El gran reclamo inicial de la Nintendo DS fue su planteamiento de nuevas formas de juego que combinaban viejas ideas de un modo de lo más original: la doble pantalla (una de ellas táctiles), el puntero y el micrófono ofrecían multitud de posibilidades. Durante mucho tiempo, los juegos de la portátil fueron juzgados, sobre todo, en función de lo bien o mal que habían aprovechado las posibilidades jugables de la máquina. Sin embargo, con el timpo se han lanzado muchos títulos con un corte más tradicional y no por ello peores.
Nintendo quería volver a los orígenes, quería revisitar la franquicia Super Mario Bros. para encontrar la esencia del personaje, el espíritu que hizo que sus primeras aventuras fueran revolucionarias. El control táctil no hacía falta, la doble pantalla tampoco (su uso es meramente anecdótico), ni el micrófono. Sólo hacían falta Mario, Bowser, la Princesa, los enemigos de siempre, champiñones, muchas plataformas y un control sencillo hasta decir basta. Funcionó, vendió una burrada de copias (actualmente es, con más de 21 millones de unidades, el décimo juego más vendido de la historia) y no hizo falta crear un desarrollo rompedor. A menudo lo más simple es lo que más nos gusta.
Dawn of Sorrow, Portrait of Ruin y Order of Ecclesia son tres capítulos sobresalientes de la conocida saga de Konami inspirada en el mito de Drácula. Aunque en algunos casos se hace uso de la pantalla táctil (para romper bloques o dibujar sellos mágicos, por ejemplo), estos momentos tienen una presencia más bien testimonial. Estos Castlevania recogen los mejores elementos clásicos de la franquicia (armas, captura de almas, mapeados extensos llenos de zonas ocultas…) y los llevan a Nintendo DS de una forma hábil, vistosa, muy acertada pero en absoluto innovadora.
Estas criaturas ideadas por Nintendo ya han acompañado a varias generaciones de jóvenes jugadores… y siempre utilizando la misma fórmula. Los cambios experimentados por el mundo Pokémon desde aquellos lejanos Azul y Rojo hasta el actual Platino han sido mínimos. La mecánica, la perspectiva, la filosofía, las opciones… se han mantenido prácticamente inmutables. Tan sólo un par de ligeras novedades en cada nuevo juego han servido para mantener viva una franquicia que a la compañía nipona le ha reportado cuantiosos beneficios a lo largo de los años. Durante los momentos más flojos de la empresa, Pikachu y compañía se encargaron de mantenerla siempre en un estado más o menos saludable.