Veinte Segundos Veinte Segundos

El big data del alma

X, Y, Z…

Hay territorios, comunidades, países que bajan o quitan los impuestos para atraer a empresas y billonarios, y hay otros que mantienen la presión fiscal. En el mundo y en cada país. En Españacada CCAA hace lo que quiere. En Europa, lo mismo.En el planeta, igual.

Hay paraísos (infiernos) fiscales, lugares para evadir impuestos. Las empresas y los billonarios llevan sus sedes sociales y sus negocios a esos mal llamados paraísos.

El mundo es un desastre, está mal desorganizado. La Unión Europea podría unificar la política fiscal, pero no lo hace. Ni siquiera ahora, que se unifica a la fuerza por pandemia y guerra.

Estos evasores se libran de pagar impuestos y además están bien vistos, la globalización es eso, o también eso.

Puede ser que la degradación global sea mayor que los beneficios de estas evasiones estandarizadas. Y puede ser al revés.

Lo ideal, con los clásicos, sería un término medio. Algo para tí y algo para mí. Si todo es para uno el otro puede rebelarse, suicidarse, dejarse morir, no hacer nada.

Puede dejar de comprar y de alquilar, pero alguien en otra parte lo hará.

Por todas partes se critica la financiarización extrema a la que hemos llegado, la mercantilización de cada milésima, la cuantificación en beneficios o pérdidas hasta el último céntimo, el abandono del cliente.

Hay quien va a una tienda para recordar la vida anterior que quizá no llegó a conocer. Las tiendas son los museos del pasado.

La artesanía, los comestibles a granel, el pequeños comercio.

Las vidas son tasadas hasta en el gesto más trivial. Quizá ha sido siempre así pero no se podía medir ni vigilar con tanta precisión. Y lo que falta por medir. Quizá este exceso sea bueno de alguna manera que de momento apenas llegamos a imaginar. Al estar sufriendo en caliente la transformación notamos más el roce, el cambio acelerado de método, de vida.

Hasta en el gesto más trivial entra el algoritmo.

Nos sentimos a veces exprimidos. A veces por nosotros mismos. Sentimos el famoso peso de la historia en nuestras carnes y en nuestras miradas.

El propio capitalismo se propone de vez en cuando ser mejor, no ser tan dañino, reformarse algo.

Pero no hay nada que hacer porque la velocidad ya es excesiva, y el que aguanta en vida se consuela con el móvil, auténtico consolador vibrador.

Tan adaptados al estrés veloz que un día imprevisto sin nada que hacer es un tormento interior insufrible.

La mutación se produce en unos pocos años, menos que el ciclo de una generación… que ahora son larguísimos. El cambio comprime y exprime a diez generaciones… hasta hay que nombrarlas con letras X, Y, Z…

Un día no programado.

 

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