El nutricionista de la general El nutricionista de la general

"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

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Esto sí que es la leche: carta al defensor del espectador de RTVE

Vaso con leche que se cae

El pasado 16 de septiembre TVE emitió el programa “Esto es la leche” en el que se abordaron distintos aspectos tanto de la leche como de las bebidas vegetales (soja, avena, arroz y almendra) que algunas personas utilizan como sustituto circunstancial. En mi opinión el programa estaba cuajado de imprecisiones y errores de libro al respecto de cuestiones nutricionales. Por tanto ayer remití, un correo electrónico con esta carta al defensor del espectador, al tiempo que cumplimenté el formulario on line de quejas, sugerencias y reclamaciones. Lo dejo aquí para vuestra opinión y me comprometo a publicar aquí su respuesta cuando esta se produzca (si es que lo hace). Por lo menos se ha hecho acuse de recibo de mi carta. Es esta:

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A/A de El defensor del espectador; y de Rambón Camblor (responsable de Magazines de RTVE)

Estimados señores,

Agradezco el interés que muestran en ocasiones a la hora de aportar a los telespectadores contenidos útiles, que sean motivo de debate y que inviten a la reflexión. No obstante tras haber visto con interés el pasado 16 de septiembre el programa “Esto es la leche” dentro de “Comando Actualidad” creo conveniente hacerle llegar mi opinión al respecto de diversas cuestiones que en el mismo se trataron:

  • Para empezar creo imprescindible hacer algunas aclaraciones semántico-legales. En el contexto alimentario, la legislación advierte que el nombre de “leche” hace referencia a: “La secreción mamaria normal de animales lecheros obtenida mediante uno o más ordeños sin ningún tipo de adición o extracción, destinada al consumo en forma de leche líquida o a elaboración ulterior”.

Sin embargo, a todo lo largo del programa, así como en su presentación, se habla constantemente de “otras leches” (soja, avena, almendra, arroz…) cuando en realidad se debería haber dejado claro que se trata de bebidas vegetales o de “extractos de vegetales”. Tal es así que la legislación, por si la definición de leche no hubiera quedado poco clara, hace la siguiente aclaración (es de suponer que a casusa de los habituales atropellos y malos entendidos que se cometen en este sentido): “Podrán denominarse ‘leche’ sólo los alimentos que se ajusten a la definición formulada”. Cierto es que nuestro diccionario recoge en su tercera acepción el término leche como “jugo blanco obtenido de algunas plantas, frutos o semillas”, definición que además pone en alza uno de los entrevistados en el programa (Andoni, “el horchatero”) y sobre el que luego volveré. Así, tras haber confirmado que legalmente y en el terreno alimentario, no se debe hacer referencia a estos productos vegetales como ‘leche’, a todo lo largo del programa las expresiones que se utilizan son, leche de soja, leche de avena, leche de almendra, etcétera. Un hecho que no me parece acertado ya que en el mismo programa, aunque de refilón, se menciona que no es la forma legal de hacerlo.

  • En la parte del reportaje en Viladrau (Girona) a una empresa que se dedica a la producción de diversas bebidas vegetales la responsable afirma sin ninguna prueba que así lo demuestre que “la avena regula el tránsito intestinal” en lo que es una clara alegación de salud que no está permitida según la actual legislación (Reglamento Europeo 432/2012). En la misma frase, la responsable de la empresa de bebidas vegetales sentencia con rotundidad que la bebida de avena también que es “un producto muy energético”… algo que, objetivamente, con los datos en la mano, es sencillamente ridículo. En esta misma frase sin desperdicio, acaba atribuyéndole a la vitamina D (en referencia a la contenida en la avena, cosa sorprendente ya de entrada) “propiedades antiestrés”… una nueva alegación de salud que no tampoco está contenida en el mencionado reglamento RE 432/2012.
  • Segundos más adelante, la misma encargada de la empresa de bebidas vegetales da una definición de lo que es un producto transgénico sesgada, insuficiente y llena de imprecisiones, sin que de nuevo, la realización del programa ofrezca a los espectadores una definición ajustada.
  • Un poco más tarde, en la misma empresa, la reportera entrevista a quien dice ser una nutricionista de nombre Monserrat, y le pregunta por qué ha aumentado tanto el consumo de las bebidas vegetales y esta responde que “ayudan al organismo a facilar el metabolismo que hace cuando tomas alimentos”… una contestación, absurda, incomprensible y, haciendo el esfuerzo de comprenderla, falsa. Digo falsa porque no están contrastados esos efectos en las bebidas vegetales. La misma persona, en el colmo del despropósito promocional de los productos de la empresa para la que trabaja afirma que “los granos, los cereales, la avena, la soja y la almendra son… semillas y que por tanto es ahí donde está ‘la vida’ de la planta, es donde están la energía y los nutrientes de la planta”. Desconozco el sentido final que se le ha querido dar a esta frase que en mi opinión tan solo ofrece una imagen de buen-rollo hacia este tipo de productos alejada de l rigor informativo en base a sus propiedades nutricionales como alimento.
  • En cuanto a Andoni, “el horchatero” que fabrica sus propias bebidas vegetales e imparte talleres domésticos para su elaboración, hace afirmaciones sobre cuestiones básicas de nutrición que no son contrastadas ni refutadas en ningún momento a lo largo del programa y que al mismo tiempo no tienen ni pies ni cabeza. Uno de los ejemplos más claros es el afirmar que el calcio de origen vegetal se retiene “mucho mejor por lo huesos”. Este tipo de opiniones, gratuitas, falsas y absurdas me parecen simplemente lamentables ya que el espectador puede tomar por cierto lo que este señor dice cuando no es así.
  • En el taller de “leches vegetales” que se realiza en un domicilio y que conduce la misma persona delante de un publico diverso hay una mujer aparentemente embarazada que se le pregunta si le daría a su bebé (futuro se entiende) leches vegetales y esta responde sin ambages que sí porque esto es “mucho más natural y saludable”. Son este tipo de falsas creencias las que tomadas así a vuelapluma y vertidas sin ningún tipo de aclaración ni contraste por parte de verdaderos especialistas las que pueden acabar en conductas peligrosas con finales dramáticos. En este caso debería haber quedado claro que todas las instituciones del planeta sostienen que el mejor alimento para un bebé es la leche materna; si por la causa que sea no se le puede facilitar el alimento de elección serían las fórmulas lácteas especialmente diseñadas para para esta etapa. Solo en casos excepcionales, tales como alergias y demás y no habiendo otra mejor solución se podría considerar el aportar a un lactante bebidas de vegetales en sustitución de los productos anteriormente mencionados.
  • Sin abandonar el taller de “leches vegetales” el conductor propone endulzar el producto que está realizando utilizando “hierva de estevia”… y la muestra. El caso es que la comercialización de esta planta (Stevia rebaudiana) con fines alimenticios está prohibida en la Unión Europea. No así el edulcorante que de esta planta se extrae. El aditivo E-960 o glucósico de esteviol, ha recibido recientemente luz verde por parte de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) para su utilización y comercialización tras estudiar su seguridad, algo que no ha sucedido en el caso de la planta (fresca o desecada) ya que además de las sustancias que aportan dulzor en la planta es susceptible de incluir otras sustancias de actividad farmacológica destacada, por ejemplo, alterando la presión arterial o la fertilidad. Por tanto, hacer promoción de la posibilidad de usar la planta de estevia como elemento edulcorante me parece, de nuevo, asumir ya no solo un peligro sobre la salud de los espectadores sino además, quien sabe si fomentar una comercialización o tráfico ilícito.
  • Más adelante, en el caso de Maribel, la mujer de Candeleda (Ávila) que se dedica a la ganadería caprina para la obtención de leche, esta afirma con no sé qué argumentos y fines, que la leche de cabra es la más parecida a la leche materna. Además, y esto es especialmente peligroso, no advierte de los peligros de su consumo directo tras ser ordeñada (es decir, sin tratamiento térmico higienizador que medie) lo que implica asumir una serie de riesgos de seguridad alimentaria especialmente graves. Más al contrario, se pone ella misma de ejemplo para demostrar que no pasa nada afirmando haberse criado así. No obstante, todo hay que decirlo, cuando se invita a la reportera a consumirla se le comunica que esa leche ha sido previamente hervida.
  • También en Ávila, pero en la empresa que se dedica a la producción de queso de cabra, el entrevistado afirma que el queso de cabra es el único queso que no contiene lactosa. Aunque es cierto que el queso de cabra puede tener una cantidad menor de lactosa que otros quesos, esa afirmación tal y como fue emitida es rotundamente falsa.
  • Por no hablar que este señor vuelve a afirmar que “está científicamente demostrado que la leche de cabra es la más parecida a la leche materna”. Me parecen afirmaciones promocionales sin pies ni cabeza en las que además no se da ni un solo argumento para sostener ese tipo de sentencias salvo, supongo, el interés promocional.

Por todo lo dicho y con todo el respeto le ruego tenga en consideración las pegas que en mi opinión he encontrado en el citado reportaje, y le ruego sopese la posibilidad de que en el futuro los equipos de reporteros, de realización y producción se formen mínimamente antes de abordar un tema con múltiples aristas e intereses. En este sentido, le propondría que si se va a abordar un tema en el que los periodistas nos son expertos, consulten con un especialista reconocido para poner en claro las cuestiones básicas del tema, con independencia de que luego aparezca el especialista en el programa, pero que al menos aporte al equipo de producción un esquema básico sobre las cuestiones más elementales y las que más errores y dudas suscitan entre la población general.

Gracias por su tiempo, quedo a su disposición, atentamente,

Juan Revenga

Dietista-nutricionista

nºCol ARA 00027

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Si te ha gustado este tema quizá te interese consultar:

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Imagen: zole4 vía freedigitalphotos.net

Etiquetado de alimentos: lo obligatorio, lo voluntario y las novedades (en infografías)

Manzana información nutricionalRonda por ahí una frase lapidaria que asevera que la información es poder. De ahí, supongo, que el 90% de los consumidores lea las etiquetas de los alimentos en el momento de la compra: un 65% afirma leerlas siempre y un 25% dependiendo del producto. Estos son los datos que se desprenden de un estudio llevado elaborado en el mes de marzo por Consumolab.

Nos gusta, digo yo, tener el poder… al menos de decidir si compramos o no un determinado alimento en virtud de la información que su fabricante nos hace llegar en su etiqueta.

Por esta razón y por el peligro que en cierta medida subyace de que nos den gato por liebre, la administración pública (en este caso principalmente la europea) se esfuerza para que esa información sea coherente, accesible y dé respuesta a las necesidades del consumidor. La última gran reforma referente al etiquetado de los alimentos entró en vigor el pasado mes de diciembre de la mano del  Reglamento Europeo 1169/2011 Sobre la información alimentaria facilitada al consumidor, y te lo conté en esta entrada.

Lo cierto es que con el reglamento nuevo o sin él pocas cosas parece que han cambiado a ojos del consumidor medio tal y como pone de relieve el estudio mencionado que afirma que, al menos para el mes de marzo de este año, tan solo el 39% de los encuestados manifestó haber notado cambios en el etiquetado tras la entrada en vigor del RE 1169/2011… Espera, espera… Houston tenemos un problema:

¿No leía el etiquetado el 90% de los consumidores? Pues según esta confrontación de datos, cerca de un 51% de los consumidores que leen las etiquetas… las leen, pero por lo que se ve se enteran de bastante poco.

Para qué nos vamos a engañar, encontrar la información sensible que a cada uno le resulte relevante, poderla leer sin dificultad e interpretarla de la forma adecuada no es fácil y para buena parte de la población, desentrañar la información del etiquetado supone un auténtico galimatías… de hecho lo contrasto cada año con mis alumnos cuando, aun después de la correspondiente clase, no son pocos los que se siguen sin aclarar, sin encontrar la información o sin hacer una lectura ajustada tras la utilización de varias etiquetas comunes que podemos encontrar en cualquier supermercado. ¿Será que no nos enteramos de lo que está claro o que la norma sigue sin facilitar un etiquetado claro? Ahí lo dejo.

No obstante eso no quita para que nuestras autoridades sanitarias, en este caso a partir de la AECOSAN, se esfuercen para hacer llegar al consumidor las claves de un adecuado etiquetado, bien para que puedan acceder a él conociéndolo, bien para que ante cualquier irregularidad puedan tomar las medidas que estimen oportunas. En este sentido desde hace unos pocos días la AECOSAN ha puesto a disposición de los ciudadanos una web en la que explica qué puede y que no puede esperar el consumidor del etiquetado… siempre y cuando estemos ante un producto que en este sentido cumpla la actual legislación.

Así, bajo el título genérico de ‘El etiquetado cuenta mucho’ se despliegan una serie de contenidos que ponen en alza el valor de la nueva legislación e instruye al consumidor sobre la misma:

Y a mí, en líneas generales me parece fenomenal. Ahora bien, puestos a hacer esta página informativa, me hubiera gustado encontrar un apartado en el que con toda la racionalidad del mundo se afrontaran nuevos retos, dudas a resolver en el futuro, asuntos pendientes, etcétera que tiene la actual legislación sobre etiquetado. Ojo que no estoy hablando de que se critique lo hasta ahora hecho, pero sí que en un ejercicio de honestidad bien entendida se aportara la perspectiva de nuestras autoridades al respecto de temas candentes en la materia. Uno de los más importantes, desde mi punto de vista es por ejemplo el tema de las grasas trans. Y es que mientras medio mundo civilizado está enfrascado en una guerra abierta para su prohibición (ojo, que no digo declaración de su presencia en el alimento) aquí y de momento, no existe obligación alguna de mencionarlas en el etiquetado.

Por último, otro de los aspectos que necesita un repasito, es el tema del control. Me refiero a que me parece muy bien que haya un cuerpo legal que apueste por unas determinadas obligaciones… pero hay que hacerlas cumplir. Y es que en el terreno del etiquetado se siguen viendo muchos disparates e incongruencias (antes y después de la entrada en vigor del mencionad RE 1169/2011). De poco sirve tener tanta ley si no se hace cumplir o si las sanciones no son ejemplarizantes. Parece que en esta tarea de denuncia sobre los desmanes en el etiquetado las que llevan el grueso de esta pesada tarea son las asociaciones de consumidores.

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Imagen: Stuart Miles vía freedigitalphotos.net

¿Qué alimentos y productos alimenticios generan más alertas?

No creo que nadie a estas alturas ponga en duda el gran avance del que hemos sido testigos los ciudadanos de hoy en día en lo que respecta a las cuestiones de seguridad alimentaria, muy en especial cuando esa seguridad la comparamos con la de otro tiempo o, en la actualidad, con la de otros lugares.

Antes de comenzar con lo que parece obvio, es imprescindible recordar esta definición aportada por la FAO del concepto “seguridad alimentaria”:

Existe seguridad alimentaria cuando todas las personas tienen en todo momento acceso físico y económico a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias en cuanto a los alimentos a fin de llevar una vida activa y sana.

Es decir, para empezar que haya qué comer… y luego ya que esos alimentos sean inocuos y nutritivos. Me gusta, y por eso creo que era necesario recordarlo.

La seguridad alimentaria en la UE

Quizá aquí, en la Unión Europea seamos unos de las comunidades del planeta más privilegiadas en cuanto a las cuestiones más obvias del concepto “seguridad alimentaria”. De hecho, si me dejan elegir, yo no preferiría ningún otro sistema que el que ya tenemos implantado aquí. Para mí es el mejor entre todos los existentes.

Esta situación es favorecida en no poca medida gracias al sólido cuerpo de leyes con las que contamos en la UE. Este marco legal garantiza que los alimentos que se van aponer a disposición de los consumidores sean seguros. Pero además de las leyes, también hacen falta mecanismos de control.

RASFF 2

Una herramienta clave dentro de esta maquinaria y que ayuda a mantener el control con respecto a lo establecido es el conocido como RASFF o, por sus siglas en inglés, Sistema de Alerta Rápida para Alimentos y Piensos. Con él se persigue hacer un seguimiento transfronterizo de toda aquella información susceptible de afectar la salud pública relacionada con la cadena alimentaria… es decir de los alimentos que entran o se mueven dentro de la UE.


El sistema RASFF de alerta rápida obliga a que los estados miembros de la UE (y además con las autoridades sanitarias de Noruega, Liechtenstein, Islandia y Suiza) compartan la información sensible relacionada con riesgos en la producción, transporte y comercialización de alimentos. Así, gracias al sistema RASFF, se han podido evitar muchas de las previsibles consecuencias tras haber detectado los consiguientes riesgos.

Nacido a finales de la década de los años 70, el sistema RASFF emite informes anuales al respecto de los riesgos reportados y de esta forma poner un mayor énfasis en su prevención. En esta imagen  tienes un resumen de los principales hitos del RASFF desde su nacimiento a nuestros días: Infraestructuras puestas a su servicio, entorno de países y principales peligros afrontados en su historia.

 RASFF

 

Más en nuestros días, quizá te resulte interesante consultar el último informe anual (2014), disponible en este enlace, o tener a tu disposición un portal en el que consultar las cuestiones de seguridad alimentaria por palabras clave o temas, en este enlace; o conocer las alertas comunicadas (es decir, detectadas) por los distintos países que forman parte de la red RASFF, en este enlace.

Especialmente interesante me parece este súper resumen de lo acontecido en este terreno en 2014: número de notificaciones y alertas; notificaciones por grupo de alimentos, en el que los productos vegetales frescos se llevan la palma… como de costumbre, al tiempo que el número de notificaciones del grupo correspondiente a los productos dietéticos, suplementos y alimentos enriquecidos sufre un espectacular aumento con respecto a 2013. Además, conocerás cuáles han sido los peligros más frecuentes que han sido causa de notificación… a saber y por este orden: bacterias patógenas, residuos de pesticidas, contaminación por micotoxinas, por metales pesados, cuestiones relativas a la composición del alimento y finalmente peligros derivados del mal uso de aditivos y saborizantes.

En resumen

Jamás se debe bajar la guardia ya que siempre existirá el riesgo de sufrir accidentes o, más tristemente, de ser objeto de malas prácticas o fraudes intencionados; pero de lo que no cabe duda alguna es de que jamás hemos disfrutado de un marco alimentario tan seguro como el que ahora tenemos. Para hacerlo así de seguro, el sistema RASFF es imprescindible.

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Acrilamida: un peligroso compuesto que es difícil dejar atrás

Recientemente la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) se ha pronunciado al respecto de las implicaciones que sobre la salud de los consumidores tiene la incorporación de acrilamida en la dieta. Me imagino que a estas alturas estarás pensando que, hablando de “acrilamida” me estaré refiriendo al enésimo contaminante o subproducto de la industria química que de una forma u otra nos envenena a partir de alimentos procesados poco “naturales” o de envases malos-malísimos con Bisfenol A y esas cosas… Lo cierto es que si tu cabeza va por ese camino te equivocas.

¿Qué es la acrilamida?

Acrilamida

Se trata de una sustancia química que se forma de modo natural en aquellos alimentos que contienen hidratos de carbono cuando se someten, de la forma más mundana y habitual posible, a altas temperaturas por encima de 120ºC en condiciones de poca humedad. Es decir es una sustancia que se genera de forma espontanea cuando determinados alimentos (la gran mayoría) se fríen, hornean, asan, saltean… Evidentemente también se produce acrilamida en muchos productos elaborados de forma industrial.

En esencia la acrilamida es el producto de la conocida y apreciada reacción de Maillard en la que los hidratos de carbono y los aminoácidos (en especial uno llamado asparagina) reaccionan entre sí en las citadas condiciones (altas temperaturas y baja humedad) para generar un compuesto de color marrón (el tostado) que es muy valorado en diversas técnicas culinarias ya que dota al producto de un aroma y sabor peculiares. Esa reacción es la que por ejemplo da origen a la corteza del pan cuando se hornea, al crujiente de unas patatas fritas, al genuino aroma (y textura) de unas galletas recién hechas, etcétera.

¿Hay riesgo de exposición a la acrilamida más allá de los alimentos?

Por supuesto que sí. De forma destacada la acrilamida está presente en el humo del tabaco, lo que significa que en el caso de los fumadores esta sea su fuente de exposición más importante a la acrilamida más allá de la de los alimentos que consumen. Sin olvidar que los fumadores pasivos también están expuestos a la acrilamida del tabaco de los fumadores. Además, la acrilamida tiene una amplia variedad de usos no alimenticios, por ejemplo en el ámbito industrial y, por este motivo algunas personas pueden estar expuestas en su trabajo a la acrilamida bien por absorción cutánea o inhalación.

¿A qué riesgo están sometidos los consumidores al respecto de la acrilamida?

Tal y como te contaba, la semana pasada la EFSA publicó un dictamen científico (fruto de un borrador que contiene mucha más información sobre este tema) en el que tras evaluar toda la literatura científica al respecto de la exposición a la acrilamida se concluía de forma sintética lo siguiente:

  • Según los estudios realizados en modelos animales se confirma que la acrilamida en los alimentos aumenta el riesgo de desarrollar cáncer para todos los consumidores de cualquier grupo de edad.
  • Los niños son el grupo de edad más expuesto y por lo tanto vulnerable habida cuenta de su menor peso corporal.
  • En base a la exposición actual de los consumidores a la acrilamida, otros posibles efectos nocivos de esta sustancia como lo serían por ejemplo sus efectos sobre el sistema nervioso, el impacto en el desarrollo pre y postnatal y la fertilidad masculina no deben ser tomados como una preocupación.
  • Los grupos de alimentos más destacados a la hora de contribuir a la exposición de acrilamida son aquellos que se adquieren fritos con base en la patata, el café, las galletas, los crakers y aquellos panes crujientes, así como el pan de molde.
  • Tanto los ingredientes característicos de un determinado producto, así como las condiciones de almacenamiento y su forma de procesarlos (en especial la temperatura a la que se cocinan) influyen mucho en la formación de acrilamida en los alimentos.
  • Los hábitos de cocina en los hogares pueden tener un impacto significativo en la cantidad de acrilamida a la que los ciudadanos estamos expuestos.

¿Hay una cantidad de acrilamida tolerable con la que no se asuman riesgos?

TostadaLamento decirlo pero es hora de las malas noticias, la acrilamida y sus metabolitos son genotóxicos y cancerígenos. Esto quiere decir que con cualquier nivel de exposición hay un riesgo potencial de causar un daño a nuestro material genético y provocar cáncer. Es decir, los científicos de la EFSA concluyen que no pueden establecer una ingesta diaria tolerable para la inclusión de acrilamida con los alimentos. No obstante la EFSA nos advierte que aunque los estudios que observan el actual consumo de acrilamida son incompletos y poco concluyentes se advierte que estamos ante un caso con importantes connotaciones de salud pública, más en especial de la salud de los niños más pequeños.

Por lo tanto, sería muy recomendable que los consumidores tomáramos la iniciativa de reducir esta exposición a la acrilamida teniendo en cuenta que su total eliminación es prácticamente imposible. Para ello, además de controlar, no abusar, al respecto de la cantidad de los alimentos de los grupos ya señalados (en especial en el caso de los más pequeños) desde la EFSA se sugiere no tostar demasiado los alimentos y hacer de la variedad de las tecnologías culinarias en casa una sana práctica y para ello alternar las formas de preparar los alimentos (hervir, cocer, preparar al vapor, saltear, freír, asar, guisar, etcétera).

En cualquier caso la cosa está complicada, hasta tal punto que la EFSA termina por hacer este tipo de recomendaciones bastante amplias y poco concretas:

“Por lo general las dietas equilibradas reducen el riesgo de exposición a los potenciales riesgos relacionados con la contaminación de los alimentos. Equilibrar la dieta con una amplia variedad de alimentos (por ejemplo, carne, pescado, verduras, frutas, incluso con alimentos ricos en hidratos de carbono que pueden generar acrilamida) podría ayudar a los consumidores a reducir su consumo de acrilamida”.

En resumen, que sepas que la acrilamida está ahí y que te será difícil por no decir imposible evitarla… pero ahora que ya sabes donde encontrarla, controla su presencia.

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Imagen: Pngbot Wikimedia Commons y rakratchada torsap vía freedigitalohotos.net

Aspartamo, transgénicos, bisfenol A y gluten: la industria hace su agosto con la mala ciencia

De entrada estos cuatro elementos tienen en común que todos han sido objeto de al menos un post en este blog (ver enlace 1, enlace 2, enlace 3 y enlace 4 a modo de ejemplo, aunque hay más) y que han sido tratados porque son temas de candente actualidad… Pero más allá de esta circunstancial anécdota tienen bastante más en común.

El caso es que, como veremos más adelante, la mala ciencia, la pseudociencia, o la falta de evidencia al respecto de un determinado tema son utilizadas en no pocas ocasiones como motor de cambio o de “mejora” por parte de la industria alimentaria, la cual modifica su línea empresarial utilizando como “primer motor causal” las modas populares o las tendencias a pie de calle. Para los fines que en este caso se persiguen poco importa lo que la ciencia diga, lo importante es lo que piensen los consumidores que a fin de cuentas comprarán y consumirán (o dejarán de hacerlo) en base a sus creencias… ya sean atinadas o no. Tenemos muchas muestras de ello; pero en este post pretendo aportar solo el ejemplo de cuatro casos que, tal y como he puesto de manifiesto, son especialmente sangrantes en el mundo de la conspiración alimentaria: se trata del aspartamo, de los transgénicos, del bisfenol A y del gluten. Vamos allá.

El aspartamo

AspartamoEl tema del uso del aspartamo y de PepsiCo es quizá el ejemplo más actual y representativo de lo que quiero decir. Me refiero a PepsiCo, porque esta refrescante compañía ha anunciado que a partir de agosto algunos de sus productos más representativos que utilizan el aspartamo como edulcorante acalórico cambiarán su formulación en Estados Unidos dejando de usar este edulcorante y lo sustituirán por otro que no tenga (aunque injustificada) tan mala prensa entre la población general. Y a la empresa no le duelen prendas a la hora de reconocerlo. Según esta compañía, la primera causa de la caída de las ventas de uno de sus buques insignia, la Pepsi Diet, que descendió más de un 5% el año pasado, es su contenido en aspartamo que es percibido por parte de los consumidores como un riesgo para la salud. Da igual que PepsiCo sepa que el uso del aspartamo es seguro… el consumidor es el que consume (valga la redundancia), el que por tanto aumenta sus beneficios… y si este, el consumidor, le asocia un perjuicio potencial a su consumo da igual lo que diga la ciencia al respecto, PepsiCo prescinde de él y ya está… todos más contentos: el consumidor que adquiere un refresco más saludable que no tiene el diabólico aspartamo (nótese la fina ironía) y ellos, la empresa, haciendo (más) caja. Que la evidencia al respecto de la seguridad del aspartamo sea otra pasa a un segundo plano o, directamente, se manda a tomar… viento. La pela es la pela.

Los transgénicos

TRansgénico

Otro de los ejemplos más característicos de lo que quiero decir lo tenemos en la cadena de comida rápida con aura beatífica Chipotle, de la que a estas alturas ya me estoy arrepintiendo del post que le dediqué. El tema es que, tal y como puedes comprobar en el primer enlace de este apartado, esta cadena de “restaurantes” ha decidido prescindir de cualquier ingrediente transgénico en su oferta en base a tres argumentos: 1º que teóricamente (dicen) aun no se conocen los efectos a largo plazo sobre los consumidores y el medio ambiente de los productos transgénicos; 2º que el cultivo de transgénicos podría dañar el medio ambiente y; 3º que Chipotle debería ser un lugar en el que los consumidores pudieran consumir alimentos libres de productos transgénicos. Resulta curioso el observar que su tercer argumento en realidad no sea argumento alguno sino la reiteración de la decisión adoptada, es decir, prescindir de los alimentos de origen transgénico.

En cualquier caso, en mi opinión resulta lamentable el pretender usar unos argumentos que en realidad están más que contrastados, mientras se genera la duda, el temor, de que no lo están. Llegados a este punto creo que puede resultar especialmente interesante consultar este post al respecto de las 7 argumentaciones propagandísticas de quienes están en contra de los productos transgénicos.

El bisfenol A

Bisphenol_AEl tercero de los ejemplos alude a la decisión de algunas empresas, e incluso países, de prohibir el uso controlado del bisfenol A en los envases en contacto con los alimentos. Así, diversas empresas han optado en prescindir de este elemento y usar su ausencia como argumento de venta de sus productos a pesar de que la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) acaba de emitir un informe relativo a la ausencia de riesgo con respecto a la actual exposición a esta sustancia, tal y como te conté en esta entrada.

Lo más curioso de este caso es que los más partidarios de las teorías conspirativas argumentan como punto a favor de la eliminación del bisfenol A que países como Francia o Canadá ya han prohibido su uso lo que, al usar estos argumentos, en esencia, no hace más que poner en evidencia la falacia populista, es decir, la que utiliza como argumento “lo que hacen muchos” para dar por buena una determinada acción… y eso, perdónenme que se lo diga, no es precisamente ciencia. Y es que, si algo tiene la ciencia, es que es muy poco democrática: la razón no se obtiene por mayoría.

El gluten

Para terminar con los ejemplos, acabo con una de las tendencias populares más en alza a día de hoy y que ha desembocado en una estrategia comercial concreta por parte de numerosas empresas a la hora de saber aprovechar el miedo indocumentado de una buena parte de la población. Es decir, en este caso, tal y como sucede en los anteriores, se trata de explotar un jugoso filón mercantilista que, sin ciencia… o al menos sin la suficiente ciencia que respalde ese miedo, termine en un interesante beneficio para la empresa que sepa aprovechar el desustanciado tirón. Así lo puse de manifiesto en varios post anteriores cuando me referí a los pretendidos beneficios universales de la dieta exenta de gluten (aquí, aquí y aquí).

La dieta exenta de gluten (más allá de que alguien sea celiaco o posea la denominada y aun poco clara sensibilidad al gluten no celiaca) causa furor, y tal y como ponen de relieve numerosos estudios prospectivos, constituye una destacada tendencia desde hace años con el fin (muy poco claro a la luz de la evidencia) de obtener algún beneficio sobre la salud.

Así, resulta francamente destacable que a pesar de que cada vez más gente busca productos “libres de gluten” con el fin de mejorar no importa qué condición de salud, la ciencia no encuentra justificación para esos pretendidos beneficios. Sin embargo, la realidad no importa cuando se contrasta el mercado y se observa cómo, cada vez con mayor frecuencia, se realizan alegaciones buenrollistas al respecto de la ausencia de gluten en no importa qué alimento. A este respecto merece muy mucho la pena echar un vistazo al artículo de revisión ¿Es el gluten el gran agente etiopatogénico de enfermedad en el siglo XXI? en el que se contrasta lo que te digo: un mercado que crece como la espuma fruto de la demanda popular a pesar de que la ciencia no atribuye, ni de lejos, lo que el consumidor pretende encontrar en una dieta exenta de gluten:

Revisada la literatura se intuye un posible efecto positivo de ciertos grupos de pacientes diagnosticados con enfermedades neuronales, y sin antecedentes de celiaquía o sensibilidad [al gluten no celiaca que] podrían beneficiarse de la dieta exenta de gluten. Esta posible evidencia, sugiere la necesidad de futuras líneas de investigación que podrían dar resultados muy esperanzadores. Para [el resto de] la gran mayoría de enfermedades aún es pronto, aunque consideramos que es necesario realizar estos estudios, ya que la gran inmensidad de resultados, poco consistentes y de poca evidencia científica que hemos observado en bases de datos no científicas, está ocasionando que la población general esté orientándose hacia la elección de productos sin gluten, como un patrón de dieta más saludable, sin que nosotros hayamos podido encontrar esta asociación en la presente revisión.

Sea como fuere, creo que estos cuatro ejemplos ponen de relieve con claridad meridiana cómo la opinión popular influida por una mala interpretación de la ciencia (o directamente, por la pseudociencia) condiciona las iniciativas de la industria alimentaria cuando al parecer lo más importante para esta lo constituye el balance de cuentas. Una pena, ya que de esta forma lo único que se consigue es entrar en un peligroso ciclo de retroalimentación positiva no limitado.

Con todo esto no quiero decir que corras a abrazar ahora refrescos con aspartamo, alimentos transgénicos, envases con bisfenol A o productos sin gluten… no. Más que nada porque una alimentación más o menos correcta y segura no tiene ninguna necesidad de estos elementos. Pero lo que sí quiero decir es que nuestras decisiones alimentarias no deberían tampoco estar basadas en la pseudociencia o en datos parciales de la ciencia… por muy habituales que sean.

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Imagen: Yikrazuul y Calvero vía Wikimedia Commons; Mister GC vía freedigitalphotos.net

La salmonella de los huevos (y el riesgo de salmonelosis)

huevo salmonellaLa semana pasada hice un post en el que puse en alza el huevo pasado por agua como una receta aparentemente moribunda a pesar de su alto interés y valor nutricional. Valores a los que se suman sus muy favorables aspectos económicos se mire como se mire (incluso si lo comparemos con productos alimenticios que son considerados como excepcionalmente baratos, como por ejemplo, unas salchichas de Frankfurt).

Sin embargo, una de las cuestiones que más me preguntaron al respecto de aquel post es su idoneidad desde el punto de vista de la seguridad alimentaria habida cuenta que es una receta que emplea huevo (evidentemente) y además lo hace con un tratamiento térmico relativamente ligero. En concreto, me preguntaban si el consumo de huevos pasados por agua no podría implicar algún riesgo de salmonelosis, una toxiinfección alimentaria típicamente asociada al consumo de preparaciones en las que interviene el huevo, en especial cuando este está crudo o poco cocinado.

A este respecto merece la pena tener en cuenta que las diversas bacterias responsables de ocasionar una salmonelosis, es decir, las especies patógenas del género Salmonella, cuando están presentes se encuentran de forma característica en el exterior del huevo, es decir sobre la cáscara, nunca en su interior, y que su presencia es más probable en aquellos huevos que no han sido correctamente manipulados en su recolección y envasado. Además, este género de bacterias no es demasiado resistente a las condiciones ambientales más habituales, tales como concentraciones elevadas de sal, luz solar, desecación o calor.

Esto quiere decir que la probabilidad de adquirir una salmonelosis es bastante improbable en el caso de los huevos pasados por agua ya que estos se sumergen en agua hirviendo (100ºC) durante al menos tres minutos, sin que quede la menor duda de que los posibles microrganismos presentes en su cáscara queden «neutralizados».

El mayor riesgo de salmonelosis ocurre, por tanto en aquellos alimentos que utilizan el huevo en crudo o con un tratamiento térmico breve y que, a la vez, son consumidos con un intervalo de tiempo relativamente importante desde su preparación… cosa que, evidentemente, no ocurre en el caso de los huevos pasados por agua.

Esto es así porque, además, el recuento de bacterias en el huevo en origen no suele ser tan alta como para alcanzar la dosis que genera una toxiinfección (en referencia, claro está, a huevos procedentes de las granjas comerciales comunitarias que mantienen programas obligatorios de control de Salmonella). Por tanto, si hubiera un tiempo de espera entre la preparación y el consumo, a una temperatura alta que favorezca la reproducción… y la cáscara hubiera estado dañada permitiendo con antelación al cocinado el paso de bacterias al interior del huevo… entonces sí que existirá un  riesgo de toxiinfección significativo.

Las barreras naturales del huevo

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Son varias las barreras que mantienen el interior del huevo libre de gérmenes, entre ellos de la Salmonella. En primer lugar se encuentra la cáscara, cuya integridad y limpieza determinarán si un huevo es apto para su consumo. Solo cuando la cáscara está sucia y deteriorada es posible que los microorganismos penetren al interior del huevo. Por esta razón no pueden comercializarse como huevos de ‘categoría A’ los huevos cuyas cáscaras presenten suciedad o fisuras. Por tanto los huevos rotos se consideran no comestibles y deben ser desechados.

En la misma superficie de la cáscara se encuentra otra estructura de protección: la cutícula. Es una película de mucina que la recubre en forma húmeda cuando la gallina pone el huevo y que se seca sobre la superficie, contribuyendo a cerrar los poros y a hacer de barrera frente a contaminantes exteriores y evitar la pérdida de agua. Tras la puesta, se va deteriorando y desaparece entre dos y cuatro días tras la puesta. Por último, bajo la cáscara, existen también dos membranas de protección. Ambas rodean el albumen y proporcionan protección contra la penetración bacteriana.

Se asume un especial riesgo cuando…

  • Se utilizan para su consumo huevos que presentan la cáscara deteriorada o con fisuras (los gérmenes han podido acceder con antelación al interior del huevo).
  • Cuando se casca el huevo y parte de la posible presencia de gérmenes del exterior contamina el resto del huevo.
  • Cuando además se somete a un escaso tratamiento térmico que no llegaría a “higienizar” la posible contaminación.
  • Cuando, por último, el consumo de la receta se realiza transcurrido un tiempo relativamente alto desde su elaboración y, además no se ha conservado de forma adecuada, que es en refrigeración.

Tal y como se puede contrastar y en base al proceso de elaboración y consumo típicos del huevo pasado por agua, el riesgo de salmonelosis es bastante escaso por no decir imposible, siempre que se tenga la precaución de escoger una materia prima adecuada, es decir, huevos frescos, limpios y que tengan la cáscara íntegra.

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Fuentes: para este post se ha utilizado principalmente dos fuentes bibliográficas, “El gran libro del huevo” y “Manejo del huevo y los ovoproductos en la cocina”, ambos del “Instituto de estudios del huevo” del que además, proceden las imágenes.

Etiquetado europeo de bebidas alcohólicas: información nutricional y advertencias cada vez más cerca

Pava con cava

Los movimientos pro defensa del consumidor de la Unión Europea están realizando una importante presión para que el etiquetado de las bebidas alcohólicas incluya más información que la hasta ahora contenida en ellas. Propuestas que se están encontrando, para no variar, con una considerable resistencia por parte de la industria implicada a la que esta medida no le gusta ni un poquito.

Hasta ahora la poca información obligatoria que contienen alude al grado alcohólico y a la presencia de algunos alérgenos potenciales. Esta iniciativa se veía venir ya de lejos cuando en el RE 1169/2011 (del que te hablé en esta entrada) se advierte que para 2014 la Comisión europea debía presentar un informe al respecto de la idoneidad de incluir esta información en el etiquetado de las bebidas alcohólicas (artículo 16)

A esta nada remota posibilidad (la de incluir en su etiquetado un listado de ingredientes y una información nutricional en la que se incorpore el valor calórico del producto) se suma la de incluir advertencias al respecto de la idoneidad de su consumo en por parte de mujeres embrazadas, menores y aquellas personas que vayan a conducir.

(En esencia la coalición de organizaciones que están haciendo más presión al gobierno de Bruselas son la European Alcohol Policy Alliance (Eurocare), la European Public Health Alliance (EPHA), la European Association for the Study of the Liver (EASL), la European Liver Patients Association (ELPA), la United European Gastroenterology (UEG), la Association of European Cancer Leagues (ECL), el Standing Committee of European Doctors (CPME), el Royal College of Physicians (UK), el British Medical Association, la Scottish Health Action on Alcohol Problems SHAAP, y el Alcohol Action Ireland).

Todos ellos se alegran de que hace apenas un mes el Parlamento Europeo diera un primer paso a la hora de aprobar una solicitud dirigida a la Comisión Europea para que elabore un marco legal que regule un nuevo etiquetado con más información antes de que finalice 2016. La solicitud para regular la información en el etiquetado de las bebidas alcohólicas salió adelante con el voto de 63 de los 68 miembros del comité sobre medio ambiente, salud pública y seguridad alimentaria.

Ciudadanos celebrando el posible nuevo etiquetado en las bebidas alcohólicas

Así de contentos se pusieron los bodegueros al conocer la posibilidad del nuevo etiquetado (simulación)

No se ponen de acuerdo ni desde dentro del sector

Lo más gracioso del tema es que dentro del propio sector de bebidas alcohólicas hay fuertes enfrentamientos con una industria, la cervecera, que está encantada de que se compare el valor calórico de su producto con el del vino y no digamos ya con otras bebidas espirituosas ya que saben que la información, muy probablemente, se ofrecerá a los consumidores, siempre, por cada 100mL de producto. En esas circunstancias, más o menos, al whisky le corresponderán unas 245 kcal, al vino unas 85 kcal y la cerveza sacará pecho y (meterá barriga) con tan solo unas 45.

Por su parte la industria de los licores ha contratacado afirmando (y no le falta ni pizca de razón) que las cantidades de consumo estándar de unas y otras bebidas es muy diferente ya que “nadie” que bebe cerveza bebe 100mL de cerveza… bebe más; y nadie que bebe whiky bebe tampoco 100mL de esta bebida por ración. Este sector por tanto aboga por una información en la que se contemplen las raciones típicas de todas las bebidas y no por 100mL.

En mi opinión los “licoreros” lo tienen difícil ya que esa forma de presentar la información por la que abogan, a pesar de ser la típica en Estados Unidos (calorías por ración estándar) no se usa en la Unión Europea, salvo de forma voluntaria por cada uno de los fabricantes de los distintos alimentos tal y como recoge el RE 1169/2011.

Mi opinión

Por mi parte solo puedo decir que me consta que el ambiente está muy revuelto. Me ha llegado información de que una de las estructuras que representa al sector en España, la Federación de Industrias de la Alimentación y Bebidas (FIAB), está tentando la opinión de los distintos gobiernos autonómicos para, imagino, ver con cuantos aliados cuenta a la hora de hacer presión en un sentido u otro. En este terreno el subsector más afectado es el del vino que no quiere las etiquetas ni en pintura.

En mi opinión este tipo de medidas son necesarias en el momento que igualan a las bebidas alcohólicas con el resto de alimentos; nunca me he explicado por qué las bebidas alcohólicas estaban exentas de aportar una información que era de obligado cumplimiento para el resto de alimentos (salvo contadas excepciones).

Esto por un lado y por el otro, los mensajes de advertencia, quizá sensibilicen a una población, la europea, que tiene, un serio problema derivado del consumo de bebidas alcohólicas. De hecho de todas las regiones de la OMS, Europa es la región del mundo en la que más se consumen este tipo de bebidas. Un hecho que tiene importantes consecuencias en forma de graves problemas de salud pública. Por ejemplo, es preciso conocer que los costos sociales atribuibles al abuso del alcohol en 2010 se estimaron en cerca de 155.800.000.000 € en Europa en 2010, de los cuales una buena parte (82,9 mil millones de euros) son asumidos por los sistema de salud. Es decir, los problemas derivados del consumo de alcohol cuestan a la sociedad europea el equivalente al 2 a 3% de su PIB.

Seguiremos al corriente de esta parece que cercana posibilidad.

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Imagen: imagerymajestic vía freedigitalphotos.net

Día Mundial de la Salud 2015 en pro de la seguridad alimentaria

Día Mundial de la salud 2015

Desde 1950 y con el fin de conmemorar la fundación de la Organización Mundial de la Salud, se celebra todos los años el Día Mundial de la Salud  cada 7 de abril. En cada edición, cada año, se elige un tema específico de salud con el objetivo de hacer destacar un área prioritaria de especial interés para la OMS.

En esta ocasión el tema elegido ha sido la defensa o búsqueda de la inocuidad de los alimentos como un mensaje necesario para minimizar las posibles enfermedades provocadas por un mal procesamiento de los alimentos… desde su producción en origen hasta su inclusión en los platos de los ciudadanos. Así, tal y como sostiene la propia OMS en la página web dedicada a esta efeméride:

Los alimentos insalubres están relacionados con la muerte de unos 2 millones de personas al año, en su mayoría niños. Los alimentos que contienen bacterias, virus, parásitos o sustancias químicas nocivas causan más de 200 enfermedades, que van desde la diarrea hasta el cáncer.

A medida que aumenta la globalización de los suministros de alimentos, resulta cada vez más evidente la necesidad de reforzar los sistemas que velan por la inocuidad de los alimentos en todos los países. Es por ello que la OMS ha aprovechado el Día Mundial de la Salud, que se celebra el 7 de abril de 2015, para fomentar medidas destinadas a mejorar la inocuidad de los alimentos a lo largo de toda la cadena, desde la granja hasta el plato.

La OMS ayuda a los países a prevenir, detectar y dar respuesta a los brotes de enfermedades transmitidas por los alimentos, de acuerdo con el Codex Alimentarius, una recopilación de normas, directrices y códigos de prácticas sobre los alimentos que abarcan la totalidad de los principales alimentos y procesos. Junto con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la OMS alerta a los países de las emergencias relacionadas con la inocuidad de los alimentos a través de una red internacional de información.

En este caso, la OMS pone a disposición de los ciudadanos un material con el fin de prevenir las posibles toxinfecciones alimentarias que puedes descargar al completo en este enlace y que se resume en cinco pilares básicos:

  1. Mantener una adecuada limpieza e higiene tanto personal como de las superficies y utensilios empleados a la hora de procesar o trabajar los alimentos.
  2. Separar los alimentos crudos de los cocinados, así como los utensilios y superficies que van a intervenir en su preparación, todo ello con el fin de evitar la conocida como “contaminación cruzada”.
  3. Cocinar a temperaturas adecuadas aquellos alimentos que requieren un cocinado en caliente asegurándose de alcanzar al menos los 70ºC en su elaboración.
  4. Una vez preparados, mantener los alimentos a temperaturas seguras. Si se van a consumir en caliente y de forma inmediata al menos por encima de 60ºC y si se van a guardar o servir en frío al menos por debajo de los 5ºC.
  5. Elegir materias primas seguras o con suficientes garantías con el fin de elaborar comidas y platos con el mínimo riesgo de toxinfección.

Esperemos que este día de la salud 2015 sea una oportunidad para alertar a todos aquellos que trabajan en los diferentes sectores implicados en la producción y elaboración de alimentos (desde los políticos, a los campesinos, pasando por los productores, minoristas, profesionales sanitarios y por supuesto los consumidores) sobre la importancia de la inocuidad de los alimentos, y concienciar a todos ellos del papel que cada uno puede desempeñar con el fin de que todos tengamos la confianza de contar con alimentos inocuos en nuestros platos.

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Tiramos comida a punta de pala… de retroexcavadora

Señores, esto es una vergüenza. Una puta vergüenza. Somos unos pijos, elitistas, desalmados, insolidarios, despreocupados, irracionales, crueles y… encima quejicas. Yo el primero.

El tema no por conocido deja de ser grave… más al contrario, precisamente por lo mucho que lo sabemos desde hace tiempo, es más y más grave a cada día que pasa.

Carne podrida

Trabajaba el otro día de noche delante del ordenador con la televisión encendida, como tantas otras veces, con la pantalla tonta de locuaz acompañante cuando empezó el programa de Comando Actualidad sobre el desperdicio de la comida. Habitualmente soy capaz de mantener un ojo y las manos sobre el teclado, mientras con el otro ojo sigo, más o menos, algunos programas. El otro día fue imposible, lo que estaba viendo me dejó absorto. Y creo que no es para menos.

A todo lo largo y ancho de eso que se llama casi de forma burlona cadena alimentaria se produce un desperdicio y expolio de recursos que no tiene nombre… y nosotros, nuestros dirigentes (nacionales, europeos, supranacionales…) tenemos la culpa. Mientras otras personas, me importa un carajo que estén en países más o menos lejanos, se mueren de hambre y sufren importantes carencias nutricionales. Y aquí, no solo tiramos la comida sino que cuando lo hacemos, además, impedimos que esas personas tengan acceso a esa comida despreciada. Solomillos, pulpo, langostinos, lomos, rodaballos… son enviados desde las grandes superficies de distribución para la fabricación de pienso para mascotas una vez que su fecha de caducidad ha superado el segundo menos uno. O tirar al mar capturas que, por la regulación que sea, no puede llegar a puerto y ser vendida y, entonces, se arroja por la borda, muerta, en alta mar. O aquello de las raciones pantagruélicas en la restauración… raciones desmesuradas que, con independencia del comensal, se sirven con uniforme y absurda indiferencia… somos ricos o qué… más vale que sobre que no que falte. Por no hablar de nuestra responsabilidad más destacada a la hora de comprar alimentos como si no hubiera mañana, haciendo acopio de víveres por encima de nuestras posibilidades de consumo y como si el holocausto nuclear estuviera a la vuelta de la esquina.

Como digo una vergüenza que no sé muy bien qué solución tiene. Fácil desde luego no será. Desde luego me parece que ese arreglo ha de abarcar distintas esferas. De entrada nosotros mismos, como individuos particulares, hemos de adquirir más criterio a la hora de comprar y de gestionar nuestros recursos, pedir lo justo en los restaurantes (aunque luego sean los responsables los que lo terminen tirando). Al mismo tiempo sería preciso que nuestros dirigentes, esos políticos de corbata o coleta, tanto da, se pongan en serio para poner freno a este silencioso crimen contra la humanidad. En realidad, esos países donde los niños mueren de hambre no están tan lejos geográficamente hablando. El punto más alejado de la Tierra de otro dado cualquiera está tan solo a unos 20.000 km más o menos; y eso, hoy en día, no es una distancia insalvable. El problema es que la lejanía entre donde está la comida y donde esta falta no es geográfica, es conceptual y moral… y esa distancia sí que me parece que, también a día de hoy, es más difícil de recortar.

Si no lo has hecho, te sugiero que veas el programa en cuestión. La comida no se tira, de Comando Actualidad… dura una hora.

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Imagen: Mister GC vía freedigitalphotos.net

Alergias alimentarias: afectan a 17 millones de europeos y abundan los diagnósticos inútiles (fraudulentos)

AlergiasNo viene nada de mal el volver sobre algunos de los temas que son redundantes en el blog y, si es el caso (que lo es) aportar nuevos y mejores datos.

El tema de las alergias alimentarias es una cuestión que afecta a más de 17 millones de europeos. Además de los propios afectados, hay un cierto número importante de población que vive en cierta medida preocupada por la cuestión de las alergias sin estar en principio diagnosticada y que se pregunta si su problema de salud (el que sea), su malestar, o su falta de confort se debe, en última instancia, a algún tipo de alergia alimentaria.

Precisamente por estas cuestiones, la Academia Europea de Alergia e Inmunología Clínica (EAACI) ha lanzado una campaña de concienciación sobre alergia alimentaria y la anafilaxia con el fin de ayudar a que la población comprenda mejor cómo se sienten las personas en esta situación, el profundo impacto en la calidad de vida que les generan, la gravedad que pueden llegar a tener, lo costosas que pueden llegar a ser para toda la sociedad y lo importante que es el diagnóstico precoz y el manejo de esta situación. Es más, como datos relevante, la EAACI advierte que: en los últimos 10 años, los ingresos hospitalarios de niños por reacciones alérgicas graves se han multiplicado por siete; y que entre el 6 y el 8 % de los niños menores de tres años presenta algún tipo de alergia alimentaria.

Frente a esta situación la misma EAACI considera como principales estrategias de futuro que tanto los profesionales sanitarios como la población reciban la formación correspondiente con el fin de realizar un diagnóstico y tratamiento precisos. Para ello destaca que:

  • Se sabe que más de 120 alimentos producen alergias alimentarias y, de ellos, los más frecuentes son: la leche, el huevo, el trigo, los cacahuetes, los frutos secos, el pescado y el marisco.
  • La alergia alimentaria es la principal causa de la anafilaxia en la población y afecta, en particular, a los niños.
  • Son pocas las personas conscientes de que una reacción alérgica severa, como la anafilaxia, puede provocar la muerte.
  • Las etiquetas de alimentos en las que se indica “puede contener” determinados ingredientes resultan útiles a la hora de reducir la ingestión accidental de alérgenos.
  • Los pacientes con alergias tratadas incorrectamente ocasionan la mayor parte de los elevados gastos sanitarios relacionados con este tema.
  • Diversos estudios demuestran que, a lo largo de la vida, los pacientes con alergia alimentaria tienen una peor calidad de vida que aquellos con enfermedades que, a veces, se consideran más graves, como la diabetes.

El diagnóstico chungo

Con frecuencia, son muchos los síntomas o incluso enfermedades que son erróneamente atribuidos a una alergia alimentaria. Así, no son pocos los pacientes que, estando insatisfechos con las respuestas que reciben de los profesionales sanitarios, recurren con frecuencia a métodos de diagnóstico alternativos. Entre ésos métodos “alternativos” y no eficaces más utilizados figuran los siguientes, tal y como advierte la EAACI:

  • Pruebas “citotóxicas”: Estas pruebas se basan en la incubación de células sanguíneas junto a una serie de extractos de alimentos y miden con fines diagnósticos el cambio en el tamaño celular o la respuesta inflamatoria. Entre este tipo de pruebas las más populares son el AlcatTM y el NOVO ImmogenicsTM. Sin embargo, no existen estudios científicamente válidos que muestren su utilidad a la hora de establecer una alergia a los alimentos.
  • Detección de IgG específica contra los alimentos: Otras empresas comercializan también kits de detección de IgG a un gran número de productos alimenticios con el fin de diagnosticar las alergias alimentarias. En realidad, los resultados positivos sólo demuestran el contacto con la comida, pero no han sido capaces de discriminar la alergia de la tolerancia, y no se recomiendan por parte de ninguna de las organizaciones científicas especializadas en alergia.
  • En el apartado más alternativo o magufo de todos figuran pruebas basadas en la kinesiología, la provocación subcutánea y sublingual, la prueba DRIA, la biorresonancia y la electroacupuntura o prueba electrotérmica. Todas ellas son técnicas in vivo que no tienen ninguna credibilidad científica.

Lo que dice la ciencia y puedes confiar

En sentido contrario a todas las pruebas antedichas, la mejor prueba hasta el momento para detectar alergias alimentarias consiste en, después de una evaluación adecuada por parte de un alergológico (como Dios manda), en la exposición alimentaria “doblemente cegada” y controlada con placebo, que se debe realizarse bajo la supervisión de profesionales de la salud con experiencia en estas cuestiones.

Dicho de una forma clara para que se me entienda: ni kits que se compran por correo; ni envió de muestras (sangre, saliva…) a supuestos “laboratorios”; ni consultas en farmacias o herbodietéticas o herbolarios; ni pruebas en dudosos cuchitriles de más que dudosa apariencia, etcétera.

La alergia alimentaria es algo serio, ponte en manos de profesionales cualificados y no de vendedores de humo… por mucho que huela bien dicho humo.

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Imagen: David Castillo Dominici vía freedigitalphotos.net