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Si la arquitectura te rodea, deberías empezar a fijarte en ella

Archivo de mayo, 2013

¿Necesitamos los símbolos?

Esta semana santa, mientras paseaba por valles verdes y carreteras secundarias me he encontrado con no pocos hogares y caseríos de los que jalonan aquí y allá los prados y montes del norte de nuestro país, adornados ostentosamente con las banderas y los escudos de los equipos de futbol de sus orgullosos dueños. Banderas ondeantes, soberbios estandartes, brillantes colores.

Las señales y los símbolos, nos identifican, nos agrupan, nos otorgan pertenencia al clan y nos alejan de la soledad, y desde siempre, nuestras arquitecturas se han dejado empapar por ellos, siendo en muchos casos el centro, la seña principal de identidad de nuestros edificios.

Casa "Los Rosales" en la plaza de Almagro, Ciudad Real. Dibujo Miguel Morea
Casa «Los Rosales» en la plaza de Almagro, Ciudad Real. Dibujo Miguel Morea

 

 

Creemos, que los primeros hombres, celebraban ritos de caza en sus cuevas alrededor del fuego, mientras se conjuraban para abatir mamuts, y otros grandes mamíferos, reflejándolo primero en sus pinturas, en sus paredes. Esto les ayudaba a vencer sus miedos, a crear una profecía autocumplida en sus pinturas y a dotarse de buenos augurios, pero además les agrupaba en torno a un objetivo y marcaba su hogar como propio, dejando fuera de toda duda que aquella cueva era la suya, para que otros clanes lo supieran.

Con el paso de los años, la ornamentación de los hogares, de los pueblos, de las villas y aldeas ha sufrido grandes variaciones en sus materiales y en su estética, adaptándose a los tiempos y civilizaciones.

Hoy, el escudo del equipo de futbol de nuestros desvelos o de la selección, equivale sin duda ninguna a esos majestuosos blasones que adornan las portadas manchegas, las casas solariegas navarras, los caseríos castellanos o las masías del Penedés.

Hemos sustituido la piedra por el nylon, el gris por el abanico cromático y colorista, pero seguimos eligiendo la arquitectura como lienzo, como marco.

Y es que la casa, el hogar, es un escaparate siempre, un espejo en el que queremos que nos miren los demás.

Nunca la arquitectura es solo funcional, nunca cumple solo la misión de albergarnos, de cobijarnos, sino que si lo analizamos con detenimiento comprenderemos que es un reflejo permanente de nosotros mismos, de nuestro estatus, del grupo al que pertenecemos, de nuestra procedencia. Y para ello debemos marcarlo, sellarlo, dotarlo del símbolo correspondiente.

Pero hay mucho más. En esta arquitectura nuestra, que nos rodea y ofrece refugio no solo los escudos o banderas son símbolos. ¿Acaso no lo son las balaustradas torneadas, las falsas cornisas de madera, las barandillas de forja andaluza….en Burgos?  ¿los toldos de tela tensados en forma de vela marinera…en Badajoz?, ¿los tejados de pizarra…en Ciudad Real?

Yo, debéis perdonarme, creo que sí. Creo que suelen tener mucho que ver con nuestro origen, incluso con nuestros deseos. Símbolos de los que no lucimos blasón en nuestro pedigree, pero que humanos al fin, deseamos sobre todas las cosas pertenecer al grupo.

Y por supuesto, de nuevo humanos, distinguirnos dentro de él.

¡Es la tecnología, imbécil!

¿Que es la competitividad en el sector de la arquitectura y la construcción?

Me lo pregunto a menudo mientras mi socio, en el ordenador contiguo, jura en abandonados dialectos, blasfemias contra deidades desaparecidas hace milenios. Cuando sucede, suelo esperar a que se le pase y llegue al consabido «¡qué país!», que hoy tiene más significado si cabe, para preguntar el motivo de semejante pluriateísmo.

Resulta que cuando uno se pone a buscar en las versiones españolas de las webs de marcas comerciales de cubiertas técnicas, de aluminio, de carpinterías, de elementos avanzados de la construcción se hace necesario en demasiadas ocasiones realizar la búsqueda en las versiones americanas o alemanas de dichas marcas comerciales, para conseguir consultar debidamente las dimensiones o las soluciones técnicas, la simulación o el fichero en 3D y la ficha de características técnicas avanzadas, las páginas en su versión española gozan de abundantes fotografías y mucho autobombo para conseguir dejar al cliente con la boca abierta, pero a la hora de la verdadera información útil….

Escucho y leo a diario, palabras como competitividad, especialización, optimización y sinceramente creo que la mayoría de los que las pronuncian no tienen ni idea de lo que dicen. Ellos creen que se trata de que todo sea más barato, pero dicho a golpe de esdrújula. A secas. Ser competitivo es, para esos diseñadores de planes económicos que el Señor confunda, convertirnos en un país, en un sector, en un profesional de lo barato, en un truhan de mercadillo, en un charlatán de bazar en el que todos salgamos al «mercado» a cazar los clientes pinchando en el anzuelo nuestros bajos precios y sin una mejora sustancial en los servicios que prestamos. Un error tan grande y que nos traerá tantos años de maldición bíblica como aquellos  «no hay crisis», «ya se ven los brotes verdes», «conmigo saldremos de esta» y tantas otras estulticias.

La competitividad -estúpidos, estúpidos y mil veces estúpidos dirigentes- en nuestro sector, tristemente hecho a retales de aquellos que no tuvieron la capacidad o las ganas para formarse en otra cosa, es tener los mejores profesionales y la capacidad para vender los mejores sistemas, es tener el acceso a la mejor tecnología sin necesidad de que llegue desde páginas americanas o teutonas, es dejar que los avances lleguen al país sin necesidad de pancartas de bienvenido Mr Marshall o Frau Merkel. La competitividad, obtuso y ramplón dirigente de cualquier partido y condición, es la tecnología, la competitividad es que no se nos caiga la baba cuando vemos fichas técnicas con todos los datos correctos en webs de más allá del océano, la competitividad es saber que el producto que prescribimos funciona y no habrá desaparecido o la empresa quebrado diez años más tarde, ¡la competitividad es la tecnología, imbécil!

 

Claro que siempre podemos optar por esto.

Nota del arquitectador: Eso sí, en bandas sonoras no tenemos nada que hacer. Esto es insuperable.

Nota del arquitectador 2: Sí, ya sé que todo esto esta mejorando y que no es justo tratar a todas las marcas comerciales por el mismo rasero, que las webs cada vez son más técnicas y mejores, pero miremos más allá, no nos conformemos.

Solares vacíos: ¿nos lo podemos permitir?

Los solares.
Esos vacíos urbanos, que durante meses o años se ocultan tras una valla o incluso se muestran impúdicamente al ciudadano, ofreciendo una imagen cada día mas deteriorada. Sin limpieza periódica, sin uso, sin aprovechamiento social, como un tumor en la ciudad.

Pertenezco a un barrio en el que los solares, han constituido una constante urbana. Poco o nada se ha hecho con ellos salvo cuando el beneficio económico estaba más que claro.
Leo en otros blogs de arquitectura y urbanismo, actuaciones que de alguna manera, intentan sacar del ostracismo, la suciedad y la falta de aprovechamiento social, partes del territorio, que como solares que son, forman parte ya de la trama de la ciudad y me llama especialmente la atención que en estos intentos de actuaciones se es especialmente respetuoso, no hay más que ver una de las premisas básicas para poder llevarlas a cabo:

«..Se gestionó con los propietarios los permisos de intervención en los solares, como una cesión gratuita para su uso público transitorio con un mínimo de 12 meses. Así, cualquier intervención que se realizase debía ser reversible….»

 

Lo cual, me parece muy bien. No vayamos a estas alturas a poner en duda el valor sacrosanto de la propiedad privada. Esto sería políticamente intolerable.

Pero me pregunto: ¿No es también un valor la utilidad social de ese solar cuando no está vacío?  ¿se puede permitir tener un solar sin una aplicación del mismo durante años? ¿es licito que surjan problemas urbanos como consecuencia de la falta de espacios públicos, jardines, parques, aparcamientos y existan partes del territorio incrustadas en la ciudad que no se utilicen durante años o décadas?

 

Cuando estuve en NY me impactó como se utilizaban solares de enorme valor económico en el centro de Manhattan para aparcamiento de coches. No es sin duda la mejor solución a largo plazo, pero desde luego, es mejor que un solar abandonado hasta que se construya un edificio, quizá veinte años después.

Sirva como ejemplo mi ciudad. Getafe. Existe un problema gravísimo de aparcamiento en el centro, sin embargo existen solares en los que crecen a partes iguales suciedad y malas hierbas y que se podrían utilizar -por ejemplo- como aparcamientos de superficie, dando incluso una productividad económica y social al pueblo y al propietario del solar.

¿No será mejor esto que tenerlo vacío  ¿No debería obligarse a darle a esos solares un uso social aunque fuese temporalmente hasta que el propietario decida darle el uso lucrativo previsto?

 Nota del arquitectador: Antes de que os dejéis llevar por un arrebato de macarthismo, y me acuséis de ser un peligroso comunista, os diré que no se trata de restringir la propiedad privada de nadie, sino de aprovechar un bien común, el territorio, hasta que el propietario legal este en condiciones de darle el uso previsto en los planes urbanísticos vigentes.

¿Desaparecerá el coche e iremos en bici algún día?

Cuando tras doce vueltas por las rúes habituales he conseguido encontrar un sitio para aparcar el (….) coche, y trás darle unas cuantas patadas en los neumáticos para desindexar un poco mi rabia, mi cólera hacia el urbanismo actual ya no tenía límite.

He venido corriendo al ordenador para redactar un post que revolucione la movilidad urbana, resoplando como un búfalo en un bar de esos de búfalas ligeras de cascos. No puedo entender el número de horas que pasamos en el coche a lo largo del año, pero menos entiendo esas horas que no son empleadas en desplazamientos sino en la búsqueda infructuosa e inútil de un lugar donde dejar el carromato y que abreven las bestias.

Luego se me ha ido pasando, que no está ya uno para subir las escaleras de tres en tres -hasta el primero iba hecho un titan- y tras abrir la puerta y aguardar a que el sistema operativo se dignase arrancar, me he quedado exhausto, se me ha ido la fuerza por la boca  de tanto mover las piernas, que dicen que mueven el corazón, pero a mi me han dejado hecho unos zorros.

He bajado al sótano de los post en conserva y tras apartar esos tan chulos de edificios imposibles, que me encantan pero que procuro no poner aquí, para no aburriros, -y para que compréis los dominicales de los periódicos de postín, que tengo un cuñado que los reparte- he encontrado un par de ellos que venían al pelo.

Está en el ideario futurista el utilizar el espacio aéreo para la movilidad ciudadana.Ya en la mítica Blade Runner, el bueno de Harrison Ford recorría las calles en esos chismes que levitaban sobre el sucio suelo,  dudando entre matar hermosas replicantes o darles un repaso previo. Claro que Ridley Scott pensó, que en Los Angeles de 2019 iban a atar los perros con longaniza y mucho tiene que cambiar el patio para que abandonemos la rueda antes del 2050, aunque solo sea por el gusto que da liarte a patadas con ellas cuando te bajas del coche con un cabreo del quince y tres litros de gasolina menos.

Al lío. Que digo yo que mientras algún visionario consigue que no precisemos neumáticos para movernos, algunos urbanistas sueñan con que circulemos dando pedales por los aires, como por ejemplo el proyecto de Exterior Architecture para que los londinenses le den a las bielas por puentes sobreelevados del suelo y en los que no haya miedo de que los coches los arrollen ni los peatones crucen de manera temeraria,

o el bicimetro del arquitecto Richard Moretta, un sistema de doble túnel sobreelevado en el que los ciclistas circulan por un sentido único (este me gusta menos, se te olvidan las llaves o el donuts y a ver como das la vuelta)

Nota del arquitectador:  La verdad es que estaría genial, no solo por sus ventajas mediambientales, la seguridad de las vías  o por el ejercicio que íbamos a hacer. Ojala que algún día lleguemos a verlo. También tenemos otros ejemplos, en este caso de transporte público, que personalmente me creo mucho menos como éste que realiza una empresa china