El «almacén de espacio» del fotógrafo-aviador Alfred Buckham

Alfred George Buckham

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El piloto Alfred George Buckham (1879-1956) jugaba un envite con el destino cada vez que se elevaba del suelo y volaba. Tenía mala salud, pulmones débiles y poca fuerza muscular. No había podido ir al colegio porque caía enfermo cada dos por tres y tuvo que escolarizarlo un tío materno con tiempo libre y vocación.

Nadie en el círculo familiar entendió qué pretendía aquel mequetrefe cuando se alistó en la aviación militar británica en 1917, pero no sólo le aceptaron, sino que hizo carrera: en la I Guerra Mundial fue ascendido a capitán y promovido a un puesto recién creado, jefe de la división de fotografía aérea.

Hizo muchas fotos desde allá arriba para la Royal Naval Air Service: tomas verticales y planas de reconocimiento que pretendían fijar objetivos bélicos y delimitar la posición de los ejércitos enemigos y sus piezas de artillería. La cámara apuntaba hacia el suelo y el objetivo estaba encajado en un hueco del fuselaje, abierto en la parte inferior del avión. En los escasos momentos de tranquilidad, Buckhman alzaba la vista. En el cielo era otra persona, un ser fuerte y libre.

Alfred George Buckham

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Tras el final de la guerra se hizo con una enorme cámara de madera con placas de cristal fotosensible y decidió dejar de mirar al suelo. Se ataba con una cuerda al fuselaje de su fiel biplano Sopwith Pup y soportaba sin queja, con la mirada encendida de alegría, las temperaturas bajo cero y las frecuentes salpicaduras de aceite hirviendo que escupía el motor. Al mismo tiempo que pilotaba, hacía fotos.

En las décadas de los años veinte y treinta sobrevoló la arisca espuma del Atlántico, el dorado Sahara, la solemne Amazonia, los silenciosos Andes, las placenteras campiñas inglesas y las patricias urbes europeas…

Se acercó temerariamente a conos volcánicos en erupción, serpenteó entre las descargas eléctricas de las tormentas tropicales, tuvo que explicar a recelosos funcionarios administrativos que aquello era una locura personal y no un trabajo de espionaje —llevaba encima un certificado expedido por el FBI en el que constaba que era «una persona de fiar pese al acento británico»— y sobrevivió a nueve aparatosos accidentes. Del último creyeron que no saldría con vida porque tenía una feísima y honda quemadura que le abrasó el cuello y la laringe. Tuvieron que instalarle una cánula y perdió la voz. A los pocos días de salir del hospital, todavía convaleciente y sólo capaz de comunicarse con gruñidos, volvió a subirse a un avión. No hacen mucha falta las palabras si estás volando.

Alfred George Buckham

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No reduciría las miles de fotos que hizo Buckhman desde el cielo a la categoría casi cartográfica de la fotografía aérea. La mirada del piloto inglés era horizontal y muy profunda: le importaba tanto lo que estaba abajo como lo que tenía arriba, enfrente y atrás. Para fijar un referente, una unidad humana en la  desmesurada extensión celestial, utilizaba la imagen cercana de otro avión, la silueta escasa y siempre milagrosa de una maquina sostenida en la nada.

Pocos cielos fotográficos me parecen más dignos de ángeles y promesas que los de Buckham. Algunas de las imágenes [las Galerías Nacionales de Escocia tiene una excelente colección online y en esta página hay bastantes más] merecen la bendición de algún verso de Rilke: el cielo grande, lleno de magna contención, / un almacén de espacio, un exceso de mundo.

Ánxel Grove

Alfred George Buckham

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1 comentario

  1. Dice ser Jostias Pedrín!

    MARAVILLOSO!!!!!!!

    Gracias chicos Helena&Anxel!

    Salut! 😉

    05 julio 2012 | 20:48

Los comentarios están cerrados.