La historia de un embarazo o cómo la espera de un bebé pone a prueba una relación de pareja

Archivo de marzo, 2008

¿Un secador… para qué?

El otro día fuimos al hospital donde nacerá nuestro hijo. La comadrona nos entregó un papel impreso con todo lo que tendremos que llevar el día del parto para la higiene de la madre y del bebé (una de las listas sobre las que ha hablaba en mi anterior post). Mientras lo releía va y me dice:

-¡Ah! Es muy importante que traigas un secador.

-¿Un secador para el cabello?, le respondo pensado que la del hospital no es una habitación de hotel con secador automático de pared.

-No.

-Entonces, ¿un secador… para qué?

-¡Para los puntos…!

Q. y yo nos miramos y asentimos. De vuelta a casa intenté imaginarme la escena del secador (sin los complementos, está claro) en un lavabo de hospital de puertas endebles, en camisón y zapatillas…La verdad es que es una imagen muy poco glamurosa que me reservo para cuando llegue el momento. ¡Suerte que mi secador es de viaje, y no uno de casco de peluquería!

Sin duda, el embarazo es un apasionante camino lleno de detalles que serían totalmente absurdos fuera de contexto. Jamás me habían hablado del secador y, en cambio, sí que recuerdo a mi hermana con una faja tubular sentada encima de un flotador. ¿Cómo es que nadie me ha comentado nada de ello? ¿Ya no se utilizan estos complementos?

(Comentario foto: no hay mejor secador que el aire libre)

Listas, listas, listas

Mientras esperas la llegada de tu hijo pasa lo mismo que mientras esperas el día de tu boda (si es el caso): parece que lo menos importante es el amor y lo más decisivo es la distribución de los familiares en las mesas para la comilona.

Pues bien, mientras que mis preocupaciones y las de Q. se centran en el bienestar del bebé, en imaginarnos cómo nacerá y qué aspecto tendrá esta personita desconocida que pasará a ser de golpe, sin opción de marcha atrás, “nuestro hijo”, el mundo se empeña en llenarnos de listas.

La lista para la canastilla, la lista de la ropa de la madre para el hospital, la lista para que todo el mundo no te regale lo mismo, la lista de ejercicios físicos para evitar la episiotomía (el temido corte), la lista de todo lo que tienes que hacer antes del gran día…

Es curioso que la única lista auténticamente útil no exista. Me refiero a la lista de las excepciones, la que responda a todos los depende que vas encontrándote durante el embarazo: ¿Tendré un parto normal? Depende; ¿El niño comerá bien? Depende; ¿Cuántas horas dormirá?, Depende; ¿Tendré depresión posparto?, Depende. ¿Cómo será mi vida de pareja después?

Como una reina

Una de las mejores experiencias de estar embarazada es que me tratan como a una reina. Empezando por mi pareja y acabando por el señor del bar que cada tarde me recuerda que vaya con cuidado al sentarme en el taburete de la barra, no sea que me caiga.

De hecho, me habían contado muchas veces que aprovechara esta situación porque, como es bien sabido, el embarazo se acaba y, en el momento en que el bebé lanza su primero grito en este mundo, ya quedas relegada a un segundo plano.

No quiero incitar a nadie a que abuse de su situación. Os prometo que yo no lo hago. Es más, son las atenciones de mi entorno las que me invitan a relajarme y a reducir un poco el ritmo. Es como si el mundo se endulzara para decirte: este es un momento especial; vívelo sin complejos.

Ahora, si duermo más horas no soy una gandula, sino una embarazada que necesita descansar; si no recojo la mesa, Q. se levanta y prepara el lavavajillas sin más dilación. Y otra cosa muy importante: la última aceituna siempre es para mí.

Viernes Santo

Viernes santo. Comida familiar. Escena entre las dos abuelas.

Futura abuela 1: ¡Qué ilusión me hace tener un nieto!

-Futura abuela 2: Y a mi también.

-FA1: Tenemos que estar preparadas para cuando llegue el momento del parto y nos avisen para ir al hospital.

La FA2 no dice nada, pero asiente.

Veo que es el momento de intervenir y aclarar algunos aspectos antes de que sea demasiado tarde. Carraspeo y digo:

Por cierto, Q. y yo tenemos claro que queremos estar solos en el parto. Por lo tanto, no os preocupéis que ya os avisaremos. Tendréis tiempo suficiente para ver al niño todos los días. Las primeras horas de vida queremos estar solos los tres.

No les gusta nuestra decisión pero la acatan a regañadientes. Rememoran sus partos. Parieron en casa con la comadrona, las abuelas, las madres, las tías y hasta incluso una vecina que pasaba por allí y no quería perderse el espectáculo.

Reconocen que no se plantearon en ningún momento si querían estar solas o en compañía, ni tampoco de quién.

Brindo por la libertad de escoger. La mejor decisión siempre es la que uno desea.

¡Feliz Semana Santa a todos!

Un nombre es para siempre

Ya sabes el sexo de tu hijo. Querías una niña pero asumes que será niño. No pasa nada. A partir de ahora te parecerá que es mucho mejor tener niños que niñas. Lo importante –como te recuerda todo el mundo y, en certeza es así- es que nazca bien.

En este momento se estrena un debate apasionante: escoger nombre. Los abuelos no se cortan ni un pelo y barren para casa proponiendo algún nombre familiar que ha superado todas la generaciones; los amigos igual. Es fundamental pensar que, se llame como se llame, será para toda la vida.

Cabe evitar que nombre + apellido, pronunciado todo junto, sea malsonante y tener en cuenta las abreviaciones. ( Pensad cuando pasaban lista en clase…)

Escoger un nombre de un actor de teleserie es un salto mortal sin red: hoy puede sonar gracioso pero mañana hacer pena. ¡Ah! Jamás se debe poner el nombre de tu jefe por mucho que te guste (su nombre, se entiende). Sería un error gravísimo, sobretodo, si tienes conflictos laborales.

Y por último creo que los padres deben abstenerse de colgar a sus hijitos castigos divinos. Es bueno saber, por poner un ejemplo (y que nadie se me enfade), que Dolores proviene del latín doleo, que significa sufrir. Quien sabe. Quizás por ello la cantante de Pastora Dolo Beltrán tararea aquello de “no me llames Dolores, llámame Lola…”.

Segunda lección

¿Qué pinta el padre si decides dar el pecho? Cuando se habla de lo bonita que es la lactancia, del vínculo que se establece entre madre e hijo, del grado de conexión e intimidad, se habla muy poco de la función del padre.

En un libro sobre el tema, un padre explica que él es muy consciente que, al principio, el bebé a quién necesita sobretodo es a su madre. Cuenta que el padre puede cuidarle y mimarle pero que la biología manda y que la misión del hombre es garantizar que madre e hijo estén bien y tranquilos.

La lucha por la corresponsabilidad en la pareja tiene aquí un límite: el que establece la madre naturaleza.

Está claro que tenemos roles distintos y que nuestros papeles no son intercambiables pero, a pesar de ello, ¿por qué me parece que hay madres que aprovechan esta diferencia natural con algún otro objetivo? ¿Por qué veo a padres primerizos –tan primerizos como las mismas madres- sometidos a un tercer grado por sus parejas cuando cambian los pañales a sus hijos?

Comparto esta reflexión con Q. y me pregunta:

-¿Tú no me harás esto, verdad?

-Le beso y le digo: No tengo ni la más remota idea, pero sí te digo que me esforzaré por evitarlo. Y Por cierto, ¿tu tampoco me dejarás sola ante el peligro, verdad?

(Foto: es una cría de lechuza).

Primera lección

Una de las decisiones que has de tomar cuando estás embarazada es si haces clases de preparto y dónde. Para simplificar, he descubierto que tienes dos posibilidades: ir a tu ambulatorio y apuntarte a los cursos gratuitos que imparten o ir a un centro privado especializado en esta tarea.

La verdad es que se elija la que se elija cabe escuchar para acabar haciendo lo que te plazca.

Mi primera clase de preparto ha sido desconcertante. Me pasaron un video realizado en los países nórdicos protagonizado por unas mamás que nada tienen a ver conmigo ni con el resto de mujeres que había en la sala.

Se veía una mama rubia y sonrosada esquiando por la ladera de una montaña nevada. Llegaba a una casa de madera donde le esperaba un niño -como ella pero en pequeño- y sin perder la sonrisa se levantaba su grueso jersey y le daba el pecho. Hablaban de lo bonito que es amantar a sus hijos a demanda hasta edad avanzada y de las ventajas sociales que tenían como madre.

Vi en las caras de mis compañeras el desasosiego y que, claramente, la clase se dividía en dos grandes grupos. Las que están convencidas de dar el pecho hasta que el niño les pida dinero para irse de fiesta y las que se incomodan pensando en cómo se las arreglarán para ser una buena madre y volver al trabajo.

Y es que, amigos y amigas, estoy convencida de que aquí radica parte de las depresiones pre y post. Resumen de la primera lección: a partir de ahora viviré siempre con la psicosis de la duda de si las decisiones que tome sobre mi bebé serán las correctas. ¡Gloriosa y temida libertad!

Niño pequeño, coche grande

¿ Por qué muchas familias cuando tiene un hijo se compran un coche más grande? ¿Es necesario para llevar un niño de tres quilos arriba y abajo renovar el parque móvil familiar?

Q. y yo pensamos que no pero, claro, como somos padres inexpertos nuestros amigos con curriculum en el tema de la crianza nos repiten con sorna: “yo no digo nada pero cuando llegue el momento de ir de vacacione con la cama de viaje, las medicinas, la comida, la sillita, el cochecito, la bañera…y vuestras maletas, ya me lo diréis, ya…”.

Ponemos cara de circunstancias. Nos miramos pensando que no tenemos ni idea de la que se nos avecina.

Ahora empiezo a imaginarme nuestro coche tuneado. Con el adhesivo “bebé a bordo”, el recordatorio “no corras papá”, aquellos trozos de galleta y restos de leche en la tapicería que nunca más se irán, aquella sillita en la parte trasera que impide a dos adultos de talla normal sentarse como seres humanos, aquel chupete que desaparece por arte de magia, aquellas musicas infantiles con poca gracia…

Qué lejos han quedado los años en los que se metían en un 600 padre, madre, hijo, hija, abuela y canario. Una de dos: o hoy sobran trastos o nos falta sentido común.

Comentario foto: Entre comprarse un coche grande y llevar el niño en moto habrá un término medio, ¿no?