Asociamos Beverly Hills a la piscina impoluta, al césped recién cortado y de un verde tecnicolor, a la mansión californiana de fachada perfecta como la crema de un pastel. Quienes se encargan de mantener esa visión cinematográfica sin embargo no forman parte de la fantasía, son invisibles para los dueños del paraíso.
«Me interesa mostrar el otro lado de las cosas, la parte más real, la que yo veo» dice el artista californiano de origen mexicano Ramiro Gomez Jr. El acento en el apellido ha sucumbido a la gramática gringa, representa «la primera generación» de su familia nacida en los Estados Unidos. Hijo de un conductor de camiones de la cadena de hipermercados CostCo y de la encargada de mantenimiento de un colegio, nunca se le pasó por alto que sus padres hicieron de él y su hermana un proyecto de futuro, asegurándose de que sobresalieran en los estudios, aguantando trabajos de jornadas agotadoras sin cuestionarse nunca el sacrificio.
En Happy Hills —Colinas felices, en referencia a Beverly Hills, West Hollywood, Laurel Canyon y otras zonas asociadas a la fama y al dinero en Los Ángeles— el artista pinta figuras humanas troqueladas sobre cartón, el típico cartón marrón de las cajas de mudanzas, un soporte nada fino ni caro, pero resistente y efectivo.
No representa a las celebrities que habitan en los barrios altos, sino a mujeres y hombres del servicio doméstico, jardineros, niñeras y señoras de la limpieza que simbolizan «la fuerza de trabajo hispana», en este caso encabezada por los mexicanos.
Los escenarios en que el artista abandona sus obras corresponden al personaje. Los jardineros habitan hermosas extensiones verdes de setos perfectos, las niñeras vuelven a los parques. Gomez da presencia a los que «trabajan sin descanso entre bambalinas» para que nadie olvide que esas perfectas postales del paisaje hollywoodiense tienen un autor que debe ser «reconocido» y no invisibilizado.
En el entorno pausado del estudio, pinta sobre lienzo y también modifica fotografías de revistas de decoración, a las que añade la presencia de una fatigada limpiadora en un elegante salón o de un limpiador de piscinas en el jardín de una mansión.
En una entrevista grabada en vídeo para la revista estadounidense The Atlantic, Gomez hace mención al «sueño americano» y se cuestiona su existencia cuando reflexiona sobre el futuro de sus padres. «Sigo viendo las manos cansadas y arrugadas de mi padre, sigo viendo a mi madre volver a casa del trabajo cansada (…). Entiendo que mis padres van a trabajar hasta que no puedan más. Eso no es algo que pueda aceptar fácilmente». Cada figura de cartón, sin rostro y absorbida por la tarea de embellecer, mantener, limpiar y cuidar, es un ejemplo mudo de una dedicación ninguneada.
Helena Celdrán
Con lo hermoso que es el cuerpo, siempre hablando de arte con caricaturas del ser humano, incapaz de aceptarse como es… un fracaso evolutivo de millones de años
https://www.youtube.com/watch?v=rizsVyRfMYo
20 noviembre 2015 | 20:21