Q., el bebé y el ginecólogo son los tres hombres de mi vida en este momento. El primero, por elección; el segundo, por azar de la genética; y el tercero está a medio camino de los dos anteriores: lo eliges pensado que será un buen médico y hasta que no te estiras en la camilla, alzas las piernas y le miras a los ojos no sabes si realmente has tenido suerte o te has equivocado.
Este post se lo quiero dedicar a ese tercer hombre. Me percaté que elegí bien el primer día de la consulta. No sólo hablaba conmigo, como habían hecho otros ginecólogos, sino también con Q. y eso me hizo pensar que era una persona sensata.
Otro indicador positivo: siempre intenta tranquilizarme y evita magnificar las molestias que pueden aparecer al largo del embarazo. Y otro detalle que, he de reconocer, es una manía: no soporto a los médicos que son tan escrupulosos y respetuosos que se asemejan más a un cura que a un profesional de la medicina. Mi ginecólogo, diríamos, es un hombre la mar de corriente.
Un amigo mío, médico de familia, asegura que desconfiaría de cualquier ginecólogo o comadrona que no haya pasado por un parto antes (eso excluye, está claro, a los profesionales hombres). Dice que nadie conocerá mejor tu cuerpo y lo que sientes que otra persona que pueda compartir tu misma experiencia. ¿Creéis que es exagerada esta afirmación?