La historia de un embarazo o cómo la espera de un bebé pone a prueba una relación de pareja

Y aún no ha llegado

Esto de ser casi padres es como estar agilipollado todo el día. De golpe y porrazo, te encuentras hablándole a una barriga, luego le pones nombre y más adelante necesitas que se mueva constantemente para cerciorarte de que hay alguien ahí dentro. Es curioso: ahora quieres que se mueva pero cuando nazca seguro que nos quejamos si no para quieto.

La ternura de Q. – dile sensiblería, ilusión, esperanza- se ha agudizado hasta límites insospechados. Ya dicen que es cierto que uno nunca sabe cómo va a reaccionar hasta que se encuentra delante de una nueva experiencia.

Hace semanas que no veo ningún programa de televisión sin una mano encima de mi barriga; no puedo dormir sin que me sobresalte una voz que curiosamente no habla conmigo sino con el bebé; y tambien hace tiempo que cuando salgo de la ducha me encuentro con unos ojos que se posan en mí y me sonrien, cómo os diría, de una manera distinta a la habitual.

Esta mañana, Q. se ha acercado a mi barriga y le ha susurrado:

-Buenos días, soy papá.

Y de golpe y porrazo, un pie o un puño se ha disparado contra su boca. ¡Vaya susto!

-¿Eso qué quiere decir, que le ha gustado o no?, me pregunta Q.

No tengo ni idea. Espérate a descubrirlo cuando lo tengas cara a cara y le hables por primera vez.

Ha reinado el silencio y he comprendido que el reto de la comunicación entre padres e hijos ya ha empezado. No sé porqué, en aquel justo instante, he pensado en mis padres.

Sexo embarazoso

Todos los libros, comadronas y médicos lo dicen: durante el embarazo se puede practicar sexo con normalidad excepto, claro está, si hay alguna contraindicación.

¿Qué quiere decir “con normalidad”? ¿Tantas veces por semana como antes de embarazarse? ¿Cada vez que te apetezca? La respuesta correcta es cuando tú y tu pareja lo deseéis. Y punto.

Por lo que he podido saber preguntando a mujeres embarazadas que me rodean, la mayoría ha sufrido una pérdida de entusiasmo mezclado con el instinto de protección del bebé (o dicho de otro modo: por aquí no entra nada ni nadie).

Algunas hablan de sus compañeros con expresiones del tipo “pobrecillo, lo tengo a pan y agua”, “tendrá que apañarse solito porque entre el embarazo, la cuarentena, y el sueño que se nos avecina, la cosa va para largo” … y otras frases similares. También las hay -menos- que han continuado con su vida sexual sin problemas.

Jamás me ha gustado tratar el sexo pensando exclusivamente en las necesidades del otro. He de confesar que estoy más cansada y tengo más sueño que hace unos meses, pero también tengo el cabello más bonito que nunca y alguna otra parte del cuerpo ha ganado una consistencia remarcable que no pienso desaprovechar ni que desaprovechen.

(Espero que Q. lea este post).

Con permiso para tocar

Estar embarazada es un estadio intermedio entre ser solamente una mujer y pasar a ser también una madre. Me explico. Mi cuerpo ha dejado de ser mío para pasar a ser un poquito de todos.

Meses atrás nadie se hubiera atrevido a tocarme la barriga, y menos a darme un besazo justo en el ombligo, ni tampoco a comentar si he aumentado una talla de pecho, ni a preocuparse por si duermo bien, si sufro restreñimiento o si llevo una dieta equilibrada.

Mi cuerpo ha tomado una nueva dimensión a ojos de la gente que me rodea. No es el cuerpo de una mujer corriente sino un cuerpo que alberga una personita nueva y este hecho justifica el acercamiento físico.

Q. me dice que es normal que la gente –próxima y no tan próxima- me toque la panza porque, de hecho, no me tocan a mí: es una manera de aproximarse al bebé. Vaya por delante que a mí no me molesta, pero sí que me sorprendre. Jamás me habían tocado tanto como ahora, y eso que soy una persona de mimos a la que me gusta dar abrazos y recibirlos.

No sé qué dirían sobre este hecho los gurús del pensamiento moderno que nos repiten una y otra vez que vivimos en una sociedad en la que marcamos demasiadas distancias y nos tocamos poco. ¡Ah! Y que nadie se confunda: hablamos de tocar, no de sobar.

Teta o huevo

Conversación divertida inspirada en hechos reales.

Hombre 1: El otro día me sorprendió ver a un niño con dientes y grandecito que aún mamaba. Mi mujer dió el pecho hasta los seis meses. Cuando el niño ya come de todo, ¿para qué vas a querer darle más teta?

Hombre 2: A mí, lo que más me sorprendre son las reuniones de madres; todas se encuentran para dar de mamar a sus bebés. Yo creo que es algo muy íntimo. ¿Es necesario hacerlo en grupo? ¿No es más natural hacerlo tranquilamente?

Los dos hombres miran a la única mujer de la mesa. Le reclaman una respuesta por su condición femenina y ella sólo atina a abrir la boca y decir: No tengo experiencia en el tema. Sólo sé que es verdad que las mujeres son bastante gremiales y que parece que les gusta compartir ese momento. Yo no me imagino formando parte de un grupo de mujeres con el pecho fuera… Me van las situaciones más íntimas.

H 2: Creo que, con este sector de mujeres integristas, pasa un poco como con los homosexuales: los hay que lo son con discreción, con normalidad, y los hay que tienen que hacerse notar por algun motivo que no acabo de entender.

El H 2 mira al H 1 y en tono jocoso le dice: ¿Qué te parece si quedamos un día para enseñarnos… un huevo?

La mujer salta enfadada y replica: ¡Eh! ¿Y yo qué?

¿Un secador… para qué?

El otro día fuimos al hospital donde nacerá nuestro hijo. La comadrona nos entregó un papel impreso con todo lo que tendremos que llevar el día del parto para la higiene de la madre y del bebé (una de las listas sobre las que ha hablaba en mi anterior post). Mientras lo releía va y me dice:

-¡Ah! Es muy importante que traigas un secador.

-¿Un secador para el cabello?, le respondo pensado que la del hospital no es una habitación de hotel con secador automático de pared.

-No.

-Entonces, ¿un secador… para qué?

-¡Para los puntos…!

Q. y yo nos miramos y asentimos. De vuelta a casa intenté imaginarme la escena del secador (sin los complementos, está claro) en un lavabo de hospital de puertas endebles, en camisón y zapatillas…La verdad es que es una imagen muy poco glamurosa que me reservo para cuando llegue el momento. ¡Suerte que mi secador es de viaje, y no uno de casco de peluquería!

Sin duda, el embarazo es un apasionante camino lleno de detalles que serían totalmente absurdos fuera de contexto. Jamás me habían hablado del secador y, en cambio, sí que recuerdo a mi hermana con una faja tubular sentada encima de un flotador. ¿Cómo es que nadie me ha comentado nada de ello? ¿Ya no se utilizan estos complementos?

(Comentario foto: no hay mejor secador que el aire libre)

Listas, listas, listas

Mientras esperas la llegada de tu hijo pasa lo mismo que mientras esperas el día de tu boda (si es el caso): parece que lo menos importante es el amor y lo más decisivo es la distribución de los familiares en las mesas para la comilona.

Pues bien, mientras que mis preocupaciones y las de Q. se centran en el bienestar del bebé, en imaginarnos cómo nacerá y qué aspecto tendrá esta personita desconocida que pasará a ser de golpe, sin opción de marcha atrás, “nuestro hijo”, el mundo se empeña en llenarnos de listas.

La lista para la canastilla, la lista de la ropa de la madre para el hospital, la lista para que todo el mundo no te regale lo mismo, la lista de ejercicios físicos para evitar la episiotomía (el temido corte), la lista de todo lo que tienes que hacer antes del gran día…

Es curioso que la única lista auténticamente útil no exista. Me refiero a la lista de las excepciones, la que responda a todos los depende que vas encontrándote durante el embarazo: ¿Tendré un parto normal? Depende; ¿El niño comerá bien? Depende; ¿Cuántas horas dormirá?, Depende; ¿Tendré depresión posparto?, Depende. ¿Cómo será mi vida de pareja después?

Como una reina

Una de las mejores experiencias de estar embarazada es que me tratan como a una reina. Empezando por mi pareja y acabando por el señor del bar que cada tarde me recuerda que vaya con cuidado al sentarme en el taburete de la barra, no sea que me caiga.

De hecho, me habían contado muchas veces que aprovechara esta situación porque, como es bien sabido, el embarazo se acaba y, en el momento en que el bebé lanza su primero grito en este mundo, ya quedas relegada a un segundo plano.

No quiero incitar a nadie a que abuse de su situación. Os prometo que yo no lo hago. Es más, son las atenciones de mi entorno las que me invitan a relajarme y a reducir un poco el ritmo. Es como si el mundo se endulzara para decirte: este es un momento especial; vívelo sin complejos.

Ahora, si duermo más horas no soy una gandula, sino una embarazada que necesita descansar; si no recojo la mesa, Q. se levanta y prepara el lavavajillas sin más dilación. Y otra cosa muy importante: la última aceituna siempre es para mí.

Viernes Santo

Viernes santo. Comida familiar. Escena entre las dos abuelas.

Futura abuela 1: ¡Qué ilusión me hace tener un nieto!

-Futura abuela 2: Y a mi también.

-FA1: Tenemos que estar preparadas para cuando llegue el momento del parto y nos avisen para ir al hospital.

La FA2 no dice nada, pero asiente.

Veo que es el momento de intervenir y aclarar algunos aspectos antes de que sea demasiado tarde. Carraspeo y digo:

Por cierto, Q. y yo tenemos claro que queremos estar solos en el parto. Por lo tanto, no os preocupéis que ya os avisaremos. Tendréis tiempo suficiente para ver al niño todos los días. Las primeras horas de vida queremos estar solos los tres.

No les gusta nuestra decisión pero la acatan a regañadientes. Rememoran sus partos. Parieron en casa con la comadrona, las abuelas, las madres, las tías y hasta incluso una vecina que pasaba por allí y no quería perderse el espectáculo.

Reconocen que no se plantearon en ningún momento si querían estar solas o en compañía, ni tampoco de quién.

Brindo por la libertad de escoger. La mejor decisión siempre es la que uno desea.

¡Feliz Semana Santa a todos!

Un nombre es para siempre

Ya sabes el sexo de tu hijo. Querías una niña pero asumes que será niño. No pasa nada. A partir de ahora te parecerá que es mucho mejor tener niños que niñas. Lo importante –como te recuerda todo el mundo y, en certeza es así- es que nazca bien.

En este momento se estrena un debate apasionante: escoger nombre. Los abuelos no se cortan ni un pelo y barren para casa proponiendo algún nombre familiar que ha superado todas la generaciones; los amigos igual. Es fundamental pensar que, se llame como se llame, será para toda la vida.

Cabe evitar que nombre + apellido, pronunciado todo junto, sea malsonante y tener en cuenta las abreviaciones. ( Pensad cuando pasaban lista en clase…)

Escoger un nombre de un actor de teleserie es un salto mortal sin red: hoy puede sonar gracioso pero mañana hacer pena. ¡Ah! Jamás se debe poner el nombre de tu jefe por mucho que te guste (su nombre, se entiende). Sería un error gravísimo, sobretodo, si tienes conflictos laborales.

Y por último creo que los padres deben abstenerse de colgar a sus hijitos castigos divinos. Es bueno saber, por poner un ejemplo (y que nadie se me enfade), que Dolores proviene del latín doleo, que significa sufrir. Quien sabe. Quizás por ello la cantante de Pastora Dolo Beltrán tararea aquello de “no me llames Dolores, llámame Lola…”.

Segunda lección

¿Qué pinta el padre si decides dar el pecho? Cuando se habla de lo bonita que es la lactancia, del vínculo que se establece entre madre e hijo, del grado de conexión e intimidad, se habla muy poco de la función del padre.

En un libro sobre el tema, un padre explica que él es muy consciente que, al principio, el bebé a quién necesita sobretodo es a su madre. Cuenta que el padre puede cuidarle y mimarle pero que la biología manda y que la misión del hombre es garantizar que madre e hijo estén bien y tranquilos.

La lucha por la corresponsabilidad en la pareja tiene aquí un límite: el que establece la madre naturaleza.

Está claro que tenemos roles distintos y que nuestros papeles no son intercambiables pero, a pesar de ello, ¿por qué me parece que hay madres que aprovechan esta diferencia natural con algún otro objetivo? ¿Por qué veo a padres primerizos –tan primerizos como las mismas madres- sometidos a un tercer grado por sus parejas cuando cambian los pañales a sus hijos?

Comparto esta reflexión con Q. y me pregunta:

-¿Tú no me harás esto, verdad?

-Le beso y le digo: No tengo ni la más remota idea, pero sí te digo que me esforzaré por evitarlo. Y Por cierto, ¿tu tampoco me dejarás sola ante el peligro, verdad?

(Foto: es una cría de lechuza).