El nutricionista de la general El nutricionista de la general

"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

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“Fuente de Omega-3”… entre el pitorreo de la industria y la legislación

Ya he comentado mil y una veces que la actual legislación al respecto de las declaraciones nutricionales en los alimentos tiene más agujeros que una flauta. Desde un punto de vista conceptual porque, aunque estuviera bien hecha, fomenta el auge de una muy mala práctica en el consumidor medio, me refiero al nutricionismo, un tema sobre el que no voy a entrar en detalle ya que ya lo hice en su día y por eso te invito a que sigas el anterior enlace. Y desde un punto de vista más concreto, porque le da alas a la industria para hacer, legalmente o no (eso que lo decidan los juristas) lo que les sale por el forro… generando como decía una serie de conceptos erróneos en la población general que para nada están alineados con una sana perspectiva de las cuestiones nutricionales. Vamos a concretarlo con el omega-3.

Chimichurri 3El otro día pasó por mi Time Line de Twitter una fotografía de una salsa, un aderezo, en concreto un chimichurri, que declaraba entre otras cosas, ser una fuente de ácidos grasos omega-3. Raro. Doblemente raro por que por un lado los ingredientes que normalmente caracterizan los productos de este tipo no son en principio fuentes de omega-3. Y por el otro porque aunque lo fueran, las cantidades que se suelen emplear en el normal uso de este tipo de productos tampoco dan para tirar cohetes con ningún tipo de aporte (y de omega-3 menos ya no es un nutriente que se prodigue demasiado en muchos alimentos).

La primera traba puede ser artificiosamente salvable poniendo algún ingrediente que, aunque extravagante, sea rico en omega-3… y ¿que hay más rico en omega-3 que el propio omega-3?; tanto como el 0,07 % del producto contiene este tipo de ácidos grasos añadidos y, se aclara en la etiqueta que es procedente de algas. Chimichurri con algas… o algui-churri (ahí queda la idea).

¿Se salva la segunda traba con esta estrategia? dependerá de tres elementos: de la cantidad de omega-3 que nos quede en el producto final, de las Cantidades Diarias Orientativas que estén establecidas para los omega-3 y de lo que diga las autoridades sanitarias al respecto de con qué cantidad presente de omega-3 en un alimento se puede decir que es fuente de estos ácidos grasos.

Chimichurri 2

¿Cuál es la Cantidad Diaria Orientativa de Omega-3?

Siendo estos omega-3 de los tipos considerados DHA y EPA y alegando el producto: “Los ácidos eicosapentaenoico y docosahexaenoico contribuyen al funcionamiento normal del corazón”, la Comisión Europea considera a partir del Reglamento 432/2012 que para obtener un beneficio de su ingesta habría que hacer un consumo diario como mínimo de 250 miligramos de DHA/EPA (tal y como se cita en la etiqueta). Todo ello teniendo en cuenta que también según la EFSA la ingesta diaria recomendada de DHA/EPA es de 2 gramos, es decir 2.000 miligramos.

¿Qué cantidad queda de omega-3 en el producto final?

Dando por válidos los valores de la información nutricional del producto: 100 gramos de salsa contienen 70 miligramos de omega-3; y 15 gramos de salsa (la ración estándar que propone el fabricante) 10,4 miligramos.

¿Qué cantidad de omega-3 permite decir en un alimento que es fuente de ellos?

Aquí es donde, hay que reconocerlo, la cosa se lía gracias a las autoridades sanitarias y la legislación. La primera indicación que da la EFSA al respecto de cuándo se puede decir que un alimento sea fuente de omega-3, es que ha de contener en 100 gramos o 100 mililitros de producto al menos un 15% de la ingesta diaria recomendada, cifrada como ya has visto en 2.000 mg… Como es fácil de observar, el 15% de 2.000 mg son 300 mg. ¿Tiene esta salsa 300 mg por cada 100 gramos de producto? No, tiene 70 miligramos (que son cuatro veces menos que los consabidos 300 mg) y por ración mucho menos, 10,4 mg; lo que implica 29 veces menos.

Ahora es cuando viene la bofetada al consumidor

Pero, dicho lo dicho, la EFSA también incluye que el producto puede alegar ser fuente de omega-3 siempre que el 15% de la cantidad diaria recomendada se encuentre en 100 kilocalorías de producto. Opinión que se encuentra recogida en el Reglamento 116/2010, que modifica en relación a los ácidos grasos el Reglamento 1924/2006 (ver el apartado 6). Y entonces se lía la cosa. Veamos.

La salsa aporta 32 kcal por 100 gramos, luego para conseguir 100 kcal con el chimichurri habrá que consumir 312 gramos de la misma. Resulta que entonces 312 gramos de salsa (que aportan sus 100 kcal) contendrán 218 miligramos de omega-3. ¿Llega a los 300 miligramos? Tampoco, se acerca de forma considerable, pero no. Ni tan siquiera a los 250 miligramos que indica el Reglamento 432/2012

En resumen; tomando la cifra más beneficiosa marcada por la legislación (para que un producto pueda llevar esta declaración, se informará al consumidor de que el efecto beneficioso se obtiene con una ingesta diaria de 250 mg de EPA yDHA) y pretendiendo obtener el consabido beneficio, habría que usar más de 24 raciones de este chimichurri. Si cada una de ellas es de 15 gramos (insisto tal y como sugiere el fabricante) estas 24 raciones implicaría tomar más de 360 gramos de salsa.

Texto chimichurri

A mí que me perdonen, no sé si esto es legal o no. Para mí desde luego, tal y como yo interpreto los datos, no. Si finalmente no lo es, serán los juristas quienes tendrán que interpretarlo, lo que desde luego creo que es inapelable es que se trata de una tomadura de pelo a la racionalidad. En especial si sabemos que una racioncita de sardinas rebozadas, otra de salmón a la plancha o una de bonito con tomate, alcanzan, de forma individual y redondeando, entre los 4.000 y 6.000 miligramos de omega-3. Estas cosas y similares, pero no otras, son fuente de omega tres… coñe.

Otra vuelta de tuerca

Lo siento por Salsas JR que con esta entrada ya son dos la que dedico a alguno de sus productos. La primera a partir de la mayonesa con estevia como reclamo salutífero (lo sigo sin entender) y luego la de hoy. No dudo de sus buenas intenciones (bueno, un poco sí) pero me parece que están demasiado volcados en las declaraciones nutricionales y de propiedades saludables sacando un poco los pies del tiesto (y me refiero a la más estricta racionalidad, no a su legalidad). Pero de verdad, poner una alegación referente a que tomar chimichurri puede beneficiar el normal funcionamiento del corazón a partir de su extemporánea inclusión de una cantidad ineficaz de omega-3… pues me parece ridículo. Igual luego va y el producto es excelente, reconozco que no lo he probado, pero una cosa no quita la otra (esta vez, como la otra, tampoco creo que me manden una cesta degustación).

No obstante, por si quieren seguir por esta, en mi opinión, ridícula senda, les propongo muy en serio que sigan engalanando su producto con otras declaraciones nutricionales buenrollistas que se han dejado en el tintero. Por ejemplo, además de “sin gluten” que ya la incluyen (y no me parece mal), a la vista de su lista de ingredientes y sin haber de momento una concreta legislación que lo regule, podrían ponerle también “sin lactosa” (es gratis). Ya con el RE 1924/2006 en la mano podrían legalmente incluir también “bajo en grasa”; y además “sin grasas saturadas”. Ya sé que no se olvidan de los azúcares ya que han incluído el «sin azúcares añadidos» (pero con estevia, eso sí) pero también podrían decir de su producto que es “de bajo contenido en azúcares”. Del tema de la sal y de la fibra mejor “pasamos palabra”. Voy con más: les sugiero que además analicen el contenido en minerales o vitaminas de su salsa, probablemente aparezca alguno con el que seguro puedan rascar alguna alegación del tipo “fuente de, o alto contenido en…” lo que sea; y si es que no (cosa que dudaría), siempre pueden añadírselos (como se suele hacer en los cereales de desayuno o con los Bollycaos)… es algo que no cuesta demasiado y siempre queda chuli ponerlo en la información nutricional. Además, después de su inclusión, por ejemplo de hierro, podrían hacer una alegación saludable del tipo, «este ferri-churri ayuda a la normal función cognitiva«. Si al final les queda espacio en la etiqueta entre tanta medalla y parabien podrían poner que, además, está muy rico o que es “natural” (aunque tenga estabilizantes E-415 y E-466) recuerden que estas expresones son gratis total.

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Nota: En esta página de la AECOSAN podrá encontrar quien quiera la mayor parte de la legislación actualizada relativa a las declaraciones nutricionales y saludables en los alimentos.

Quiero agraceder a Ana Isabel Gutierrez (@Fasmida) el hacerme llegar este prodigio salsero, suyas son las imágenes.

Piensa en una enfermedad… ¿ya? Puedes culparle al gluten

Panes variosLa actual fobia hacia el gluten está alcanzando el paroxismo en Estados Unidos y, como bien sabes, tal y como suelen suceder estas cosas, nos salpicará… o a lo mejor peor, no solo nos salpicará la estulticia norteamericana en este sentido, sino que nos ahogaremos en su gluteínico y absurdo maremoto. Ya tenemos algunas muestras en nuestro entorno.

Es posible que algo haya llegado hasta tus oídos. El origen de esta manía superlativa e injustificada hacia el gluten tuvo un detonante bien conocido hace tres años cuando se publicó un libro de adelgazamiento al uso (al uso de las tonterías a las que nos tienen acostumbrados este tipo de libros) titulado Wheat belly, escrito por el cardiólogo William Davis, y que viene a traducirse más o menos como “Barriga triguera” aunque en España se ha publicado como “Sin trigo, gracias”. Su portada ya nos avanza un estribillo bastante común en esta clase de libros: “Aléjate del trigo, pierde peso, y rencuéntrate con la salud”. Qué bonito, qué sencillo… qué chorrada.

Este detonante literario no hizo sino aprovechar la ola de una creciente corriente anti gluten y anti trigo que se venía gestando desde hacía unos pocos años atrás en Estados Unidos. Digamos que el tal médico lo único que hizo fue aprovechar esa ola y surfearla al modo y manera que algunos médicos tienen de interpretar la salud, es decir, aprovecharse sin fundamento científico alguno (o apenas fundamento) de una tendencia en aumento y con ello forrarse (supongo) vendiendo su obra.

Buena prueba de la magnitud de esta fiebre anti gluten la puedes encontrar en este ensayo que hace pocas semanas dedicó con todo lujo de detalles el conocido medio The New Yorker a la cuestión del trigo y del gluten. El artículo es largo y está en inglés, pero de verdad te recomiendo que le dediques un tiempo porque es francamente esclarecedor de hasta donde está llegando esta absurda moda en la que hasta la comida para perros se ha sumado a la corriente sin gluten.

Y es que la cuestión ha dado un salto mortal con la publicación de estas obras. Hasta el punto no ya de obtener mejores digestiones cuando lo que se come no contiene gluten (algo que no tiene el menor sentido más allá de la población celiaca o con sensibilidad al gluten no celiaca), sino que además en la actualidad se le está culpando a este elemento de una cantidad importante de diversas enfermedades y situaciones metabólicas y neuropatológicas que van desde la artritis, la diabetes o el asma, hasta la esclerosis múltiple y la esquizofrenia pasando por el autismo (entre muchas otras)

El tema, desde un punto de vista crematístico no tiene desperdicio… da escalofríos el saber (según The New Yorker) que hasta un tercio de la población adulta norteamericana manifiesta estar intentando reducir el gluten de su dieta. En esta paranoica búsqueda de la excelencia libre de gluten se estima que en 2016 el mercado estadounidense de los productos sin gluten genere unas cifras de venta cercanas o superiores a los 50.000 millones de dólares. Para que puedas poner esta cifra en contexto baste decir que esta cifra de ventas será el doble que la generada en 2011 por esta gama de productos; o conocer que en 2013 la venta de suplementos dietéticos y vitaminas se cuantificó “solo” en unos 26.400 millones de dólares.

¿Hay pruebas que sustenten las propuestas antigluten?

La verdad es que ninguna, al menos entre las serias. Sí que es cierto que en concreto el médico William Davis, el autor de Wheat Belly, es especialmente prolijo en citas bibliográficas para aportar credibilidad a sus argumentos. Sin embargo, descontextualiza las conclusiones, las toma a medias (solo la parte que le interesa) o basa sus recomendaciones en estudios de escasa calidad (habiendo otros que con más calidad sostienen lo contrario y que casualmente se olvida de citar). En sentido contrario ya hay quien le ha dedicado a su obra un análisis pormenorizado desde un punto de vista serio y de las evidencias. En este documento, Wheat Belly: An Analysis of Selected Statements and Basic Theses from the Book, (Un análisis de las principales sentencias y tesis del libro “Barriga triguera”) los autores de la Universidad Saint Paul, le dan un “repasito” a los planteamientos de este médico viniendo a decir lo que ya sabemos y que de alguna manera conté en esta entrada: No sin pruebas… y tampoco con pruebas “retorcidas” o sesgadas.

En mi opinión se trata de una moda buenrollista más. Así, este posicionamiento implica más la adopción de una cierta postura “en la onda” o estilo que de vida “guay”, que un verdadero cambio dietético conducente a una mejora en la salud. Cambio dietético que salvo lo ya apuntado no tiene además ninguna justificación científica y que además solo puede permitirse una élite ya que el precio de los alimentos sin gluten son, habitualmente, más caros que sus homólogos con gluten. Una injusta situación en especial para los celiacos que ven como se frivoliza con sus circunstancias.

Por el momento, ya lo ves, con este panorama se podría parodiar la canción de Michael Jackson y sus cuatro hermanos, Blame it on the Boggie (Échale la culpa al Boggie) y modificar su estribillo (traducido) tal que de esta manera:

  • No culpes a los rayos del sol
  • No culpes a la luz de la luna
  • No culpes al hecho de que sea un buen momento
  • Échale la culpa al boogie gluten

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Imágenes:  Apolonia vía freedigitalphotos.net

 

Fuera michelines… a ritmo de Big Band, Kennedy y el iPhone 5

Seguro que te gusta la música, a todo el mundo le pasa, a unos más una y a otros más otra. Y la publi es lo que tiene, que trata de recoger aquella que a un mayor número de gente le puede gustar con el fin de eso, de llegar a más gente y vender mejor el producto/servicio que se tercie. Música e imágenes… o al revés, quién sabe.

Esta (música) que hoy te traigo es de la que a mí más me suele hacer tilín… me refiero a música “antigua” en plan Big Band y ese rollo… R&B, jazz, country, rock “originales”, etcétera. Como te digo a mí es la que más me gusta, quizá por eso pocas veces le vi el atractivo a una discoteca. Bueno, pero no hemos venido hoy al blog para hablar de eso; sino de la actividad física como motor del adelgazamiento y como precursor de una mejor salud (mejor que sin ella, se entiende).

Iphone5

El caso es que tengas el smartphone que tengas es probable que te hayas percatado de la reciente publi del iPhone 5 como herramienta coadyuvante de los buenos hábitos gimnásticos. No me digas que no te gusta, a mí sí, en especial por la música escogida, y por lo “motivante”.

El tema escogido no es baladí. Titulado originalmente como “Chicken fat” (“Michelines” en argot) y conocido también como “The Youth Fitness Song” (“Música para el ejercicio de los jóvenes”) tiene su origen en una campaña iniciada a principios de los años ’60 del pasado siglo con la que un presidente norteamericano a la cabeza (el paradigmático John Fitzgerald Kennedy) trataba de poner coto a una incipiente (y verdaderamente preocupante por lo que se ha visto) epidemia de obesidad entre sus ciudadanos. Ya sabes, los demócratas y sus extravagantes preocupaciones por los “social”. Y lo hacía, más o menos, con estas palabras:

“Somos una nación infra ejercitada. Nos dedicamos a observar [mientras otros juegan] en vez de jugar. Nos desplazamos en vehículos en vez de caminar. [Así pues] nuestra existencia nos priva de la mínima actividad física compatible con una vida saludable.”

Ya ves, años ’60, hace más de cincuenta años… y aquí andamos (bueno, aquí estamos: sentados). El caso es que con esa preocupación en sus meninges presidenciales, las de JFK, se puso en marcha un programa para re-activar a la población estadounidense, en especial aquella en edad escolar, el nombre de aquella campaña: President’s Council on Fitness, Sports, and Nutrition (Acuerdo Presidencial sobre Actividad física, Deporte y Nutrición). Y para ello, entre otras iniciativas, se confeccionó un tema musical ad-hoc que sería distribuido por no importa qué escuela estatal con el fin de ayudar, a ritmo de marcha militar y toda su parafernalia (de las que más molan) a que los más jóvenes realizaran sus ejercicios ¿diarios? El tema sugiere que sí. Esta es su versión extendida, la original, para las escuelas.

Pues bien, el tema musical del anuncio del ya agonizante iPhone 5 (el 6 está a la vuelta de la esquina) y de sus posibilidades ejercitantes (al menos para tomar su medida mientras tú haces el deporte que sea) es una versión acortada de aquella original. En la buena, la primigenia, la canción ofrecía la posibilidad de seguir una especie de rutina de actividad física al ritmo de la música… nada más y nada menos que 6 minutos y pico… a diferencia de la del spot de apenas 1 minuto.

Sea como fuere en su contenido, en su letra, se da cuenta de una importante cantidad de expresiones hechas, de argot, que me hubiera sido imposible traducir correctamente sin la ayuda de, ahora sí, un buen amigo*. Así pues, si te gustan como a mí estas curiosidades, tanto como la realización y promoción de la actividad física, déjame que entre ese buen amigo* y yo te adjuntemos la traducción de ese tema “Chicken fat o lo que es lo mismo (aunque no lo parezca) “Michelines” (pincha en el vídeo de más arriba o bien en este enlace)

Tal y como se menciona en los innumerables videos colgados en la plataforma “youtube” este es un tema puramente yankee, hasta el punto de afirmar que:

“Si fuiste al colegio entre las décadas de los ’60 o ’70 esta tonadilla seguro que está apostada en alguna parte de tu memoria”

Lo que da idea de la popularidad de la misma en su día.

Así pues, curiosidades, aplicaciones y teléfonos inteligentes aparte, anímate a mantener un estilo de vida más activo, tu salud y la de los que te rodean te lo agradecerán… Si además, para lograrlo, este tipo de tecnología y elementos motivadores sirven de acicate, bienvenidos sean.

Si te ha gustado esta entrada también puedes consultar:

*Nota: Ese buen amigo es Guillermo Peris (@waltzing_piglet) a quién este blog me ha dado la oportunidad de conocer y colaborar más allá de lo estrictamente divulgativo. A él y no a otro se le debe la traducción (imposible para mí) de la letra del spot del iPhone 5 y su subtitulado.

Y, otra vez, un merecido agradecimiento a ese otro gran amigo, Miguel Justribó (@migueljustribo) publicista de raza, al cabo de la calle, sin el cual este nutricionista que os escribe no sería el que es.

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Imagen: Aitor Perez Serena, vía wikimedia commons

Vitamina D y calcio en la salud ósea femenina: novedades

Durante mucho tiempo las recomendaciones de salud en el caso de la mujer, han pasado casi de forma inevitable por la suplementación con dos nutrientes clásicos: la vitamina D y el calcio. Con este aporte extra de micronutrientes (amén de otros posibles) una mujer comprometida tanto con su salud como con los consejos de su médico se sentía más segura de aumentar las probabilidades de adquirir o conservar unos huesos más fuertes, más sanos y así reducir el riesgo de osteoporosis. Y por tanto, también el de reducir el riesgo de una siempre inconveniente fractura ósea. Mi abuela fue una de esas mujeres, aún la recuerdo tomándose esos inmensos comprimidos (mayores que una moneda de dos euros) y las dificultades que ello le suponía. Pese a todo mi abuela se rompió la cadera dos veces en lo que sería un claro caso «amímefuncionismo» inverso.

Sin embargo, parece que a día de hoy se ha puesto de manifiesto que la idoneidad de estas recomendaciones sobre el calcio y la vitamina D no tiene razón de ser, al menos en mujeres postmenopáusicas. Resulta que el actual avance del conocimiento científico ha llegado a un punto tal en el que no hay razones para aconsejar, con datos en la mano, la suplementación que se venía hasta ahora haciendo en este sentido. Una de las pautas más habituales de la suplementación con estos nutrientes incluía un aporte extra (además de las fuentes alimentarias) de 400 UI de vitamina D (UI = Unidades Internacionales) y de 1.000 mg de calcio.

Esta información la acaba de aportar uno de los servicios públicos más volcado en hacer recomendaciones sobre la salud en los Estados Unidos, la U.S. Preventive Services Task Force (= El Equipo de Trabajo de Servicios de Medicina Preventiva de los Estados Unidos). En un reciente documento eleborado a partir del estudio de multitud de trabajos sobre el tema ha puesto de relieve que sobre este tipo de suplementación no hay evidencia suficiente que respalde el efecto en la reducción del riesgo de fractura en mujeres postmenopáusicas. Es preciso recordar que la U.S. Preventive Services Task Force es una de las instituciones más interesadas en hacer buenas y adecuadas recomendaciones ya que si no las hacen así los futuros problemas de salud de la población van a repercutir directamente sobre sus arcas, es decir, sobre las del propio Estado.

El tema de la salud ósea femenina es una cuestión con amplias implicaciones económicas. Se estima que cerca de la mitad de todas las mujeres mayores de 50 años sufrirán una fractura a lo largo de su vida motivada en cierta medida por la osteoporosis. A su vez, en las mujeres de edad avanzada, estas fracturas suponen un aumento de la morbilidad (enfermedades asociadas) y también de la mortalidad. Para que se hagan una idea, entre el grupo de mujeres que se rompen la cadera la tasa de mortalidad en el año siguiente a la fractura es el doble que en el grupo de mujeres de la misma edad que no se la han roto.

Entonces, a este respecto ¿Qué puede hacer una mujer comprometida con su salud?

Algo más sencillo, barato y cómodo que la suplementación vitamínico mineral: Retomar o continuar con unos estilos de vida adecuados, es decir, seguir una alimentación equilibrada, nunca excesiva; cuidar el aumento de peso; mantener un estilo de vida activo con una cantidad e intensidad de ejercicio adaptadas a sus circunstancias y; tener también una adecuada exposición solar (con las consabidas protecciones). A fin de cuentas la vitamina D también es conocida como la «vitamina del sol», ya que nuestro organismo tiene cierta capacidad de síntesis de esta vitamina a partir de los rayos solares. Todos ellos, en la justa medida, son elementos que intervienen en una correcta salud en general y en la de los huesos en particular.

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Foto 1: DanDawson

Foto 2: wellcome images