Veinte Segundos Veinte Segundos

El big data del alma

Cuidado con la IA que yo he creado, huy

Gran animación ciudadana, ciudades llenas, autovías a pares, puentes cancelados, aviones dando vueltas buscando dónde aparcar, aeropuertos vacíos como museos, pueblos de nuevo calmados, vaciedumbre hispana, secarrizos tiesos, pantanos y ríos que se cruzan a pie.

Un vice de Google que inventó grandes avances para la IA (ia) dimite a los 75 y avisa que esa ia ha cogido mucha velocidad, cosa que venimos oyendo y quizá viendo pero nos da igual porque siquiátricamente estamos saliendo de una pandemia y sólo queremos vivir un poco más indefinidamente (la eternidad es para los billonarios) y hacer chorradas y disfrazarnos y ser celebritísimas por un rato en familia, pueblo, calle, barrio, Hollywood, Metmet, cada cual en su ambientazo residual crepuscular. Solo queríamos vivir un poco recuperar el pasado no bailado y tal vez pagar la luz, en el atrio o vestíbulo blindado acristalado del Banco España una pareja de mayores intentan atravesar el cordón de guardiaciviles prejubiladísimos que con paciencia infinita explican el protocolo el citapreviaje, los mayores quieren comprar bonos de Tesoro, que ya han oído, y quizá son los últimos, que el Estado extractor paga más intereses que los bancos privados, que se resisten a soltar un céntimo por sus ahorros, los ahorros de estos mayores, que el guardia les explica que cada día 12 se abre la veda y que si se ha agotado la oferta del Tesoro les corresponderá el mes siguiente bla bla.

Una funcionaria maneja el dinero con guantes azules de plástico, de fregar o de hospitalear, y en ese marco marmóreo — el BdE y el helicóptero de la Nacional, que da una vuelta entre semana, son los símbolos vivos del Estado aquel– impresiona ver los guantes azules para tocar el dinero, no vaya a ser. (A un ministro no le han dejado pasar a un acto provincial o autonómico, y el jefazo de una diputación gallega, jefazo hereditario, sigue conduciendo a 200 por hora por sus feudos sin problemas, y la ley de pisos tendrían que gestionarla las ccaa’s de su capa un sayo), y los humedales no se sabe bien de quién son qué.

Y se anima todo de nuevo las cajeras del súper del CI no dan a basto de sí y los códigos de barras se ponen rusientes al ser leídos por sus máquinas que aun no saben descifrar esos códigos o quizá sí. El hombre de Google ha dimitido a sus 75 años y se arrepiente un poco de haber colaborado tanto a esta oleada de máquinas más listas que sus padres y madres.

Pero nos da igual que los robots y el CC nos quiten algo cuando ya hemos perdido casi todo tantas veces… menos las ganas.

Qué ganas de todo.

Lo de Francia cuidado.

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