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El big data del alma

«El padre de tus hijos»: para leerlo tres veces y no parar de disfrutar

Todo en este libro de cuentos es de un altísimo impacto emocional, al menos para mí, que conozco a los personajes y al protagonista narrador, Daniel Gascón, del que soy becario y amigo y cuyo libro anterior, «Fake news», con viñetas y chistes, es uno más de la familia del Hipster 1 y 2 y mía.

El padre de tus hijos alude a una cita de Pinker, algo antropológico: quien se hace cargo de los hijos de otro hombre es un fracasado, «el paradigma del perdedor», un concepto que planea sobre algunos cuentos y sobre el mundo en general.

Son 16 relatos ya publicados, y bien releídos pero… puestos en fila, juntos, con tapas comunes, cogen vida propia, ese misterio (vida propia ¿?), se crecen y se apoderan de sí mismos o se autoempoderan, forman un bloque motor compacto, indestructible. Como una novela o una(s) vida(s) en marcha. Las colaterales, a veces tan fuertes como la principal, esos hilos raros que se enredan. Los sempiternos demás.

El padre de tus hijos funciona cual novela pero sin las pegas de una novela. O sea, vuela ligero, a lomos del bionarrador veloz: cuando llegas ya se ha ido al cuento siguiente.

Que se complica como la vida misma/o.

Los cuentos van con el tiempo y por eso el arranque es simpático y juvenil, adolescente, infantil, feliz con ironía fina y el triple escrutinio irónico:

-autoexamen

-los demás

-el mundo

A veces todo en una frase. Apenas son ficción, son vidas colaterales, todas las vidas son colaterales.

Luego va pasando el tiempo, los erasmus, la vida real, siempre tan variada/aburrida. Avanza la autobiografía por la raya a veces difuminada de la ficción, corre el tiempo, pero queda tiempo. Eso es lo mejor del principio, es un libro inaugural, el depósito a tres cuartos, casi lleno… luego se van haciendo mayores, jóvenes, adultos, los cuentos y los personajes, el juego se vuelve serio, llegan los cónyuges, hijos, tanteos, tonteos, trabajos… alguien muy cercano muere, y marca el resto de la historia. Es un anticipo, la información aquella de Amis (a su vez ripeado)… la cosa se complica. La ausencia del finado ocupa más que la presencia, lo ocupa casi todo siempre… si se lo ha merecido, como es el caso.

Pero aparte de ese anticipo decisivo pero inverosímil (la muerte es abstracta hasta que la ves de cerca, eso dicen), los cuentos no llegan a ese tramo final, el autobiopic es espléndido también por eso, está aquí, en plana vidalife, cuando lo otro no existe o es abstracto.

 

«Sólo me faltaba gustarle a la chica que me gustara a mí».

Siempre con humor, o sea, penetración e inteligencia, visión amplia y micro en la misma frase, inapreciable a simple vista, directo al fondo de la in-consciencia. Escenas cómicas sin pretenderlo (o sí), escenas del natural, escenas reales con personas de verdad que, si las conoces, las ves en el acto. Si no, también y aun mejor.

En medio, la vida, lo que pasa, los trabajos, la industria cultural, el mundo clavado en una frase, son cuentos hiperrealistas (en cuanto a los demás), documentadísimos, comprimidos, rigurosos, dan el mundo en su fórmula cabal. El vecino que amenaza con matar al perro que ladra en la casa ailada de vacaciones, esa preocupación, la excursionista francesa desaparecida en el Pirineo que reaparece a las dos semanas cuando su familia ya se ha ido, lo que puede estar pasando entre los que cubren esa primicia…

Las terceras personas son fundamentales, siempre hay alguien más rondando. Y si no, se inventa (hay un cuento de eso).

«Y me sentía tacaña emocionalmente, quizá la peor forma de ser tacaña».

«El tiempo, parecían saberlo, estaba para eso No había otro sitio donde estar. En cambio, daba igual lo que él estuviera haciendo: la vida siempre estaba en otra parte.»

O el simple título de algunos cuentos:

«A veces en la piscina pienso en la muerte de mi marido».

A la vida enjueguecida infantil y juvenil le llega el ciclo adulto, no enterarse de nada, hijos, divorcios, cónyuges, trabajos, pisos que reparar, comunidades de vecinos, terceras personas… ¡sesgos vitalicios!

En fin, para leerlo tres veces y no parar de disfrutar en la cuarta.

 

 

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