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El big data del alma

Presidente encargado

Sánchez reconoce a Guaidó como presidente encargado de Venezuela.

El problema es la palabra «encargado».

El adjetivo le quita poder al cargo. Le limita.

Trump no es presidente «encargado». Ni siquiera May o Macron cargan con ese epíteto.

En realidad, todos los presidentes de democracias son unos encargados… Hasta las próximas elecciones. Pero no se dice así. Y nadie lo vive así.

A Guaidó no le entrevista Jordi Évole. Y esa asimetría es lo que le quita prestancia. Por eso es solo «encargado».

Évole debería entrevistar a ambos… a la vez. Como el típico debate electoral, pero sin elecciones.

Maduro va a acabar deteniéndose a sí mismo por exceso de celo.

En un descuido se manda a sí mismo a Guantánamo, donde le guardan un camastro.

El problema de Sánchez, ahora que se ha puesto del lado del bien, es la palabra «encargado».

Que se la pueden adjudicar a él. Una vez que pones una palabra a circular, le insuflas vidilla y ya no la puedes parar.

Sánchez es un presidente encargado: se autoproclamó legalmente para convocar elecciones y, mientras tanto, gobierna de encargo. Coloca de encargo. Decreta de encargo. Viaja de encargo.

Y hasta homologa a otro presidente de encargo.

Como lo de Venezuela se puede prolongar durante décadas, el duopolio Maduro-Guaidó o viceversa, Sánchez va a tener un espejo en la historia que le recordará que él es también un presidente encargado o interino.

El duunvirato Maduro-Guaidó siempre es mejor que la guerra civil/mundial. Puede haber un país bicéfalo, con sus aliados de cada cual, colocando a sus amigotes al 50% y repartiéndose el petróleo sin reñir. Peor es la guerra.

 

 

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