El nutricionista de la general El nutricionista de la general

"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

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Qué demonios es una «taza de café» y qué me puedo encontrar dentro

Café variadoSe agradece que de vez en cuando y aunque sea por mera casualidad, la actualidad investigadora apoye los contenidos de algunos temas ya tratados en el blog.

No hace demasiado tiempo te contaba que conocer la cantidad de cafeína en “un café” era una cuestión francamente azarosa a resultas de no conocer, como consumidores, la variedad del café que se nos sirve, el grado de tostado al que ha sido sometido, ni la forma de realizar ese café. Además de otros factores, estos tres elementos citados (variedad, tostado y forma de extracción) son también los más importantes a la hora de poder intuir de alguna forma la cantidad tanto de cafeína en un café determinado, como la concentración en otras sustancias características del café, los compuestos fenólicos, que tan a menudo se relacionan con diversos efectos sobre la salud.

Así pues, tal y como te cuento, se acaba de publicar un artículo titulado Variations in caffeine and chlorogenic acid contents of coffees: what are we drinking? (Variabilidad en las cantidades de cafeína y ácido clorogénico en el café: ¿qué estamos bebiendo?) que pone de relieve de forma empírica las concentraciones variables de estos dos elementos (cafeína y ácido clorogénico) en diversos cafés en base a su origen, tostado y forma de preparación en tres ciudades europeas, en concreto en Pamplona, Parma (Italia) y Glasgow (Escocia).

Como dato interesante que desconocía creo destacable mencionar que con independencia del origen del café (bien sean variedades arábica o robusta, la segunda con una mayor cantidad de cafeína que la primera) la cantidad de cafeína en los granos de café se mantiene más o menos estable con independencia del grado de tostado que se haya practicado sobre ellos. Sin embargo, y a diferencia de la cafeína, la cantidad de compuestos fenólicos presentes inicialmente decae a medida que se aumenta el grado de tostado sobre los granos. De esta forma, adelanta el estudio, la relación entre la cafeína y los compuestos fenólicos analizados son un buen indicador del tostado que se ha practicado sobre el café: a mayor relación cafeína/compuestos fenólicos, tostado más intenso y viceversa.

Con estas premisas, los resultados hallados en este estudio se concluye que de todos los cafés analizados en estas tres ciudades se ha encontrado una variación enorme en el contenido de cafeína que oscila entre los 48 hasta 317 mg por café; y de 6 hasta 188 mg en el caso de los ácidos cafeilquínicos (familia que acoge al conocido ácido clorogénico). Así mismo, se ha contrastado que el volumen por “taza de café” servido es especialmente variable (¡de 13 a 104 mL en el caso de los espresso analizados!) y, por tanto, la medida popularmente mencionada como “una taza de café” no es una medida reproducible… o que de serlo, depende mucho de en dónde se mencione. Aspectos todos ellos de una importante repercusión a la hora de recomendar y vincular el efecto de esta bebida en la salud de los consumidores.

Más en concreto, y en relación a los resultados obtenidos en los cafés españoles (en realidad en relación a los café servidos en Pamplona) la cantidad de cafeína por taza de café fue la más uniforme con variaciones de entre 97 a 127 mg por taza, frente a las de Parma (73 a 135 mg) y las de Glasgow (101 a 275 mg). A su vez, se puso de manifiesto que en España (en realidad al menos en Pamplona) se prefieren variedades café con un tostado más suave ya que la concentración de ácidos cafeilquínicos fue la más alta, y por lo tanto obteniendo una relación cafeína/ ácidos cafeilquínicos más baja.

En resumen

Café desde el origen

Si te interesa una mayor cantidad de cafeína opta por cafés realizados con la variedad robusta. Si por el contrario prefieres cafés con menos cafeína, elige arábica (todo ello dejando a un lado las diferencias en el aroma, sabor, etcétera inherente a estas variedades y sus diferentes orígenes)

Si por otro lado estás interesado en hacer un buen acopio de compuestos fenólicos a partir del café, deberías optar por los cafés menos un menor proceso de tostado. En este apartado resulta significativo mencionar que además de la observación de los cafés mencionados an las cafetrías de 3 ciudades europeas (Pamplona, Parma y Glasgow) el estudio también observó la cantidad de cafeína y compuestos fenólicos de cafés instantáneos (6 de la marca Nestlé, uno de Fortaleza y otro más de Marcilla) resultando que el producto “Nestlé Green Blend” ofrecía una concentración de compuestos fenólicos excepcionalmente alta frente al resto. Además, en relación a los cafés preparados con café soluble (instantáneo) la cantidad de cafeína fue sustancialemente menor a la encontrada en los cafés espresso de cafetería con valores que oscilaban entre los 48 y 88 mg de cafeína por ración (= 2g de café instantáneo en 125 mL de agua hirviendo)

Al final, los autores del artículo hacen un llamamiento, totalmente lógico, con el fin de que los consumidores puedan estar mejor informados. Teniendo en cuenta que: 1º anualmente se consumen 500 mil millones de taza de café; 2º que en su consumo se hacen descansar numerosas connotaciones relacionadas con la salud y; 3º que la variabilidad de los elementos presentes en una “taza de café” es excepcionalmente alta en base a su origen, procesado, volumen servido y forma de obtención… se debería mantener mejor informados a los consumidores en relación al café que en cada momento tienen delante y de su composición, al menos en base a su contenido en cafeína y compuestos fenólicos.

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Nota: mi agradecimiento a Marc Casañas (@Firefly_fan) por hacerme llegar este estudio

Foto: kanate y amenic181 vía freedigitalphotos.net

¿Pero cómo voy a anunciar eso si ni tan siquiera sé a lo que sabe?

El Sargento York

Aquellos que se prodigan por aquí con cierta frecuencia ya conocerán de mi inclinación al cine clásico y de cómo de esta afinidad suelo sacar algunas lecciones, lecturas, reflexiones…

Para esta ocasión desempolvo un clásico donde los haya que imagino no sonará a la gran mayoría, se trata de “El Sargento York” (1941), una peli basada en hechos reales cuyo cartel no puede ser mejor: dirigida por el genial Howard Hawks, protagonizada por el inconmensurable Gary Cooper y sin hacer de menos a otros importantes secundarios de la época como  Joan Leslie, que le da la réplica femenina al prota o clásicos secundarios de la época como Walter Brennan (qué grande).

En una breve sinopsis, esta película relata los avatares de Alvin C. York (Gary Cooper), un joven campesino especialmente humilde que en los años de la 1ª Guerra Mundial se alista en el ejército norteamericano y que, una vez en Europa, la lía parda deshaciéndose de un montón de enemigos (los alemanes) salvando de una muerte segura a sus compañeros de armas. El caso es que esta hazaña le vale un montón de condecoraciones y de reconocimientos por parte de las autoridades. Así, al volver a su país y ser recibido con los más altos honores, le hospedan para su sorpresa en un extremadamente lujoso hotel y entonces “un señor con chistera”, que hace de lazarillo en ese ambiente tan abigarrado y desconocido para el bueno de Alvin, le pone al corriente del afortunado giro que ha dado su vida… si él quiere, claro, estableciéndose el siguiente diálogo:

– [Señor de chistera]: Usted es un hombre muy famoso y a juzgar por el recibimiento que le han hecho, no cabe duda que el pueblo se da cuenta. Por ejemplo, hay compañías que quieren rodar unas películas, Ziegfeld que participe en su nuevo espectáculo, y aquí hay una oferta para que actúe en el teatro, un fabricante de productos alimenticios quiere que anuncie su nuevo producto…

– [El Sargento York] ¿Y yo qué voy a hacer?

– Bastará que pronuncie unas palabras parecidas a estas… cuanto me gusta para desayunar…

– (le interrumpe) pero si ni tan siquiera sé a qué diablos sabe…

– (le interrumpe) baaaah, eso es lo de menos amigo mío… resumiendo, totalice estos efectos y se encontrará con la bonita suma de un cuarto de un millón de dólares.

– ¿Qué me van a dar tanto dinero?

– Es una simple propuesta comercial.

– Imagine lo que podría hacer con ese dinero… lo primero comprarme una parcela de tierra en el valle y…

– No pierda la oportunidad.

– ¿Y todo eso me lo dan por lo que hice en el frente?

– Pues… eeeh…

– ¿Sí o no?

– Así es.

– ¿Qué… qué haría usted señor Hull?

– Usted es quien debe decidir.

– Sí, es lógico.

– Piénselo bien y ya me dará la contestación

– No hace falta Sr. Hull, lo tengo bien pensado; yo no me siento orgulloso de lo que hice en Francia… muchos hicieron lo mismo y no han vuelto, yo opino humildemente que estas cosas ni se compran ni se venden, y por lo tanto debo renunciar, dígalo así por mí, por favor. Yo me vuelvo a casa.

– Lo haré con muchísimo gusto, Alvin.

– Muchísimas gracias señor Hull.

Bueno, ¿y qué tiene esto que ver con un blog de nutrición? Pues mucho, ya que a día de hoy una buena parte de productos alimenticios (y no alimenticios) son promocionados por personajes famosos dotando a ese producto de una excelencia que no es tal… al menos por el hecho de ser ficticiamente utilizado por el famoso de turno.

Uno de mis primeros recuerdos es por ejemplo el de Isabel Preysler y el famoso “Ferrero Rocher”, por no hablar del de las analgésicas y milagrosas pinzas antidolor Lasvi promocionadas en aquel entonces por el desaparecido Jesús Puente (vale, estas pinzas no se comían)… pero como bien sabes hay muchos otros ejemplos. Entre ellos merecen una mención aparte los de Danone y sus natillas anunciadas por el deportista famoso de turno, Márquez, Ronaldinho, Messi y Villa… por citar solo unos pocos entre los más recientes ya que Danone en este sentido no ha perdido comba desde hace años. O los de Danone, otra vez, y su Danacol (Vicente del Bosque -¿te doy mi palabra?-, Carlos Sobera) y también su Activia (Shakira, Malú, Arguiñano…)

Si necesario es señalar productos multifamosos, quizá más irritante desde mi punto de vista es el contrastar la existencia de famosos multiproducto entre los que la reina indiscutible es Martina Klein la que ha encontrado al parecer un filón en Nestlé… ¿o era al revés? El caso es que los mismos que se preguntan al respecto de la inmortalidad de Jordi Hurtado a día de hoy también se cuestionan la posibilidad de que esta mujer tenga varios clones por ahí rodando anuncios… porque la vida de una persona no puede dar para tanto.

En cualquier caso, y en relación a lo más actual una de las cosas que más me desespera es ver cómo personas a las que verdaderamente admiro en su profesión, por ejemplo Jordi Cruz, se prestan, en marea alta, a ofrecer su imagen para convencernos de lo idóneo de los productos que en ese momento promociona. Y es que puedo llegar a entender que este (o cualquier otro señor) se preste para promocionar productos o servicios relacionados con su desempeño profesional. En este caso y por ejemplo cava, concentrados de caldo, “panes” especiales, tortitas dietéticas… y así un larguísimo etcétera. Lo que no me termina de cuadrar (lo otro tampoco, que conste, pero bueno) es lo de anunciar otras cosas que nada tienen que ver con él, como por ejemplo la vergonzosa publi de Pharmaton complex. Que me parece así porque ningún multivitamínico tiene las propiedades que la marca le atribuye y porque, supongo, el bueno de Jordi Cruz jamás se habrá tomado antes del anuncio en cuestión un multivitamínico de estos… igual que el bueno de Alvin York, el Sargento, que se preguntaba, bendito él, pero como voy a anunciar eso si ni tan siquiera sé a lo que sabe.

¡Ay! Gary Cooper que estas en los cielos.

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Alimentos en el recuerdo: Ensalada de remolacha

El otro día, junto con mis hijas, vino a comer a casa una amiga de la mayor (10 años). Aunque mis hijas comen de casi todo ya sabemos las preferencias alimentarias que tienen, que cosas les gustan más o menos… pero cuando vienen invitados estamos in albis y procuramos hacer comidas más facilonas que “exóticas” (sin caer tampoco en el “menú infantil”).

Ensalada de remolachaIndependientemente del menú (creo que fue pasta integral con trigueros al pesto y lomo de cerdo con bisaltos, más fruta) soy incapaz de reprimir mi ramalazo nutricionista y suelo dar pie a hablar en la mesa de la comida con el fin de indagar en los hábitos alimentarios, lo que le gusta y no, los hábitos de su casa… de la invitada de turno. Pregunté por los rábanos (mientras ponía un cuenco de ellos en el centro de la mesa para que cogiera quien quisiera) y a partir de ahí, fui tirando del hilo. Os sorprendería saber todo lo que se aprende con estas cosas. Entre todos los detalles que conocí, me llamó la atención que nuestra pequeña invitada no conociera ni de oídas la remolacha… ¿remo-qué? preguntó. “Remolacha” repetí.

Pues eso, que ni idea, aquella niña de 10 años no había oído hablar en su vida de este singular tubérculo (Beta vulgaris) de la misma familia que las espinacas (aunque de estas nos comemos las hojas) o de la tan de moda ahora, quinoa. Ni oído ni, claro está comido…

Mi extrañeza se tronó cierto cabreo, ya fuera de casa, cuando con la chirrinta de remolachas entre ceja y ceja, se me ocurrió ir a comprar un manojo para comerlas al día siguiente. Conste que quería remolacha de verdad, fresca, cruda, no las bolas esas que se venden termo-selladas al vacío y cocidas en la mayor parte de supermercados. Digamos que no hay una gigantesca diferencia para quién no conoce ambas opciones, pero para quién la conoce sí. Bueno, pues el cabreo vino de mano de mi fracaso: tras visitar cerca de 10 verdulerías y fruterías me volví a casa sin remolachas. Las razones me las dieron los verduleros: no se vende, es muy barata pero como no se vende, no me compensa traerlas. No daba crédito.

De mis recuerdos gastronómicos de la infancia guardo con especial cariño las ensaladas de patata cocida y remolacha de casa de mis abuelos. Una ensalada dificilísima de elaborar y carísima que se aliñaba con una complicadísima vinagreta de aceite de oliva, vinagre de vino, cebollita picada y perejil.

Pues bien no fue sino en Madrid el otro día cuando después de contar estas peripecias remolacheras a un amigo que me alojaba en su casa, que este se me presentó al día siguiente con un manojo de remolachas de verdad. Y de ahí esta entrada.

Remolacha cruda

Para hacer la remolacha solo hay que cocerla, algo más que la patata, con piel, pero sin pasarse ya que a mí me gustan con cierta turgencia… una de las características en las que más difieren las que están ya a la venta en los supermercados que son especialmente blandas. Cocer la patata. Cortar ambas en ruedas, aliñar como ya he dicho y a comer. Así era aquella ensalada en casa de mi abuela.

Hoy en mi casa, los días que hay ensalada de este tipo, los ingredientes que se suman han aumentado… la adornamos con unos encurtidos variados, algunos le ponen atún en aceite y se hace acompañar (o no) de mayonesa.

Bien sabéis que cuando me pongo con estos temas no me entusiasma practicar el nutricionismo y hablar de los aportes nutricionales del alimento en cuestión. Sin embargo y habida cuenta de que me imagino que muchos no sabrán ubicar este producto (muchos es posible que confundidos porque de la remolacha –pero otra- se extrae el azúcar, le atribuirán un elevado aporte energético) no me resisto a dar cuatro pinceladas. Aporta poquísimas calorías, unas 30 kcal/100g (para que te hagas una idea la acelga 29 kcal/100g) y aporta cantidades más que significativas de potasio, fibra y ácido fólico.

Además de esta ensalda, no es un producto que se prodigue demasiado en las recetas, sin embargo algunas hay, aunque lo reconozco, yo solo he probado su gazpacho.

No sé… de veras que no termino de comprender los problemas que tienen algunos de tiempo, económicos o de habilidades culinarias para diversificar su menú diario con opciones más o menos naturales.

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Foto: @juan_revenga

La falacia del balance energético

Es fácil caer en la falacia de eso que ahora se está poniendo de moda y que es más viejo que la tos. Me refiero a lo de la importancia del balance energético o que la obesidad (o no) depende del equilibrio entre las calorías que entran (con la comida) y las que salen (con la actividad física).

Y digo mejor aun: no es que sea fácil caer, es que es chupao hacerlo. Más que nada, y atentos a la jugada, por que esta falacia es vecina, puerta con puerta, con la realidad (y de hecho creo que hay puertas interiores que comunican a ambas). Sin ir más lejos, yo mismo en una determinada etapa de mi vida he incurrido en esta falacia y he defendido y argumentado su validez. Pero ya no. Podría decirse por tanto que el tema lo conozco bastante bien, he reflexionado con datos sobre el mismo y ahora estoy más convencido que antes de lo que opino al respecto… y eso que es lo contrario.

Es fácil caer porque como digo resulta habitual confundirse de puerta estando tan cerca y suena de maravilla eso de que se engorda porque se ingresan más calorías que las que se queman. En este sentido se hace valer el principio de conservación de la energía que en palabras vulgares se enuncia sabiendo que “la cantidad total de energía en cualquier sistema físico aislado (sin interacción con ningún otro sistema) permanece invariable con el tiempo, aunque dicha energía pueda transformarse en otra forma de energía”. Este principio constituye la primera Ley de la termodinámica: la energía ni se crea ni se destruye, solo se transforma y esas cosas.

En el tema que nos ocupa, la energía contenida en los enlaces químicos de los alimentos y que nosotros incorporamos al comerlos, la almacenaríamos en los enlaces químicos de las moléculas de grasa de nuestro panículo adiposo, tejido de reserva energética (entre otras cosas) dentro del Reino animal. Más se come y menos se gasta, entonces más se guarda (recuerda, la energía no se destruye). Hasta aquí todo perfecto; pero en este terreno hay muchas más realidades que comprender.

De entrada, el saber que a diferencia de esos sistemas cerrados para los que vale el principio de conservación de la energía, nuestra biología no puede ser asumida, solo, como un sistema cerrado. Sobre ella influyen múltiples circunstancias cuando comemos calorías (con los alimentos) en estrecha relación con la naturaleza u origen de esas calorías, es decir de esos alimentos. Dicho de una forma más llana: no todas las calorías implican las mismas respuestas metabólicas que otras y por tanto no todas las calorías alimentarias son iguales. Los efectos sobre el metabolismo, la saciedad, la satisfacción… de la misma cantidad de calorías aportadas por alimentos diferentes pueden ser totalmente dispares… y además estas distintas respuestas van a condicionar en no poca medida la pulsión para seguir comiendo más o menos, así como la respuesta metabólica inmediata relacionada con mecanismos tendentes a la obesidad o no. Vamos con un ejemplo: a pesar de que las calorías contenidas en dos naranjas pueden ser bastante parejas a las contenidas en un refresco al uso su efecto sobre múltiples variables metabólicas así como sobre la posterior ingesta de otros alimentos (tiempo transcurrido, alimentos que se comen en compañía de una y otra alternativa…) no tienen nada que ver. Aunque las calorías, insisto, sean las mismas. Y además tengo pruebas:

Refrescos (2)

En este estudio se puso en evidencia de forma bastante clara que excederse con 150 calorías de azúcar en la dieta (por ejemplo, una lata de refresco al uso), implica un aumento de 11 veces en la prevalencia de diabetes tipo 2, en comparación con un exceso idéntico de 150 calorías proveniente de la grasa o proteína.

Empezaba diciendo que la cuestión del balance energético o de calorías es más vieja que la tos pero que está siendo objeto de un importante resurgir de la mano de la industria alimentaria quien se enroca en este clásico subterfugio con dos fines claros en mi opinión: 1º sacudirse de encima su responsabilidad en el aumento de la obesidad poblacional y 2º invitar a seguir haciendo un uso extensivo de sus productos. Intereses que para nada son novedosos, pueden ser más o menos silenciados, pero no novedosos, tal y como te conté en esta entrada.

Al mismo tiempo y como viene siendo la estrategia habitual, la industria colabora o patrocina la publicación de determinados artículos científicos que arrimen el ascua a su sardina. Sin ir más lejos, el grueso de sus argumentos para señalar como causa de la obesidad al sedentarismo (nos movemos poco) frente a la cantidad de calorías ingeridas consiste en hacer estudios que observen la cantidad de calorías que se ingerían hace 40 años y las que actualmente se ingieren. Si a día de hoy se ingresan menos calorías que antaño y sin embargo cada vez hay un mayor porcentaje de la población con obesidad, la conclusión parece inequívoca… si comemos menos y engordamos más, es por que nos movemos menos que antes (la estrategia consiste en documentar estas cuestiones para dejar la culpa en el balcón del ciudadano, no en la del alimento). Esto que digo es lo que parece haber encontrado este estudio, cuyos resultados preliminares son elocuentes cuando llegan a los titulares:

El sedentarismo es más culpable de la obesidad de los españoles que la dieta, según la FEN

Así, la cuestión de la importancia del balance energético va a llegar a las próximas recomendaciones alimentarias dirigidas a los españoles en forma de pirámide tal y como mencioné en este post.

Sin embargo, y en sentido contrario tenemos esta otra publicación que sostiene que tras contrastar que en los últimos 30 años las cifras de obesidad se han disparado de forma alarmante, este aumento ha ocurrido mientras la población mantenía patrones de actividad física prácticamente idénticos entre los de entonces y los de hoy en día. Así, los autores del estudio hacen descansar la famosa culpabilidad de la obesidad en la calidad de la dieta, no tanto en la actividad física. Como dato objetivo creo que podría ser interesante valorar que el primer estudio está realizado en colaboración con la industria y este último no.

A modo de resumen me gustaría dejar aquí por escrito las últimas líneas de un editorial que se publicó hace dos semanas en una importante revista y que ha día de hoy ha sido retirado (aunque se puede consultar íntegro aquí). Su título: It is time to bust the myth of physical inactivity and obesity: you cannot outrun a bad diet (“Ya es hora de echar por tierra el mito de la inactividad física y la obesidad: es imposible escapar de una mala dieta”) ya lo deja bastante claro… y concluye:

Ya es hora de acabar con todo el daño que causa la maquinaria de mensajes publicitarios de las industrias de la comida basura. Desterremos el mito de la inactividad física y la obesidad. Nadie puede escapar, por mucho que corra, de las consecuencias de una dieta inadecuada.

No es habitual que un artículo sea retirado de una revista de este calibre… y menos un editorial. Sin embargo, alguna razón habrá aunque no nos la cuenten… Lo mejor-peor en este caso es que en estas circunstancias cada uno puede echar su imaginación a volar tras leer el artículo.

Y si quieres, para ti la perra gorda

Dicho lo dicho, ahora es cuando colándome por una de las puertas interiores que unen falacia y realidad, me paso al lado de la falacia para hacer bueno lo del balance energético: ¡ea! digamos que sí, que el balance energético es lo que cuenta… Pues bien, incluso dándolo por válido, ese equilibrio energético entre lo que se ingiere y lo que se gasta es muchísimo más facil de conseguir con un patrón de consumo que incluya alimentos netamente saludables… y muy difícil cuando se incluyen con no poca frecuencia esos alimentos que promociona la industria que constantemente nos cuenta la batallita de la importancia del balance energético.

Mi consejo, en definitivas cuentas es, come saludablemente y haz ejercicio; ambas cosas por salud (más allá de los kilos); destierra al cuasi-olvido los refrescos, los platos preparados, la bollería industrial, el azúcar que tú no pongas en los alimentos y el sofá. Así pues, come alimentos que no necesitan de la publicidad para decirnos lo buenos que son, cocina el resto y muévete.

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Imágenes: GTRES y Iamnee vía freedigitalphotos.net

El plato para comer saludable (traducción oficial de la guía alimentaria de Harvard)

A estas alturas no creo que nadie se extrañe si digo que la guía alimentaria Healthy Eating Plate es mi preferida de entre las más conocidas. Creada por el Departamento de Nutrición de la Escuela de Salud Pública de Harvard reúne buena parte de los conceptos alimenticios y nutricionales que a día de hoy se pueden hacer llegar a la población general. Tanto en formato como en contenidos, me parece la herramienta “oficial” más válida. Desde su lanzamiento en 2011 ha contado con bastante buena aceptación y difusión. Sin embargo, una de sus pegas más prácticas como herramienta era que solo se podía encontrar la versión oficial en inglés.

Así, para tratar de hacerla más accesible a un mayor número de personas en todo el mundo esta institución ha tenido la buena idea de traducirla a 14 idiomas, incluido el español y al español de España (sí, han hecho dos).

Pinchar para agrandar

En un resumen especialmente conciso de este icono podría decirse que en él hace hincapié en unos concretos aspectos saludables, a saber: el consumo de determinados grupos de alimentos como los son el de las verduras, las frutas, las proteínas con un origen saludable, los cereales integrales, los aceites saludables y el agua. Al mismo tiempo, y con poco lugar a los equívocos se aconseja…: limitar el consumo de alimentos elaborados a partir de cereales refinados, la carne roja, la mantequilla y los productos lácteos, y evitar los embutidos, las carnes procesadas, los alimentos con grasas trans y las bebidas azucaradas.

Las palabras están escogidas con precisión quirúrgica habida cuenta de su escasez en una herramienta que ha de ser eminentemente visual, de modo que donde pone limitar es eso, “no abusar”; y donde pone evitar, lo mismo, es decir y en este caso, prescindir.

Aspectos mejorables…

Por resaltar algunos detalles con los que no coincido plenamente en la versión traducida al español para España citaré que en el apartado de las grasas (arriba a la izquierda) lo que en mi opinión debiera pone al final para ser más acordes con la versión en original en inglés (limit butter) es “limitar la mantequilla” y no, como pone “limite la margarina (mantequilla)”. En el mismo apartado, cuando menciona incluir como fuente saludable de grasas la de los aceites de oliva o el de canola, sin lugar a dudas habría que haber cambiado la expresión de este último aceite por “aceite colza” que es como verdaderamente se conoce en estas latitudes el aceite con ese origen. (Nota: el aceite de colza, a pesar de las negativas connotaciones que tiene su imagen en España, es un producto que, no adulterado, tiene unas propiedades nutricionales francamente interesantes y que se comercializa sin ningún problema en prácticamente todos los países de nuestro entorno… menos aquí).

En el apartado de los cereales (en medio y a la derecha) hubiese prescindido de la expresión “granos” (traducción literal del inglés grains) y en su lugar hubiese dejado un mensaje como por ejemplo: “Coma alimentos procedentes de cereales integrales variados (como pan, pasta y arroz integrales) limite los alimentos con cereales refinados (como el pan blanco o el arroz pulido).

Por último al hacer referencia a los alimentos que son fuente de proteínas saludables (abajo y a al derecha) hubiese traducido nuts como «frutos secos naturales» en vez de por “nueces”; y en vez de evitar los “fiambres” (cold cuts) mi propuesta hubiese sido «evitar los embutidos».

Lo mío desde luego no es la traducción… pero considero que ya puestos poco costaba haber hecho algo un poco más adaptado, de verdad, a la población española. En cualquier caso ahí queda para quien le interese, sabiendo, eso sí que desde mi punto de vista esta sigue siendo la mejor guía dietética que conozco.

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Imagen: Derechos de autor © 2011 Universidad de Harvard. Para más información sobre El Plato para Comer Saludable, por favor visite la Fuente de Nutrición, Departamento de Nutrición, Escuela de Salud Pública de Harvard, http://www.thenutritionsource.org y Publicaciones de Salud de Harvard, health.harvard.edu.

Alimentos en el recuerdo: huevo pasado por agua

No sé muy bien cuantos años tenía, supongo que más de cuatro pero tampoco muchos más. Sin embargo, el resto de los elementos están más o menos claros en mi memoria. Siempre era domingo por la tarde-noche (creo); al menos en mi memoria todos esos días eran domingo. En la tele, la mía en blanco y negro, ponían “Las calles de San Francisco” (me refiero a la de Karl Malden y Michael Douglas) o bien “Hawái 5-0”, la clásica, claro (por dios que gran tema)… posiblemente una serie sustituyó a la otra, pero no recuerdo bien. Lo que sí que tengo claro era el plato que tenía delante en todas esas ocasiones.

Se trataba de un plato de diseño infantil (con patitos blancos sobre fondo azul a modo de cenefa); en el centro del mismo había una huevera de plata que sostenía el alimento para el cual estaba destinado dicho menaje. Alrededor cuatro o cinco tiras finitas de pan tostado… para untar; y también una cucharilla… para rascar lo que se escapara en el uso del pan.

Aquella era en esencia mis cenas de domingo, y luego la de mis hermanos cuando éramos niños: huevo pasado por agua. Un “invento” que a la luz de las actuales circunstancias parece proscrito, hasta insano es posible que algunos argumentaran, a la luz de, por ejemplo, de unas salchichas que no son tal sino, al parecer, proteínas y fósforo. Qué huevos.

serie del huevo pasado por agua.jpgBueno, el caso es que con la entrada de hoy quiero poner en alza una de esas cenas infantiles que según parece y en virtud de las modestas pesquisas realizadas en mi entorno más cercano (familia a parte) están en claro retroceso y casi postergadas al olvido. En su lugar, las cenas de nuestros hijos, están cuajadas de elementos mucho más modernos, donde va a parar, que aquellas soluciones arcaicas y rudimentarias con las que al parecer se complicaban la vida las madres de hace cuarenta años cuando no había tantos recursos maravillosos… y es que, no me extraña, la presentación y consumo de huevos pasados por agua está lleno de inconvenientes. Veamos:

De entrada su accesibilidad, ya que la materia prima es especialmente difícil de conseguir y cara. Los huevos a día de hoy no se encuentran en cualquier lado y además cuando se consiguen su precio es altísimo: entre 10 y 15 céntimos por unidad.

Hay que continuar con las dificultades técnicas de su elaboración, no accesibles a todo el mundo: se necesita un cazo más o menos pequeño y agua.

Y finalizamos con el tiempo: casi nadie dispone a día de hoy de 3 o 4 minutos para preparar el plato principal de la cena de un niño (o la de un adulto).

Como se puede contrastar, todo son dificultades que hacen del huevo pasado por agua un lujo al que pocas familias puedan acceder y que por lo tanto, en su lugar, tienen que recurrir a una cena a base de salchichas de Frankfurt que tan amablemente pone a su disposición la industria alimentaria, sabedora ella de sus dificultades. Dificultades económicas, de tiempo y nutricionales ya que, ya se sabe, donde estén unas grasas (y carnes) procesadas que se quiten los huevos.

Volviendo sobre Karl Malden (aquel maravilloso y narigudo secundario) y mis huevos pasados por agua, recuerdo con especial júbilo la broma que entonces hacía tras acabar con mi cena y que mis hijas reproducen, tal cual, a día de hoy. Me refiero a eso de una vez que se había dado cuenta del huevo, darle la vuelta sobre la huevera y simular que no lo habías tocado… que aún no se había empezado a cenar aunque alrededor del plato se acumularan los delatores trocitos de cáscara por donde se abre el huevo para empezar a comerlo. Al final, se le decía a mamá o papá… “que síiiiii, que ya me lo he comido” mientras se clavaba la cucharilla en lo alto del huevo ya consumido.

En fin, espero que esta sencilla propuesta sirva para iluminar de alguna forma las cenas cotidianas de los más pequeños (o no tanto) en esta época cuajada de dificultades para comer de forma saludable. (Es broma)

Si te ha gustado esta entrada ya te estás aplicando sobre los huevos pasados por agua, dejando de lado las «cómodas» propuestasde la industria alimentaria y, si quieres, puedes consultar:

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Foto: @juan_revenga que muestran una de las originales hueveras en las que hace cuarenta años se cenaba uno los huevos pasados por agua y que son las mismas que hoy utilizan en casa mis hijas (Ya sé que te lo he dicho de palabra, pero que quede por escrito… gracias mamá)

Qué decir del kéfir

KéfirNo sé muy bien porqué pero en las últimas semanas me han llegado varias consultas al respecto de un alimento que se conoce como kéfir de agua. Será cosas de las modas, pero en este caso no puedo dejar de sorprenderme porque no es el típico producto comercial a la venta sino que cada uno se elabora el suyo como así sucede también en la mayor parte de los casos del kéfir más tradicional (el elaborado con leche). Sé que hay productores/distribuidores de este tipo de productos pero creo que llegaremos a un acuerdo si coincidimos en que, en relación al kéfir, lo más típico es el consumidor que se lo elabora él mismo.

¿Qué es el kéfir?

El kéfir sin más, o el que de alguna forma más conoce la población general, es el resultado de la modificación de la leche mediante una fermentación controlada. Para los que por primera vez sepan de su existencia, se podría decir que es un alimento similar en su concepto al yogur pero en cuya elaboración han participado una serie de microrganismos diferentes a este. Al igual que para que un alimento tenga la consideración de yogur tiene que estar fermentado por una serie de bacterias típicas, en el caso del kéfir más clásico los microrganismos típicos consisten en una combinación de bacterias y levaduras.

En el marco de la culturilla popular las más típicas de unas y otras serían Lactobacillus acidophilus y Saccharomyces kéfir aunque la variedad tanto de bacterias como de levaduras presentes puede ser bastante amplia.

Sin embargo, según la norma del codex alimentarius para las leches fermentadas los cultivos para la elaboración de kéfir son:

Cultivo preparado a partir de gránulos de kefir, ‘Lactobacillus kefiri’, especies del género ‘Leuconostoc’, ‘Lactococcus’ y ‘Acetobacter’ que crecen en una estrecha relación específica. Los gránulos de kefir constituyen tanto levaduras fermentadoras de lactosa (‘Kluyveromyces marxianus’) como levaduras fermentadoras sin lactosa (‘Saccharomyces unisporus’, ‘Saccharomyces cerevisiae’ y ‘Saccharomyces exiguus’)

Una de las características más destacadas es que su elaboración incluye dos tipos de fermentaciones, la digámosle clásica que sería la láctica (similar a la que acontece en el caso del yogur y los quesos) y además como novedad poco frecuente, una fermentación alcohólica. Razón por la cuál este tipo de productos pueden presentar una cierta cantidad de alcohol, no despreciable, en su composición.

He de expresar mi sorpresa cuando en el anterior documento mencionado del codex alimentarius al hacer referencia a la composición de las leches fermentadas, solo concede la posibilidad de la presencia de alcohol en el caso del alimento conocido como klumys… curioso cuando la levadura responsable de esa fermentación alcohólica puede estar presente tanto en este producto como en el kéfir.

 ¿Qué es el kéfir de agua?

Kéfir de agua

Dentro del universo alimentario se ha dado en llamar kéfir de agua a un producto que evidentemente prescinde de la leche para su elaboración (y que por razones obvias no va a ser considerado como lácteo) pero que incluye la adición de los “gránulos” (también llamados tíbicos) de microrganismos mencionados (u otros) en un agua azucarada y aromatizada o no con distintos jugos de frutas. Así pues, en este caso, el elemento que utilizan las bacterias y levaduras de los gránulos para realizar la fermentación serían esos azúcares añadidos, es decir, la sacarosa. En internet tienes cientos de páginas que muestran como elaborarlo (como el tradicional) y yo, sinceramente, no tengo mayores criterios para recomendarte uno u otro porque no soy precisamente que se diga un especialista en este tipo de alimentos.

En este caso, caben pocas dudas a la hora de catalogar esta bebida como una bebida alcohólica suave. Según este trabajo que describe las propiedades bromatológicas del conocido como kéfir de agua las especies microbianas más típicas encontradas son Lactobacillus casei / paracaseiLactobacillus harbinensisLactobacillus hilgardii, Bifidobacterium psychraerophilum / crudilactisSaccharomyces cerevisiae, y Dekkera bruxellensis.

Una de las cuestiones que no se deben olvidar, repito, es que en buena parte de las referencias encontradas cuando del kéfir de agua se trata, es que en buena parte de las ocasiones se hace referencia a ella como licor de kéfir, cerveza de frutas, etcétera… es decir, uno de los más que posibles elementos de su composición es el alcohol… en cantidades de entre 2-3%. Una cifra para tener muy en cuenta entre colectivos concretos como lo podrían ser las mujeres embarazadas, niños, etcétera.

Sus maravillosos beneficios… ¿son maravillosos?

Es bastante frecuente que los promotores de cualquier tipo de kéfir, hagan descansar en él auténticos prodigios salutíferos en su consumo. Por ejemplo, ya se trate del kéfir tradicional o del de agua, las alegaciones del tipo… mejora los estados de anemia, el colesterol, los procesos digestivos, la psoriasis, la presión arterial, mejora del sistema inmune… e incluso se llega a proponer como remedio adelgazante entre cientos de otras maravillosas propiedades.

A este respecto solo cabe coincidir en que quien estas cosas promueve no cuenta, actualmente, con el respaldo de la ciencia para resultar creíble. Ojo… que no digo que no, pero lo que sí que afirmo es que no hay estudios serios que respalden este tipo de afirmaciones… No las hay al respecto del consumo de yogures, cuya industria se ha gastado una pasta, sin éxito, para poder atribuirles cientos de propiedades… como para que ahora venga un alimento “menor” a asegurarnos sin ningún género de dudas todas esas cosas… y muchas más. Va a ser que no. Y menos sin pruebas concluyentes que lo respalden.

Así pues, me parece estupendo que haya cientos… miles de personas que consuman kéfir, tradicional o de agua. La inclusión de cualquiera de ellos podría formar parte sin lugar a dudas de una dieta adecuada en su conjunto, pero eso sí, sin tenerle que atribuir facultades casi, casi milagrosas. Pero que no nos quepa duda: esa dieta no será adecuada por la presencia inexcusable del kéfir… ni dejará de serlo por su ausencia.

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Imagen: Webaware y Simon A. Eugster vía Wikimedia Commons

¿Es tan beneficioso para la salud el consumo moderado de bebidas alcohólicas?

BebercioCerrábamos la semana pasada con la noticia de un bastante posible nuevo etiquetado para las bebidas alcohólicas a medio plazo. Y comenzamos esta con un tema bastante relacionado: la absurdez de atribuir al consumo moderado de alcohol, sin dudas, cualquier beneficio sobre la salud.

He querido dejar un tiempo más que prudencial para hacerme eco de esta noticia que al parecer, tal y como ha demostrado el tiempo, ha sido atada, amordazada y, en definitivas cuentas, olvidada por el paso del tiempo. Claro, como no promociona el consumo de alcohol (ni «moderado» aunque sea)… no interesa.

Tal y como se puede contrastar se trata de una reunión en el Hospital Regional Carlos Haya en la que una serie de expertos desmitifican de forma rotunda aquello de que el consumo de bebidas alcohólicas puede reportar beneficio alguno sobre la salud. Estos expertos lo hacen además sin pelos en la lengua:

El alcohol no presenta ningún aspecto positivo para la salud […]. Un buen vino tomado de manera moderada es menos malo que otras bebidas alcohólicas, pero eso no significa que posea efectos cardioprotectores […]

El alcohol es una sustancia tóxica, adictiva y cancerígena, que mata a 130.000 personas en Europa cada año. Hay 242 enfermedades relacionadas con el consumo de alcohol […]

Las bebidas alcohólicas cuentan con una buena imagen en la sociedad y son bien aceptadas, pero se estigmatiza al alcohólico […]

Cuanto menos alcohol se beba, mejor.

Con estas contundentes palabras se expresó el jefe de la unidad de conductas adictivas del Hospital Clinic de Barcelona, Antoni Gual. A partir de aquí es irremediable hacer la consabida pregunta ¿están estas palabras respaldadas por la ciencia?

Pues lo cierto es que a pesar de haberme desojado buscando la referencia que se cita en el artículo señalado referente a que la prestigiosa revista The Lancet haya hecho una reciente publicación en este sentido… el caso es que no la he encontrado. Al menos como reciente. Pero sí que he encontrado otros estudios interesantes que no creo que deban pasarse por alto, a pesar de que nunca han tenido el impacto mediático de otros estudios de muy inferior calidad que, poniendo el consumo de alcohol en un pedestal, han disfrutado de los fuegos artificiales y el buenrollismo con el que casi no importa qué medio los suele acoger.

Por ejemplo y sin alejarnos de The Lancet, tenemos este de aquí Drug harms in the UK: a multicriteria decision analysis que nos viene a decir que el alcohol es sin lugar a dudas y teniendo en cuenta todos los aspectos (físicos, sociales y psicológicos) la droga más dañina por encima, y no poco, de otras sustancias, otras drogas, consideradas como “duras” (y puedes pensar en la que quieras… el consumo de alcohol le gana en daño general). Pensaras que el anterior estudio descontextualiza el “consumo moderado” y esas cosas, bueno, puede ser cierto, pero aun no he acabado.

Este otro interesante estudio publicado en el British Medical Journal hace apenas dos meses aclara bastante las cosas y deja pocas dudas:

Las asociaciones benéficas entre un bajo consumo de alcohol y la mortalidad por cualquier causa pueden ser atribuibles en buena parte a una selección inadecuada de los grupos de referencia y un inadecuado manejo de los posibles factores de confusión. Cuando se compara la población abstemia (no bebedores) con otros grupos de población que sí bebe el posible beneficio del consumo de bebidas alcohólicas solo se pone de manifiesto en el grupo de mujeres de más de 65 años. En el resto de grupos clasificados por edad y sexo no se ha encontrado beneficio alguno para la salud a partir del consumo de ninguna medida de alcohol. En cualquier caso y además de mínimas, todas las posibles asociaciones protectoras podrían explicarse a partir de sesgos en la selección de la muestra.

En un editorial adjunto a este artículo se explicaba, no sin razón, que incluso si el alcohol resultara tener un efecto protector contra una cierta patología, este también aumentaría el riesgo de contraer otros problemas de salud (cuestión que ya puse de manifiesto en su día en esta entrada).

Vino ¡salud a raudales!... o no

Vino ¡salud a raudales!… o no

En mi opinión estamos de nuevo ante la misma historia anteriormente repetida (o en la actualidad) con no importa casi que alimento, producto o nutriente. Es decir, por la razón que sea en un momento concreto se pone en alza el consumo de un determinado alimento (bien por intereses comerciales poco loables o bien por las limitaciones de la ciencia en un momento dado) o por el contrario se criminaliza. En cualquier caso, de esta forma se tiende a crear una sensación de que ese mensaje forma parte de una especie de Ley universal, al estilo de la Ley de gravitación universal. Luego, con el paso de tiempo, los avances en el conocimiento científico (recuerda “la maleta de Asimov”) no solo pueden llegar a cuestionar los planteamientos anteriores sino que en no pocas ocasiones llegan a contradecirlos de forma bastante contundente (recuerda el caso del huevo).

Creo que este caso, el del alcohol… sea cual sea su matriz alimentaria que lo vehiculice (desde el whisky al pacharán pasando por el vino y la cerveza) a cada día que pasa se añade un mayor contenido a la literatura científica de forma que en este caso se apunta a que beber alcohol es más dañino que lo contrario… que es lo que se ha venido afirmando en los últimos años.

En cualquier caso y suponiendo que yo esté equivocado, en lo que creo que no hay confusión alguna es al respecto de que con el tema del alcohol, a día de hoy, las cosas no están nada claras. Así, en este sentido, estando la salud en juego, yo me quedo con la frase final de este estudio que sostiene lo que a mi juicio debiera marcar la línea de intervención en la promoción de las bebidas alcohólicas a través de la salud.

Lo más probable es que cualquier promoción de alcohol por razones de salud termine ocasionando mucho más mal que bien.

No estaría mal que nuestras autoridades sanitarias tomaran nota de este “principio”. Estoy convencido que será una lucha encarnizada en la que los sectores implicados pondrán todo de su parte para que el paradigma salutífero del consumo moderado de alcohol no pierda comba.

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Imagen: photostock vía freedigitalphotos.net

 

Hemocromatosis: un trastorno con mucho hierro

HierroUno de los temas más candentes en el mundo de la nutrición y de la alimentación refiere a lo concerniente al hierro. No se trata de una cuestión de matices, a este respecto hay pocas dudas: tal y como señala la propia OMS la deficiencia de hierro es el trastorno nutricional más común y extendido en el mundo, afectando a un gran número de habitantes en los países en desarrollo pero siendo al mismo tiempo la más prevalente de las deficiencias nutricionales en los países industrializados. Tal es así, que la cuestión del hierro es protagonista en nuestro medio de esa poco adecuada práctica que es la del “nutricionismo”… resumida muy fugazmente como: toma mucho de esto que te hace falta porque es bueno para aquello.

Sin embargo, al mismo tiempo de esta férrica situación deficitaria y generalizada, existe un grupo de patologías que se caracterizan por todo lo contrario. Quienes las padecen mantienen unos niveles excesivos de hierro en la sangre, algo que al mismo tiempo les supone serias complicaciones metabólicas y por ende en su salud.

¿Qué es la hemocromatosis?

Más allá del resultado incuestionable del caso, un exceso de hierro en la sangre dentro de niveles considerados tóxicos, se distinguen básicamente dos tipos de hemocromatosis en relación a su origen:

  • La hemocromatosis primaria: un trastorno congénito y hereditario, por lo tanto con causas genéticas. Las personas en esta situación absorben más hierro de lo que es habitual a través de su aparato digestivo. Así, el hierro se acumula en su cuerpo y en especial en el hígado donde es especialmente negativo. Como muestra un botón, Los pacientes con hemocromatosis hereditaria pueden llegar a almacenar hasta 20-40 g de hierro en su organismo, una cantidad netamente superior a los 0,3-0,8 g de las personas sin hemocromatosis.
  • La hemocromatosis secundaria (adquirida): debida en estos casos a otros trastornos relacionados con la sangre (tales como talasemia o ciertas anemias) o, aunque más infrecuente, a una sobrecarga de hierro recibido por transfusiones sanguíneas. En otras ocasiones la hemocromatosis secundaria está asociada a personas con antecedentes de alcoholismo prolongado u otros problemas de salud.

Normalmente en ambos casos y en sus fases iniciales, cuando a veces todavía no son apreciables lesiones patológicas en órganos, los pacientes con hemocromatosis pueden experimentar cierta sensación de fatiga y somnolencia (situación que en no pocas ocasiones se suele achacar, curiosamente a la anemia ferropénica). Más adelante son frecuentes los síntomas asociados a disfunción hepática ya que este órgano suele ser el más afectado pudiendo aparecer síntomas ligados a la insuficiencia hepática grave tales como hemorragias digestivas, alteración del nivel de conciencia, acumulación abdominal de agua (ascitis), etcétera. En estos pacientes también es común que la hemocromatosis desemboque en diabetes a consecuencia de la afectación del páncreas. Al mismo tiempo son esperables ciertas enfermedades articulares habitual en los casos de sobrecarga férrica (artritis, artrosis…). Sin embargo de entre todas las complicaciones la más preocupante sin duda alguna sigue siendo la insuficiencia cardiaca.

La incidencia de la hemocromatosis es dispar en relación al género, en el caso de las mujeres, las menstruaciones mensuales enlentecen las lesiones orgánicas asociadas hasta después de la menopausia. Sin embargo, los hombres son especialmente susceptibles a la hemocromatosis porque carecen de mecanismos fisiológicos de pérdida de hierro como la menstruación, el embarazo o la lactancia.

Tratamiento de la hemocromatosis

Donar sangre

El tratamiento de la sobrecarga férrica difiere de forma importante en base a la causa que la ha motivado. En los casos de hemocromatosis primaria (hereditaria) el principal tratamiento suele consistir en la práctica de flebotomías periódicas (extracciones de sangre). con este procedimiento se extraen cada semana aproximadamente unos 450 mL de sangre que eliminando la cantidad de unos 0,2g de hierro cada vez (un aspecto indirectamente positivo de esta práctica consiste en saber que al menos en España la sangre procedente de las flebotomías puede usarse para transfusiones en pacientes que necesitan sangre, según la Asociación Española de Hemocrmatosis). La cantidad de 0,2g de hierro eliminados con cada flebotomía equivale a la cantidad de hierro absorbida con los alimentos durante 2 a 6 meses.

Además, otro de los tratamientos habituales consiste en la utilización farmacológica de diversos quelantes de hierro en base a las circunstancias del paciente. Es decir, la utilización de principios activos que facilitan y aumentan la eliminación metabólica del hierro acumulado. Estos quelantes pueden ser utilizados tanto en las hemocromatosis primarias como en las secundarias siempre bajo criterio médico.

La cuestión dietética

Al mismo tiempo, sean los que sean los tratamientos empleados, estos deben ir respaldados por el seguimiento de una serie de directrices dietéticas tendentes a la no inclusión de alimentos especialmente ricos en hierro, ni de aquellos elementos que faciliten su absorción (de otra manera se estaría haciendo el ridículo si con la dieta se incorpora hierro al mismo o mayor ritmo que el que se elimina con la dieta).

Por tanto, en especial se recomienda:

Hemoglobina

  • Limitar de forma severa todas aquellas fuentes dietéticas de hierro “hemo”, es decir aquel hierro ligado al complejo “hemoglobina” (de ahí su nombre) y por tanto aquellos alimentos de origen animal especialmente ricos en hierro (los vegetales por cuestiones obvias, no tienen hemoglobina, no serán nunca fuente de hierro “hemo”). Es decir se recomienda limitar las carnes, pescados, aves y sus derivados muy especialmente aquellos alimentos con mayor concentración de hierro: carnes rojas, caza, marisco en general (en especial si está crudo o poco cocinado como suele suceder con las ostras, almejas, mejillones… ya que existe el riesgo de intoxicación con Vibrio vulnificus, una bacteria especialmente letal en personas con hemocromatosis), hígado, morcilla, etcétera.
  • Evitar la ingesta de alimentos fortificados en hierro del tipo “cereales de desayuno”, “barritas para deportistas” y por supuesto aquellos suplementos de hierro como los “multivitamínicos” (a pesar de su nombre suelen incluir diversos minerales en su composición y el hierro es uno de los típicos) o sustitutos de comidas (barritas, batidos…) ya que habitualmente se presentan fortificados en diversos micronutrientes.
  • A su vez es muy importante evitar los suplementos que contengan vitamina C y el alcohol ya que ambas sustancias incrementan la biodisponibilidad del hierro dietético y por ende facilitan su absorción. Además, en el caso de alimentos que incluyan vitamina C de forma natural (frutas, hortalizas…) conviene separar su consumo de aquel en el que se intuye hay otros alimentos que son ricos en hierro.

Curiosamente, de entre todas las fuentes consultadas para la realización de este post, no he encontrado ninguna limitación al respecto de las fuentes dietéticas de hierro “no hemo” (todo el presente en los alimentos de origen vegetal). Supongo que porque su tasa de absorción es un orden de magnitud inferior al del hierro “hemo”… pero de ahí a no tenerlo en cuenta para nada no deja de llamarme la atención. Por poner un ejemplo, no se dice nada al respecto del consumo de lentejas, soja, piñones, sésamo, orejones, pasas… alimentos, en su género, con un relativamente alto contenido en hierro.

Así pues, si estás en esta situación o sospechas de ello, mi sugerencia es que te pongas en manos de un profesional médico cualificado y que luego solicites el consejo de un dietista-nutricionista que pueda concretar de forma individual una pauta dietética equilibrada a la par que adaptada a tus especiales necesidades.

Fuentes consultadas:

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Imagen:  Pumbaa, StefanYikrazuul vía Wikimedia Commons

Prohibición al “rellena gratis” en locales de comida rápida: Una crítica constructiva del caso francés

Gratis

Tal y como suena: la semana pasada la Asamblea General francesa estableció un coto al libre servicio de bebidas azucaradas o edulcoradas en los “restaurantes” de comida rápida, dentro de una enmienda a su Ley sobre la modernización del sistema de salud.

Ya hablamos sobre esta estrategia hace unos meses en el blog. Se refiere a la adecuación de que los consumidores puedan rellenar tantas veces quieran su bebida, por lo general cualquiera azucarada o edulcorada, en este tipo de establecimientos tras haber abonado, o no, un determinado precio por una primera consumición. Lo más curioso, insisto, tal y como lo hice en aquella ocasión, es que por lo general el agua no esté incluida en este tipo de ofertas “rellena gratis” o cuanto quieras.

La medida se explica, según los proponentes políticos, en virtud de la relación entre el consumo de este tipo de bebidas, en general los mal llamados refrescos, y el riesgo de obesidad:

La intención de la ley es la de proteger a la población general de una práctica comercial que promueve la atracción de consumidores a partir de un cebo basado en el consumo excesivo y nocivo para la salud.

Me parece bien… pero no del todo… o mejor dicho, me parece mal… salvo que esta medida estuviera basada en una estrategia más amplia y general de prevención de la obesidad. Lo que no tiene pinta, y me explico.

Las medidas puntuales y, sobre todo efectistas como lo es esta, poco o escaso resultado van a tener sobre el objetivo final que, según dicen, está centrado en la prevención de la obesidad. Cierto es que tal y como comentaba el pasado viernes, soy de la opinión que detrás del actual consumo de azúcares y bebidas “refrescantes” hay una cierta influencia en las cifras de obesidad… pero no lo es todo; es más, todo apunta a que este tipo de productos solo sean la punta del iceberg. Pero supongamos que…

Pero supongamos que sí, que los refrescos azucarados son lo peor de lo peor (aunque en mi opinión no hay que suponer demasiado, al menos en cuanto a sus estrategias de márketing) y que son la causa última de la obesidad en el mundo… francés: ¿Me puede explicar alguien porqué el gobierno galo, preocupadísimo como está por estas cuestiones, propone establecer la solución a este problema en la última trinchera? Entiéndase como “última trinchera” el acceso que en última instancia tiene el consumidor final en determinados entornos, me refiero en este caso al de los “restaurantes” de comida rápida.

En mi opinión, si de verdad los franceses, o cualquier otro gobierno u administración pretendieran acabar con la causa del problema, deberían de dirigir sus acciones a la raíz del problema y no a sus frutos. Es decir, si de verdad el azúcar (y los alimentos que la suplantan) son los malos de la película… ¿porqué demonios no regular y desalentar su producción y comercio al principio (productores, industria…) en vez de establecer medidas al final del proceso que no tienen otra utiliad que la de un arco iris de fuegos artificiales?

De nuevo en mi opinión, tengo toda la sensación que lo único que se pretende es implantar medidas queda-bien en las que a las autoridades no se les pueda acusar de inacción. Quién sabe además si este tipo de medidas no están incluso pactadas con la industria implicada. Medidas que al mismo tiempo es fácil que propicien un cierto resentimiento por parte de algunos sectores de la ciudadanía cuando observan en “papá- Estado” y “mamá-administración” una especie de Gran-Hermano hacia el que no es precisamente fácil sentir demasiada simpatía. Una imagen, la del Estado proteccionista, que si contara con unos “hijos-ciudadanos” correcta y verdaderamente formados, maldita la falta que haría que “papá-Estado” prohibiera nada.

En resumen. No puedo decir que esta medida no me guste, tanto como que de veras me gustaría verla implantada en España (si se quiere, véase en mi opinión un feo resentimiento revanchista). Sin embargo, pienso que para tener un valor significativo, esta prohibición solo tendría (tendrá) sentido en el momento que hubiera sido adoptada tras, y solo tras, otra serie de medidas políticas encaminadas a limitar la producción y promoción de este tipo de bebidas. Solo detrás de aquellas medidas que incidieran de forma directa en el productor, y no indirectamente en el distribuidor (el señor que tiene una franquicia al uso de este tipo de establecimientos) y por ende en el consumidor. Paganos últimos, ambos y a pachas, de los desmanes de una industria en cuyas pupilas solo se barrunta el símbolo del dólar, y del malhacer de una clase política miope que te cagas.

Una vez más se pone de manifiesto que estamos ante un problema macroeconómico, con poderosos intereses implicados. Así, mientras no se golpee la base del problema, sus raíces, el árbol de la ignominia dietética seguirá ofreciéndonos de forma incesante sus atrayentes frutos… y si no es a partir de una de sus ramas, lo hará a partir de otras. Es lo que tiene aquello de matar moscas a cañonazos.

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Nota: mi agradecimiento a @coplefmadrid y en especial a @jesusmnavarrol por su conversación y reflexiones.

Imagen: Stuart Miles vía freedigitalphotos.net