El nutricionista de la general El nutricionista de la general

"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

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¿Es seria la alergia al apio?

apioSí, y que nadie tenga la menor duda al respecto. De hecho, el apio es una de las causas más frecuentes entre las alergias alimentarias con una especial incidencia en ciertos países europeos. Por ejemplo, se estima que en Suiza y Francia entre el 30 y el 40% de los pacientes que padecen algún tipo de alergia alimentaria son alérgicos al apio, y que cerca del 30% de aquellas reacciones anafilácticas más severas son debidas a este alimento o a sus alérgenos. Los síntomas de la alergia al apio comprenden reacciones orofaríngeas locales y en algunos casos manifestaciones más graves que tal y como ya he mencionado incluyen la anafilaxis sistémica potencialmente mortal.

Como puedes contrastar me refiero a la alergia de verdad… no a esa visceral aversión que padecen algunos, no poca gente, a la hora de llevarse cualquier cosa verde a la boca.

Que el apio pueda producir alergias, o mejor dicho, contenga alérgenos, se puede contrastar consultando la legislación al respecto de las sustancias o productos que los fabricantes o envasadores de alimentos están obligados a incluir en la información facilitada al consumidor (el ya conocido RE 1160/2011). De esta forma, en el anexo II encontramos al “apio y productos derivados” ocupando el noveno lugar de esa lista de elementos susceptibles de causar alergias o intolerancias y que por tanto es obligado declarar su inclusión en el etiquetado cuando proceda.

Apio ketchup

El caso es que además de poderse aplicar uno directamente sobre el apio fresco al añadirlo a una exquisita ensalada ensalada Waldorf o al zumo de tomate preparado, el apio además puede llegara tu boca como ingrediente en una importante cantidad de productos alimenticios que la industria pone a nuestra disposición. Se utilizan en para aromatizar diversas salsas, carnes procesadas, platos preparados, condimentos, caldos, algunas bebidas alcohólicas y no alcohólicas, productos horneados, goma de mascar, algunas grasas y aceites, caramelos blandos, sopas, gelatinas, etcétera.

En la imagen de la derecha queda reflejado como se distribuyen los sobrecitos de una famosa marca de kétchup en una conocida cadena de hamburgueserías. Si te fijas (y he de reconocer que fue algo que me llamó poderosamente la atención) solo se incluyen dos datos sobre este alimento, su fecha de consumo preferente y que contiene apio. Esto es así (sin lista de ingredientes ni información nutricional, entre otras cosas) porque según la normativa anteriormente mencionada, cuando el envase cuya mayor superficie sea inferior a 10 cm2, como es el caso, solo es obligatorio mostrar:

La denominación del alimento; todo ingrediente o coadyuvante tecnológico que figure en el anexo II o derive de una sustancia o producto que figure en dicho anexo que cause alergias o intolerancias […] (de ahí la mención expresa al apio); la cantidad neta del alimento y su fecha de duración mínima o fecha de caducidad.

Aunque así visto la información en el sobrecito de kétchup parece que el apio fuese algo parecido al cianuro… pero no.

¿Alergia? Pero de qué demonios me estás contando!

¿Alergia? Pero qué demonios me estás contando!

Alergia… ¿al apio?

Pues sí. Aunque por estas latitudes no es muy frecuente, a diferencia de otras regiones como en Centroeuropa en dónde es más frecuente encontrarse con ciudadanos susceptibles al apio, este tipo de alergia es relativamente habitual y es preciso prestarle la misma atención que a las alergias ocasionadas por otros alimentos. Pero antes de continuar retrocedamos para aportar un poco de información general al respecto de las alergias alimentarias.

Se considera “alergia alimentaria”:

Al conjunto de reacciones adversas a alimentos, debidas a su ingestión, contacto o inhalación, de patogenia inmunitaria comprobada. Solo se produce en algunos individuos y puede ocurrir después de la toma de muy pequeñas cantidades del alimento y no se relaciona con ningún efecto fisiológico o fisiopatológico propios del mismo

Tal y como ya se ha hecho constar infinidad de veces en este blog, el término “alergia alimentaria” se ha venido utilizando mal y de forma abusiva, para referirse incorrectamente a cualquier reacción adversa a un alimento o aditivo alimentario. No es el propósito de este post el entrar en demasiados detalles sobre el tema genérico de las alergias, pero es necesario decir que no es el alimento en su conjunto el que provoca la alergia en el sujeto predispuesto sino que esas reacciones alérgicas son desencadenadas por elementos concretos presentes en alimento, en cualquier caso todos ellos responden a una misma naturaleza química, son proteínas o de glicoproteínas. Son estos elementos particulares y no otros los que en el alimento se denominan alérgenos y que son los verdaderos causantes de la alergia.

¿Cuáles son los alérgenos del apio?

Son diversos los alimentos que dentro del grupo de las frutas y verduras pueden presentar alérgenos susceptibles de ocasionar una respuesta inmunitaria exagerada en personas predispuestas (es decir, de manifestar alergia)… pero entre las hortalizas, el apio (Apium graveolens) tiene un interés particular dada la facilidad con la que puede llegar a provocar estas reacciones. En realidad sus alérgenos son similares a los contenidos en el polen de abedul… por lo que es probable que este tipo de personas presenten alergia a ambos elementos (así como a la artemisa, zanahoria, cilantro, perejil y eneldo entre otros) alimentos con los que además se puede presentar reactividad cruzada. En líneas generales se pueden citar seis alérgenos característicos en el apio, numerados de forma correlativa del 1 al 6 como Api g1, Api g2, Api g3… etcétera. Tienes información más concreta sobre la naturaleza de estos alérgenos en este documento de la EFSA sobre alergias (página 159)

Interesante esto que cuenta el nutricionista, no crees?

Interesante esto que cuenta el nutricionista, no crees?… Sip

¿Qué hacer si se tiene o se sospecha tener alergia al apio?

Tal y como decía son varias las respuestas alérgicas que puede presentar una persona predispuesta cuando tiene algún tipo de reacción a esta familia de alérgenos, ya tengan origen alimentario o no. En concreto y sobre el apio, además de evitar el contacto y consumo de apio fresco, la persona afectada deberá de leer las etiquetas de todos los productos alimenticios buscando la información sobre alérgenos. Si por la razón que fuera no estuviera presente en el momento de compra o adquisición del alimento (por que el alimento se vende a granel, el envase es especialmente pequeño…) el interesado tiene el derecho a que se le facilite este tipo de información que en cualquier caso habrá de estar a disposición de los consumidores.

Entre la información que se puede encontrar en internet sobre este tema (bastante dispar) hay quien sostiene que cocinar el apio disminuye o incluso hace desaparecer su potencial alergénico, lo cual es un error. Si bien es cierto que en determinadas circunstancias y para determinadas personas esto puedo funcionar en cierta medida, el principio de precaución invita a desestimar esta recomendación ya que hay estudios que han contrastado que incluso a bajas dosis se pueden provocar respuestas de alérgica local (con 0,7g de apio) y sistémicas (1,6g de apio) ya sea con el apio crudo o cocinado. Sin que además se descarte que algunas personas puedan reaccionar a dosis aun menores.

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Nota: Mi agradecimiento otra vez (esto empieza a ser una costumbre… bonita) a Miguel Lureña (No dejes de visitar su muy recomendable blog: Gominolas de petróleo) y sus reflexiones que me han ayudado a confeccionar este post.

Imagen: Tiia Monto vía Wikimedia Commons y giphy.com

El consumo de alcohol es injustificable desde el punto de vista médico

No te apures, el título de hoy no es más que una opinión, y aunque quede aquí publicada para los restos, será pronto olvidada y barrida de la actualidad en favor de un mensaje mucho más complaciente sobre el consumo de bebidas alcohólicas.

En realidad, el título de hoy tan solo recoge en unas pocas palabras lo que unos cuantos profesionales de la salud venimos defendiendo desde hace mucho tiempo al respecto del impacto que sobre la salud tiene el consumo de bebidas alcohólicas. Pero no te preocupes, insisto, la mayoría de profesionales de la salud opinan lo contrario y jamás osarían pronunciarse en este sentido. Su discurso, ya lo conoces, se parece más al de los periódicos, las bodegas y las revistas: una copita de vino es buena para el corazón… o de cerveza, que también con moderación, vale para casi todo por no decir para todo tal y como vimos en esta entrada de hace unos pocos meses.

Sin embargo, cada vez hay más profesionales que dan la cara para hacer ver una realidad que permanece amordazada en aras del consumismo de este tipo de bebidas. ¿Qué quién pone la mordaza? Si lo dijera aquí me metería en un lío, así que piensa por tu cuenta a quién le puede interesar que se beba más alcohol (vino o cerveza o lo que sea) y utilice para promocionarlo un recurso infalible: tu salud. Bebe (con moderación) que es bueno, sería el megaresumen del asunto. Pero como te decía cada vez se oyen más voces disonantes al respecto de este mensaje que consideran que el hacer cualquier promoción del consumo de bebidas alcohólicas tiene una resultante neta con muchos más perjuicios que beneficios… y de largo.

Alcohol riesgo_beneficioo

El caso es que esos profesionales que nos dedicamos a poner el consumo de bebidas alcohólicas en su sitio apenas conseguimos hacernos oír. No es porque no tengamos razón (claro, que te voy a decir yo) es que tenemos pocos recursos para hacer visible nuestro mensaje (y conste que en este sentido me considero un afortunado). La industria que se dedica a la producción y comercialización de bebidas alcohólicas tiene muchos más recursos que nosotros, y los hace valer. Solo han de elevar su voz por encima de la nuestra para que dejemos de ser oídos. Y eso lo tienen muy fácil, eso se consigue con dinero. Más publicidad, más “informes y estudios científicos” autofinanciados y en forma de noticias y notas de prensa hace que en poco tiempo nuestro mensaje sea barrido de la conciencia colectiva. Al final, el consumidor medio se queda con lo que hay, lo masivo, lo que a golpe de euro, arrasa e inunda con todo lo demás. Y todo ello sin hablar de las relaciones que también a golpe de billete se establecen entre esas empresas y las administraciones sanitarias que terminan haciéndonos llegar el mismo mensaje complaciente… a la par que perjudicial: beber (con moderación) es bueno. Y así no hay forma de competir

Lo cierto es que, todo hay que reconocerlo, nuestro mensaje en sí mismo, no interesa a casi nadie. Bueno, sí que podría interesar, pero es que el otro es la leche… dónde va a parar, que te digan que tu salud sale beneficiada por hacer algo que mola es un mensaje muy potente y “convincente”.

Te cuento todo esto con la excusa de traerte hasta el blog un fragmento del programa de RNE “No es un día cualquiera” en el que se entrevista a un experto sobre este mismo tema. Se trata de David Rodríguez, Dr. en Medicina y especialista en los efectos del alcohol sobre el cerebro y autor precisamente del libro “Alcohol y cerebro”. Me ha parecido muy valiente y muy de agradecer que desde un medio de comunicación público se apueste por aportar este tipo de mensajes contundentes y tan necesarios.

Te invito a que si de verdad te interesa este tema, escuches con detalle las aportaciones de este especialista sobre el tema que, sin ambages y sopesando las diversas circunstancias asociadas al consumo de alcohol, se posiciona diciendo sin duda alguna que el consumo de alcohol es injustificable desde el punto de vista médico. Injustificable.

 

Puedes ampliar los contenidos del artículo en estas entradas:

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Vídeo que desmonta la dieta paleolítica y saca lecciones prácticas en apenas 20 minutos

Neanderthal

La mayor parte del actual movimiento paleodietético es una moda engañosa en sus planteamientos iniciales y falaz en varias de sus propuestas. Dicho esto, también es preciso reconocer que hay ciencia detrás, eso es cierto, más entre bambalinas que cara al público… pero lo que a pie de calle se hace llegar a la gran mayoría de consumidores es un estereotipo bastante ramplón de cómo debía vivir y comer un genuino cavernícola… un poco al estilo de “Érase una vez el Hombre”.

Más o menos esta es la conclusión en la que me reafirmo después de ver esta sensacional charla TED conducida por una joven doctora arqueóloga especializada en dietas antiguas… y me refiero a las antiguas de verdad. Me reafirmo digo porque ya te conté mi parecer en este post dos meses atrás.

Como se menciona en el título, la Dra. Christina Warinner no necesitó más de 20 minutos para, casi literalmente, despedazar con sus argumentos la moda actual conocida como dieta paleolítica. Nacida en la década de los años 70 con el libro “La dieta de la edad de piedra” hay que reconocer que ha alcanzado su esplendor mediático y popular en este siglo XXI y lo ha hecho dando por ciertos unos importantes mitos que no están avalados por la evidencia arqueológica, es decir, la que trata de poner de relieve qué pasó en aquel entonces. Por ejemplo:

  • Primer mito: los seres humanos evolucionaron para comer carne y en el Paleolítico se consumía en grandes cantidades.
  • Segundo mito: en el Paleolítico no se consumían cereales integrales o legumbres.
  • Tercer mito: los alimentos que se plantean consumir hoy en día en la denominada paleodieta, son los mismos que consumían nuestros antepasados en el Paleolítico.

Y son mitos o mentiras porque esta investigadora tiene pruebas que los contradicen. Es mejor que te lo cuente ella.

No obstante, el vídeo no se queda ahí echando por tierra la moda, sino que de forma muy lúcida, esta investigadora reconoce que nuestro actual patrón de consumo no es saludable y que ciertamente se aleja bastante del estilo de alimentación que debieron de tener nuestros antepasados y por tanto termina lanzando una serie de consejos claros y contundentes alineados con nuestras necesidades de salud y… lo mejor, basado en lo que probablemente sí se tiene claro de lo que se hacía en el paleolítico. ¿Quieres saber cuáles son esos consejos? No creo que te sorprendan si visitas con cierta frecuencia este blog, es mejor que te lo explique la Dra. Christina Warinner (insuperable) pero muy en resumen:

1º No hay una única dieta válida, la [adecuada] diversidad es clave.

2º Consumamos alimentos frescos en base a su estacionalidad.

3º Consumamos integral, no refinado ni procesado.

Impactante su reto: ¿Sabe alguien cuanta caña de azúcar habría de comer para igualar la cantidad de azúcar contenida en un litro de refresco? Esto ya, mejor lo ves tú mismo (está subtitulado)

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Nota: Mi agradecimiento a Vicente Prieto @jvicenteprieto, un buen compañaro con el que comparto buenos ratos en Twitter por haberme hecho llegar este vídeo.

Imagen: Photaro vía Wikimedia Commons.

Nuevo libro: Mamá come sano; guía indispensable en embarazo y lactancia

mama-come-sanoLa paternidad en general… la maternidad más en concreto, o lo que es lo mismo el saberte responsable en última instancia de una criatura que depende absolutamente de ti (padres en general y madres de nuevo más en concreto) obliga a que muchas personas se decidan a ponerse las pilas en eso de la alimentación saludable. Los hijos son un gran motor de cambio (te lo conté en este post), o al menos de buenos propósitos (ya veremos cómo se terminan por materializar) y conste que me parece fenomenal… tal y como dice el refrán, nunca es tarde si la dicha es buena. Los cambios, si son para mejorar, siempre serán bien recibidos.

Las estrategias para propiciar esos cambios pueden ser varias y no tienen por qué ser excluyentes… que si consultar con un profesional, investigar en Internet, hacerse con un libro que de forma monográfica aborde estas cuestiones, etcétera. Pues bien, en este último caso tienes un texto que debiera ser de referencia para todas aquellas madres-padres que en la aurora de la maternidad deciden poner un poco de cordura entre tanto mito y tanta controversia que hay en el terreno de la alimentación de la mujer embarazada y lactante. Pero voy a ir más allá.

Mamá come sano” escrito por Julio Basulto debiera ser un libro de lectura-consulta obligada para todos aquellos alumnos y profesionales de la nutrición humana y dietética (para los dietistas nutricionistas) ya que resume de forma magnífica las cuestiones más candentes entorno a la alimentación en este episodio de la vida de la mujer. Estoy hablando de averiguar, por ejemplo, hasta qué punto influye la alimentación en la fertilidad; aclarar la sempiterna cuestión de “comer por dos” en el embarazo; el papel de múltiples nutrientes como el ácido fólico, el yodo, la vitamina B12; el de otros elementos de los estilos de vida como el tabaco o el alcohol; los famosos suplementos; el uso de “plantas medicinales”; la mayoría de los alimentos más conflictivos (algas, café, aditivos…); la cuestión del peso antes, durante y tras el embarazo; el vegetarianismo en el embarazo y la lactancia; etcétera. Y todo ello con el estilo al que nos tiene acostumbrado Julio (padre de otras obras como No más dieta; Secretos de la gente sana, Se me hace bola y Comer y correr) es decir, aportando una apabullante bibliografía tanto en calidad como en cantidad (toda ella recogida al final de la obra) con el fin de que el lector así interesado siga por su cuenta tirando del hilo y contrastando opiniones sobre aquello que más le interese.

No merece la pena entretenerse mucho más para alabar el trabajo de Julio que ha terminado en una obra especialmente actualizada en el conocimiento de esta materia y que carece de defecto alguno. Antes de despedirme hacer mención a los dos grandes teloneros que acompañan a Julio Basulto en “Mamá come sano”. Se trata del prólogo a cargo del pediatra Carlos González (superlativo) y el epílogo de la mano de Eva Hache (estupendo).

Par despedirme no me resisto a dejar aquí por escrito parte de prólogo que Carlos González destina a explicar la finalidad del libro que, aunque sencillo en su planteamiento, no deja de ser revelador.

No se trata, pues, de hacer un “sacrificio” durante unos meses para luego volver a comer patatitas y refrescos, sino de dejar de sacrificarnos, dejar de sacrificar nuestra salud en el altar de la moda y de la publicidad, y aprender a comer normalmente el resto de nuestras vidas. Porque lo que de verdad va a influir a largo plazo en la salud de nuestros hijos no es lo que hemos comido en el embarazo (que influye solo un poco) ni lo que comemos durante la lactancia (que no influye casi nada), sino los hábitos que adquirirá comiendo a nuestro lado durante los próximos veinte años o más.

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Compa «Mamá come sano»

Yodo en el embarazo: suplementamos, enriquecemos… o no hacemos nada

Yodo

Como padre de dos criaturas que nacieron con 4 años de separación (2004-08) no pude dejar de sorprenderme cuando dentro de los protocolos relativos al embarazo y al puerperio de mi santa se siguieran distintas rutinas al respecto de la suplementación en los respectivos embarazos. Una de esas diferencias, la más notable, se refería al yodo. En el primer embarazo el médico que nos atendió no hizo referencia alguna la presencia de yodo en la dieta de mi mujer y, en el segundo (el mismo médico) todo lo contrario, recomendándose el consabido suplemento de yodo (ya que se había instaurado un nuevo protocolo que incluía este elemento).

Sin embargo, como nutricionista la cosa me sorprendió menos ya que el tema viene de más atrás y las cuestiones suplementadoras relativas al yodo (en especial en el embarazo) siempre han sido un tema relativamente candente.

Un poquito de yodo, muy poquito, pero necesario y tampoco más

El yodo es uno de esos minerales que necesitamos incluir en nuestra dieta de forma obligatoria en un determinado rango de cantidades ya que de otro modo (por encima o por debajo) se corre el riesgo de sufrir determinados trastornos y enfermedades ligados a su toxicidad y deficiencia respectivamente. Otro de los aspectos más llamativos de este nutriente es que la Cantidad Diaria Recomendada (CDR) para la población adolescente y adulta es de 150 microgramos al día… aumenta casi hasta el doble en el caso de la mujer lactante, 290 microgramos al día, y también sufre un aumento considerable en el momento del embarazo, 250 microgramos día. Ya que estamos con esto de los números puntualizar que para lactantes la CDR está comprendida entre 110 y 130 microgramos al día (dependiendo de la edad del lactante) y para los niños (no lactantes) entre 90 y 120 microgramos (también en función de la edad)

Es importante el asegurar el aporte de yodo en la dieta ya que entre otras funciones se utiliza para la síntesis de las hormonas tiroideas imprescindibles a la hora de mantener el fino equilibrio de nuestro metabolismo, así como importantísimas funciones en el momento del desarrollo fetal y posterior crecimiento, ya que su déficit está relacionado con deficiencia mental y retraso moderado de la maduración intelectual o neuromotora.

Pero al mismo tiempo no nos debemos exceder con su aporte ya que se correría el riesgo de toxicidad por altas ingestas de yodo, que aunque parezca un contrasentido puede estar detrás tanto de situaciones patológicas de hipo como de hipertiroidismo.

Deficiencia de yodo en mujeres embarazadas europeas

De todas las regiones mundiales que la Organización Mundial de la Salud tiene establecidas es Europa, contra todo pronóstico, la región en la que más casos de deficiencia de yodo se han hallado entre los niños escolarizados. Lo de “contra todo pronóstico es relativo” porque cuando se contrasta por países la ingesta de yodo de las mujeres europeas durante su gestación, los datos revelan que en más de dos terceras partes de esos países las mujeres embarazadas no alcanzan las cantidades diarias de ingesta recomendada para el yodo (por no hablar del poco control que existe en buena parte de los países europeos para evaluar esta variable).

Por otra parte, en España la más reciente encuesta sobre ingesta alimentarioa de los españoles ENIDE 2012 (a estas alturas empezando a quedarse anticuada) reflejó en la ingesta habitual de alimentos por parte de los españoles un riesgo por ingesta inadecuada de yodo, especialmente en el caso de las mujeres. Es muy importante destacar que ENIDE 2012 recogió los datos nutricionales referidos al yodo a partir de encuestas, por lo que la estimación de la ingesta de yodo se ha realizado a partir de las respuestas de los encuestados y tablas de composición de alimentos y no por la yoduria (que es la herramienta que se considera como idónea para valorar estas cuestiones). Al mismo tiempo, tampoco se consideró en esta encuesta la posibilidad de consumo de sal yodada. Dos cuestiones importantes para interpretar con precaución los datos que ofrece la encuesta.

Consejos sobre el yodo en el embarazo

Ante esta situación y con independencia del protocolo embarazo-yodo que nuestra administración sanitaria asuma hay dos alternativas lógicas (la primera además de lógica es muy sencilla, económica y cómoda)

salinas (2)

  • La primera y más recomendable, hacer caso a la OMS cuando recomienda usar por sistema y para todas las personas en todo el mundo, la sal yodada. Para que te hagas una idea una ración de 2,5 gramos de este tipo de la sal aporta, ¡oh casualidad! 150 microgramos de yodo. (Ojo, he dicho sal yodada, no sal marina ni sal bajo cualquier otra denominación por muy molona que suene. Para que te hagas una idea, los mismos 2,5 gramos de sal de antes, pero marina, en vez de yodada, tan solo aportan de media 15 microgramos de yodo). Con esta simple medida, muy simple como puedes contrastar, se alcanza la CDR de yodo para la población general… pero no la de las mujeres embarazadas ni lactantes. Se considera con bastante buen criterio en mi opinión que el resto del yodo necesario en embarazo y lactancia puede ser aportado con facilidad a partir de una dieta adecuadamente diversificada. No obstante y por aquello de curarse en salud hay otra posibilidad.
  • Se trataría de la suplementación. Es decir, de recurrir al correspondiente comprimido que de forma combinada con otros nutrientes, o bien de forma individual (en cualquiera de los casos aportando unos 200 microgramos de yodo) se aporte la correspondiente cantidad de este micromineral.

En resumen

Para facilitar el mensaje práctico, adapto a continuación el mensaje que Julio Basulto deja en su imprescindible libro «Mamá come sano» (del que daré detallada cuenta en el próximo post de este blog) que dice más o menos así:

La utilización en casa de una cucharadita de sal yodada diaria de 2,5 gramos [una medida más que razonable que además no llega al límite con respecto al sodio que aporta] alcanza las recomendaciones de yodo para cualquier adulto (mientras no haya embarazo). ¿Y si estoy embarazada o dando el pecho? Bien, en esas circunstancias, se da por seguro que el uso de la mencionada sal yodada en el marco de una dieta saludablemente planificada es suficiente para cubrir los requerimientos especiales en estas etapas.

Sé que suena redundante pero en línea con la OMS, usa sal yodada y, además, come bien. En especial si estás embarazada.

Lamentablemente para lo que sería un mundo perfecto la suplementación con yodo para las mujeres gestantes no goza de un consenso claro a la hora de realizarla de forma sistemática.

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Imagen: Wikimedia Commons y tuelekza vía freedigitalphotos.net

A tus riñones no les entusiasma nada tu exceso de grasa

riñonesTenemos el defecto de tener una perspectiva demasiado cortoplacista al respecto de nuestra alimentación y su efecto sobre salud. Ya se trata de magufadas con mayor o menor sentido o de relaciones firmemente establecidas entre lo que comemos (o dejamos de comer) y los efectos de nuestras elecciones sobre la salud, creo que con demasiada frecuencia tenemos puestas las miras salutíferas en un de hoy para mañana o casi. Pero también debiéramos preocuparnos por el pasado mañana.

Hay un montón de situaciones patológicas que se gestan poco a poco durante años y cuyos síntomas y signos se ponen de relieve de forma abrupta. Uno de estas situaciones es por ejemplo la insuficiencia renal crónica y su relación con la obesidad.

El caso es que la exposición continuada a las condiciones metabólicas y estructurales propias de la obesidad ocasiona graves, e irreversibles, alteraciones en la funcionalidad de los riñones. Esta patología renal vinculada a la obesidad es debida a la alteración de las unidades funcionales de los riñones, las nefronas, y se sospecha con pocas dudas que tiene causas directas (el aumento de la cantidad de grasa en la matriz del riñón, las lesiones en la barrera filtradora); e indirectas (la diabetes y la hipertensión asociadas habitualmente a la obesidad) y su efecto se traduce de forma sistemática tanto en años de vida sana perdidos, como en casos de muerte prematura entre quienes la padecen.

Tal es así que un reciente artículo publicado en la edición Diabetes & Endocrinology de la prestigiosa revista The Lancet, ha puesto de relieve que dentro del tablero de juego en el que la obesidad actúa como epidemia a nivel global, se acaba de poner de manifiesto la importancia de un nuevo y peligroso “jugador” en referencia a la mencionada insuficiencia renal crónica. Así, refiere el citado artículo, esa patología tiene la mayor tasa de crecimiento entre todas aquellas enfermedades no transmisibles que son causa de muerte prematura, tanto en prevalencia (proporción de individuos que presentan una característica o evento concreto) e incidencia (número total de individuos con una esa característica o evento en un período determinado).

Y las cifras cantan, en el periodo de tiempo comprendido entre los años 1993 y 2013 la diabetes (una de las condiciones patológicas sobre la que vienen sonando todas las alarmas desde hace tiempo en el terreno de la Salud Pública) creció un 67% frente a, pásmate, la insuficiencia renal crónica que creció un 90%.

La relación causal entre el peso y la enfermedad renal es difícil de establecer de forma inequívoca, en especial teniendo en cuenta que estos datos son fruto de estudios observacionales. Sin embargo, la mayor parte de investigadores están bastante convencidos de que, más allá de otros elementos implicados, en especial la edad de los pacientes, la obesidad es con pocas dudas el factor de riesgo más importante (y potencialmente prevenible) para desarrollar una insuficiencia renal con el paso de los años.

No creo que a estas alturas del cuento hiciera falta aportar ningún dato más para recomendar encarecidamente el mantener un peso adecuado, así como una proporción de grasa corporal conveniente… pero esto es lo que hay.

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Imagen: dream designs vía freedigitalphotos.net

Nuevo libro: Alimentación inteligente, cocina saludable

Alimentación inteligente, cocina saludableUn libro que hable de las cosas que pasan en una cocina, que implique a los alimentos y trate de nutrición es fácil que llame mi atención.

Alimentación inteligente, cocina saludable es un libro necesario en el sentido de que no es ni un recetario ni un libro de nutrición al uso. Su autor, Antonio Palomar (@GarcPalomar), define su obra como un libro de “nutrición culinaria”. Con esta definición y conociendo mi especial interés por promover la vuelta al uso de la cocina (sí, he dicho la vuelta) como elemento promotor de una mejor salud tal y como he puesto de relieve en ocasiones (por ejemplo aquí y aquí) era inevitable dedicarle un post.

La obra aporta respuestas sensatas y contrastadas a buena parte de todas aquellas dudas y preguntas que rodean el acto alimentario, haciendo destacar que el cómo comemos es tan importante como el qué. De forma más o menos consciente cada día que pasa tomamos decenas de decisiones vinculadas a la cocina… cuando por ejemplo nos planteamos cenar de una forma y no de otra, o consumir un plato en frío o en caliente, o pelar una fruta o comerla directamente, el asar o freír, etcétera. Todas esas decisiones, a la larga van caracterizar nuestro hábito alimentario particular y dejarán su impronta sobre la salud, y el libro de hoy nos aporta buena parte de todas estas cuestiones, para que tomemos esas decisiones conscientes e informadas.

Así, a lo largo de 24 intensos capítulos Antonio Palomar, médico y divulgador sanitario, desgrana las más habituales cuestiones vinculadas al hecho de alimentarnos: la importancia de cocinar frente al no hacerlo; cómo articular una dieta saludable; descubrir la importancia de los sentidos en nuestra alimentación; porqué de las ventajas de que en nuestra dieta haya una porción considerable de alimentos vegetales; el papel de los alimentos encurtidos, fermentados y germinados; el de la industria alimentaria; las características del aceite de oliva; las diversas virtudes y riesgos de los distintos método de cocinado (freír, asar, parrilla, hervido, la plancha…), el uso y beneficios de las especias y hierbas frente a la sal; las diversas formas de endulzar; las características de los distintos materiales y utensilios empleados como menaje de cocina… para terminar concluyendo con una serie de rápidos y eficaces consejos sobre nutrición culinaria a la hora de preparar las más diversas recetas.

Sin lugar a duda, un libro del que poder sacar provecho durante mucho tiempo ya que, al menos desde mi punto de vista, me parece una interesantísima obra para contar con ella como material de consulta, quizá más que para leerla del tirón. En cualquier caso indispensable en la librería de mi cocina.

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Del magnesio, la gimnasia y la magnesia

Gimnasia

En el mundo de las modas nutricionales hay dos actores que están pegando fuerte al respecto de sus beneficios en esa actitud ridícula que plantea la suplementación metódica para la mayor parte de los mortales en estas latitudes. Actitud que al mismo tiempo es muy mediática y efectista, y que por tanto goza de una aceptación popular sin parangón… o al menos con el mismo nivel, que otras estulticias nutricionales de moda. Me refiero a la suplementación en general y más en concreto hoy, la que implica el uso del magnesio y del colágeno. En este post me referiré solo al primero.

Ya lo dice el refrán, no conviene confundir la gimnasia con la magnesia en clara alusión a lo fácil que puede resultar a primera vista confundirse con una terminología que, aunque parecida, nada tiene que ver con el fin último. Con permiso de mi vecino ‘Ya está el listo que todo lo sabe’ con esta expresión se trata de definir, la confusión que subyace entre dos elementos cuya relación es en definitivas cuentas irrelevante para lo que se discute.

La era del nutricionismo: suplementar vale para todo

Sé que en estas cuestiones suplementadoras la culpa de todo, en esencia, recae en Súper-ratón. Si bien el personaje en sí no es el culpable, sí que lo es la equívoca filosofía nutricional que arrastramos desde mediados de siglo XX y que a esta estrella de los dibujos animados de la época le tocó encarnar. Súper-ratón es-fue esa figura de dibujos animados que animó a tantos y tantos niños, y también mayores, a supervitaminarse y mineralizarse cuando a cada semana que pasaba, en el más estricto ambiente científico, se descubría una nueva función fisiológica de esos nutrientes (principalmente vitaminas y minerales). Con este ratón cachas de capa roja se abrió de par en par la puerta mediática al nutricionismo. Con él, todo el mundo quería tomar calcio para tener unos huesos más fuertes, incorporar hierro para tener unas defensas a prueba de cualquier infección, fósforo para fomentar la función cognitiva, vitamina C para ser inmune a cualquier infección, la K para poseer una cicatrización perfecta… etcétera, etcétera y etcétera.

 

Hoy en día súper-ratón ha sido reemplazado, en el plano más legal posible, por el Reglamento Europeo 432/2012 sobre declaraciones autorizadas de propiedades saludables de los alimentos y del que ya he hablado en varios post… por ejemplo en este y en este otro.

Todos los alumnos de Nutrición Humana y Dietética han estudiado para su segundo año de universidad las incontables funciones de cada uno de estos nutrientes, ya sean vitaminas y nutrientes. Más les vale, ya que saben que luego les caerán en el examen.

En concreto: el magnesio

Desde el más estricto punto de vista nutricional, el magnesio es un mineral esencial (como el resto de minerales que se consideran nutrientes) cuya aportación dietética es imprescindible para contar con una oportuna salud y por tanto para disfrutar de una adecuada funcionalidad. Esos alumnos de los que hablaba y el propio RE 432/2012 saben que desde el punto de vista académico (y ahora legalmente) al magnesio se le pueden atribuir no menos de 10 funciones en el marco fisiológico, a saber:

  • El magnesio ayuda a disminuir el cansancio y la fatiga,
  • El magnesio contribuye al equilibrio electrolítico,
  • El magnesio contribuye al metabolismo energético normal,
  • El magnesio contribuye al funcionamiento normal del sistema nervioso,
  • El magnesio contribuye al funcionamiento normal de los músculos,
  • El magnesio contribuye a la síntesis proteica normal,
  • El magnesio contribuye a la función psicológica normal,
  • El magnesio contribuye al mantenimiento de los huesos en condiciones normales,
  • El magnesio contribuye al mantenimiento de los dientes en condiciones normales,
  • El magnesio contribuye al proceso de división celular.

Que no es poco. En realidad se tienen detalladas más de 300 rutas metabólicas en las que este mineral está implicado, pero con las legales y expuestas ya hay más que suficiente para purgar la maquinaria publicitaria y anegar el conocimiento popular con las más fantásticas virtudes asociadas al hecho de suplementar nuestra dieta con magnesio.

A pesar que lo de las funciones está muy bien, hay una serie de elementos que no son de dominio general por una parte importante de los consumidores de a pie, veámoslas:

¿Necesitamos más magnesio?

En realidad la pregunta adecuada sería ¿necesitamos más magnesio que aquel que se incorpora en el marco de una pauta de alimentación justamente establecida? O más allá… ¿Existe algún riesgo para la población española de no incorporar suficiente magnesio con la dieta y, de esta forma, aumentar el riesgo de no asegurar la realización de algunas de las funciones metabólicas en las que este mineral está implicado? Las respuestas, claras y contundentes, son que NO y que NO respectivamente. NO al cuadrado y en mayúsculas.

Y es que resulta que cuando se evalúa la calidad de la dieta de los españoles en virtud de la presencia de diversos nutrientes (por ejemplo en el caso de la encuesta ENIDE) se pone de relieve que “toda la población, excepto las mujeres menores de 24 años (y por poco), está cercana o por encima del 100% de los valores de ingesta de referencia para el magnesio

Al mismo tiempo la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) sostiene en una consulta referida a los beneficios del magnesio, que los efectos de su incorporación en la dieta pueden ser fácilmente alcanzables a partir de una planificación adecuada en la ingesta de alimentos (es decir sin suplementeos).

¿Es difícil encontrar la cantidad necesaria de magnesio en los alimentos?

Pues no. Aunque para ello es preciso seguir un patrón de alimentación bien planificado. Las fuentes alimentarias de magnesio son variadas y por lo tanto no sería preciso recurrir a la suplementación si existiese una adecuada planificación. Se considera que los vegetales de hoja verde (acelgas, espinacas, coles, los frutos secos, las legumbres, las patatas y todos aquellos productos elaborados a partir de cereales integrales… entre muchos otros alimentos, son una buena fuente dietética de magnesio (puedes comprobarlo tú mismo a partir de esta herramienta o consultar algún que otro artículo al efecto).

Clorofila a

A modo de curiosidad me apetece comentar que al igual que el hierro forma parte de la estructura molecular de la hemoglobina dentro del anillo tetrapirrólico, en el caso de los vegetales este átomo de hierro es sustituido por uno de magnesio en la estructura de la clorofila. De aquí que los vegetales de hoja verde –los órganos en los que se realiza la fotosíntesis y que son especialmente ricos en clorofila- sean una fuente dietética de este mineral.

La injusticia del magnesio

Una de las personas que a día de hoy se ha encargado de personificar la absurda necesidad de suplementar la dieta con magnesio es Doña Ana María Lajusticia. Una mujer química de formación y de considerable edad que tiene un especial ‘encanto’ para comunicar los casi milagrosos beneficios de este tipo de suplementación. Más habitualmente los que se derivan de combinar el magnesio y el colágeno. Sin embargo, su mensaje, suscrito al nutricionismo más galopante (es preciso recordar que cuando Súper-ratón vio la luz en Estados Unidos esta mujer contaba ya con 16 años) goza en mi opinión de un importante conflicto de intereses cuando se conoce que ella misma comercializa una línea de suplementación en la que, como no podía ser de otra forma, el magnesio y el colágeno desempeñan un papel protagonista (juntitos e incluso con sabor a fresa). Tanto en su línea de producto como en las diversas intervenciones mediáticas en las que se le ha visto recientemente, esta venerable mujer hace proselitismo de la práctica suplementadora en un batiburrillo cientifista con el que no rehúsa echar mano del recurrente latiguillo de las conspiraciones sanitarias para explicar cómo se busca mantener enferma de forma crónica a la población mientras a esta se le ocultan una serie de conocimientos y remedios muy sencillos que ella comercializa.

En resumen

Si yo fuera tú, a modo de consejo final y frente a cualquier propuesta de suplementación que aluda al magnesio me quedaría con el mensaje de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria cuando dice que la cantidad de magnesio que se precisa para gozar de una salud adecuada se puede obtener sin problemas a partir de una adecuada planificación dietética (como por ejemplo esta de aquí).

Además, me gustaría que tuvieras presente esta entrada en la que se pone de relieve el porqué aportar de más algo que se ha contrastado beneficioso no tiene por qué suponer precisamente ninguna ventaja, sino más bien lo contrario.

Y por último, recuerda que ninguna pauta de suplementación debería servir para arreglar un patrón de alimentación deficiente.

Si te ha gustado esta entrada quizá te resulte interesante consultar:

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Imagen: imagerymajestic vía freedigitalphotos.net y wikimedia commons

Nuevo libro: Coaching nutricional. Haz que tu dieta funcione (cuando lo importante es la actitud)

Coaching nutricionalHay momentos en el que el cómo es tan o más importante que el qué. En esto del adelgazar, o mejor dicho, en esto del cambio de hábitos ya que en esencia es de lo que se trata, el qué hacer es, al menos en su enunciado, bastante sencillo… lo complicado está en el cómo llegar a hacer eso habida cuenta de la enorme variabilidad interpersonal.

Cada uno somos de una madre y de un padre y, además, vivimos en unas circunstancias absolutamente particulares que hacen que el hecho de adelgazar, mejor dicho de nuevo, de cambiar de hábitos no sea tan sencillo aunque todos sepamos, teoricamente, qué es lo que hay que hacer. A las pruebas me remito, si adelgazar, o mejor dicho, cambiar de hábitos fuese sencillo (ya no lo repito más) no sería la preocupación cotidiana, perenne e irresoluta de tantas y tantas personas en el mundo entero. Y si el asunto como digo fuese sencillo, no sería este tema una cuestión de Salud Pública mundial como realmente es.

E insisto, el meollo del asunto no es tanto saber el qué hacer para solucionar un problema, sino el cómo hacer para terminar provocando un cambio vitalicio con el que estemos satisfechos… y ya puestos perder peso si esa es una de nuestras metas.

De eso en esencia se encarga el Coaching, de establecer la mejor estrategia de entre las posibles habida cuenta de las circunstancias personales para alcanzar el objetivo. Tratándose de Coaching nutricional uno de esos objetivos principales se personifica en conseguir una adherencia eficaz al nuevo plan nutricional (y de vida) que se va a establecer en virtud de unos objetivos concretos.

Reconozco que soy muy poco amigo (pero que muy poco de verdad) en eso de practicar el naming cañí, es decir, en eso de referirse con términos extranjeros (habitualmente anglófonos y acabados en «ing») para aludir a prácticas o costumbres más o menos cotidianas pero que un día adquieren cierto renombre. En esencia: que soy más de salir a correr que de running. Ahora bien, también he de reconocer que la filosofía del Coaching no es fácil de encajar en nuestro vocabulario con todos los matices que el término ha adquirido, más allá de la traducción literal del inglés.

En cualquier caso, el tema del Coaching en general y más en concreto del Coaching nutricional supone una muy interesante herramienta para optimizar el cambio en materia de estilos de vida.

De la mano de este libro y de sus autores, Yolanda Fleta (coach y socióloga) y Jaime Giménez (dietista-nutricionista) se ayuda a los lectores a ser los protagonistas de su propio cambio, autogestionándolo a través de una actitud claramente positiva. Al mismo tiempo se ponen en alza importantes valores que son las piedras angulares del Coaching como por ejemplo la responsabilidad, la confianza y la motivación; todo con el fin de ayudar a perfilar y definir los verdaderos objetivos, poner de relieve y ser conscientes de nuestros puntos fuertes y débiles en el camino para mejorar nuestro estilo alimentario de forma permanente.

Dedicatoria Coaching nutricional

A título de crítica constructiva he de decir que me parece una obra que podría estar destinada de forma idónea a los profesionales de la salud más que a la población general, salvo que, esas personas estén verdaderamente implicadas en aquello de ponerse manos a la obra en su propio cambio. Autogestión del cambio. No obstante, opino que para los profesionales sanitarios tampoco debiera constituir una obra que habilite o capacite para operar y autodenominarse como “Coach nutricional” tras su lectura. Más al contrario, me parece una obra magníficamente estructurada para introducirse en este mundillo del Coaching nutricional que, bien llevado por profesionales debidamente formados y experimentados, puede constituir una herramienta de gran interés a la hora de reconducir nuestros hábitos.

A modo de interesante acicate es imprescindible hacer constar que el libro está prologado por Julio Basulto (@JulioBasulto_DN) y que tanto Jaime como Yolanda, los autores, formaron en 2008 Nutritional Coaching (@Nutricioncoach) la primera consultaría en España por aquel entonces especializada en estas cuestiones.

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Coaching nutricional. Haz que tu dieta funcione.

¿Cuántas muertes se pueden atribuir al consumo de bebidas azucaradas? (2)

Este post es la continuación de este otro anterior en el que a modo de resumen se expuso el efecto sobre la salud (mortalidad) atribuible al consumo de bebidas azucaradas. A modo de resumen, se trata de explicar y poner en valor los datos arrojados por este estudio en el que se puso de relieve que se puede atribuir al consumo de las bebidas azucaradas cerca de 184.000 muertes al año… ¿Nos podemos fiar de estos estudios que dejan sobre la mesa un mensaje tan alarmante?

¿Beber refrescos y morir? Espera, espera...

¿Beber refrescos y morir? Espera, espera…

El problema de la fiabilidad de este tipo de datos

En ciencia resulta realmente complicado el aislar aquellos factores que terminan por propiciar una determinada condición de salud, una enfermedad en concreto o si es el caso el fallecimiento de un sector de la población. Vamos con un ejemplo.

Supongamos que alguien fallece a causa de un cáncer de pulmón. Siguiendo con el ejemplo supongamos al mismo tiempo que el fallecido era fumador activo, que convivía con otros fumadores (era por tanto también un fumador pasivo) y que además trabajaba en la minería, en concreto en la obtención de asbesto… otro elemento claramente identificado a la hora de aumentar de forma considerable el riesgo de padecer un cáncer de pulmón. Y ahora imaginemos que hay un número importante de personas que reúnen esas mismas características. Pues bien… las preguntas del millón son varias: ¿qué elemento de los citados ocasionó su cáncer? ¿Hubo algún tipo de sinergia entre todos los riesgos citados? ¿Hasta qué punto la genética de cada persona pudo influir teniendo en cuenta la exposición a estos factores de riesgo? Etcétera. No resulta nada fácil atribuir una magnitud concreta de riesgo a situaciones patológicas que tienen múltiples factores de riego… no digamos ya sí, al mismo tiempo coinciden elementos protectores y de riesgo, con determinadas predisposiciones genéticas. Lo que además suele ser habitual.

Volviendo al tema dietético

La cuantificación del impacto de la dieta en la génesis de enfermedades y en el riesgo de fallecimiento tiene las mismas dificultades que el ejemplo anteriormente expuesto. Sin embargo, el tipo de estudios que nos darían ése tipo de información tan útil y que tanto ansiamos serían muy fáciles de diseñar… Veámoslos.

Se trataría de ensayos de intervención a los que a una parte de la muestra en estudio se le sometería a unas condiciones dietéticas concretas y a la otra parte a condiciones distintas modificando una sola variable. En el caso que nos ocupa a un grupo se le obligaría a beber 12 latas de refresco azucarado al día frente a otra parte de la muestra en la que se mantendrían las mismas condiciones que en el primer grupo salvo que en este segundo se sustituirían aquellos refrescos por agua. Es más, podría haber otra(s) submuestra(s) a las que se aportara 6, 3, etcétera… latas de refresco al día. Luego se trataría de comparar los resultados de todos los grupos detallando en cada caso el impacto sobre la salud de la única variable entre todos los grupos considerados. Estos estudios como digo son fáciles de diseñar y se podrían hacer con todos los alimentos, desde la ginebra o la cerveza, a la panceta, pasando por las ciruelas claudias o la mantequilla de Soria… Todos. Pero, Houston, tenemos un problema. Y gordo: por razones más que obvias este tipo de estudios son éticamente reprobables y por tanto, al menos a día de hoy, es imposible llevarlos a cabo (al menos públicamente).

La solución: observación de cohortes

Por tanto, a la hora de establecer causalidades en este terreno no queda sino recurrir a lo que se denomina estudios de cohortes en las que una población es observada durante un cierto tiempo. Se miden ciertas variables y luego se observa si hay algún tipo relación (directa o inversa) en los parámetros de estas variables. Por ejemplo, una relación directa sería: “mientras hemos estado observando, los que beben más refrescos se mueren más”. Y si fuera inversa, al revés: “mientras hemos estado observando, los que beben más refrescos se mueren menos”. Aunque hay que tener en cuenta una serie de elementos, en el primer caso se podría decir que el consumo de refrescos incrementa el riesgo de muerte y; en el segundo que su consumo es un elemento protector.

En ambos casos la potencia de las conclusiones de este tipo de estudios quedará establecida por múltiples características, pero entre las más relevantes figuran el número de personas observadas (el número de la muestra) y el tiempo que han estado bajo observación.

Los principales problemas

Sin embargo, tal y como supongo que imaginarás este tipo de observaciones se prestan a un par de problemas típicos.

El primero de ellos es establecer la causalidad. Aunque dos variables evolucionen al mismo ritmo (cambios en un sentido de una variable implican cambios en el mismo sentido de la otra)… o de forma inversa (el aumento o disminución de la primera variable se asocia a cambios de signo contrario en la otra variable) no quiere decir a priori que los cambios de una de ella sea la causa de los cambios en la segunda… o sí. Recuerda esta entrada al respecto del chocolate y de su efecto sobre el adelgazamiento en lo que constituyó un nefasto ejercicio de divulgación periodística de un artículo científico al mismo tiempo también cuestionable.

Relacionado con el primer problema está el segundo a la hora de eliminar o al menos identificar los confusores. Un aspecto especialmente complicado en los estudios de este tipo. Los confusores son esos elementos que o bien no se han tenido en cuenta o que no se han ponderado de la forma adecuada y que influyen de forma significativa en la magnitud de la variable observada (lo más típico el fallecimiento o el padecimiento de una determinada enfermedad). El ejemplo clásico con el que suelo poner de relieve un confusor clásico es el del consumo de sandía y el número de muertes por ahogamiento: ¿Sabías que cuanta más sandía se consume, más aumenta el número de ahogados? Entonces, ¿acaso piensas que prohibir el consumo de sandía ayudará a evitar o a reducir el número de ahogados? La respuesta, ya la sabes, es que no. La correlación entre ambas variables existe (aumentan al mismo ritmo, asociación directa) pero no implica causalidad. La población toma más sandía cuando hace más calor (el verdadero elemento confusor) ya que en estas latitudes la temporada de sandía es el verano y también entonces se baña más gente, con lo que la probabilidad de que haya más ahogados aumenta.

Bebidas azucaradas y muerte ¿se han tenido en cuenta los confusores?

Pues para el pesar de la industria de los refrescos me temo me congratulo que sí. Precisamente el estudio en sí dedica unas pocas líneas a explicar la dificultad de demostrar fehacientemente el que este tipo de estudios ofrezcan datos fiables o lo que es lo mismo, que en este caso el número de fallecimientos mencionados (184.000, no te olvides) se pueda atribuir al consumo de bebidas azucaradas.

Para convencer de ello hay que partir del conocimiento de que la autoría principal del artículo descansa sobre una de las personas que en la actualidad gozan del mayor prestigio a la hora de investigar sobre estos temas, Dariush Mozaffarian. Y además el artículo hace constar que se ha hecho todo lo posible para controlar los elementos confusores, y de esta forma no sobreestimar en las conclusiones finales el impacto de las bebidas azucaradas sobre la salud frente a otros elementos dietéticos.

En resumen

  • El estudio en cuestión estima que cada año mueren 184.000 adultos y que la causa es el consumo de bebidas azucaradas.
  • Para llegar a estas conclusiones se han empleado los mejores datos que en la actualidad podemos obtener de forma ética.
  • Este resultado no sirve para identificar de forma personal el riesgo de muerte atribuible por el consumo de bebidas azucaradas. En su lugar, y no es tontería…
  • Sirve para establecer medidas válida encaminadas a evitar un buen número de fallecimientos a nivel poblacional… evitando/controlando (no alentando) el consumo de bebidas azucaradas.
  • Algo que hay que tener muy en cuenta cuando de forma ¿interesada… desinformada… torticera? se nos hacen llegar mensajes a través de los medios de comunicación generalistas como el que se puede ver en la imagen (MujerHoy, 1 de agosto de 2015), en el que se equipara el consumo de refrescos con el de otras bebidas, incluida el agua y otros productos netamente más interesantes desde el punto de vista de la salud, a la hora de mantener una correcta hidratación.
Con un par... de vasos de refresco, todo solucionado

Con un par… de vasos de refresco, todo solucionado

  • Aunque el estudio en cuestión está referido a la población adulta, me parece especialmente interesante hacer constar que las bebidas azucaradas (refrescos al uso, bebidas comerciales a base de frutas, batidos, etcétera) son un producto cuyo target de consumo, y por ende su publicidad, está dirigido a la población más frágil e inerme de nuestra sociedad: los niños y adolescentes.
  • Como consumidor, padre o madre, y ciudadano te toca a ti poner en su sitio a este tipo de productos. El momento de hacerlo (si no tienes un blog) es el de dejar de realizar determinados gestos en los lineales de tu supermercado, bares, cines y, en general, en cualquiera de los sitios donde estos productos de conveniencia (nunca de necesidad) se ponen a tu alcance.

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Imagen: http://giphy.com/gifs/vCHKWBlygEAtG