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El big data del alma

De dónde salen esos mosquitos tan pequeños

Lo más llamativo de esta temporada en el infierno de los datos y la llovizna falsa que no llena pantanos son esos mosquitos diminutísimos, ínfimos mosquitos o drones espía de los imperios decadentes y emergentes a la vez.

Las casas y chiringuitos tienen siempre esta temporada uno o varios mosquitos diminutos, quizá es delirium tremens de abstinencia informal (peor que el otro). ¿Usted los ha visto?

¿Algún comité de expertos secreto les ha mirado el adn?

Los mosquitos mini están por todo. Son tan pequeños que no caben en los telediarios.

Son tan pequeños que no les afecta el frío. Viven directamente en el pensamiento. Su presencia es la prueba de que existe el pensamiento y que se materializa en estos bichitos ecuménicos.

Lo que vuela es más espiritual que lo que serpea, al menos hasta el Concilio de Nicea.

Bajo un Mundial extraoficioso hay golpes de Estado o intentos, Castillo en Perú, pronazis en Alemania. Cada país tiene sus golpes y sus demonios, siempre prestos a saltar.

Cada país, cada casa, cada zombi resucita cuando puede. Quizá estos micromosquitos (por llamarlos de alguna manera) son golpistas posmodernos al acecho.

El golpismo posmoderno o antiquísimo está en oferta en black friday permanente desde que el trumpismo sacó al bisonte a tomar el Capitolio.

De Biden no se oye nada. Ucrania se ha ocluido un poco.

Calles y bares esp siguen a tope con o sin luces con led o con bombillas de tungsteno la navidad consuma sus compras y la calle es nuestra de nuevo.

Bares petados, tapas y copas, comilonas de empresa, siempre ecológicas y esbeltas, las calorías no pasan por ellas, por las cenas de empresa que no ha quebrado todavía: copeo, sarao, salsismo o salseísmo.

Bareo, tapeo, salseo, burofax.

La calle hierve bajo la lluvia que también es de mentira al menos no cobran por mojarse, de momento, quizá los gobs y sus allegados innúmeros familiares colocables hasta el último legislable minuto añadan algún ibi a la lluvia, según sugieran los socios copago de llovizna iva extra al paraguas.

Llueve como en Macondo aquella semieternidad y a ratos vuelve el calor que viene el humo de Ucrania tantas bombas algunas en prácticas nos van a matar a todos los misiles perdidos aguantan hasta que se les acaba el plutonio uranio empobrecido como la clase media extinta.

A la premio Nobel Annie Ernaux da gusto leerla, es tan concisa y tan distante que consigue una cercanía por falta de artificio o por naturalidad inversa, sencilla claridad de sentimientos sin remilgos. La descubrió mucho antes del Nobel Aloma Rodríguez, que la ha entrevistado más de cerca/dentro que nadie y la ha acompañado en muchas reseñas deslumbrantes, Aloma Rodríguez a Annie Ernaux.

Tersa prosa vibrando sobre el corazón y las cosas, el alma y las cosas, grandes diminutas novelas y cuentos de Ernaux.

Julio José Ordovás escribe sobre el diálogo que Michel Onfray y Michel Houellebecq mantienen en una revista sobre la decadencia de Occidente.

Julio José Ordovás clava un final definitivo (spoiler) a su columna:

«La pregunta que uno no puede evitar hacerse es si somos los españoles conscientes de nuestra decadencia. Yo, la verdad, no lo tengo claro. A fin de cuentas llevamos tanto tiempo instalados en ella que ni la vemos ni nos preocupa.«

Occidente ha perdido la mayúscula, que es el clavo por donde empiezan a diluirse los imperios o lo que queda de ellos que son las civilizaciones.

Y estos mosquitos pequeños que son las polillas del Siglo de Oro, la pululancia del cráneo robado de Goya y las pelusas y migas y cenizas de Antonio Machado.

Lo más llamativo ecológicamente hablando del CC o cambio climático son esos mosquitos ínfimos que pululan por todas partes y que no salen en las teles porque las cámaras no los pillan. Ni el algoritmo (algorTimo) de la IA.

Esos micromosquitos quizá son drones espía de alguno de esos imperios emergente-languidecientes, enjambres o nubes de minúsculos herbívoros del aire.

A lo mejor salen del wifi, o del 5G que decía Bosé.

 

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