¡Que paren las máquinas! ¡Que paren las máquinas!

¡Que paren las máquinas! El director de 20 minutos y de 20minutos.es cuenta, entre otras cosas, algunas interioridades del diario

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Así aspiran aún Podemos y Ciudadanos a romper el bipartidismo

Las encuestas más recientes confirman lo de la volatilidad del voto. Muchos ciudadanos están cambiando de apuesta sobre la marcha y con cierta frecuencia. Hace apenas seis meses, las encuestas dibujaban para las elecciones generales un mapa de cuatro grandes partidos con entre el 15% y el 25% de los votos cada uno de ellos. Ahora la mayoría de los sondeos dicen que no, que habrá una Primera División con dos formaciones claramente por encima del 25%, PP y PSOE, y una Segunda División con Podemos y Ciudadanos moviéndose entre el 10% y como mucho el 15% de los sufragios.
En los tres meses y medio que faltan para la cita electoral -si se confirma que los comicios serán el domingo 13 de diciembre-, ¿seguirá cambiando la intención de voto de muchos ciudadanos, continuará viva la volatilidad? ¿Y en qué dirección? ¿Se reforzará más el bipartidismo o volveremos a apuntar al tetrapartidismo? Pablo Iglesias y Albert Rivera, los líderes de las dos fuerzas emergentes, confían en lo segundo y han puesto sus respectivas maquinarias y estrategias electorales, la de Podemos y la de Ciudadanos, a trabajar en ello en este arranque de temporada.
En su ignoto retiro vacacional, y probablemente alarmado sobre todo por el Barómetro del CIS que se conoció el 5 de agosto y que le daba a Podemos un 12,6% en voto directo y un 15,7% en voto estimado frente a los 19,3% y 23,9% que le adjudicaba el Barómetro de enero, Iglesias ha decidido dar un giro a su política de pactos. Ayer, en una comparecencia pública, descartaba pactos postelectorales con el PSOE y se abría a pactos preelectorales con toda la constelación de izquierdas. Tendía puentes hacia formaciones surgidas en distintos territorios en las elecciones municipales de mayo pasado y que ahora propugnan la unidad popular de izquierdas para las generales e incluso coqueteaba con IU y su líder, a los que antes del verano desdeñaba con una cierta prepotencia. «Me encantaría contar con gente como Alberto Garzón», decía ayer el líder de Podemos.
Rivera, por su parte, ha decidido hacer esfuerzos selectivos: además de las siete grandes circunscripciones donde tiene relativamente asegurado su éxito en escaños -Madrid, Barcelona, Sevilla, Valencia, Alicante, Málaga, Murcia…- concentrará la precampaña y la campaña de Ciudadanos en algunas provincias de Castilla y León y de Castilla-La Mancha donde la formación estuvo muy por encima de su media estatal en las recientes elecciones municipales y autonómicas.
Como os comenté aquí hace pocas semanas, nuestro sistema electoral le da una prima en escaños a los grandes partidos estatales, sobre todo en las elecciones generales, y les pone muy difícil a las terceras y cuartas formaciones conseguir escaños en las provincias medianas y pequeñas. Tanto la estrategia de Podemos de intentar aún sumar a IU y de abrirse a más pactos en comunidades o provincias con formaciones locales como la de Rivera de concentrarse sólo en algunas plazas donde pueda rentabilizar los votos intentan paliar esa dificultad de salida. En muchas circunscripciones, a Podemos y a Ciudadanos sólo les sirve ser medianos si no quedan muy alejados del PP de Mariano Rajoy y del PSOE de Pedro Sánchez en porcentaje de votos.

Pedro Sánchez-Albert Rivera, la clarividente apuesta de El País

Son legendarios el tino y la clarividencia de El País en sus apuestas ante un proceso electoral. El año 2000 batió todos sus récords:
Marzo. Elecciones generales. José María Aznar versus Joaquín Almunia. Apostó por Almunia. Ganó Aznar.
Julio. Elecciones Real Madrid. Florentino Pérez versus Lorenzo Sanz. Apostó por Lorenzo. Ganó Florentino.
Julio. Elecciones Barça. Joan Gaspart versus Lluís Bassat. Apostó por Bassat. Ganó Gaspart.
Julio. Congreso del PSOE. José Bono versus José Luis Rodríguez Zapatero. Apostó por Bono. Ganó Zapatero.
Noviembre. Elecciones en Estados Unidos. George Bush frente a Al Gore. Apostó por Gore. Ganó Bush…
Desde entonces hasta aquí, tantos y tantos aciertos más.
Ahora parece que apuesta sin disimulos por PSOE más Ciudadanos para las próximas elecciones generales y el Gobierno subsiguiente.
Cuidaos, Pedro Sanchez y Albert Rivera.

¿Gobierno polipartito a la vista?

Con las encuestas más recientes en la mano, y con la complejidad de hacer hoy cálculos de escaños cuando estamos pasando de un sistema bipartidista a un tetrapartidista asimétrico (dos partidos grandes más dos medianos; o tres grandes y uno mediano, no está claro aún), los cuatro aspirantes a la Moncloa -Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y Albert Rivera- probablemente ya han llegado a la conclusión que la suma de dos no da mayoría en el Congreso de los Diputados. Parece difícil que PP más Ciudadanos o PSOE más Podemos o PSOE más Ciudadanos sumen 176 escaños. Sólo un muy improbable PP más PSOE podría alcanzarlo.
¿Qué hacer? ¿Empezar a pensar en una tercera pata de Gobierno y hacerle guiños cuanto antes? ¿Será por eso por lo que el líder del PSOE, Pedro Sánchez, decía ayer en Barcelona que, si tiene la oportunidad de gobernar, pedirá a los «nacionalistas moderados» que se incorporen a la «gobernabilidad y gobernanza» de España? Si a lo de «nacionalistas» añadió Sánchez lo de «moderados», ¿será que piensa que PSOE más Podemos o Ciudadanos (uno de los dos) más nacionalistas moderados como PNV, Unió, Coalición Canaria, etc. sí sumarán 176? ¿Hipótesis de Gobierno polipartito a la vista?

Cuatro candidatos a presidente del Gobierno

Mariano Rajoy el jueves pasado, con su anuncio vía plasma y suspense de la reestructuración interna en el PP para promocionar, entre otros, a Pablo Casado y a Jorge Moragas.
Pablo Iglesias el viernes, con el arranque en Cádiz, mochila a la espalda, de su gira por «los Ayuntamientos del cambio», las ciudades con alcalde de Podemos o de movimientos alternativos apoyados por Podemos.
Pedro Sánchez ayer domingo, con su proclamación a la americana (traje oscuro, camisa blanca, corbata infrecuente, bandera enorme, su mujer en el escenario…) como candidato del PSOE a presidente del Gobierno.
Y Albert Rivera hoy lunes, con la presentación de su candidatura a las primarias en las que Ciudadanos elegirá a su candidato a la Presidencia del Gobierno.
La campaña electoral para las generales ya ha comenzado. Aún no se han apagado los ecos de las municipales y autonómicas del pasado 24 de mayo (de hecho, los nuevos gobiernos autonómicos están aún por formarse) y ya nos estamos metiendo en la batalla grande, la de la Moncloa.
Hace medio año, todo apuntaba a que pasábamos del bipartidismo al tetrapartidismo, de dos grandes partidos dominantes que sumaban incluso más del 80% de los votos, a cuatro partidos de entre el 15% y el 25% de los sufragios. El 24 de mayo corrigió un poco esa impresión. Era un tetrapartidismo, sí, pero con dos más grandes, PP y PSOE, y dos medianos, Podemos y Ciudadanos. Pero los pactos de Gobiernos municipales y regionales les han dado a estos dos últimos una importancia capital, y probablemente una expectativa de mejora de votos de cara a las generales de otoño.
Todo está muy abierto. Los cuatro jefes de filas (Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera) creen que tienen posibilidades de ser presidentes… o al menos vicepresidentes de un Gobierno de coalición.

Rivera hace 3 meses: «Si el PP no hace limpieza, nosotros no nos podemos manchar»

«Bárcenas no es un tesorero infiel que le ha robado todo el dinero a todo el mundo, no. Es un señor que ha participado de una fórmula de trabajo de una banda organizada y hay que ver si el presidente del Gobierno, si sus miembros de Gobierno, quiénes del Partido Popular de hoy o de los que estuvieron forman parte de la banda», me decía Albert Rivera hace tres meses, hablando de la corrupción y de la posibilidades de pactos después del 24M.  Y también: «El Partido Popular tiene que hacer limpieza, y si no hay limpieza nosotros no nos podemos manchar». Y añadía: «Los partidos nuevos no podemos participar de una especie de pasteleo para lavarle los problemas de los demás. Si hay que pactar cosas con un Partido Popular o con un Partido Socialista, si tenemos que compartir Gobierno, será porque compartimos principios. Y para mí, un principio básico es la ética en la política, la limpieza en la política y la transparencia en ese sentido».
En la entrevista, Rivera habló de casos concretos. De los ERE, de Gürtel, de Bárcenas, del Palau. Lo que dijo sobre si pactaría con el PSOE en Andalucía, por ahora se ha cumplido

-Si [Susana Díaz] depende de Ciudadanos, ¿Ciudadanos pacta?
-Con los ex presidentes de la Junta imputados, no, no, no.

Ayer Rivera tuvo sendas reuniones a solas con Mariano Rajoy y con Pedro Sánchez. Tanto el líder del PP como el del PSOE tiran del de Ciudadanos, uno de su brazo derecho y otro de su brazo izquierdo, para lograr su apoyo en las instituciones donde el nuevo partido tiene la llave del poder. Hay una plaza política de primer orden en este pulso: la Comunidad de Madrid. Y los recientes efluvios del caso Púnica (la imputación de los consejeros Salvador Victoria y Lucía Figar, la investigación abierta a seis nombres que han sido elegidos diputados autonómicos por el PP…) han trasladado a Cristina Cifuentes, a Esperanza Aguirre y a Mariano Rajoy la presión de hacer limpieza… y a Ciudadanos la de mancharse o no mancharse si no la hace.

Tarjeta roja al PP y otras claves del 24M

El pulso entre la vieja y la nueva política lo ha ganado claramente la segunda. A los nuevos partidos y a los viejos partidos reseteados les fue regular o bien. Al PP, la formación dominante de los años de la crisis y la corrupción, le fue muy mal. Se dio un enorme batacazo, y vio cómo el renovado PSOE recupera poder territorial y cierto impulso, si bien al tiempo este ve cómo Podemos sigue creciendo a su izquierda y lo desborda incluso en algunas grandes plazas como Madrid. También a los dos grandes partidos nuevos les arroja el 24M un saldo diferente. Para Podemos, bueno. Para Ciudadanos, agridulce. Estas son algunas de las claves que deja el 24M:
Batacazo del PP, que pierde muchos votos y muchísimo poder. En votos, la caída es severísima: en las municipales (las únicas elecciones de ayer que abarcaban toda España) le desaparecen 2,4 millones de votos (pasa de 8,47 millones en 2011 a 6 millones ahora) y más de diez puntos porcentuales (del 37,53% hace cuatro años al 27% ahora). Y pierde sobre todo poder. Cede comunidades autónomas como Extremadura, claramente, y tras los previsibles pactos de la izquierda, Comunidad Valenciana, Castilla-La Mancha, Aragón, quizás Baleares y Cantabria y, también por pactos, probablemente las alcaldías de grandes ciudades como Madrid, Valencia o Sevilla. Al PP le queda el consuelo de ser el partido más votado en las municipales, con dos puntos porcentuales sobre el PSOE, pero el aviso que los ciudadanos le han dado al partido de Rajoy y de Cospedal –que previsiblemente pierde el Gobierno castellano-manchego– es muy contundente. Al PP los españoles le han sacado tarjeta roja, tras las amarillas de las europeas de hace un año y de las andaluzas de hace dos meses. Salvo reacción rápida de Rajoy, las generales de otoño confirmarán el fin del ciclo de dominio del Partido Popular.
El PSOE renovado aguanta el tipo. Respecto a las municipales de hace cuatro años, sigue cayendo (27,8% del voto entonces, 25% ahora), pero cambia por primera vez en cuatro años la tendencia a la baja (en las europeas de hace un año se quedó en el 23%) y recupera poder territorial. En Extremadura, sin necesidad de pactos. Y si logra acuerdos a su izquierda, en todas las comunidades y algunos grandes ayuntamientos en los que el PP no suma mayorías ni con Ciudadanos. La mala noticia para el PSOE es que Podemos le pondrá duras condiciones para esos pactos, como ha hecho en Andalucía, y que en algunos territorios el partido de Pablo Iglesias ya le disputa al de Pedro Sánchez el liderazgo de la izquierda e incluso se lo arrebata.
Podemos exhibe fuerza en Barcelona y Madrid, si bien no con su propia marca, sino impulsando candidaturas populares lideradas por sendos nuevos iconos de la izquierda: Ada Colau y Manuela Carmena. En muchas otras ciudades y comunidades, Podemos tiene la llave si el PSOE quiere gobernar. Sus resultados, por lo demás, son irregulares, con territorios donde logra o ronda el 20% del voto –Aragón, 20,5%; Asturias, 19%, o Comunidad de Madrid, 18,6%– y otros donde no llega al 10%, como Castilla-La Mancha, Extremadura o Cantabria.
Ciudadanos crece más despacio de lo previsto. Hace dos meses, la formación de Albert Rivera se apuntaba un gran éxito con el 9,2% del voto en las andaluzas. Ahora supera esa marca en Barcelona, Madrid ciudad y comunidad, Comunidad Valenciana, Murcia, Castilla y León, Aragón… pero se queda lejos de lo que las encuestas le auguraban (en torno al 15%) y apenas tiene llaves de gobierno para el PP.
CiU es la más votada en Cataluña, pero cede muchos puntos y pierde la primacía en Barcelona, un grave contratiempo para el proyecto soberanista de Artur Mas, que ve, además, como ERC duplica sus resultados de 2011 y se le acerca.
PNV logra una victoria clara en Euskadi.
IU y, sobre todo, UPyD se convierten en formaciones marginales.

Iglesias, Rivera y el estallido de las burbujas

Con pocos días de diferencia, los jóvenes líderes de los dos jóvenes formaciones políticas emergentes -Pablo Iglesias (Podemos) y Albert Rivera (Ciudadanos)- han cometido lo que los viejos políticos consideran un monumental error de principiante, y más en vísperas electorales: decir lo que realmente piensan.
Rivera dijo hace pocas semanas que cree que sobran proyectos de líneas de AVE, y le han llovido críticas incluso en su propio partido. Iglesias dijo ayer que hay demasiadas universidades, y le están cayendo palos sobre todo de su gremio profesional, el de la enseñanza universitaria. En ambos casos, los partidos tradicionales se regodean con el presunto error de los bisoños adversarios y lo convierten en polémica y escándalo para intentar sacarle rédito electoral.
Las críticas a decir en público lo que se piensa en privado demuestran hasta qué punto se ha falseado y envilecido nuestra vida pública y el debate político. La política tradicional, la mayor parte de los viejos partidos, han hecho de la mentira y de la impostación una práctica frecuente, central, capital. ¿No es eso «populismo», decirle al público lo que quiere oír? ¡Y además llaman «populistas» a los nuevos, que son los que, en ocasiones, le dicen al público lo que no quiere oír!
PD. Los políticos y los medios empezamos a hablar de la burbuja inmobiliaria apenas media hora antes de que estallara. Estad atentos a otras posibles burbujas grandes, medianas y pequeñas -la de las autopistas de peaje, la de los parques tecnológicos, la de los parques temáticos, la de los centros de de arte, la de los aeropuertos, la de los palacios de congresos, la de los complejos olímpicos, la de las universidades, la de las líneas de AVE…-, que algunas de ellas acabarán estallándonos en la cara por más que la vieja política mire para otro lado.

12 probables causas de la crisis de Podemos

Hace apenas tres meses, las encuestas presentaban a Podemos como la primera fuerza política, con casi el 30% del voto. Ahora la mayoría de las encuestas proclaman que la formación que lidera Pablo Iglesias se está viniendo un tanto abajo, que anda entre el 15% (el porcentaje que logró, por cierto, en las andaluzas del pasado 22 de marzo) y el 20%, y en el tercer o incluso el cuarto puesto entre las preferencias del electorado, por detrás de las dos formaciones tradicionales (PP y PSOE) e incluso de la emergente Ciudadanos. Las expectativas de “asaltar los cielos”, de ganar las próximas elecciones generales, que en Podemos se veía posible e incluso probable en enero, hoy parece lejanísima.
¿Qué le ha pasado a Podemos en este plazo de tiempo tan corto? ¿Qué le pasa hoy? ¿En qué momentos y por qué causas ha perdido fuelle? Quizás por estas:
1- Ya no son novedad, ya no suscitan tanto interés. Entre otras cosas, como se verá luego, porque en el mercado de la política hay novedades más recientes que Podemos.
2- La indefinición del proyecto, las ambigüedades. A su primer gran impulso de apoyos, debido a que supo captar como nadie la indignación ciudadana y el rechazo a la vieja política y a los partidos tradicionales, no le han seguido unas propuestas o un programa que generaran un segundo gran ciclo de crecimiento en adhesiones.
3- El viaje al centro emprendido desde otoño pasado. Al quitarle las aristas más izquierdistas al discurso y a las propuestas, los seguidores ideológicamente más extremistas se pueden haber sentido traicionados.
4- Las divisiones internas. Entre el núcleo duro de los cinco fundadores (Pablo Iglesias, Íñigo Errejón, Juan Carlos Monedero, Carolina Bescansa y Luis Alegre) y algunos de los líderes laterales, como Pablo Echenique o la andaluza Teresa Rodríguez. Entre el padre fundador (Monedero) y los dos principales hijos (Iglesias y Errejón). Entre estos dos últimos, por diferencias de criterio en la estrategia política a seguir a medio plazo.
5- El caso Monedero. La reacción de Podemos y del propio afectado, tras saberse que había cobrado 425.000 euros a varios gobiernos latinoamericanos y había buscado fórmulas fiscales -legales, pero poco éticas- para pagar menos impuestos por ello, decepcionó a algunos seguidores de la nueva formación política. La reacción se parecía demasiado a la de los partidos tradicionales cuando se veían salpicados por algún caso similar.
6- La organización del partido al estilo de los tradicionales. Tras un comienzo muy basado en las asambleas abiertas, los círculos y los procesos participativos donde se decidía casi todo, Podemos se ha dado a sí misma una organización tradicional, más jerárquica y menos asamblearia, lo que ha generado también algunas decepciones internas.
7- La excesiva vida orgánica interna se ha adueñado del tiempo de los principales dirigentes, que han reducido mucho el dedicado a la reflexión y a la generación de ideas y propuestas nuevas. Lo urgente ha sustituido a lo importante.
8- La falta de penetración entre algunos colectivos, como mujeres, personas poco formadas, mayores y jubilados o población rural. Se advirtió desde muy pronto en la letra pequeña de los estudios, pero la organización no ha dado por ahora con las fórmulas para paliarlo.
9- El agotamiento del tirón popular del líder, Iglesias, quizás por pérdida de credibilidad debido al viaje al centro, por falta de discurso nuevo, por saturación de su exposición mediática… Iglesias ya no suele ser el político mejor valorado en las encuestas –y hace muy poco lo era en casi todas- ni multiplica las audiencias televisivas como hacía antes.
10- El efecto Grecia. La llegada de Syriza al poder, hace tres meses, alentó la esperanza de un efecto dominó en España. Si los nuevos líderes griegos -Tsipras, Varoufakis- lograban echarle un pulso y ganárselo a las políticas europeas dominantes, fomentarían aquí los apoyos a Podemos. Pero el pulso, por ahora, Grecia lo va perdiendo.
11- La falta de la marca Podemos en las municipales. Iglesias decidió hace mucho, en junio del año pasado, que su formación no iría a esa batalla electoral. Temía que, si presentaba listas en muchos municipios, se multiplicaría el riesgo de que se colara en ellas algún nombre que acabara manchando al nuevo partido. Ahora algunos piensan que acudir el próximo 24 de mayo sólo a las autonómicas con la marca Podemos es una oportunidad perdida. En todos las formaciones, el voto municipal refuerza el voto autonómico, y viceversa.
Y 12 y fundamental, la irrupción de Ciudadanos, que le está quitando a Podemos, encuesta a encuesta, a su electorado más centrista. Cuando Podemos emergió con fuerza en las encuestas, sorprendió por su transversalidad. Se le veía como un partido muy de izquierdas, pero levantaba muchas adhesiones en el centro. El Barómetro del CIS de octubre pasado lo demostraba. Podemos lograba el 17,6% de voto directo, el PSOE el 14,3% y el PP el 11,7%. Las respuestas a las preguntas de la llamada escala ideológica daban mucha luz sobre cómo eran esos votos.
La escala ideológica va del 1 al 10. El 1 es la extrema izquierda y el 10 es la extrema derecha, luego 5,5 es el centro exacto. Pues bien: cuando a los encuestados les preguntaban dónde veían a Podemos, lo situaban en el punto 2,43 de media (por situaros: a IU, en el 2,67; al PSOE, en el 4,61; a UPyD, en el 5,55; y al PP, en el 8,24). Pero aun siendo visto tan de izquierdas, Podemos lograba votantes que a sí mismos se ubicaban en casi todos los números de la escala. ¡Incluso en el 8! Se veía de modo nítido metiendo la lupa en algunas de las posiciones donde se autoubicaban los entrevistados. Entre los españoles que se veían a sí mismos en el 5 en la escala ideológica (por tanto, de centro/centro-izquierda), Podemos era en aquel Barómetro el partido más apoyado: según el CIS, el 16% de esos ciudadanos votarían a Podemos, el 9,9% al PSOE, el 7,4% al PP, el 5,4% a UPyD. Y entre los españoles que se ubicaban a sí mismos en el 6 (por tanto, de centro/centro-derecha), Podemos compartía con el PSOE la segunda posición: el 25,8% de ellos votaría al PP, el 5,8% a Podemos, el 5,8% al PSOE, y el 3,2% a UPyD. Eran votantes que renegaban de los partidos tradicionales, que querían un cambio real en la política, y que apoyaban a Podemos porque lo veían capaz de hacerlo, de acabar con «la casta».
En octubre pasado, Ciudadanos -la formación que lidera Albert Rivera- aún no había emprendido su despliegue por toda España, y en aquel Barómetro apenas aparecía como opción electoral: sólo lograba el 1,5% del voto directo. Pero sí se le veía ya como un partido de centro: los encuestados le ubicaban exactamente en el 5,38. Probablemente hoy los españoles que se ven en el 5 o el 6 -por tanto más afines ideológicamente al partido de Rivera que al de Iglesias- y que quieren cambio real son los que han hecho crecer a Ciudadanos y decrecer a Podemos.

PD. He comenzado a elaborar este artículo esta mañana. Lo estaba casi acabando cuando se ha conocido la dimisión de Juan Carlos Monedero de todos sus cargos en Podemos, anunciada por Pablo Iglesias. Si es una reacción retardada al caso Monedero, Iglesias afronta -tarde, pero resolutivo- una de las probables causas del bache que atraviesa su formación. No me sorprendería que haya en breve más novedades sobre alguna de las otras once (o incluso que la salida de Monedero tenga algo que ver también con ellas).

Las líneas rojas de Ciudadanos con el PP

Tras la orden de prietas las filas y no me monten jaleo dada ayer por Rajoy a sus huestes, el PP se encamina a las elecciones locales y autonómicas del próximo 24 de mayo resignado a su suerte. Da la impresión de que el presidente pone todas sus esperanzas de evitar el desastre que se vio en las andaluzas y que le auguran muchas encuestas en dos cosas. En que la incipiente recuperación económica se note realmente en los bolsillos de los ciudadanos… y en hacer lo más posible la rosca a Ciudadanos en estas 7 semanas que faltan para los comicios para ganarse su apoyo en posibles investiduras de alcaldes o presidentes autonómicos y mitigar así lo más posible la previsible pérdida de poder.
Todas las encuestas indican que, en general, nos encaminamos del bipartidismo al tetrapartidismo, y que en muchos de los comicios venideros, y especialmente en las elecciones generales previstas para otoño, tendremos a cuatro formaciones con entre el 15% y el 25% de los votos. Si ese designio se cumple y se han acabado los tiempos de las mayorías absolutas, los pactos de gobierno de a dos o de a tres son inevitables, y el PP considera que si la facción socialista pro gran coalición no convence a Pedro Sánchez de que pacte con Rajoy, su aliado más probable será Ciudadanos.
¿Lo ve de igual manera Ciudadanos? No tanto. Su líder, Albert Rivera, ha hecho bandera estos meses de las medidas anticorrupción, y esa línea roja de no apoyar a gobiernos que tengan imputados en sus filas es hoy, por ejemplo, lo que le está impidiendo a la socialista andaluza Susana Díaz lograr el apoyo de Ciudadanos para su investidura en el Parlamento Andaluz.
Entrevisté a Rivera hace apenas un mes, y ya lo dejó meridianamente claro.

-¿Pactaría con el PSOE?, le pregunté.
-Con los ex presidentes de la Junta imputados, no, no, no- me contestó.

Y así ha sido, por lo que estamos viendo.
Unos minutos después, también le pregunté al líder de Ciudadanos sobre el PP.

-Me decía que no pactaría con el PSOE de Andalucía si antes no hace determinadas digamos señales contra la corrupción. ¿Y con el PP?
-Son tres cuartas partes de lo mismo. A mí me parece que el Partido Popular tiene que hacer limpieza, y que si no hay limpieza pues nosotros no nos podemos manchar. Creo que los partidos nuevos no podemos participar de una especie de pasteleo para lavarle los problemas de los demás. Si hay que pactar cosas con un Partido Popular o con un Partido Socialista, si tenemos que compartir Gobierno, será porque compartimos principios. Y para mí, un principio básico es la ética en la política, la limpieza en la política y la transparencia en ese sentido…
-¿Lavar para el PP sería también asumir responsabilidades políticas por lo que ha pasado en su sede central, por esos sobres o sobresueldos, por esas reformas del edificio que parece que se hacían en B, en dinero negro?
-Sin duda. Creo que la espada que pende ahora mismo sobre Rajoy y su equipo de Gobierno y sobre todo el partido es el caso PP, el caso Bárcenas. Es imposible que la gente confíe en este presidente y en este Gobierno si nadie asume responsabilidades por todo eso que estamos sabiendo, que a lo mejor estamos ante la punta del iceberg.

Con esas palabras tan recientes, no veo a Ciudadanos dando por ejemplo su apoyo para la Alcaldía de Madrid a Esperanza Aguirre, que ha sido la jefa y promotora política de docenas de imputados en Gürtel y otros escándalos de corrupción, o apoyando al propio Mariano Rajoy en una hipotética sesión de investidura en otoño, tras no haber asumido nadie en el PP, como recuerda el propio Rivera, responsabilidad política alguna sobre el caso Bárcenas.

A UPyD se le ha estrechado mucho el mercado

UPyD afronta estos días quizás el momento más delicado de su corta historia. Tras el desastre electoral del pasado domingo en Andalucía, las tensiones internas que sacuden a la formación desde que su líder, Rosa Díez, descartara hace unos meses pactar con Ciudadanos han aflorado en toda su intensidad.
La previsión sobre el futuro de UPyD no es optimista. Es más bien lo contrario. El partido tiene muchas papeletas para acabar o desapareciendo o convirtiéndose en irrelevante o residual. Y es una pena, porque tanto en algunos ayuntamientos y comunidades autónomas como en el Congreso de los Diputados ha jugado un buen papel en la regeneración de la política, en la denuncia de la corrupción y en alentar un debate público más transparente y democrático. Pero así es el marcado, incluso el mercado de las ideas políticas. Dos productos nuevos, Podemos y sobre todo Ciudadanos, le han arrebatado en un pispás a UPyD el hueco que tan trabajosamente durante una década se había abierto a codazos entre los dos grandes partidos -PP y PSOE- que dominan el escenario desde hace ya más de 30 años.
Rosa Díez, que tuvo el enorme mérito de fundar UPyD y hacerlo crecer, tiene ahora el demérito de no haber sabido reaccionar a tiempo ante el cambio súbito de hábitat que le venía. Ya al arranque del otoño pasado, cuadros internos de UPyD que analizaban los pequeños detalles de las encuestas contaban su preocupación porque alguien tan alejado ideológicamente de ellos como es Podemos les estaba minando apoyos electorales en colectivos como, por ejemplo, los jóvenes universitarios. Cuando poco después Albert Rivera, el líder de Ciudadanos, anunció que su formación quería expandirse desde Cataluña a todo el territorio nacional y planteó a Díez explorar la posibilidad de una fusión de los dos proyectos, la líder de UPyD debería habérselo tomado con mayor interés y menos displicencia y soberbia. Hoy la contundencia de los datos de Andalucía -Ciudadanos, el 9,28% de los votos; UPyD, el 1,93%- ya no apuntan a un escenario de posible nueva negociación entre iguales sino más bien a una desbandada de militantes y dirigentes de la formación de Díez a la de Rivera.