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El big data del alma

Resignación y barbarie: dos mil muertos menos

Nadie escucha nada. Esto ya pasaba antes, pero se ha acentuado con el momentum pandemónium.

El que ha sobrevivido es porque bloquea las entradas de info superflua, que son todas.

Incluso en la intimidad de la familia, o en la SuperIntimidad de un@ mism@ consigo mismo, nadie escucha a nadie.

El zumbamiento es universal. La única certeza es el silencioRuido.

Las microondas del Primer Día, el insidioso crepitar del universo antiguo, ese crcrcrcr.

) Que también puede ser el ruido del hambre (

[ Esto de arriba es un paréntesis invertido: que da un poco de yuyu ]

La SuperIntimidad sería la máxima escucha, lo que un pobre cerebro torturado se dice a sí mismo entre los espasmos del coronavirus omnipresente.

Crcrcrcrcr

 

¡Dos mil muertos menos!

Cada cual es una emisora implacable en la gran cacofonía ruidista del infierno.

En general, se puede aparcar. Y en las tiendas te dan gratis unto espeso elixir fresco que es el bautismo de la rareza normativa.

La rareza legalizada por fin.

 

Ya todo es normal.

.

Y así se recortan los muertos, ¿y esos dos mil que ya no son, quiénes eran?

¿Han resucitado? ¡No habían muerto?

¿No habían quitado el limbo?

La aurea precaritas ha llegado hasta los muertos.

Ni muerto se puede estar tranquilo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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