esa dieta a la que me he referido como “bastante mejorable”. De hecho, reconozco que nuestro actual patrón de consumo de alimentos es excesivo en productos que son ricos hidratos de carbono refinados (principalmente en forma de azúcares añadidos) ácidos grasos trans y sodio… al tiempo que pobres en fibra, determinados ácidos grasos que sin ser obligatoriamente esenciales son especialmente beneficiosos para nuestra salud y otros micronutrientes. Pero al parecer, reconocer que la forma en la que comemos no es la más adecuada y que es preciso, por salud, incentivar otros modelos alimentarios no basta para convertirse y ser distinguido como un seguidor y promotor de la paleovida; ya que de otro modo a estas alturas yo sería un paleonutricionista… y va a ser que no.

Sombras en la paleo-dieta

El caso es que hay paleocosas que no me convencen en absoluto ya que hay bastantes zonas oscuras en sus planteamientos. La primera pega que le veo es que es prácticamente imposible encontrar un consenso al respecto de cuáles son sus preceptos ni tan siquiera entre sus más fervientes defensores. Mientras algunos especialistas aconsejan el consumo de ciertos alimentos y no de otros o de un cierto reparto de macronutrientes, otros autores discrepan y proponen planteamientos sensiblemente diferentes. Este matiz no debiera ser demasiado preocupante habida cuenta que esta misma pega la podemos encontrar en otros planteamientos dietéticos más convencionales y tradicionales como la dieta mediterránea. Dieta de la que tampoco es fácil encontrar unanimidad en sus planteamientos más básicos.

Para continuar con otra gran pega, para mí la mayor desde un punto de vista más definitorio, es que al llamar “dieta paleolítica” a este planteamiento hay que reconocer que el periodo paleolítico abarca la friolera de… ¡2,8 millones de años! ¿Acaso la especie humana siguió el mismo patrón dietético y de estilo de vida durante 2,8 millones de años como para poder etiquetar ahora esa dieta con la marca paleolítica? ¿Acaso siguieron las distintas tribus, clanes y estirpes los mismos patrones con independencia de su localización geográfica? Imaginemos las dietas de tribus de América y de Eurasia ¿no crees que habría diferencias significativas en su patrón alimentario?

El caso es que los antropólogos y los historiadores tienen bastantes problemas para identificar el patrón alimenticio de los asentamientos humanos con tantos años… pero lo que sí se tiene bastante claro es que comían lo que pillaban y desde luego el colesterol, la glucemia o el ácido úrico no iban a ser elementos que condicionaran su dieta. Es más muchos especialistas coinciden en reconocer que en determinadas zonas y épocas del paleolítico se comían legumbres y cereales.

Por último en el apartado de sombras, no podemos olvidar que al hilo de los planteamientos paleodietéticos se están haciendo fabulosas, al tiempo que descontextualizadas alegaciones de salud derivadas de su seguimiento tal y como refiere Edzard Ernst en su muy recomendable blog (estar más ágil y fuerte, tener más resistencia, ser menos vulnerable a los antojos, aumentar la libido, una mayor claridad mental, tener una piel y unos ojos más claros… entre otros muchos y pretendidos beneficios… entre los que no falta la pérdida de peso)

Luces en la paleo-dieta

Lo anteriormente expuesto no quiere decir que las propuestas dietéticas y de estilo de vida de quienes promueven comer “paleo” sean dañinas, ni mucho menos. Es más, estoy casi seguro que el seguimiento de aquellas directrices dietéticas amparadas bajo el paraguas “paleo” en contraposición al actual patrón dietético sea más beneficioso que perjudicial. Es cierto que hay estudios esperanzadores que ponen de relieve los beneficios de comer-vivir paleo… pero, todo hay que decirlo, las evidencias sólidas son bastante escasas habida cuenta de lo escaso que suelen ser las muestras en estos estudios. Además, esos buenos indicios se observan para enfermedades como la diabetes y no para fruslerías como el aumento de la libido o similares para lo que no hay nada… de nada.

En cualquier caso, sigo opinando que los beneficios encontrados se hallan detrás más del abandono de los descabellados estilos de consumo actuales (ricos y abundantes en alimentos procesados, refrescos, cereales refinados, etcétera) que del seguimiento de planteamientos paleo, en los que prescindir de la leche, los cereales o las legumbres, por definición) me parece más un suvenir sin sentido de este nuevo negocio, que un motor de los posibles beneficios hasta ahora hallados.

En resumen, mi opinión sobre movimiento “paleo” al menos en lo que a dieta se refiere, es que me parece una moda auspiciada por ciertos empresarios que, apoyados en determinados científicos, han querido explotar (una vez más) la ingenuidad de la población en materia de alimentación aprovechándose de un cuento muy, muy viejo y que además no sabemos realmente como fue pero que suena muy idílico.

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Nota: El blog bajará la persiana durante la segunda quincena de julio. Retomaremos el ritmo habitual a partir del 3 de agosto.

Como todo no va a ser pureza dietética y control calórico, aquí os dejo un video, solo para disfrutar, que me han hecho llegar dos personas a las que adoro, mis hijas Carolina y Adriana. En él se ve la interpretación (playback de un tema de Rita Pavone) de Luciano Rosso y de esa maravillosa niña-rara que dedican a un alimento especialmente rico en hidratos de carbono: ¡las papas!

¡Buen verano everybody!

Actualización 2015/07/14: Los contenidos originales de este post se han visto modificados ya que según se me ha hecho saber, algunos alimentos que se citaban como prohibidos en los planteamientos paleo (en concreto patata y tomate) no lo son tal. Mi especial agradecimiento y reconocimiento a Carlos Ríos (@nutri_rivers) por sus aportaciones y comprensión ante mis errores.

Además, os invito a que dejéis de leer bajo ningún concepto este artículo de de Oscar Picazo (@OscarPicazo) sobre Paleodieta.

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Imagen:  vectorolie vía freedigitalphotos.net

Fruta y verdura de aquí y de ahora

Potenciar el consumo de frutas y verduras de producción nacional entre el público que no es consumidor habitual por una parte; y fomentar el apoyo directo del Departamento a los productores afectados por el estancamiento del consumo por la otra son los dos objetivos con los que el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente (MAGRAMA) lanzó la campaña “fruta y verdura de aquí y ahora” que cuenta con su versión de invierno y de verano.

Me congratula ver como de vez en cuando las campañas institucionales se alinean con el grueso del mensaje dietético de uno, aunque la intencionalidad sea distinta. Dicen que el fin justifica los medios… bueno, hasta cierto punto o dentro de unos límites y estos de hoy a mí me parecen aceptables. No obstante, no hubiera estado de más que la iniciativa del MAGRAMA hubiera tenido de cómplice al MSSSI (Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad): “Oye Javier, que soy Fernando, del MAGRAMA. Que resulta que el sector hortofrutícola las está pasando canutas y vamos a hacer una campaña para aliviarlo. Qué os parecería arrimar el hombro y promocionar el consumo de frutas y verduras como elemento de prevención primaria; vamos, utilizar la salud como ariete o palanca en las decisiones de compra del consumidor medio… y así, además rentabilizamos el millón y cuarto largo de euros que vamos a poner para la campaña”.

La campaña, nacida ante el temor de las posibles consecuencias negativas para el sector del embargo ruso del año pasado y del aparente descenso en el consumo de frutas y verduras por parte de los españoles según datos del Panel de Consumo hace especial hincapié en los aspectos económicos que afectan al sector, pasa de puntillas por las cuestiones medioambientales (la importancia que tiene en este sentido el consumo “local”) e ignora por completo los contrastados beneficios que tendría para la ciudadanía el hacer promoción de estos grupos de alimentos por cuestiones de salud. Un tiro, en mi opinión, mal aprovechado.

Y no lo digo por decir. Según un informe de la OMS y la FAO se recomienda como objetivo poblacional la ingesta de un mínimo de 400 g diarios de frutas y verduras (excluidas las patatas y otros tubérculos feculentos) para prevenir enfermedades crónicas como las cardiopatías, el cáncer, la diabetes o la obesidad… entre otros beneficios. Además, se aportan una serie de elocuentes datos:

  • Un consumo suficiente de frutas y verduras podría salvar hasta 1,7 millones de vidas cada año.
  • La ingesta insuficiente de frutas y verduras es uno de los 10 factores principales de riesgo de mortalidad a escala mundial.
  • Se calcula que la ingesta insuficiente de frutas y verduras causa en todo el mundo aproximadamente un 19% de los cánceres gastrointestinales, un 31% de las cardiopatías isquémicas y un 11% de los accidentes vasculares cerebrales.

Fruta y verdura de aquí y ahora

Así pues, haz caso de la campaña del MAGRAMA y además de los motivos que esgrime, aumenta el consumo de este grupo de alimentos. Seguro que ayuda a la fortaleza económica de un sector al que le deseo lo mejor… pero sobre todo quien saldrá ganando será tu salud y la de los que más te importan.

Para poder llevar a la práctica este consejo de la mejor forma posible te sugiero que consultes este enlace para conocer las temporadas óptimas de las distintas frutas, verduras y hortalizas. Por cierto, la campaña tiene etiqueta y esas cosas  #AquíyAhora

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Manzanas contra estatinas o cómo una dieta adecuada supera a los fármacos

Una de los dichos más célebres entre la población anglosajona en relación a los correctos hábitos dietéticos viene a decir que consumir una manzana al día aleja la enfermedad de nuestras vidas (y por tanto, a los médicos que las tratan). En realidad la frase, en clave de rima en inglés, dice textualmente: An apple a day, keeps the doctor away. Estoy casi convencido de que el uso de la manzana como icono universal de la pureza dietético-saludable tiene que ver con el origen de esta frase… pero ese es otro tema del que ando rastreando la pista, así que esta cuestión ya la tocaremos otro día.

Estatinas vs manzana

Bueno, el caso es que una serie de señores se han propuesto contrastar hasta qué punto el consumo diario de fruta puede implicar ciertos beneficios… y no se les ha ocurrido otra cosa que comparar el efecto protector sobre la mortalidad causada por enfermedades vasculares que ofrece el uso de las estatinas (fármaco ¿de moda? para prevenir el incremento de colesterol en sangre y con ello reducir las enfermedades vasculares) con el efecto preventivo sobre este mismo parámetro (si tiene alguno) que tendría el consumo de una manzana (en realidad, de cualquier fruta típica al uso). Es cierto que no se trata de un estudio de intervención ni observacional, si no que en este caso se han creado modelos estadísticos virtuales basados en las evidencias que se tienen al respecto, tanto en el uso de las estatinas como en el de la fruta.

La publicación en el British Medical Journal de: A statin a day keeps the doctor away: comparative proverb assessment modelling study (Una estatina al día aleja al médico: estudio de modelos de evaluación a partir de un proverbio comparativo) pone de manifiesto, al menos en teoría, que si a toda la población del Reino Unido con edad igual o superior a 50 años se le recomendara tomar estatinas con fines preventivos para la salud vascular se prevendrían cerca de 9.400 fallecimientos al año y asumiendo un grado de seguimiento de esta recomendación del 70% de la población implicada.

Por su parte, la recomendación de consumir una manzana (sin variar el valor calórico de la dieta, es decir, sustituyendo otros elementos dietéticos por esta) con idénticos fines evitaría, de nuevo en teoría y según el modelo estadístico, nada más y nada menos que cerca de 8.500 fallecimientos por las mismas causas mencionadas. Cifras que aun siendo bastante semejantes merece la pena ponderarlas junto a otras consecuencias derivadas de recomendar estatinas y manzanas.

Así, los autores argumentan que para un valor de prevención relativamente similar en el número de fallecimientos anuales, el uso de las manzanas tendría muchos menos efectos secundarios. Y es que, hablando de estos poco deseables efectos, el uso de las estatinas en estos términos causaría (de nuevo en teoría) miles de trastornos musculares y hasta 10.000 casos nuevos de diabetes… frente a cero efectos secundarios atribuidos a las manzanas como elemento preventivo. Además, los autores aclaran que frente a posibles alergias o intolerancias relativas a la manzana por ciudadanos concretos, esa cantidad de manzana podría ser sustituida por cualquier otra fruta típica con iguales o semejantes resultados sobre la prevención.

En lo que parece un contrasentido (al menos a mí me ha chocado bastante el dato) el coste del tratamiento con estatinas estaría valorado en 217 millones de euros anuales, frente al coste de las manzanas, cifrado en 313 euros/año. Sin embargo, para el cálculo de estas cifras, se tuvo en cuenta que el sistema sanitario público subvenciona el precio de las estatinas cuando se compran con receta (que sería el caso teórico que nos ocupa). Así pues, dejar de recomendar el uso de estatinas y potenciar el de manzanas (no subvencionadas) redundaría en un importante ahorro para las arcas de la sanidad pública. Creo que caben pocas dudas de que el uso de manzanas para estos fines tendría un coste neto infinitamente menor que el de estatinas.

En cualquier caso, hay que tener presente que los autores del estudio (y un servidor también) no se atreverían a aconsejar sustituir el uso de estatinas por el de comer más fruta. El uso de este fármaco tiene un beneficio neto para la mortalidad general importante. Pero sin embargo, sí que se debería cuestionar la actual escalada en la recomendación casi universal en el uso de este tipo de fármacos y ser un poco más crítico y selectivo con el perfil de los pacientes a los que destinarlos.

La importancia de la dieta como elemento preventivo de enfermedades crónicas y degenerativas se ha puesto de manifiesto en otras publicaciones, poniendo el acento, precisamente, en ese valor preventivo, a coste casi cero (al final hay que comprar algo para comer, ¿no? pues hagámoslo bien) y sin efectos secundarios… al contrario de lo que sucede con infinidad de fármacos. Tienes ejemplos de lo que te comento en este enlace o en este otro.

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Imagen: rakratchada torsap vía freedigitalphotos.net y United States Government Work

Alimentos en el recuerdo: Ensalada de remolacha

El otro día, junto con mis hijas, vino a comer a casa una amiga de la mayor (10 años). Aunque mis hijas comen de casi todo ya sabemos las preferencias alimentarias que tienen, que cosas les gustan más o menos… pero cuando vienen invitados estamos in albis y procuramos hacer comidas más facilonas que “exóticas” (sin caer tampoco en el “menú infantil”).

Ensalada de remolachaIndependientemente del menú (creo que fue pasta integral con trigueros al pesto y lomo de cerdo con bisaltos, más fruta) soy incapaz de reprimir mi ramalazo nutricionista y suelo dar pie a hablar en la mesa de la comida con el fin de indagar en los hábitos alimentarios, lo que le gusta y no, los hábitos de su casa… de la invitada de turno. Pregunté por los rábanos (mientras ponía un cuenco de ellos en el centro de la mesa para que cogiera quien quisiera) y a partir de ahí, fui tirando del hilo. Os sorprendería saber todo lo que se aprende con estas cosas. Entre todos los detalles que conocí, me llamó la atención que nuestra pequeña invitada no conociera ni de oídas la remolacha… ¿remo-qué? preguntó. “Remolacha” repetí.

Pues eso, que ni idea, aquella niña de 10 años no había oído hablar en su vida de este singular tubérculo (Beta vulgaris) de la misma familia que las espinacas (aunque de estas nos comemos las hojas) o de la tan de moda ahora, quinoa. Ni oído ni, claro está comido…

Mi extrañeza se tronó cierto cabreo, ya fuera de casa, cuando con la chirrinta de remolachas entre ceja y ceja, se me ocurrió ir a comprar un manojo para comerlas al día siguiente. Conste que quería remolacha de verdad, fresca, cruda, no las bolas esas que se venden termo-selladas al vacío y cocidas en la mayor parte de supermercados. Digamos que no hay una gigantesca diferencia para quién no conoce ambas opciones, pero para quién la conoce sí. Bueno, pues el cabreo vino de mano de mi fracaso: tras visitar cerca de 10 verdulerías y fruterías me volví a casa sin remolachas. Las razones me las dieron los verduleros: no se vende, es muy barata pero como no se vende, no me compensa traerlas. No daba crédito.

De mis recuerdos gastronómicos de la infancia guardo con especial cariño las ensaladas de patata cocida y remolacha de casa de mis abuelos. Una ensalada dificilísima de elaborar y carísima que se aliñaba con una complicadísima vinagreta de aceite de oliva, vinagre de vino, cebollita picada y perejil.

Pues bien no fue sino en Madrid el otro día cuando después de contar estas peripecias remolacheras a un amigo que me alojaba en su casa, que este se me presentó al día siguiente con un manojo de remolachas de verdad. Y de ahí esta entrada.

Remolacha cruda

Para hacer la remolacha solo hay que cocerla, algo más que la patata, con piel, pero sin pasarse ya que a mí me gustan con cierta turgencia… una de las características en las que más difieren las que están ya a la venta en los supermercados que son especialmente blandas. Cocer la patata. Cortar ambas en ruedas, aliñar como ya he dicho y a comer. Así era aquella ensalada en casa de mi abuela.

Hoy en mi casa, los días que hay ensalada de este tipo, los ingredientes que se suman han aumentado… la adornamos con unos encurtidos variados, algunos le ponen atún en aceite y se hace acompañar (o no) de mayonesa.

Bien sabéis que cuando me pongo con estos temas no me entusiasma practicar el nutricionismo y hablar de los aportes nutricionales del alimento en cuestión. Sin embargo y habida cuenta de que me imagino que muchos no sabrán ubicar este producto (muchos es posible que confundidos porque de la remolacha –pero otra- se extrae el azúcar, le atribuirán un elevado aporte energético) no me resisto a dar cuatro pinceladas. Aporta poquísimas calorías, unas 30 kcal/100g (para que te hagas una idea la acelga 29 kcal/100g) y aporta cantidades más que significativas de potasio, fibra y ácido fólico.

Además de esta ensalda, no es un producto que se prodigue demasiado en las recetas, sin embargo algunas hay, aunque lo reconozco, yo solo he probado su gazpacho.

No sé… de veras que no termino de comprender los problemas que tienen algunos de tiempo, económicos o de habilidades culinarias para diversificar su menú diario con opciones más o menos naturales.

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Foto: @juan_revenga

Alimentos en el recuerdo: huevo pasado por agua

No sé muy bien cuantos años tenía, supongo que más de cuatro pero tampoco muchos más. Sin embargo, el resto de los elementos están más o menos claros en mi memoria. Siempre era domingo por la tarde-noche (creo); al menos en mi memoria todos esos días eran domingo. En la tele, la mía en blanco y negro, ponían “Las calles de San Francisco” (me refiero a la de Karl Malden y Michael Douglas) o bien “Hawái 5-0”, la clásica, claro (por dios que gran tema)… posiblemente una serie sustituyó a la otra, pero no recuerdo bien. Lo que sí que tengo claro era el plato que tenía delante en todas esas ocasiones.

Se trataba de un plato de diseño infantil (con patitos blancos sobre fondo azul a modo de cenefa); en el centro del mismo había una huevera de plata que sostenía el alimento para el cual estaba destinado dicho menaje. Alrededor cuatro o cinco tiras finitas de pan tostado… para untar; y también una cucharilla… para rascar lo que se escapara en el uso del pan.

Aquella era en esencia mis cenas de domingo, y luego la de mis hermanos cuando éramos niños: huevo pasado por agua. Un “invento” que a la luz de las actuales circunstancias parece proscrito, hasta insano es posible que algunos argumentaran, a la luz de, por ejemplo, de unas salchichas que no son tal sino, al parecer, proteínas y fósforo. Qué huevos.

serie del huevo pasado por agua.jpgBueno, el caso es que con la entrada de hoy quiero poner en alza una de esas cenas infantiles que según parece y en virtud de las modestas pesquisas realizadas en mi entorno más cercano (familia a parte) están en claro retroceso y casi postergadas al olvido. En su lugar, las cenas de nuestros hijos, están cuajadas de elementos mucho más modernos, donde va a parar, que aquellas soluciones arcaicas y rudimentarias con las que al parecer se complicaban la vida las madres de hace cuarenta años cuando no había tantos recursos maravillosos… y es que, no me extraña, la presentación y consumo de huevos pasados por agua está lleno de inconvenientes. Veamos:

De entrada su accesibilidad, ya que la materia prima es especialmente difícil de conseguir y cara. Los huevos a día de hoy no se encuentran en cualquier lado y además cuando se consiguen su precio es altísimo: entre 10 y 15 céntimos por unidad.

Hay que continuar con las dificultades técnicas de su elaboración, no accesibles a todo el mundo: se necesita un cazo más o menos pequeño y agua.

Y finalizamos con el tiempo: casi nadie dispone a día de hoy de 3 o 4 minutos para preparar el plato principal de la cena de un niño (o la de un adulto).

Como se puede contrastar, todo son dificultades que hacen del huevo pasado por agua un lujo al que pocas familias puedan acceder y que por lo tanto, en su lugar, tienen que recurrir a una cena a base de salchichas de Frankfurt que tan amablemente pone a su disposición la industria alimentaria, sabedora ella de sus dificultades. Dificultades económicas, de tiempo y nutricionales ya que, ya se sabe, donde estén unas grasas (y carnes) procesadas que se quiten los huevos.

Volviendo sobre Karl Malden (aquel maravilloso y narigudo secundario) y mis huevos pasados por agua, recuerdo con especial júbilo la broma que entonces hacía tras acabar con mi cena y que mis hijas reproducen, tal cual, a día de hoy. Me refiero a eso de una vez que se había dado cuenta del huevo, darle la vuelta sobre la huevera y simular que no lo habías tocado… que aún no se había empezado a cenar aunque alrededor del plato se acumularan los delatores trocitos de cáscara por donde se abre el huevo para empezar a comerlo. Al final, se le decía a mamá o papá… “que síiiiii, que ya me lo he comido” mientras se clavaba la cucharilla en lo alto del huevo ya consumido.

En fin, espero que esta sencilla propuesta sirva para iluminar de alguna forma las cenas cotidianas de los más pequeños (o no tanto) en esta época cuajada de dificultades para comer de forma saludable. (Es broma)

Si te ha gustado esta entrada ya te estás aplicando sobre los huevos pasados por agua, dejando de lado las «cómodas» propuestasde la industria alimentaria y, si quieres, puedes consultar:

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Foto: @juan_revenga que muestran una de las originales hueveras en las que hace cuarenta años se cenaba uno los huevos pasados por agua y que son las mismas que hoy utilizan en casa mis hijas (Ya sé que te lo he dicho de palabra, pero que quede por escrito… gracias mamá)

Sugerencias de la OMS para restringir la publi de alimentos dirigida a los niños

Comida basura

Si hay una necesidad sobre la que parece que hay pocas dudas al respecto de las estrategias de marketing que sigue la industria alimentaria en general, es la de reducir la presión que ejercen los distintos productores sobre la población infantil. Y no es para menos, para ponerte en situación te sugiero que eches un vistazo al inmenso documental “Más allá del peso” o a este revelador post, ahí tienes algunos ejemplos de a qué tipo de presión me refiero.

Consciente de esta situación la OMS ha elaborado un documento con las normas que sería conveniente observar a la hora de dirigir no importa qué campaña de marketing al público infantil. La verdad es que es como para ponerlo en un pedestal. Tanto que es el típico documento que nuestras autoridades se pasarán a buen seguro por el arco del triunfo y que jamás veremos cumplirse (tiempo al tiempo y ojalá me equivoque). Lamentablemente.

En resumen y para no aburrirte, ya que lo gordo está precisamente en el contenido del documento, la OMS ha lanzado una herramienta para ayudar a los distintos países a reducir la promoción de alimentos con demasiada grasa, azúcar y sal dirigida a niños, tal y como pone de manifiesto en su web. Voy a dejar a un lado las razones que han movido a la OMS para realizar este trabajo ya que, en relación con la prevención obesidad infantil, además de conocidas las puedes obtener en el enlace anterior. Vamos al lío.

El documento en cuestión es este y la parte importante, donde está el meollo, está contenida en la tabla del anexo, es decir en la tabla de la página 11 y siguientes. Dicha tabla contiene 17 categorías de alimentos y la OMS sugiere que solo aquellos alimentos que dentro de su categoría cumplan con determinadas características nutricionales deberían poder anunciarse “para los niños”. O dicho de otra forma… si un determinado producto no cumple dichas características su fabricante debería tener prohibido realizar campañas de marketing y comercialización con los niños como publico objetivo. En concreto ésas características refieren exclusivamente al contenido de: grasa total; de grasas saturadas; de azúcares totales; de azúcares añadidos (es decir que no formen parte del alimento de forma consustancial y a diferencia del ítem anterior); de edulcorantes distintos del propio azúcar; de sal; y de calorías.

Es decir, si la composición de un determinado producto excede un determinado valor de alguna de las categorías mencionadas en 100g de producto… ese producto no debería tener permitido anunciarse. Seguro que te mueres por conocer las categorías y las recomendaciones de la OMS. Vamos a verlas:

Categoría 1. Chocolate y productos de confitería, barritas energéticas, y postres y aderezos “dulces”: No deberían poder anunciarse ninguno con independencia de su contenido en los ítems anteriormente señalados.

Categoría 2. Bollería, galletas dulces y pasteles; otros productos de pastelería dulces y las mezclas para su elaboración: No deberían poder anunciarse ninguno con independencia de su contenido en los ítems anteriormente señalados.

Categoría 3: Aperitivos salados (palomitas de maíz y maíz; frutos secos; galletitas y pretzels salados; otros aperitivos a base de arroz, maíz, o patata): Solo deberían anunciarse aquellos elaborados con cero azúcares añadidos y con un máximo de 0,1g de sal por cada 100g de producto.

Categoría 4. Bebidas (este ítem se subdivide a su vez en cuatro apartados):

  • Zumos: No deberían poder anunciarse ninguno con independencia de su contenido en los ítems anteriormente señalados.
  • Bebidas lácteas: Solo deberían anunciarse aquellos que aportaran menos de 2,5g de grasas totales; con cero azúcares añadidos y con cero edulcorantes.
  • Bebidas energéticas: No deberían poder anunciarse ninguna con independencia de su contenido en los ítems anteriormente señalados.
  • Otras bebidas (Colas, limonadas, naranjadas, otros refrescos, bebidas azucaradas, aguas minerales y aguas “con sabores”… con azúcares añadidos o con edulcorantes: Solo deberían anunciarse aquellos que tengan cero azúcares añadidos y cero edulcorantes.

Categoría 5. Helados: No deberían poder anunciarse ninguno con independencia de su contenido en los ítems anteriormente señalados.

Categoría 6. Cereales de desayuno: Solo deberían anunciarse aquellos que aportaran menos de 10g de grasas totales; menos de 15g azúcares totales; y menos de 1,6g de sal.

Categoría 7. Yogures, leches fermentadas, cremas y alimentos similares: Solo deberían anunciarse aquellos que aportaran menos de 2,5g de grasas totales; menos de 2,0g de grasas saturadas; menos de 10g de azúcares totales y; menos de 0,2g de sal.

Categoría 8. Quesos: Solo deberían anunciarse aquellos que aportaran menos de 20g de grasas totales; y menos de 1,3g de sal.

Categoría 9. Comidas y platos precocinados o listos para comer: Solo deberían anunciarse aquellos que aportaran menos de 10g de grasas totales; menos de 4g de grasas saturadas; menos de 10g de azúcares totales; menos de 1g de sal; y menos de 225 kcal/100g.

Categoría 10. Mantequilla y otras grasas y aceites: Solo deberían anunciarse aquellos que aportaran menos de 20g de grasas saturadas; y menos de 1,3g de sal.

Categoría 11. Pan y otros productos afines: Solo deberían anunciarse aquellos que aportaran menos de 10g de grasas totales; menos de 10g de azúcares totales; y menos de 1,2g de sal.

Categoría 12. Pasta fresca o seca, arroz y otros cerales: Solo deberían anunciarse aquellos que aportaran menos de 10g de grasas totales; menos de 10g de azúcares totales; y menos de 1,2g de sal (lo mismo que en el caso de la categoría anterior)

Categoría 13. Carne fresca y congelada, carne de aves, pescados y similares, huevos: Tienen libertad para anunciarse sin restricciones al respecto de su composición nutricional.

Categoría 14. Carnes procesadas, aves y pescados procesados: Solo deberían anunciarse aquellos que aportaran menos de 20g de grasas totales; y menos de 1,7g de sal.

Categoría 15. Fruta, verduras y hortalizas frescas o congeladas: Tienen libertad para anunciarse sin restricciones al respecto de su composición nutricional.

Categoría 16. Frutas, verduras y hortalizas procesadas: Solo deberían anunciarse aquellos que aportaran menos de 5g de grasas totales; menos de 10g de azúcares totales; cero azúcares añadidos y; menos de 1g de sal.

Categoría 17. Salsas y aderezos, incluyendo los productos para dippear/untar: Solo deberían anunciarse aquellos que aportaran menos de 10g de grasas totales; cero azúcares añadidos y; menos de 1g de sal.

Aplausos

Con un par de…

Hay que reconocer que la OMS los tiene bien puestos… eso y que no le va a hacer caso ni Dios… o a medias. Lo digo porque tengo bastante claro lo que va a suceder en nuestro país, algo que, no es por casualidad, no es lo mismo que ocurre, actualmente, en otros países en los que estas medidas ya se están aplicando. ¿Quieres ejemplos? No creo que te sorprenda, en especial los países escandinavos (Noruega, Dinamarca…) donde estas condiciones o similares no solo se están haciendo cumplir, sino que además han servido de inspiración a la OMS para elaborar esta herramienta.

Tampoco es por casualidad que los únicos grupos de alimentos que tienen “libertad” para anunciarse con independencia de su composición son solo los alimentos frescos (aunque se comercialicen congelados). Y otro de los aspectos llamativos es que el grupo de la bollería, el de la confitería, el de los zumos, el de las bebidas energéticas y el de los helados NO deberían anunciarse fuese cual fuese su composición… Y el de las bebidas azucaradas o con edulcorantes solo podrían hacerlo mientras no llevaran ni azúcar ni edulcorantes (me da que en la OMS además están de cachondeo). En resumen, a tomar por… con esos alimentos en lo que se refiere a su publicidad dirigida a los niños.

Y añado… si los alimentos no recomendados son los que son, y los que quedan tienen las limitaciones que tienen, (salvo los frescos, que no tienen ninguna) ve tomando nota porque lo que no es bueno para tus hijos tampoco lo es para ti… Y si de mí dependiera, estas normas no solo las aplicaría a la publicidad dirigida a los niños sino que las haría extensiva a toda la publicidad de los alimentos. ¿Acaso hay algo que justifique el no hacerlo?

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Imagenes:  Iamnee y Ambro vía freedigitalphotos.net

Conoce, firma y comparte esta petición para apoyar la educación alimentaria en los colegios

Una de las personas más activas en el panorama internacional a la hora de promover unos adecuados hábitos alimentarios entre la población general y más en concreto entre los niños es Jamie Oliver (protagonista en varios post de este blog).

Siempre activo en la defensa de los derechos que promueven una cultura alimentaria más saludable entre los más pequeños, acaba de lanzar una iniciativa de recogida de firmas en la plataforma Change.org, con el fin de apoyar la educación alimentaria obligatoria en los colegios de todo el mundo.

Este es el vídeo en el que Jamie te invita a que conozcas los porqués, y si te parece adecuado firmes su petición y compartas en tu entorno. A continuación me tomado la libertad de hacer una traducción (no oficial).

En el día de la revolución alimentaria 2015 he puesto en marcha una petición que me gustaría que firmases con el fin de forzar de alguna forma a que todas las administraciones del mundo se comprometan y pongan en marcha programas para que cada niño aprenda en el colegio qué es lo que tiene que hacer para crecer y cocinar alimentos frescos y nutritivos. Y para eso necesito tu ayuda.

En la mayor parte de los países las enfermedades vinculadas a una mala alimentación se llevan por delante a un número de personas sin precedentes… pero con un pequeño matiz: se trata de muertes prevenibles. A día de hoy son 42 millones los niños que con la edad de cinco años o menos padecen sobrepeso u obesidad; no pocos son los casos de chavales que a la edad de 8 años están siendo diagnosticados con diabetes de tipo 2, una enfermedad que hasta hace unos pocos años solo se diagnosticaba en personas de más de 40 años… Esta situación debe cambiar; los niños están sometidos a un sufrimiento innecesario… y para tratar de solucionarlo tengo un plan:

En mi opinión, el futuro próximo ha de partir desde la educación alimentaria… creo por tanto que uno de los derechos fundamentales de los niños consiste en que se les enseñe a crecer y a cocinar alimentos frescos en el colegio. Pelear por los derechos de cada uno de los niños con el fin de que obtengan una educación de calidad en materia alimentaria nos ayudará a su vez a invertir el aumento global de la obesidad y sus enfermedades asociadas.

Nuestra unión servirá para obligar a que todos los gobiernos del mundo dejen de mirar hacia otra parte en este importante terreno. Si crees que esta ha de ser la primera línea de combate en la lucha contra la obesidad y la de aquellas otras enfermedades relacionadas con una mala alimentación … por favor firma esta petición con el fin de gritar nuestro mensaje a los cuatro vientos.

¿A qué estás esperando? sigue el enlace, firma la petición y… sobre todo, compártela.

Gracias.

Está bien… pero hay más cosas y más importantes

NIñas cocina (480x640)

No obstante, lo dicho y tras haber firmado un servidor esta petición, hemos de ser conscientes que, al menos en mi opinión, no se puede o debe hacer descansar en las escuelas todas las responsabilidades educativas de nuestros hijos. Por ejemplo, me parece estupendo que en el colegio se impartan una serie de conocimientos y materias con una metodología y estructura coherente (trigonometría, historia, música, ciencias naturales, gramática, física, literatura, química, etcétera) cuestiones en las que es improbable que todos los padres o cuidadores tengan una formación adecuada así como una faceta pedagógica convenientemente desarrollada… o más simplemente tiempo para poder dedicar a los hijos en la adquisición de esos conocimientos. Ahora bien, hay otras cuestiones que, de nuevo en mi opinión, están al margen de las materias mencionadas. Me refiero a ciertos valores éticos, de educación, de valores, de respeto… en los que los padres o cuidadores han de desempeñar un papel, desde luego no único, pero sí prioritario. Y esto nos lleva al tema de la cultura culinaria y alimentaria.

Bien está por tanto que en los colegios se refuerce en este sentido, pero he de insistir que creo que habrán de ser los hogares los verdaderos motores de este tipo de cambios. De hecho, por mucho que en el colegio se enseñe, por decir algo, a cocinar… si en el hogar de un determinado niño no hay esa costumbre, va a ser muy difícil que o bien la iniciativa prospere en el sentido que se espera, o bien que el niño se lo tome ni medio en serio… o bien ambas cosas.

Dicho de otra forma, en mi opinión, la verdadera causa del problema para que un niño no tenga una mejor educación alimentaria y culinaria está dentro de su casa… y la solución (la más importante) también.

Si te ha gustado te invito a que eches un ojo a estos otros post:

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