De vez en cuando aparece una serie que te engancha con su dosis bien medida de culebrón e intriga. Sabes que no es una gran serie, sabes que le falta chicha tanto al argumento, demasiado enrevesado e increíble, como a los actores, que no están a la altura de un Peter Dinklage o un Bryan Cranston. Y sin embargo… Sin embargo te vas tragando los capítulos como si no hubiera mañana y ves que estás más enganchado que un mono a una rama. Sí, amigos y vecinos, como diría el buen Stephen King, eso es lo que me ha pasado a mí con Revenge.
Tengo que admitirlo: de vez en cuando me gusta el rollito glamour y ver las maravillosas casas de los Hamptons (aunque deteste lo que representan). Me fascina ver los modelitos que se encasquetan las actrices para cada ocasión (vicio que arrastro desde jovenzuela, con las películas de Hitchcock –ah, esos abrigos elegantes de Kim Novak en Vértigo-), y el romance merengado. Y también me gustan los entretenimientos vacíacocos que te dejan la mente más relajada que una semana de retiro yogui.
Pero eso sí, estos ingredientes deben estar regados con una trama interesante, entretenida, que te mantenga en vilo, no como otras tonterías infumables estilo Gossip Girl. Hasta cierto punto y con sus altibajos, Revenge ha conseguido esto con una nota de seis peladito, y se ha convertido en una serie ideal para ver después de comer y echarse una siesta entre medio, if you want.
Y es que la fórmula ya estaba inventada, porque Revenge es una nueva mirada de la novela El conde de Montecristo de Alexader Dumas. La venganza, como todos sabemos, es una fórmula que funciona muy bien en pantalla (y fuera de ella). Y si a la venganza visceral le añadimos un poco de romance tórrido, gente pija celebrando fiestas de postín, unos protagonistas que arrancan suspiros y un poco de artes marciales estilo Kill Bill, pues ya tenemos serie exitosa. Sin embargo, Revenge trasciende el culebrón. Tiene un argumento que no cae del todo en convencionalismos y que consigue entretenernos dignamente, aunque en ocasiones no podamos evitar el resorte de un bostezo abriéndonos la boca.
Lucha de gatas |
Madeleine Stowe, el tiempo no perdona
Uno de los factores que más me han entretenido de Revenge es poder ver cómo el tiempo no perdona ni a la carita de seda de Madeleine Stowe. En esta ocasión, la veterana actriz que nunca ha interpretado un papel memorable (¿Short Cuts?), personifica al estereotipo de mala malísima. Bella, fría, glamourosa, pérfida y con el corazón más gélido que la fortaleza de la soledad, Stowe es la Queen Grayson, capaz de todo para salirse con la suya. Su arma más afilada: esa perpetua sonrisa congelada en el rostro, un rictus que mantiene mientras echa veneno por esa boquita con dientes de porcelana más blancos que los de Vargas Llosa.
¿Y de qué va la serie, eh?
Para acabar, un poco de sinopsis para los despistados. En Revenge, Amanda Clarke (Emily VanCamp) regresa para vengar la muerte de su padre, víctima de una conspiración judeomasónica donde ejerce de cabeza de turco. Amanda, bajo la personalidad de la joven y hermosa Emily Thorne, alquila la casa de la playa vecina a la mansión de los Grayson y, poco a poco, se va introduciendo en las vidas de los que traicionaron a su progenitor para poner en marcha su vendetta.
Para mear y no echar gota.
P.D. ¡Pues claro que está renovada para una segunda temporada!
Ficha técnica
Título original: Revenge
Cadena: ABC
Año de creación: 2012
Creada por: Mike Kelley
Temporadas: 1
Episodios: 22
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