Veinte Segundos Veinte Segundos

El big data del alma

Un beso tan antiguo y nuevo

Hablando se entienden, aunque sea en jergas diferentes, en grafías inversas, en tonos inaudibles.

Lo intentan y eso ya es mucho. Se puede probar, probar a ver. Alguna vez ha funcionado.

Quién sabe, lo que sea, diga usted una frase cualquiera, sin pensar, y así vemos el tono, la intención.

Se acercan, se temen, se ignoran, se podrían hasta despreciar, nada les importa fuera de su piel, sus ideas estomacales.

Nada traspasa sus células blindadas prevenidas siempre en alerta roja naranja amarilla, ni una molécula podría atravesar esa costra ideal.

Que se abre enseguida, un poco de timidez (la peli Tímidos anónimos), un poco de acercarse, eso es.

Tentativas, acaso plegarias, diálogo interior con los miedos, los tiempos.

Miedos fosilizados, miedos de pasados remotísimos, gorilas en el lago Kivú… ¡numerosísimos!

Hcer cosas, acercarse a alguien, quizá se deje, quizá diga algo nuevo, inesperado, imprevisto (pero no demasiado).

Quizá lo mismo que ha contado siempre, mil veces, se pueda ver desde otra luz, la luz de hoy, y surja una revelación… un principio de acuerdo.

Algo que no sea mera violencia.

De un contenido de cinco mil años sale un beso, un bajorelieve recién excavado debajo de unos escombros

sale un beso inaugural.

Podría ser la previa del G7.

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