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"El hombre es el único animal que come sin tener hambre, que bebe sin tener sed, y que habla sin tener nada que decir". Mark Twain

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Hemocromatosis: un trastorno con mucho hierro

HierroUno de los temas más candentes en el mundo de la nutrición y de la alimentación refiere a lo concerniente al hierro. No se trata de una cuestión de matices, a este respecto hay pocas dudas: tal y como señala la propia OMS la deficiencia de hierro es el trastorno nutricional más común y extendido en el mundo, afectando a un gran número de habitantes en los países en desarrollo pero siendo al mismo tiempo la más prevalente de las deficiencias nutricionales en los países industrializados. Tal es así, que la cuestión del hierro es protagonista en nuestro medio de esa poco adecuada práctica que es la del “nutricionismo”… resumida muy fugazmente como: toma mucho de esto que te hace falta porque es bueno para aquello.

Sin embargo, al mismo tiempo de esta férrica situación deficitaria y generalizada, existe un grupo de patologías que se caracterizan por todo lo contrario. Quienes las padecen mantienen unos niveles excesivos de hierro en la sangre, algo que al mismo tiempo les supone serias complicaciones metabólicas y por ende en su salud.

¿Qué es la hemocromatosis?

Más allá del resultado incuestionable del caso, un exceso de hierro en la sangre dentro de niveles considerados tóxicos, se distinguen básicamente dos tipos de hemocromatosis en relación a su origen:

  • La hemocromatosis primaria: un trastorno congénito y hereditario, por lo tanto con causas genéticas. Las personas en esta situación absorben más hierro de lo que es habitual a través de su aparato digestivo. Así, el hierro se acumula en su cuerpo y en especial en el hígado donde es especialmente negativo. Como muestra un botón, Los pacientes con hemocromatosis hereditaria pueden llegar a almacenar hasta 20-40 g de hierro en su organismo, una cantidad netamente superior a los 0,3-0,8 g de las personas sin hemocromatosis.
  • La hemocromatosis secundaria (adquirida): debida en estos casos a otros trastornos relacionados con la sangre (tales como talasemia o ciertas anemias) o, aunque más infrecuente, a una sobrecarga de hierro recibido por transfusiones sanguíneas. En otras ocasiones la hemocromatosis secundaria está asociada a personas con antecedentes de alcoholismo prolongado u otros problemas de salud.

Normalmente en ambos casos y en sus fases iniciales, cuando a veces todavía no son apreciables lesiones patológicas en órganos, los pacientes con hemocromatosis pueden experimentar cierta sensación de fatiga y somnolencia (situación que en no pocas ocasiones se suele achacar, curiosamente a la anemia ferropénica). Más adelante son frecuentes los síntomas asociados a disfunción hepática ya que este órgano suele ser el más afectado pudiendo aparecer síntomas ligados a la insuficiencia hepática grave tales como hemorragias digestivas, alteración del nivel de conciencia, acumulación abdominal de agua (ascitis), etcétera. En estos pacientes también es común que la hemocromatosis desemboque en diabetes a consecuencia de la afectación del páncreas. Al mismo tiempo son esperables ciertas enfermedades articulares habitual en los casos de sobrecarga férrica (artritis, artrosis…). Sin embargo de entre todas las complicaciones la más preocupante sin duda alguna sigue siendo la insuficiencia cardiaca.

La incidencia de la hemocromatosis es dispar en relación al género, en el caso de las mujeres, las menstruaciones mensuales enlentecen las lesiones orgánicas asociadas hasta después de la menopausia. Sin embargo, los hombres son especialmente susceptibles a la hemocromatosis porque carecen de mecanismos fisiológicos de pérdida de hierro como la menstruación, el embarazo o la lactancia.

Tratamiento de la hemocromatosis

Donar sangre

El tratamiento de la sobrecarga férrica difiere de forma importante en base a la causa que la ha motivado. En los casos de hemocromatosis primaria (hereditaria) el principal tratamiento suele consistir en la práctica de flebotomías periódicas (extracciones de sangre). con este procedimiento se extraen cada semana aproximadamente unos 450 mL de sangre que eliminando la cantidad de unos 0,2g de hierro cada vez (un aspecto indirectamente positivo de esta práctica consiste en saber que al menos en España la sangre procedente de las flebotomías puede usarse para transfusiones en pacientes que necesitan sangre, según la Asociación Española de Hemocrmatosis). La cantidad de 0,2g de hierro eliminados con cada flebotomía equivale a la cantidad de hierro absorbida con los alimentos durante 2 a 6 meses.

Además, otro de los tratamientos habituales consiste en la utilización farmacológica de diversos quelantes de hierro en base a las circunstancias del paciente. Es decir, la utilización de principios activos que facilitan y aumentan la eliminación metabólica del hierro acumulado. Estos quelantes pueden ser utilizados tanto en las hemocromatosis primarias como en las secundarias siempre bajo criterio médico.

La cuestión dietética

Al mismo tiempo, sean los que sean los tratamientos empleados, estos deben ir respaldados por el seguimiento de una serie de directrices dietéticas tendentes a la no inclusión de alimentos especialmente ricos en hierro, ni de aquellos elementos que faciliten su absorción (de otra manera se estaría haciendo el ridículo si con la dieta se incorpora hierro al mismo o mayor ritmo que el que se elimina con la dieta).

Por tanto, en especial se recomienda:

Hemoglobina

  • Limitar de forma severa todas aquellas fuentes dietéticas de hierro “hemo”, es decir aquel hierro ligado al complejo “hemoglobina” (de ahí su nombre) y por tanto aquellos alimentos de origen animal especialmente ricos en hierro (los vegetales por cuestiones obvias, no tienen hemoglobina, no serán nunca fuente de hierro “hemo”). Es decir se recomienda limitar las carnes, pescados, aves y sus derivados muy especialmente aquellos alimentos con mayor concentración de hierro: carnes rojas, caza, marisco en general (en especial si está crudo o poco cocinado como suele suceder con las ostras, almejas, mejillones… ya que existe el riesgo de intoxicación con Vibrio vulnificus, una bacteria especialmente letal en personas con hemocromatosis), hígado, morcilla, etcétera.
  • Evitar la ingesta de alimentos fortificados en hierro del tipo “cereales de desayuno”, “barritas para deportistas” y por supuesto aquellos suplementos de hierro como los “multivitamínicos” (a pesar de su nombre suelen incluir diversos minerales en su composición y el hierro es uno de los típicos) o sustitutos de comidas (barritas, batidos…) ya que habitualmente se presentan fortificados en diversos micronutrientes.
  • A su vez es muy importante evitar los suplementos que contengan vitamina C y el alcohol ya que ambas sustancias incrementan la biodisponibilidad del hierro dietético y por ende facilitan su absorción. Además, en el caso de alimentos que incluyan vitamina C de forma natural (frutas, hortalizas…) conviene separar su consumo de aquel en el que se intuye hay otros alimentos que son ricos en hierro.

Curiosamente, de entre todas las fuentes consultadas para la realización de este post, no he encontrado ninguna limitación al respecto de las fuentes dietéticas de hierro “no hemo” (todo el presente en los alimentos de origen vegetal). Supongo que porque su tasa de absorción es un orden de magnitud inferior al del hierro “hemo”… pero de ahí a no tenerlo en cuenta para nada no deja de llamarme la atención. Por poner un ejemplo, no se dice nada al respecto del consumo de lentejas, soja, piñones, sésamo, orejones, pasas… alimentos, en su género, con un relativamente alto contenido en hierro.

Así pues, si estás en esta situación o sospechas de ello, mi sugerencia es que te pongas en manos de un profesional médico cualificado y que luego solicites el consejo de un dietista-nutricionista que pueda concretar de forma individual una pauta dietética equilibrada a la par que adaptada a tus especiales necesidades.

Fuentes consultadas:

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Imagen:  Pumbaa, StefanYikrazuul vía Wikimedia Commons

Intolerancias alimentarias o como “tocarte los talones”

Prueba del talónCuando nace un bebé, al menos en nuestro entorno, se realizan una serie de protocolos para comprobar su estado de salud. Entre los primeros figuran el comprobar que el bebé es capaz de respirar por sus propios medios (de ahí la estampa icónica de esperar a oír su llanto, señal de que respira) y otro de ellos es contrastar el reflejo de búsqueda u hociqueo. Es decir, contrastar si con la estimulación de la zona cercana a la boca el recién nacido busca el contacto con la boca de aquello que le toca y al mismo tiempo realiza movimientos de succión con la boca, muestra inequívoca de que está preparado para comer “por sus medios”.

Dentro de estos protocolos que se llevan a cabo en los primeros instantes de vida o en las primeras horas, figura también la denominada prueba del talón. Esta consiste en obtener una pequeña muestra de sangre del bebé con el fin de descartar una serie de trastornos metabólicos mediante su análisis. Estas comprobaciones suelen estar encaminadas a detectar determinadas condiciones en los neonatos que son poco comunes, pero que al mismo tiempo suelen ser graves o van a condicionar de forma importante la realidad de esa nueva personita. Pocos saben que una de esas pruebas que se realizan con la muestra de sangre consiste en descartar una intolerancia alimentaria.

En concreto se trata de detectar si el niño padece fenilcetonuria una intolerancia de carácter enzimático (y trasfondo genético) por la cual las personas que la padecen no pueden procesar un aminoácido llamado fenilalanina y que está presente de forma habitual en las proteínas de no importa que origen alimentario. En estas circunstancias y muy en resumen la fenilalanina no puede ser “procesada”, se acumula, aumenta su concentración en la sangre y puede ocasionar lesiones cerebrales, causando un retraso mental grave. No voy a entrar en mayores detalles sobre este tema (quizá en otro post) y baste decir que he traído a colación este ejemplo para poner de relieve cómo se realizan las pruebas diagnósticas conducentes a la detección de intolerancias.

Tal y como puse de relieve en este post (¿Crees que hay algo en lo que comes que te sienta mal?) la detección de las intolerancias se realizan una a una ante la sospecha (o la posibilidad como es el caso de la fenilcetonuria) de encontrarnos ante una intolerancia alimentaria. Es decir, las intolerancias alimentarias, que pueden tener distinto origen (mecanismos enzimáticos, farmacológicos o indeterminados) se averiguan individualmente con la(s) prueba(s) diagnóstica(s) pertinente(s) que la pongan de relieve. Vamos con un ejemplo, si de alguien se sospecha que es intolerante a la lactosa, se le hace la prueba pertinente para diagnosticar esta intolerancia (normalmente el análisis de la cantidad de hidrógeno en aire expirado tras una sobrecarga con este disacárido); si se sospecha que se puede tener fenilcetonuria, se le hace el análisis genético pertinente que se contrastará con ulteriores análisis de sangre y orina; si se sospecha de otra intolerancia como la galactosemia, lo mismo, es decir, las pruebas pertinentes en cada caso; y así un largo etcétera.

En resumen hasta aquí y para que nos quede claro:

Intolerancias

Lo digo porque ya vale. Ya vale de que nos toquen los cojones, que no los talones, con pretendidos sistemas que no son precisamente baratos y que juegan con la desesperación y credulidad de la población. Me refiero a todos esos sistemas que bien por bioirresonancia (menudo palabro) o bien mediante el análisis (genético o citotóxico) de una muestra sangre que traté en todas estas entradas con bastante detalle, nos tratan de hacer creer que las intolerancias alimentarias se pueden diagnosticar «a saco»:

 

Retomo ahora este tema Intolerancias Herbodietéticapor dos motivos, el primero porque a mi parecer la proliferación de todos estos análisis magufos de intolerancias alimentarias está empezando a ser preocupante. De camino entre mi consulta y mi casa (apenas 1 kilómetro) me cruzo con al menos cuatro establecimientos (una herbodietética, dos farmacias y un Naturhouse) que ponen a disposición de sus “clientes” impacientes sendos análisis masivos de intolerancias alimentarias.

También he podido comprobar que esta proliferación se acompaña de una rebaja en los precios significativa con respecto a hace años, señal, quiero pensar que la cosa se esta vulgarizando lo suficiente y que ante la falta de clientes, la bajada de precios puede ser un buen reclamo para los incautos. Quiero pensar también que es la vía natural de extinción de este tipo de «análisis» y que un día, a fuerza de que su inutilidad sea de dominio público, estos sistemas queden relegados a nichos similares a las consultas del tarot, la quiromancia o la astrología y su horóscopo. No confío en que terminen de desaparecer, pero de esta forma auguro que en un futuro espero no demasiado lejano, la mayor parte de la gente ya sabrá de qué palo va esto de la detección masiva de intolerancias alimentarias. Y ya sean análisis a un euro o a trescientos, la tomadura de pelo estará más localizada.

Si esto de las intolerancias funcionara como algunos desalmados nos las tratan de colar, que digo yo, qué es lo que costaría que en la conocida como «prueba del talón» se hiciera un análisis de tooooodas las intolerancias alimentarias y tener ya, desde recién nacido, un mapa de las chorrocientas intolerancias alimentarias que luego ya de mayores nos tratan de encasquetar en algunas herbodietéticas, farmacias o clínicas. Establecimientos en los que, curiosamente, entre tanta intolerancia que supuestamente detectan no se incluye la de la fenilcetonuria.

Y el segundo de los motivos de esta entrada es porque:

Esta entrada participa en la VI Edición del Carnaval de Nutrición, organizada por el Blog de Nutrición a las 6”

VI Carnaval Nutrición

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Imagen: Stevenfruitsmaak vía  Wikimedia Commons

Los test genéricos de intolerancias alimentarias a partir de una muestra de sangre no son fiables

En la entrada del otro día me quedé con la promesa de abordar el tema de la determinación de intolerancias alimentarias a partir de otros procedimientos distintos de la bioresonancia ya tocados en esta entrada y en esta otra. Más en concreto, hoy voy a  referirme a esos test que a partir de un análisis de sangre le dicen a uno a qué alimentos o aditivos se tiene una intolerancia. Después con un patrón dietético ad hoc en base a los resultados del test se hacen distintas propuestas para abordar el tratamiento o la mejora ante distintas circunstancias patológicas tales como: artritis, autismo, fatiga crónica, malestar general, migrañas y dolores de cabeza, trastornos de la piel, trastornos de reproducción, mejora del rendimiento deportivo y, como no, el control del peso.

La esencia de estos test

En líneas generales estos test a los que me refiero recurren a las denominadas “pruebas de citotoxicidad alimentaria” o “tests de sensibilidad alimentaria” que durante mucho tiempo, en especial es sus orígenes (estamos hablando de la década de los años 50 del SXX) aludían al Test de Bryan.

Las pruebas, muy en resumen, basan su pretendido funcionamiento en el análisis de los cambios que se producen en el número, el tamaño y el volumen de las distintas partículas celulares presentes en el tejido sanguíneo: linfocitos, granulocitos y plaquetas (cada análisis particular, puede utilizar distintos de entre estos elementos) cuando la muestra de sangre es expuesta in vitro a una serie de extractos de alimentos y/o aditivos alimentarios. Tras la extracción de sangre, la exposición a los alimentos y aditivos y su correspondiente periodo de incubación, las células sanguíneas son analizadas y comparada su morfología con la que tenían en origen (antes de la exposición) mediante un instrumento electrónico. Así, toda muestra que presente cambios en la apariencia de las células en observación se interpreta como un resultado conflictivo. Con estos resultados, los alimentos y aditivos que hayan originado algún cambio en las células, se categorizan como causantes de intolerancia y se excluyen de la dieta y el resto permanecen como alimentos tolerados al considerarse no conflictivos. Posteriormente, tras un periodo de abstinencia variable de los alimentos conflictivos estos podrán o no reincorporarse paulatinamente a la dieta.

¿Qué marcas o laboratorios promueven este tipo de pruebas?

Son diversas, entre ellas figuran Test A200, Novo by Immogenics, Test Fis, ImmuPro300, Yorktest Food Intolerance, aunque el más conocido en nuestro medio y desde hace bastante tiempo es  el Test ALCAT® (que en concreto es el acrónimo de Antigen Leukocyte Cellular Antibody Test). La primera constancia personal que tengo de la existencia de este método fue cuando se la oí nombrar a Boris Izaguirre en un programa de “Crónicas Marcianas” (¿se acuerdan?) al que aludió como un auténtico milagro para conseguir adelgazar. Sin comentarios.

Qué dice la ciencia con respecto a estos test

Pues lo tiene bastante claro. En resumen, que los tratamientos basados en los resultados de estos test  son ineficaces y poco o nada útiles para los fines propuestos.

De hecho, no hay ninguna sociedad clínica de prestigio internacional en relación con estos temas que apoye el uso de estos tests de sensibilidad alimentaria para cualquiera de los tratamientos propuestos en base al valor diagnóstico alegado por sus fabricantes y distribuidores. Además, son numerosas las sociedades científicas de todo el mundo que coinciden en advertir que estas pruebas son ineficaces, ya que sus resultados ni son reproducibles ni se correlacionan con la clínica del paciente. Entre ellas destacan la European Academy of Allergology and Clinical Immunology (EAACI), la American Academy of Allergy, Asthma and Immunology (AAAAI), la British Society for Allergy and Clinical Immunology (BSACI), la Australasian Society of Clinical Immunology and Allergy (ASCIA), la Allergy Society of South Africa (ALLSA) y la Societat Catalana d’Al·lèrgia i Immunologia Clínica. Todas ellas desaconsejan su uso en la evaluación de las reacciones de alergia o intolerancia alimentaria y alegan que estas prácticas no tienen ninguna función útil ya sea en el diagnóstico de alergias o en el de intolerancias alimentarias. Al proponerse este tipo de pruebas, dicen además, se confunde al público y se pueden pautar dietas innecesarias y peligrosas.

Al mismo tiempo, aparte de documentos de consenso y opiniones (de las principales autoridades al respecto) existe diversos artículos científicos entre los que destacan:

En cuanto a la postura de profesionales y representantes de sociedades sanitarias españolas (además de la ya mencionada Societat Catalana d’Al·lèrgia i Immunologia Clínica) merece muy mucho la pena dedicar un tiempo a a lectura de este artículo de 2003 en «El Mundo, Salud»

 Argumentos de los fabricantes y/o distribuidores

Para ellos este tipo de test son “una herramienta de diagnóstico y evaluación” extremadamente sensible y reproducible que proporciona información sobre el mecanismo fisiopatológico de las intolerancias alimentarias. Sus promotores, muchos de ellos enmarcados dentro de lo que se considera la medicina complementaria o alternativa, hacen descansar su funcionamiento en teorías no demostradas sobre el mecanismo de la patogenia que se desarrolla en las intolerancias. Ellos mismos aclaran que el someterse a la prueba no adelgaza ni alcanza los objetivos terapéuticos deseados, sino que sirve para identificar los alimentos que dificultan o impeden la mejoría del paciente.

Al mismo tiempo, muchos de los fabricantes defienden la validez de su método frente al resto. Por ejemplo, el más conocido de ellos, el Test ALCAT® en particular,  afirma que es el único test de intolerancias alimentarias, ya que además de su singular metodología, está acreditado por la FDA.

Nota: En España, en Europa, fuera de los EE.UU. la FDA no pinta nada, es como enseñarle un carnet de conducir de Estados Unidos a un Guardia Civil que te va a multar por conducir sin carnet; te multará y además te inmovilizará el coche. Además, un par de cuestiones interesantes al respecto del uso del logo de la FDA por parte del Test ALCAT® en su promoción en España:

  1. El uso del logo de la FDA en España podría contravenir el RD 1907/1996 del que hablaré con más en detalle en el post del próximo lunes, relativo a “Publicidad y promoción de productos, actividades o servicios con pretendida finalidad sanitaria”. Su artículo 7.5 dice textualmente que está prohibido en la publicidad y promoción de este tipo de servicios utilizar como respaldo cualquier clase de autorizaciones, homologaciones o controles de autoridades sanitarias de cualquier país (Véase el logo de la FDA bien claro en su página web) Una homologación o acreditación a la que también se alude con insistencia en las notas de prensa que emite alcat-test España.
  2. ¿Qué pinta el logo de la FDA en su página web sea o no legítima su utilización? ¿acaso la FDA autoriza, avala o certifica, al menos en Estados Unidos, este particular uso? La respuesta ha de ser clara: No.

La acreditación de la FDA, que existe, alude a que el aparataje empleado está fabricado y registrado según el código de Buenas Prácticas en la Fabricación de Instrumental Sanitario de la FDA (Good Manufacturing Practices in a FDA Registered Medical Device Establishment). La acreditación en cuestión la puedes ver aquí y comprobar qué dice y, más en especial, qué no dice. Nada menos, pero tampoco nada más. Es decir, la FDA acredita que el aparato funciona bien, está bien montado y además que mide lo que se supone que tiene que medir… otra cosa es que sirva para lo que sus promotores pretenden que sirva. Que es precisamente en lo que la comunidad científica discrepa abiertamente.

 

Sobre la evidencia científica que aportan fabricantes y distribuidores es preciso destacar que su calidad es francamente escasa (para muestra este botón). Las afirmaciones realizadas por los laboratorios que ofrecen este tipo de pruebas se apoyan en estudios con diseños controvertidos e informes sobre casos independientes y anecdóticos. Además, la gran mayoría de estas referencias bibliográficas son documentos internos de los propios laboratorios, resúmenes de trabajos presentados en congresos o estudios clínicos publicados en revistas no indexadas, lo que aporta una muy escasa evidencia.

Y he de dejar bien claro que, al menos en el caso del Test ALCAT®, no hay más que lo que aquí se ha aportado. Me tomé el interés de escribir a los responsables en España de la comercialización de esta prueba y después de llamarles por teléfono y pedirles que por favor pusieran a mi disposición todas las pruebas que a su juicio fueran relevantes para demostrar la validez y eficacia de su propuesta… y todo lo que obtuve fue que me dirigiera a la página web del sistema en Estados Unidos y que no es otra que la misma documentación que os he hecho llegar en el párrafo de arriba. Sobre el resto de sistemas no he realizado mayores investigaciones, pero si este es el nivel del más conocido… ¡qué será del los demás!

 En resumen, un llamamiento a la racionalidad

Acercando ahora el ascua a mi sardina (la del control del peso)… No creo que sea por casualidad, olvido o desidia que en ninguna de las recomendaciones internacionales para el control del exceso de peso se deje de mencionar la cuestión de la posible intolerancia o reacción citotóxica (si se quiere ser más purista) como elemento ya no solo causal sino si acaso condicionante.

Al mismo tiempo, supongo, que si esto fuera “tan fácil” y “tan efectivo” como se hace creer a partir de su publicidad, llevando tanto tiempo como lleva, todo el mundo lo sabría y cualquier afectado, con sobrepeso u obesidad podría acudir a esta solución o, simplemente, es de suponer que la seguridad social hubiera puesto este tipo de analíticas a disposición de sus ciudadanos (ya no en España, sino en algún país del mundo)… pero va a ser que no.

Por último no quiero dejar de citar la opinión que mantiene la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) al respecto de este sistema, como herramienta para el adelgazamiento, más en concreto sobre el Test de ALCAT®:

“En ningún estudio con rigor científico se ha demostrado que haya una relación causa-efecto entre la sensibilidad a los alimentos y la obesidad. Además no se puede pretender que un solo alimento sea responsable de la ganancia de peso […] Opinamos que este tipo de dieta es una excusa para ganar dinero (y mucho) ya que cada prueba analítica puede costar varios cientos de euros”

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Foto: widakso