El nutricionista de la general El nutricionista de la general

"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

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¿Te contaron que las grasas eran las malas? Vale, pues no es cierto

AceitesEn la actualidad los grandes cambios de las recomendaciones dietéticas están vinculados sin lugar a duda y por encima de otras posibles consideraciones al mundo de las grasas. De alguna forma te lo he venido contando en diversos post: en este sobre la cuestión de las grasas saturadas, en este sobre el colesterol o, dejando al margen los nutrientes y centrándonos más en los alimentos, en este sobre el huevo. Pues bien la actualidad que hoy te traigo redunda en la misma línea.

Como ciudadano de a pie puedo imaginarme sin ningún problema lo muy hasta las narices que estarás cuando cada tres días o cada tres décadas (lo que es aun peor) te cambian las recomendaciones dietéticas de forma que lo que ayer era bueno-buenísimo… hoy es malo de la muerte. Digo que te entiendo porque yo soy, tanto como tú o más una víctima de esta clase de “golpes de timón”. En cualquier caso, también te digo, que al menos en mi caso no lo asumo con desesperación ya que los cambios son buenos en la medida que suponen un avance… y este que hoy te traigo lo es. El caso es que para ponerte en antecedentes hay que recordar que las guías dietéticas de Estados Unidos están actualmente en periodo de revisión. Para su elaboración se consultan distintos estamentos (incluido cualquiera que quiera hacer sus aportaciones) pero por encima de todos destaca el denominado Comité Asesor para las Guías Alimentarias. Dicho comité ha publicado su informe con los contenidos que a su juicio debieran incluirse en las próximas guías y, la “liberación de las grasas” es decir, el dejar de demonizarlas como hasta ahora se ha hecho con ellas es una de las claves. Su lugar en la picota lo ocupan ahora los azúcares y los alimentos (en su mayor parte procesados) que incluyen una alta proporción de hidratos de carbono refinados.

Esta exculpación de las grasas tras cuarenta o más años de machaque continuo nos lo cuentan en dos grandes estrellas mundiales de la nutrición, Dariush Mozaffarian y David S. Ludwig, en el artículo titulado The 2015 US Dietary Guidelines: Lifting the Ban on Total Dietary Fat (Las Guías Dietéticas Norteamericanas de 2015: Levantando la prohibición a las grasas totales) cuyo resumen en forma de titulares podría ser el siguiente:

  • Tal y como ya hablamos, el tema del colesterol presente en los alimentos debería ser una cuestión por la que habría que dejar de preocuparse (tienes más contenido en esta entrada)
  • No debería hacerse constar un límite superior en el consumo de grasas. Es decir, el informe del Comité Asesor para las Guías Alimentarias no plantea proponer límite alguno al consumo de grasas en la dieta. Ahora bien…
  • En el asesoramiento dietético se debe enfatizar en la calidad de la grasa a incluir pero no en su cantidad.
  • Es más, la hasta ahora existente limitación en el consumo de grasas totales con el fin de prevenir la obesidad tampoco se debería utilizar a partir de ahora. En su lugar se debe poner más interés en los cambios de los patrones dietéticos dirigidos a la inclusión de más verduras, frutas, cereales integrales, legumbres, pescado y marisco, y productos lácteos. Al mismo tiempo, y con este mismo fin se deberían incluir menos carnes, menos alimentos y bebidas azucaradas y menos alimentos con ingredientes procedentes de los cereales refinados.

Esta claro que con estas recomendaciones que ahora plantea el Comité Asesor para las Guías Alimentarias se invierten los mensajes que durante nada más y nada menos que 40 años nos han hecho llegar las autoridades sanitarias. Estoy convencido que la enorme inercia poblacional al respecto del mensaje de “incluir grasa es malo y quitarse la grasa es bueno” va a tardar en cambiarse, pero hay que ir tomando nota y, sobre todo, estar al quite para explicar el porqué de lo que se ha hecho durante 40 años y saber trasladar una adecuada lectura de estas nuevas recomendaciones a la población general. Así pues, y como primer ejercicio de resumen práctico quédate con estos mensajes casi telegráficos:

  • Preocúpate por incluir en tu dieta grasas con un origen adecuado.
  • Los alimentos y bebidas con azúcar añadido fuera.
  • Los alimentos con harinas, almidones… es decir, con ingredientes refinados provenientes de los cereales también fuera.

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Nota: Mi agradecimiento una vez más para dos buenos colegas de Twitter Luis Jiménez (@centinel5051) y Carlos Casabona (@carloscasabona)

Imagen: Imagen facilitada por el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente (http://www.alimentacion.es/es/fototeca/)

¿Mejorará la salud de los norteamericanos tras prohibir las grasas trans? Lo dudo

Bizcochito chocolateMe imagino que estarás al corriente de la noticia. Hace unos pocos días la Administración sanitaria estadounidense, la FDA (Food and Drug Administration) encargada de regular la comercialización de fármacos y alimentos, ha decido prohibir totalmente el uso de ácidos grasos trans (aquellos que se forman muy habitualmente en la hidrogenación de grasas y aceites vegetales) en la elaboración de alimentos procesados (enlace a la fuente original).

En realidad es la guinda de un pastel que se viene horneando desde hace al menos 10 años cuando este tipo de ácidos grasos empezaron a ubicarse en el punto de mira de las administraciones de salud de todo el mundo, pero más en especial en las de Estados Unidos. Así, hace años que tanto las administraciones locales como estatales de este país se lo estaban poniendo cada vez más difícil a este tipo de grasas. Ahora la FDA ha anunciado que las grasas artificiales «trans» son una amenaza para la salud pública y prohibirá su uso de manera gradual en un período de tres años dentro de todo el panorama nacional y que con ello espera reducir las enfermedades coronarias y la obesidad de sus ciudadanos.

No voy a entrar en tediosas explicaciones al respecto de los efectos metabólicos de este tipo de ácidos grasos y que al menos a mí nunca me han preocupado demasiado. Y digo que no me han preocupado por que la presencia de alimentos con este tipo de nutrientes en mi dieta y en la de mi familia es prácticamente anecdótica… por no decir desconocida. Es decir, si viviéramos en Estados Unidos y teniendo en cuenta que no incluimos alimentos que son fuente dietética de ácidos grasos trans, este tipo de medidas ni nos va ni nos viene. Y te digo esto por que…

Antes que usar alimentos que antes tenían… y ahora no van a tener… grasas trans, es mejor caracterizar tu consumo de alimentos con aquellos que no son susceptibles de incorporarlos. Al así hacerlo se matarán no dos si no varios pájaros de un tiro. Y es que los alimentos que son típicamente fuente dietética de ácidos grasos trans suelen ser, al mismo tiempo, ricos en azúcares, en grasas totales o en sal

Por aclararnos ¿qué alimentos son los típicos que incorporan ácidos grasos trans? pues la bollería industrial (o no tan industrial), las productos procesados, los platos preparados, la galletería, la chocolatería… es decir, alimentos que de ningún modo deberían obtener la etiqueta de ser saludables por convertirse ahora en libres de grasas trans o como a buen seguro dirán los norteamericanos trans fat free, dotando al producto en cuestión de una falsa apariencia beatífica a los ojos de los consumidores:

  • ¡Mira Kevin… estos bizcochitos rellenos de crema de cacahuete, nata y caramelo pone que son trans fat free!
  • ¡Genial Rose-Mary!… y además dice que son cardio-guays ya que tienen el sello de la Sociedad Americana de Dietética y Ciencias de la Alimentación… qué flipe… pillaré entonces un palé de bizcochitos para llevarlos de acampada este weekend.

Veamos. Llevamos demasiado tiempo practicando una guerra inútil contra los nutrientes mientras los alimentos en sí se van de rositas… y esto en mi opinión en es un error. Mientras la guerra se declare a la sal, al azúcar, a las grasas trans, etcétera, no conseguiremos nada en mi opinión. Vayamos contra esos grupos de alimentos insanos y, en vez de disfrazarlos salutíferamente hablando, pasemos de ellos mientras ponemos en valor los alimentos de verdad, aquellos que no tienen ingredientes (solo uno, ellos mismos) y que no digan nada en su envase termosellado de lo buenísimos que son para la salud porque le han puesto esto o quitado aquello.

¿Que si los estadounidenses mejorarán sus índices de salud con esta medida? Con sinceridad, lo dudo. Mientras no haya un cambio de paradigma lo veo muy improbable. Sin embargo, hay quien piensa que sí.
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Imagen: GTRES

La conquista del estilo de alimentación americano

samandale vía freedigitalphotos.net

samandale vía freedigitalphotos.net

Antes de empezar déjame que aclare que con este título EEUU se come todo el marrón, pero es lo que hay. Si bien no sé en qué medida tienen “la culpa”, lo que sí está claro es que tienen mucha; como digo, puede ser que toda.

Sé que el público lector de este blog tiene un rango de edad muy variopinto pero yo, o sea su autor, ya tiene una cierta edad y por lo tanto una cierta perspectiva sobre cómo han cambiado las cosas de un tiempo a esta parte.

Empezaré confesándome. En mi más tierna infancia y adolescencia abrazaba y perseguía de todo aquello que tuviera una especie de aura del tipo american way of life. Lo americano triunfaba, y a mí y a tantos otros este tema nos tenía francamente abstraídos. Y que mejor forma de demostrarlo que vivir como ellos y por supuesto comer como ellos. Por ejemplo, a principios de los ’80, cuando un servidor contaba cerca de 12 años, pisé un Burger King por primera vez, fue todo un hito, una experienciaque que aun guardo fresca en mi memoria. Fue en Benidorm, estábamos de vacaciones y no quiero ni pensar la tabarra que les debí dar a mis padres hasta que conseguí que me llevaran. Verse allí molaba, era guay, cool.

Otro ejemplo, la Cocacola, siempre en botella de vidrio y de litro. Era todo un icono que se abría en ocasiones especiales y se bebía como un elixir de felicidad, ya sabes, la chispa de la vida, y al mundo entero quiero dar un mensaje de paz y todo eso… Encargar o comer pizza era toda una declaración de estilo… de estilo americano. Ya ves; pero era ése estilo al que muchos de mi generación aspirábamos.

Hoy todo ese estilo ya se ha popularizado tanto que no tiene mayor sentido eso de jugar a hacer lo que hacían (y en no poca medida siguen haciendo) los americanos. Hacemos «lo normal» y eso quiere decir, hacer lo mismo que ellos: nos hemos americanizado. O si lo prefieres nos han Cocacolonizado tal y como decía en esta entrada que te sugiero no dejes de leer.

Un americano a roma

En mi descargo puedo argumentar que nuestras aspiraciones eran el resultado de una intensa campaña publicitaria general que, con indudable éxito, nos vendía ese modus vivendi tan deseable al menos en apariencia. Y tengo ejemplos, ya que si bien lo que hasta aquí he relatado es fruto de mis particulares vivencias, en el vídeo de abajo tienes una muestra de lo que te quiero decir pero en la Italia de 1954. En la película Un americano a Roma dirigida e interpretada por Alberto Sordi (traducida como “Un americano… de Roma”) se relata en tono de humor la vida de Nando Moriconi, un joven romano obsesionado con todo aquello que oliera a americano. En esta peli merece la pena destacar la escena en la que Nando se enfrenta al momento de la comida y repudia todo aquello que le liga a sus raíces italianas (Maccheroni, maccheroni, questa è robba da carrettieri) y prefiere (al menos al principio) los alimentos típicos americanos. Te dejo con el vídeo y a continuación la traducción, más o menos, del monólogo.

¡Macarrones!… macarrones, esto es un alimento para vagos, yo no como macarrones, yo soy americano soy… ¡vino tinto! yo no bebo vino tinto… sabéis que soy americano y los americanos no beben vino tinto ni tampoco comen macarrones… los americanos comen mermelada, mermelada… ¡es una cuestión de ser americano! Yogurt, mostaza… es por estas cosas que los americanos les ganaron a los apaches, ellos luchan contra los indios… los americanos no beben vino tinto ¡beben leche! Por eso no se emborrachan, ¿habéis visto alguna vez un americano borracho? Yo no he visto nunca un americano borracho… ¡los americanos son fuertes! Joder, por eso no se puede luchar contra los americanos! Los americanos comen mermelada, mermelada… macarrones… mecagüen la mar. Yo os desprecio macarrones… Vosotros que me miras con esa cara intrépida que parece la de un gusano… macarrones… esto es asunto de americanos, ¿lo veis? Yogurt, mermelada, mostaza… ¡la mostaza! Cómo sino sin la mostaza… un poco de leche, ¡estas son las cosas que comen los americanos! ¿lo veis?: cosas sanas, con sustancia… macarrones…
¡Qué guarrada!… los americanos… ¡oh, los macarrones! me habéis provocado y ahora os voy a destruir… os voy a comer. Esto se lo damos al gato (leche), esto se lo damos al ratón (yogurt) y con esto matamos los chinches (mostarda) y yo bebo leche [y le arrea un lingotazo al vino tinto]. Soy americano ¡oh… gusanos yo os como!

Si bien mis inclinaciones infanto-adolescentes eran las que te he contado, hoy reniego (tal y como lo termina por hacer Nando al final de la escena). No diré que no bebo Cocacola nunca, ni que jamás piso una franquicia  de hamburgueserías, porque mentiría. Pero desde hace mucho tiempo, a diferencia de hace unos cuantos años, procuro hacerlo lo menos posible. El caso es que otra de las cosas que han cambiado, y aquí quería llegar yo hoy, es que si bien hace años había que casi que buscar y forzar este tipo de hábitos alimentarios hoy lo que resulta verdaderamente difícil es sortearlos. No creo que en este instante estés donde estés, estés a menos de 10 minutos de cualquier cadena de hamburgueserías, que no puedas pedir una pizza por teléfono o que no puedas adquirir una lata de refresco en la típica máquina de vending en menos de 5 minutos. ¿Quieres ver a lo que me refiero con un ejemplo de publicidad?. Pues mira este vídeo


Tal y como comentaba en esta entrada nos alejamos con pasos de gigante de nuestro, más o menos original y tradicional estilo de vida mediterráneo. Con el agravante de que como seguimos estando en España seguimos creyendo que ese estilo sigue siendo mediterráneo. Pero va a ser que no: tomarse una pizza prefabricada en Ibiza en la orilla del mar está más cerca del estilo americano que del mediterráneo, y más si repites a menudo ese mismo tipo de conductas (estés donde estés) y la acompañas de un refresco.

Así pues, si cara al año que viene (y al que viene, y al que viene, al que viene…) quieres hacer algo para mejorar tu alimentación trata de hacer las cosas mejor, de comprar las materias primas que luego vayas a comer, de cocinar, de disfrutar de la mesa y de incluir muchos más alimentos vegetales frescos y de temporada (verduras, legumbres, hortalizas, frutas, cereales integrales, frutos secos…) al tiempo que aparcas aquellos otros alimentos más procesados o listos para comer.

La galería de los horrores de los comedores escolares americanos

FedUp.jpgYa sabéis que tengo una especial fijación por cómo les dan de comer a nuestros hijos cuando nosotros no nos enteramos, o cuando solo nos tenemos que conformar con un papel con el que el colegio nos informa de lo que se supone ellos comen.

Antes de seguir te recomiendo que te pongas en antecedentes leyendo este otro post al respecto de si estamos los padres y cuidadores al corriente de lo que comen nuestros hijos en el colegio. Resulta que tal y como se ponía de relieve en un estudio realizado por el Colegio Oficial de Dietistas-Nutricionistas de Illes Beleares parece que lo hacen no muy en la línea de lo que sería más recomendable y mejor para ellos.

El caso es que el otro día, Raquel, una buena amiga (@aliment_ARTE) me puso al corriente de una iniciativa que se ha puesto en marcha en Estados Unidos por ‘DoSomething.org’ (una plataforma sin ánimo de lucro para lograr cambios a partir de la iniciativa popular) que trata de poner de relieve la calidad de las comidas escolares. Este iniciativa se llama fed up (harto) y, a través de las fotografías que los chavales hacen a sus comidas y que luego cuelgan en la página creada a tal efecto, cada uno puede votar si eso que se ve en la imagen se lo comería (eat it) o directamente lo tiraría (toss it). Las razones para descalificar una comida pueden ser diversas, bien por la forma en la que está cocinado o presentado el plato o ración, por las medidas higiénicas (hay fotografías con pelos y moscas en la comida), porque responda mejor o peor a una mínima adecuación nutricional, etcétera. Son infinidad de imágenes las que se pueden encontrar ya y, junto a ellas, los jóvenes sintetizan con sarcásticos titulares las razones por las que esa comida les resulta tan desagradable o poco apropiada. Así los usuarios que lo deseen podrán seguir subiendo fotos hasta el 15 de noviembre. Al final, cono todos los votos recibidos ‘DoSomething.org’ confeccionará un mapa de Estados Unidos en el que vendrá reflejado dónde se come mejor y peor.

Tengo la esperanza que en los comedores escolares españoles no se haya llegado a los extremos que se ven en algunas imágenes de la página en cuestión. Pero al mismo tiempo, hemos de ser conscientes de que corremos el importante riesgo de que este tipo de conductas propiciadas o permitidas por las autoridades sanitarias, los directores de centro, las empresas de restauración colectiva, etc. y que hoy vemos en ultramar terminen por implantarse por estos lares y mellar (aun más si cabe) lo poco que queda de nuestros afligidos hábitos alimentarios.

Sorpréndete y deja tu comentario sobre esta particular galería de los horrores de los comedores escolares norteamericanos. Si lo prefieres puedes comentar tu experiencia personal en el comedor de cuando eras más joven o, si ya eres padre o madre, la de tus hijos.

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Imagen: http://fedup.dosomething.org/fedup/

Escolares norteamericanos protestan en un vídeo musical por la reducción calórica en sus comidas

Pues sí, como lo oyen, algunos estudiantes están descontentos con las nuevas iniciativas gubernamentales que han modificado el contenido energético que los estudiantes reciben en el colegio a la hora de comer. Estas medidas se enmarcan dentro de la campaña genéricamente denominada “Let’s move” (“En marcha”) y está liderada por Michelle Obama. Con ella se trata de poner coto a la epidemia de obesidad infanto-juvenil de los escolares norteamericanos. Algunas de estas medidas consisten en la reducción calórica y en un nuevo replanteamiento del contenido de los alimentos presentes a la hora de la comida.

Pues bien, a algunos de ellos no les ha gustado ni un poquito ya que según ellos el nuevo plan de comedores escolares implica unos cambios poco adecuados a su situación. Entre ellos, la reducción de 200 a 400 kcal por comida, la inclusión de más fruta y verdura, y la única posibilidad de que los alimentos lácteos que se les suministran sean desnatados o bajos en grasa…Y todo ello les hace sentirse hambrientos, sin energía para las actividades escolares y les obliga a que una vez finalizado el colegio tengan que “arrastrarse” hasta casa para que les alimenten sus madres.

Esta protesta capitaneada por estudiantes de la St. Mark’s Charter School en Colwich (Texas) está teniendo un impacto relativamente importante en los medios y en las redes sociales (al menos en su país) ha empleado una conocida canción del grupo “FUN” titulada “We are Young” (“Somos jóvenes” –y no, no tiene nada que ver con aquella homónima del “Dúo Dinámico”-) y la han versionado de manera sublime  a mi modo de ver. Ellos la han titulado “We are Hungry” (“Estamos hambrientos”). En el vídeo plasman a su manera como la falta de sustento les hace desfallecer en las actividades deportivas y como los más pequeños tienen que volver a casa arrastrándose literalmente por la falta de energía. Se puede acceder al vídeo a través directamente de youtube en este enlace y obtener así su letra para una mejor comprensión.

Bien, antes de pasar a comentar de forma concreta algunos de los aspectos de su mensaje, déjenme decirles que me parece un trabajo sensacional y que parte de razón no les falta, además, claro está, de haber escogido para su reivindicación un grupo y en concreto un tema musical que me encantan.

 

A los chavales no les falta razón. En mi opinión es un error el circunscribir el número máximo de calorías que van a recibir todos los estudiantes en el colegio a la hora de comer. El error como ya se habrán fijado es el de “café para todos” ya que a unos les servirá y a otros no. La campaña desarrolla la ley del Acta de Salud y Nutrición Infantil aprobada en 2010 e implica que los estudiantes de secundaria reciban ahora de 750 a 850 kcal por comida frente al mínimo anterior establecido en 825kcal/comida. Por su parte las nuevas directrices llevan a que en el caso de los estudiantes de primaria estos reciban un máximo de entre 550 a 650kcal/comida frente al mínimo anterior situado en 633kcal/comida.  En mi opinión más les valdría fijarse en el contenido de las bandejas que en el monto final de las calorías y, de esta forma, dejar hacer al hambre de cada uno a partir de alimentos más saludables (aunque este tema también está presente en el Acta de Salud y Nutrición Infantil)

Otro aspecto que tiene implicaciones con este tema es que ahora los niños se han visto “sorprendidos” por la necesidad de llevarse desde caso un almuerzo para la media mañana o incluso una merienda… acciones que por mucha tradición que se tenga parece que no es la costumbre actual.

En resumen, la iniciativa me parece genial, es normal que con las nuevas medidas sientan más hambre que la que antes sentían tras haber comido. Pero ahora tienen la oportunidad de hacerlo mejor, con mejores alimentos y también a base de incluir un pequeño almuerzo  a media mañana y una merienda a media tarde, es decir, de comer más veces al día, en vez de ponerse como boas a la hora de la comida y pretender que esa comida les sirva casi para todo el día.

Y ya que estamos, me despido con la versión original del tema de FUN

El peso del país. Segunda parte. Oportunidades y elecciones

Este segundo capítulo plantea una pregunta que se habrán formulado muchas personas, tanto las que han pretendido perder peso en serio en algún momento como las que simplemente han “jugueteado” con la idea: Cómo es posible que a pesar de los notables avances de la medicina, las espectaculares herramientas tecnológicas actuales y los millones de euros y dólares invertidos en investigación en este tema todavía no exista un remedio eficaz para prevenir o tratar la obesidad, ¿por qué?

Son centenares por no decir miles las investigaciones centradas en el desarrollo y evaluación de estrategias con el fin de proporcionar a las personas obesas una solución, es decir, a alcanzar y mantener un peso saludable. En este sentido, nadie duda del importante papel que en estos aspectos desempeña la alimentación y, quizá por esta razón, la población general recibe un bombardeo constante de dietas que prometen alcanzar los objetivos de pérdida de peso. Pero al final, estas “soluciones” suelen terminar por hacerse insostenibles y fracasan. Los autores del documental no dudan en afirmar que el mantenimiento de la pérdida de peso es un desafío, un reto, y el éxito del mismo requiere de cambios adecuados tanto en lo que comprende a la alimentación, como a la actividad física. Y esos cambios han de ser sostenidos en el tiempo. Si no, lo más probable, por no decir seguro, es que se fracase en el intento. En líneas generales, los programas de intervención que más éxito han cosechado son los que incluyen cambios en la alimentación y en la actividad física. El “menos plato y más zapato” que defendía hace ya unos cuantos años el Profesor Grande Covián.

En relación al peso, se gane o se pierda –continúa el documental- no hay milagros, todo depende del balance de energía de nuestro cuerpo: Se mantiene un peso más o menos estable cuando comemos y gastamos la misma cantidad de calorías en un lapso de tiempo determinado. Si se comen más calorías de las que se queman los kilos aumentan. Comer menos (o gastar más) hace descender la cantidad de grasa que acumulamos y, por tanto el peso. Al mismo tiempo se hace destacar una teoría que sugiere que si alguien mantiene una situación de sobrepeso u obesidad durante un cierto tiempo, su cuerpo establece ese peso como “normal”, algo que en el documental llaman el «set point«, y el organismo luchará por recuperarlo, en especial, tras haber perdido peso. Una teoría que explicaría en cierta medida el efecto yo-yo, como la tendencia “normal” hacia el mantenimiento de un peso determinado, aunque este sea elevado.

Centrando el tema sobre la alimentación, las razones que nos impulsan a comer son muy variadas, no sólo comemos porque tengamos hambre. Comemos en función de nuestro estado de ánimo: porque estamos aburridos, tristes, cansados, estresados, etc. Así, con mucha frecuencia, se come por razones distintas a las de mantener un buen estado nutricional y por tanto, a la larga, termina por afectar a nuestro peso y eso pone en peligro nuestra salud. En este sentido, el documental apunta hacia determinadas investigaciones que sugieren que pararnos a recapacitar en lo que comemos -y por qué se está comiendo- puede ser un elemento importante para ayudarnos a alcanzar y mantener un peso saludable.

Sobre la actividad física se hace preciso considerar que la mayoría de nosotros pasamos más de la mitad de nuestras horas de vigilia en el trabajo y que este es, normalmente, un trabajo sedentario y, no poco frecuentemente, estresante. A pesar de esta realidad el documental muestra pequeñas estrategias que se pueden implementar con el fin de comer mejor y moverse un  poco más incluso en el trabajo.

Al final todo se trata de tomar decisiones acertadas dentro del abanico de opciones posibles que caracteriza nuestra vida, todo ello en la consecución de metas realistas. Unas metas que con el tiempo (siempre “el tiempo”) harán aumentar las probabilidades de obtener grandes resultados. Con otras enfermedades sucede parecido, por ejemplo, si tenemos la presión arterial alta, el médico nos comunicará una serie de medidas para mejorar esa situación (aparte de las posibles herramientas farmacológicas) esas medidas serán para siempre, no para bajar la tensión durante seis meses y luego olvidarse. Con el tema del peso sucede igual. Ni tan siquiera parecido: Igual. Son situaciones que requieren un trabajo y una vigilancia constantes.

Así pues, al final, toda solución, al menos entre las conocidas, parte de asumir el problema en su verdaderas dimensiones, realizar elecciones acertadas y adoptar cambios permanentes y al mismo que nos mantengan satisfechos.

El próximo capítulo, el tercero, pondrá el acento en la incidencia de este tipo de problemas entre la población infanto-juvenil. Lo veremos.

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Foto 1: akatrya

Foto 2: fantasyhealthball

Foto 3: Thomas Hawk

El peso del país. Primera parte. Consecuencias

Hace cosa de un mes anuncié el estreno de una serie de documentales de cuatro capítulos con el título genérico de «El peso del país» («The Weight of the Nation»). Hoy traigo debajo del brazo y comento el primero, en el que se trata la situación real de la población norteamericana al respecto del problema del sobrepeso y la obesidad y de sus consecuencias.

Es una producción norteamericana y me hubiera gustado poderlo aportar en castellano, pero de momento no es posible. No obstante les hago un resumen de sus contenidos.

El Peso del País. Consecuencias.

El primer capítulo aborda el alcance de lo que puede ser considerado sin riesgo a equivocarse como una «epidemia de obesidad» y se adentra en las graves consecuencias que para la salud tiene el vivir con sobrepeso u obesidad. Esta epidemia tiene además una característica que es preciso resaltar: ha surgido en los últimos 30 años y desde entonces se ha revelado como una amenaza para la salud con amplias implicaciones sociales y económicas. Se trata además de un problema que no afecta a todos los estratos sociales por igual. La triste realidad es testigo de que la tasa de obesidad es más alta en aquellas comunidades con menores ingresos económicos y/o socialmente desfavorecidas. Sin embargo, la obesidad es en muchos casos prevenible y con el fin de acabar con esta epidemia, todos los elementos (sociales, culturales, políticos, económicos, personales, etc.) deben formar parte de la solución.

Parte del guion de la serie consiste en recabar experiencias y opiniones tanto de los afectados por este problema (algo fácil de encontrar en los EE.UU. ya que el 69% de la población adulta está en una situación de exceso de peso) como de los expertos en la materia. Así, el primer testimonio de este capítulo es el Cindy, madre de dos hijos ya mayores y además una orgullosa abuela. Resulta difícil de creer, y doloroso de ver cómo relata, que ella era una joven de tan apenas 45 kg cuando se casó.

Antes de abordar las consecuencias patológicas más directamente implicadas en el caso de la obesidad hay una parte del documental dedicada a las bases fisiopatológicas de esta enfermedad. Esta situación parte del descubrimiento de que nuestra genética nos programa en gran medida para hacernos comer todo lo que podamos con el fin de guardar el extra de energía en forma de grasa y así poder sobrevivir en condiciones de restricción alimentaria. Sin embargo, a día de hoy vivimos en un entorno rebosante de alimentos, cargados de azúcar y grasas. Esta realidad supone una buena parte de  problema.

Entre las consecuencias más fehacientes del padecer obesidad figuran, las enfermedades cardiovasculares y la diabetes de tipo 2, aunque tal y como afirma en el documental el Dr. Samuel Klein, Director del Centro de Nutrición Humana de la Universidad de Washington en St. Louis: «Casi todos nuestros sistemas se ven afectados negativamente cuando hay un exceso de grasa corporal«

El segundo capítulo, mi preferido, lo traeré la semana que viene, y se refiere a las «oportunidades y elecciones» como elementos condicionantes de esta situación… pero también de su posible solución.

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Adivinanza: ¿De qué árbol vienen las pizzas?

Tal es casi la pregunta que el Congreso de los Estados Unidos debatió hace ya ocho meses. Si bien no halló respuesta, el caso es que esta institución terminó por decidir que las raciones de pizza en los comedores escolares de los niños y adolescentes estadounidenses habían de ser consideradas como portadoras de una ración de alimentos vegetales. Sí, como lo leen, el Congreso de los Estados Unidos decidió que la pizza “pasa” a ser considerada como alimento vegetal. “Pasa” relativamente porque lo que en verdad ha sucedido es que sigue conservando ése estatus que ya tenía.

La polémica decisión tuvo su origen cuando el Departamento de Agricultura de este país (la USDA) auspiciado por su Primera Dama (Michelle Obama) quiso cambiar la consideración que hasta entonces tenía la pizza con respecto a que una octava parte de ella, en concreto la referida a “la ración” de pasta de tomate que lleva cada trozo de pizza en un comedor escolar, fuera tenida en cuenta como media ración de vegetales. Es decir, se pretendió que al comer una porción de pizza no se considerara que los niños y adolescentes estaban comiendo media ración de vegetales si no más bien una octava parte de una ración típica de vegetales.

Como pueden imaginarse fue que no, el lobby (=grupos de presión que se aúnan para bloquear o hacer avanzar las leyes en el Capitolio) de la industria alimentaria logró echar para atrás a los senadores, en especial republicanos, que también estaban detrás del cambio. En este caso las empresas de congelados, asociaciones de agricultores, etc. lograron a través de su presión dar al traste con la propuesta y, por tanto, la pizza sigue ostentando la categoría de alimento vegetal en los comedores de los Estados Unidos. Tal y como dijo en su día Margo G. Wootan perteneciente al Centro para la Ciencia en el Interés Público en relación a este tema: “El Congreso ha puesto por delante el interés de las empresas fabricantes de pizza antes que la salud de los niños”. No olvidemos que además de las no pocas calorías que proporciona una porción de pizza en un comedor escolar, esta, al mismo tiempo, aporta casi la totalidad de las grasas saturadas que se deben ingerir en un día.

Pero ya saben, estas cosas sólo pasan en Estados Unidos… hasta que llegan, y no creo que falte demasiado tiempo para terminar cayendo por aquí en estulticias de semejante envergadura. Ya estamos maduros para ello.