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El big data del alma

Soraya y Casado: el silencio del poder

Entre los dos no han soltado ni una sola idea. Es la campaña más difícil del mundo: como personas educadas solo hablan del tiempo.

Pierden una ocasión única para debatir en público sobre España, política, y para explicar –gratis– sus programas de gobierno, si los tienen.

Las primarias peperiles interesan a todos, al menos a sus votantes potenciales, a sus rivales, a las vastas franjas intermedias.

Soraya y Casado desperdician alegremente esa expectación. ¿Por qué? En todo caso su desidia por duplicado es un desprecio a sus votantes, los que perdieron, los que tendrían, los que podrían tener. Y también, y especialmente, es un desprecio al país, que asiste perplejo a un juego de ocultaciones y fingimientos difícil de descifrar.

La razón de esta desidia o pereza o cobardía puede ser que todavía no han asimilado lo que les ha pasado: que han perdido el poder.

No es fácil asimilar ese golpe repentino, esa pérdida de cargos, dinero, influencia, mangoneo… ¡han perdido el control del Estado!

El que manda no suele explicar nada ni proponer nada: ejecuta, decreta, adjudica…

El ejemplo de este modelo silente es Rajoy, cuyo último acto de gobierno fue pasarse toda la tarde en un restaurante.

(Sánchez-84 todavía no manda: coloca, aplaza, suspende, paraliza, anuncia, oculta (la amnistía montórica)… Por eso salió hace dos días a explicarse y a decir haré esto, haremos lo otro, bla bla.)

Esta pareja de finalistas de OT —Soraya y Casado— no han asumido la pérdida del poder. Es lógico, a cualquiera le pasaría. Ambos han crecido en el seno del mangoneo. Creen que todavía están en el poltrón, con el botón del 155 al alcance del dedo. Ahhhhh.

Esa es la única explicación de que en vez de aprovechar estas primarias para hablar ya como candidatos al Gobierno de España se dediquen a conmover a los cuellos de sus camisas. Todo esto te daré si me adoras, etc.

Escriban cien veces en sus tabletas: Sánchez es presidente, Rajoy se ha ido, lo han echado. ¡Ya no estamos en el gobierno!

Todavía les quedan una horas para hacer una campaña que pueda conmover –y acaso convencer– a un público más amplio que Bárcenas.

 

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