Entradas etiquetadas como ‘Mussolini’

¿Por qué PP y VOX no condenan la dictadura de Franco?

Hoy encontré mi primer carnet oficial de periodista (nº 5.083 de 1970). Me obligaba a observar la moral cristiana y a guardar fidelidad a los Principios del Movimiento impuestos por un dictador elegido no por los votos de los españoles sino «por la gracia de Dios».

Mi primer carnet oficial de periodista

Observar la moral cristiana y guardar fidelidad a los Principios del Movimiento dictados por Franco.

Cinco duros del «Caudillo de España por la gracia de Dios». Mil años antes, Abderramán III fue Califa de Córdoba «por decreto de Alá».

Me estrené sin prensa libre hace 53 años y me ha dado repelús pensar en lo que podría pasar en el gobierno de España después de 23 de julio. Me da mala espina que la coalición PP-VOX pueda gobernar pronto España sin haber condenado expresamente la dictadura de Franco.

Carnet oficial obligatorio para poder ejercer el periodismo.

¿Por qué son tan reacios a mostrarse anti franquistas? ¿Acaso le tienen querencia a aquel régimen fascista y cruel, inspirado en Hitler y Mussolini, que privó de libertad a los españoles durante 40 años? Me cuesta entenderlo.

Una recomendación que circula por las redes contra los mensajes de odio.

La lona del odio, en el centro de Madrid, retirada por la Junta Electoral no por su contenido delictivo sino porque aún no había comenzado la campaña.

Sobre todo, me perturban y preocupan que tantos jóvenes, que no sufrieron la Dictadura, sigan las consignas de odio (homófobas, racistas, xenófobas, machistas, etc.) sembradas por VOX, el socio predilecto del PP. Se acercan tiempos duros para la libertad. No es bueno que todo el poder (local, regional y nacional) se concentre en las mismas manos que no condenan el franquismo. ¿Qué hemos hecho mal los demócratas?

La gaviota del PP alimenta al águila imperial de Franco.

Ahí van dos artículos de El País que recomiendo sobre la Ley de Memoria Democrática que la derecha quiere derogar.

La incómoda memoria

Para un sector radical de las sociedades recordar parece ser más bien una amenaza y no un paso necesario contra la repetición del horror

Hay dos formas a través de las cuales una sociedad puede enfrentar un pasado traumático en el que en un país la obra humana dejó muchas víctimas, incluyendo personas asesinadas, desplazadas o exiliadas. Tema que en varios países se ha convertido en una suerte de Rubicón que polariza posiciones políticas tras lo cual se suele esconder, en realidad, la diferencia entre tolerancia e intolerancia.

Un camino es el de la recuperación de la memoria histórica. No sólo como homenaje a las víctimas, sino como mensaje, para el presente y futuro, de hechos graves que deben conocerse —y conocer las nuevas generaciones— para que jamás se repitan. La otra forma es la opuesta: el olvido, lo que podríamos llamar la “volteada de página”, en nombre de una idea abstracta de la “reconciliación” que omite conocer la verdad. Borrando hechos que generaron miles y hasta millones de víctimas, dando pie a la impunidad y una sociedad que prescinde de su memoria, con el pretexto de la conciliación.

Lo que está detrás de esta contradicción suele ser un pasado terrible. Que va, por ejemplo, desde los genocidios hitlerianos o polpotianos y la Guerra Civil española hasta los asesinados por dictaduras sangrientas en el cono sur latinoamericano (Chile, Argentina, Uruguay) en los setentas y ochentas, llegando a las decenas de miles de muertos en Perú, tanto por la acción del terrorismo como por agentes del Estado. Y hay muchos otros casos más en la región y en el mundo.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.

Así como ha habido sucesos gravísimos que no merecieron particular expurgación, memoriales o “comisiones de la verdad” o, en fin, políticas públicas de promoción de la memoria y de homenaje a las víctimas.

Sin duda la política pública “sanatoria” más espectacular en las últimas décadas ha sido la de la Alemania reconstruida luego de la tragedia de la Segunda Guerra Mundial. Para cualquiera que visite el país no queda sino inclinarse con respeto ante los impactantes resultados pasos para no arrojar bajo la alfombra las atrocidades del nazismo desde la década del 30 del siglo pasado y durante la Segunda Guerra Mundial con varios millones de objetivos de persecución, destrucción o muerte por pertenecer a una determinada raza, etnia o nacionalidad.

Millones de judíos, disidentes políticos, gitanos, homosexuales, personas con discapacidades físicas y mentales fueron objetivo de destrucción o matanzas por pertenecer a una determinada raza, etnia o nacionalidad. Quedaron para la memoria los nombres de campos de concentración como Dachau, Buchenwald, Mauthausen o Auschwitz-Birkenau (Polonia). Conversando con la gente se puede constatar el espectacular impacto de esos memoriales y de la educación pública alemana han tenido en las generaciones que aún no vivían cuando los horrores del nazismo.

En otros países el relativo silencio frente a sus propias responsabilidades en la historia de hechos terribles y en la misma Segunda Guerra Mundial no ha sido, sin embargo, materia de especial “memorialización” como, por ejemplo, el Japón.

Pero fuera de esas grandes hecatombes mundiales de obra humana ha sido más bien en conflictos y situaciones “internas” de algunos países en las que se ha visto más vivamente la existencia o no de políticas públicas claras y consistentes. En torno a ese tema, por el contrario, por razones de política interna muchas ha sido materia de controversia y hasta de propuestas regresivas. En estos días en España, por ejemplo, dentro de la recién iniciada campaña electoral de cara a la elección del 23 de julio llama la atención la postura de los candidatos de la derecha de, por ejemplo, derogar la Ley de Memoria Democrática. Uno de los objetivos de esa ley es, precisamente, reconocer a quienes padecieron persecución o violencia, por razones políticas, ideológicas, de pensamiento u opinión, de conciencia o creencia religiosa, de orientación e identidad sexual, durante el período comprendido entre el golpe de Estado de 18 de julio de 1936, la Guerra Civil, la dictadura franquista hasta la adopción de la actual Constitución en 1978.

En el contexto latinoamericano se han dado en las últimas décadas varios pasos notables —literalmente “memorables”— de lo primero, es decir de recuperación de la memoria histórica. No sin tensión y contradicción con quienes, desde el conservadurismo extremo, prefieren el olvido y que no se hable de hechos y responsabilidades atroces.

En los últimos 20 a 30 años se han dado pasos importantes en la región para mantener la memoria para que hechos terribles sean conocidos por las futuras generaciones para que no se repitan. Por ejemplo, el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos en Santiago de Chile referido a la larga dictadura de Pinochet o el Lugar de la Memoria (LUM) en Lima sobre el conflicto armado interno generado en el Perú por el accionar terrorista de Sendero Luminoso y las atrocidades en las que de ello derivó en responsabilidades graves de agentes de instituciones del Estado. También el Museo Sitio de Memoria, localizado en lo que fue la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) en Buenos Aires, centro de detención y exterminio durante la dictadura militar entre 1976 y 1983 de miles de detenidos y desaparecidos, muchos de los cuales perecieron en los “vuelos de la muerte”.

Siendo las cosas así, el hecho es que para un sector radical de las sociedades recordar parece ser más bien una amenaza y no un paso necesario contra la repetición del horror. Si en la España de hoy hay quienes promueven en su discurso político voltear una página del pasado que parece incómoda para algunos, algo parecido ocurre en una Latinoamérica ya contagiada del virus global de la polarización política. Algo de ese mismo espíritu retardatario flota en otros lares.

Es lo que pasó en Lima con el LUM, espacio de memoria inaugurado el 2015 con la cooperación de Alemania. La exhibición arranca precisamente recordando cómo fue que se inició en 1980 la violencia terrorista de Sendero Luminoso que ensangrentó al país durante veinte años.

Pero, como no podía ser de otra manera, en el LUM la exhibición trata también de las víctimas de graves violaciones a derechos humanos cometidas desde el Estado, algo que para algunos extremistas es mejor omitir. Así, la autoridad municipal en Lima, en manos de un grupo político de extrema derecha, ordenó abruptamente el cierre del LUM con objeciones administrativas que pudieron haber tenido otro manejo. Por el momento la crisis ha sido superada pero ya se sabe de la espada de Damócles que pende sobre su funcionamiento dentro de un contexto político general cada vez más tenso y de regresión.

No deben sorprender estas corrientes de regresión que buscan cancelar la memoria y que se repita y extienda por otros países. Y que, con ello, se pretenda borrar de la historia hechos graves. Que deben ser conocidos y recordados como datos de la historia de manera que en la formación de las futuras generaciones haya mejores y mayores elementos para que esas tragedias no se repitan. Cancelando la memoria, por el contrario, es cómo el aliento a la repetición de tragedias se hace más posible.

En defensa de la memoria democrática para construir futuro

Las políticas de recuerdo de la represión y la dictadura deben adaptarse a generaciones que no han vivido la Transición; para ello hay que abrir archivos, desclasificar documentos, dar formación y resignificar los lugares de represión

En el cambio de milenio, la transversalidad del ciclo de protesta que se acrecienta en la segunda legislatura del presidente José María Aznar cobija también a los movimientos memorialistas. Estos no salen de la nada: son herederos de un trabajo incansable de exigencia de verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición desde la misma Transición. Pero es solo a principios de la década de los 2000 que las demandas memoriales empiezan a devenir un nuevo sentido común. En este sentido, el pacto del Tinell que da vida al Gobierno catalanista y de izquierdas de Pasqual Maragall en 2003 apela a la experiencia republicana como antecedente fundacional de la democracia contemporánea. José Luis Rodríguez Zapatero, desde una mirada más personal, llega al Gobierno reivindicando a sus familiares represaliados en 2004. Por primera vez se establece un marco cultural que posibilita políticas públicas integrales de memoria democrática. Dos décadas después, la irrupción de la derecha radical amenaza con romper aquellos consensos. Su proyecto político, basado en la intolerancia y la exclusión del diferente, se ve amenazado por unas políticas de memoria que pretenden construir sociedades más libres y más pluralistas. Lo estamos viendo ya en algunos acuerdos de coalición a nivel autonómico. Sin embargo, para defender los consensos en materia de memoria democrática no es suficiente con repetir títulos declarativos como el de este artículo. Debemos avanzar, consolidar, innovar.

En primer lugar, necesitamos pensar las políticas de memoria en un contexto postransicional. Las nuevas generaciones no han vivido la Guerra Civil ni el franquismo, pero tampoco la Transición o los primeros años de la democracia. La educación, la formación y sensibilización deben estar en el centro. Las políticas de hoy no pueden ser las mismas que deberían haber sido en los ochenta (aunque no fueran). En segundo lugar, no estamos frente a un ejercicio de nostalgia, sino que abrimos un horizonte de presente y futuro, de articulación de una cultura cívica democrática. Se debe entender el presente con perspectiva histórica y de derechos humanos para construir y reconstruir ciudadanía social. En tercer lugar, hay declinar las memorias democráticas en plural. No estamos aquí para construir una única verdad historiográfica sino para avanzar en la defensa de los derechos humanos, la cultura de la paz y la fraternidad. En sociedades complejas y mestizas, con distintas sensibilidades, experiencias y orígenes, las memorias democráticas también son, por ejemplo, las de las diásporas y la ciudadanía nacida fuera del Estado o sus descendientes.

Para construir memoria democrática en pleno siglo XXI se abren escenarios practicables desde el aquí y el ahora. Cuatro vectores hay que transitar y pueden conectarse con el derecho internacional relativo a los derechos humanos. Para empezar, el derecho a la verdad. Este pasa por abrir archivos y digitalizar al máximo su contenido. El objetivo debe ser el de facilitar el acceso a los investigadores/as y la ciudadanía en general. También deviene imprescindible proceder a la desclasificación de documentos del periodo franquista y construir bases de datos públicas, repositorios de información y material clasificados que permita el avance de la investigación y divulgación. Seguidamente del derecho a la justicia. Es la hora de iniciar procesos judiciales en relación con los abusos de derechos humanos que se produjeron durante la dictadura franquista. Aunque la Ley de Amnistía dificulte penar, no debería ser un impedimento para investigar. La ley 20/2022 de memoria democrática y la creación de la Fiscalía de sala reforzarían este marco de oportunidad. Para que sea una realidad, el Gobierno catalán del que formo parte, por ejemplo, trabaja para ofrecer formación en materia de memoria democrática a operadores jurídicos y en la construcción de la prueba que pueda acompañar procesos judiciales.

El derecho de reparación deviene también fundamental. La abertura de algunas fosas puede actuar como ejercicio de reparación individual y colectiva, de manera relevante en los casos más cercanos al presente, pero no es el único instrumento a utilizar. También lo es dignificar cementerios y lugares de inhumación (por ejemplo, recomiendo visitar el Fossar de la Pedrera en Barcelona, un ejemplo modélico y pionero inaugurado en 1985), conmemorar y homenajear, resignificar lugares de represión, patrimonializar hechos y espacios vinculados a las luchas democratizadoras, etcétera. Por último, la garantía de no repetición. La memoria democrática debe estar presente en las actividades curriculares y extracurriculares de nuestros centros educativos, desde primaria hasta la universidad. Sin ir más lejos, en Francia todos los jóvenes deben visitar algún espacio memorial a lo largo de su escolarización. Y también es necesaria la introducción de la memoria democrática en la formación de trabajadores de la administración pública (aparte de operadores jurídicos antes citados: policías, bomberos, maestros o médicos forenses).

En definitiva, el reto está en transitar de la resistencia a la innovación, de la nostalgia a la construcción de futuro: impulsar políticas de memoria democrática situadas. Porque cualquier batalla cultural requiere de mucha inteligencia, audacia y flexibilidad. Memoria democrática, en fin, para avanzar hacia unas sociedades más inclusivas, tolerantes y convivenciales.

Ione Belarra debe leer a Ángel Viñas

Ione Belarra, líder de Podemos, debe ser muy joven o ha leído poca historia. De sus palabras pidiendo cortar la ayuda militar de España a Ucrania, lo que favorecería al dictador ruso e invasor Vladimir Putin, deduzco una inercia arcaica anti Washington y pro Moscú, como si el comunismo no hubiera fracasado hace años tras la extinción, por derrumbe, de la Unión Soviética.

Putin no es comunista, señora Belarra, sino fascista o, en todo caso, mafioso pre capitalista. Joe Biden, en cambio, es demócrata y ayuda a Ucrania, país invadido, igual que hace España y las demás democracias occidentales.

Ione Belarra (derecha) junto a Irene Montero, dos ministras de Podemos.

Belarra pide que «reconozcamos que haber contribuido a la escalada bélica es un error».  No sé qué parte de la historia no ha entendido esta joven ministra del Gobierno español. Por eso, le recomiendo que lea al historiador Ángel Viñas. Cambiará de opinión. Bastará con que recuerde que si Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos hubieran ayudado al gobierno legítimo de la República española (en 1936-1939), como ahora hacemos los demócratas con Ucrania, nos habríamos librado de una cruel y ominosa dictadura de casi 40 años y ahorrado cientos de miles de muertos.

Afortunadamente, Pedro Sánchez, jefe del Gobierno y, por tanto, de Ione Belarra, le ha replicado con claridad y contundencia:

“Nadie quería una guerra salvo una persona. No podemos ser equidistantes. Hay un agresor y un agredido, y estamos con el agredido. Si nosotros nunca hemos querido la guerra, como no vamos a apostar por la paz. Queremos la paz. Pero se tiene que definir en torno a las propuestas de quien está siendo agredido. No olvidemos que el origen de esta guerra es puro imperialismo”.

Estoy leyendo el último libro del profesor Ángel Viñas. El paralelismo del origen de nuestra guerra incivil (Franco, Mussolini y Hitler contra la Democracia española) con la actual invasión rusa de Ucrania es muy esclarecedor. La diferencia entre aquella guerra y esta invasión (ambas plagadas de crímenes contra la Humanidad) estriba en que nadie ayudó entonces a la Democracia española y ahora los demócratas estamos ayudando a la Democracia ucraniana, por muy defectuosa y mejorable que sea.

El historiador Ángel Viñas comenta su último libro en el Ateneo de Madrid

En otro momento, cuando avance en la lectura del libro de Viñas («Oro, guerra y diplomacia. La República española en tiempos de Stalin») podré comentarlo. La reciente presentación del libro en el Ateneo de Madrid por parte de Enrique Barón, ex ministro socialista y ex presidente del Parlamento Europeo, y de Carmen Negrín, nieta del presidente de la II República, fue interesantísima.

Enrique Barón (izquierda) y Carmen Negrín presentaron el libro de Viñas.

Con documentos irrefutables, este libro desmonta una gran cantidad de «trolas» y falsedades infames sobre sobre el argumentario franquista en torno a la guerra civil. Nunca hubo riesgo de revolución comunista en la España de 1936. Eso, como demuestra Viñas con pruebas documentadas, es totalmente falso. Lo que sí hubo, mucho antes del golpe de Estado del 18 de julio, fue conspiración contra la Democracia, por parte de monárquicos, falangistas, carlistas y una parte del Ejército, para restaurar la monarquía. Antonio Goicoechea, número 2 de Calvo Sotelo en Renovación Española, se había entrevistado tres veces con el dictador italiano, Benito Mussolini, antes del 18 del julio del 36. El 1 de julio, 17 días antes del golpe de Estado de Franco, ya había firmado con el Duce cuatro contratos para la compra de aviones de guerra italianos. Esos aviones no eran para un golpe de Estado sino para una eventual guerra civil entre los españoles en el caso de que el golpe fracasara.

Al escuchar hoy en las noticias el discurso de Ione Belarra contra la ayuda española a Ucrania, no he podido resistir hacer un alto en la lectura del libro de Viñas para recomendárselo a la líder de Podemos. ¡Ay, si las democracias hubieran ayudado a la II República en el 36, como ahora hacemos con Ucrania! Otro gallo nos cantaría. Nos habríamos ahorrado caer en manos de Stalin (cuando la guerra civil estaba casi perdida) y no habríamos sufrido la noche larga y oscura de la criminal Dictadura de Franco.

Un poco de Historia, por favor, señora Belarra. Putin ya no es comunista sino mafioso fascista. No le ayude.

Cubierta del libro de Viñas

El coro de niños ucranianos nos cantó «Paz en Ucrania». Sus voces dulces y sus sonrisas te rompían el corazón.

Mientras escuchaba el reproche de Ione Belarra al Gobierno del que forma parte, por ayudar a Ucrania, no pude evitar pensar en las voces dulces el coro Peredzvin, de niños ucranianos de 5 a 15 años refugiados en Madrid, que ayer pusieron el broche de oro al acto de entrega de los premios de la Asociación de la Prensa. Con sus sonrisas, te rompían el corazón. Entre otras canciones nos cantaron «Paz en Ucrania». Muchos de ellos no sabrán lo que ha sido o estará siendo de sus familiares y amigos que siguen soportando las bombas invasoras del autócrata ruso, Vladimir Putin.

Tras recibir el Premio de Honor 2022 de la APM, pude charlar con el embajador de Ucrania en España. Estaba muy emocionado por los premios que recibieron Laura de Chiclana y Lujs de Vega por su cobertura periodística de la invasión rusa de Ucrania.Detrás de nosotros está Miguel Ángel Noceda, vicepresidente de la APM.

El embajador de Ucrania en España, Serhii Pohoreltsev, celebró que dos premios de la APM distinguieran a dos colegas nuestros por su cobertura de la invasión rusa en su patria. Un final emocionante del acto de la APM. El recuerdo de las voces de los niños cantores ucranianos de ayer se me cruzó inevitablemente con la frase brutal de la ministra Ione Belarra que hoy pidió que se retirara la ayuda española a Ucrania porque era «un error».  El error, a mi  juicio, es que ella siga siendo ministra del gobierno de mi país.

 

Ángel Viñas, primer premio Albert Camus

Con emoción contenida, asistí ayer a la entrega del primer premio Albert Camus (de la Asociación Arte y Memoria) al historiador Ángel Viñas y a la Asociación de ex presos y represaliados políticos anti franquistas. Me emocionó el acto en el auditorio de la Academia de Cine (pared con pared con la sede del PP), sobre todo, porque estuvo repleto de jóvenes.

Con el historiador Ángel Viñas, tras recoger su premio Albert Camus.

Fui a abrazar a mi amigo Viñas y me topé, de pronto, con el relevo de una nueva generación que proclama los valores de republicanos de libertad y justicia a través del cine y otros formatos digitales. Los cortos premiados por la Asociación Arte y Memoria expresaban «el deber de la memoria» (no olvidar el Holocausto, la resistencia francesa, la guerra civil española, los refugiados y emigrantes, Ucrania, el hambre, la pobreza, los olvidados, el sinsentido de los totalitarismos…). Hubo menciones a Fahrenheit 451 («la temperatura a la que se inflama y arde el papel») en favor del memoria como «un acto de resistencia».

Ángel Viñas recibe el primer premio Albert Camus de la Asociación Arte y Memoria.

Viñas comparte el primer premio Albert Camus con la Asociación de ex presos y represaliados antifranquistas.

Representantes de la Asociación de Ex presos y Represaliados Anti franquistas reciben el premio Albert Camus.

El Festival Internacional de Cine por la Memoria Democrática (FESCIMED) reunió ayer a un buen grupo de jóvenes artistas cinematográficos. Como premio, recibieron la escultura de un taco de árbol, con las anillas de la memoria, coronado por una piedra de los campos de Brunete, donde murieron 30.000 españoles en una batalla inolvidable de dos semanas. Las piedras de la memoria…

Los jóvenes premiados en el FESCIMED. Sentado, en primera fila, con corbata, Fernando Martinez, secretario de Estado de Memoria Democrática. A la izquierda, Ángel Viñas, con su inseparable pajarita.

El profesor Viñas, el historiador que ha descubierto las vergüenzas corruptas del «millonetis» Francisco Franco, hizo un espléndido discurso de gracias. Anunció su próximo libro sobre la República Española y la URSS en tiempos de Stalin y pregonó su tesis, compartida por nuestro gran amigo Gabriel Jackson, de que  «la guerra civil no fue inevitable».

Con Ángel Viñas y Gabriel Jackson, reunidos tras la muerte del dictador.

Ángel Viñas, Gabriel Jackson y un servidor (con barba) tras la muere del dictador.

Viñas nos descubrió la cita real y tremenda de Albert Camus sobre la guerra civil española, publicada en 1945: «Es posible tener razón y ser vencido». Los vencedores no tenían la razón, según Unamuno, solo la fuerza. Y esa fuerza les vino de Hitler y Mussolini… «y de los monárquicos alfonsinos, los falangistas y carlistas, los financiadores del Golpe como Juan March y una parte del Ejército». Ángel Viñas («no hay historia definitiva, no hay historiadores definitivos») nos ofreció también otro de sus hallazgos. La Italia de Mussolini firmó con Sanz Rodríguez contratos de suministro de armas, aviones, etc., para los futuros golpistas, ¡el 1 de julio de 1936! es decir, 18 días antes del golpe de Estado de Franco. Estaba claro que si fracasaba el Golpe, los golpistas tenían prevista la guerra civil con la ayuda infame de Hitler y Mussolini. Gracias a historiadores como Viñas vamos descubriendo la memoria de aquella infamia inolvidable, pese a los medios franquistas que, durante décadas, pretendieron borrar la memoria sin éxito. Uno de los premiados citó al argentino Eduardo Galiano: «Nos mean y los medios dicen llueve».

Fernando Martínez, secretario de Estado de Memoria Democrática, no descansa en su campaña de divulgación pedagógica de su Ley de Memoria Democrática.

La Ley que Fernando Martínez promovió, desde el ministerio de Félix Bolaños, «pone en el centro a las víctimas». Nos recordó su lema: «Verdad, Justicia y Reparación» para que no vuelva a ocurrir jamás. Según el secretario de Estado, «el deber de la memoria (memoria intergeneracional) es una garantía de no repetición de la barbarie».

Una de las premiadas me impresionó con su breve discurso («mujer joven y libre me siento») y otra cerró su discurso de gracias con un grito, ya clásico: «Honor y gloria a las víctimas de la barbarie».

Seguramente sin querer, y sin citarlo, Willy Meyer, ex eurodiputado con Izquierda Unida, hizo propaganda de mi libro «La prensa libre no fue un regalo». Me gustó. Dijo que «la libertad nunca ha sido un regalo sino una conquista… y las conquistas no son definitivas».  Gracias, Willy. Te recomiendo mi libro. Buen regalo de Navidad para los amantes de la libertad. No digo más.

 

El enemigo de mi enemigo no siempre es mi amigo

Leyendo a mi paisano José María Ridao nunca te vas de vacío. Hoy me ha sorprendido con la relación entre Nehru y «la tragedia de España», que se convirtió en «una angustia personal» para el gran líder de la India.

 

Artículo de José María Ridao sobre «Nehru y la guerra de España» (El País, 14 de agosto de 2022)

Extrajo una lección: «padecer el colonialismo no era excusa para renunciar a la tradición liberal». Gandhi consiguió la independencia sin violencia y Nehru dotó a la India de un sistema democrático. Opuesto al dudoso principio de que «el enemigo de mi enemigo es mi amigo», el padre de Indira no quiso entrevistarse con Mussolini y «valoró el esfuerzo de la República por establecer un sistema democrático y defenderlo».

Mi Truso mira a Nehru en EL País.

(La prensa de papel tiene ventajas añadidas durante el fin de semana. Puedes compartirla con tus gatos. Mi Truso, por ejemplo, no se separa de El País.)

Parece mentira como un suceso tan lejano como la guerra civil en España pudo tener tanta influencia en el futuro de la India. Tras la muerte de su esposa, para dedicarse más a su familia, Nehru presentó la dimisión a Ghandi. Sin embargo, escribe Nehru en sus memorias, «un suceso lejano, sin conexión con la India, me afectó gravemente y me hizo cambiar de decisión. Fue la rebelión del general Franco en España».

José María Ridao

Interesante reflexión del escritor y diplomático José María Ridao en el El País de hoy sobre Nehru. El líder indio tomó una decisión muy distinta a la de otros líderes de movimientos anticolonialistas «que creían aceptable alinearse con las potencias totalitarias para debilitar a las democracias con imperios en ultramar». Tuvo su premio.

El País, pag. 11, 14 de agosto de 2022

 

 

 

 

 

Emoción máxima en la Feria del Libro

Este libro («La prensa libre no fue un regalo»), que presenté ayer en la caseta 67 de Marcial Pons en la Feria del Libro de Madrid, lo escribí pensando en mis tres hijos y mis dos nietos. Con todo mi amor, a ellos lo dedico. Los cinco nacieron y están creciendo en libertad. Afortunadamente, no saben lo que es vivir bajo una dictadura tan cruel como la del general Franco, el amigo de Hitler y Mussolini, que sufrimos sus padres y abuelos.

Portada de mi último libro, ya a la venta.

Debido al confinamiento por tan larga pandemia del Covid, he tenido la oportunidad de escribir esas memorias profesionales y, en parte, personales de un mundo que casi no existe. Hablo de una época de lucha por conquistar la libertad, arrebatada por un golpe de Estado en 1936, una guerra civil (1936-1939) y una larga postguerra de represión violenta por parte de a Dictadura franquista hasta que, muerto el tirano en 1975, recuperamos la libertad por la que habíamos luchado en la clandestinidad.

Así quedó mi cara quemada, tras el secuestro y las torturas que sufrí tras la muerte del dictador Francisco Franco

La prensa ayudó como pudo a esa transición a la Democracia. Lo cuento en estas páginas. Es un libro en el que pueden reconocerse muchos padres y abuelos para los que la libertad, como el oxígeno, se valora más cuando falta. Por eso, pienso también que podría ser un buen regalo para la lectura veraniega de hijos y nietos a los que nunca les faltó la libertad en España. Ayer tuve la suerte de que mi nieto Leo viniera a la Feria del Libro a darme un abrazo, cuando solo quedaban ya dos ejemplares por vender. Anuncié la presentación del libro hace unos días en las redes, pero nunca imaginé que sería algo tan emocionante.

Con mi nieto Leo y los dos últimos ejemplares del sábado 4, en la Feria del Libro

Poco antes, Miguel Iceta, ministro de Cultura, de quien soy fan, pasó a saludarnos por nuestra caseta de la Feria. Visita que agradezco. Aunque es mucho más joven que yo, el ministro aprobó y compartió conmigo el título del libro.

Con Miguel Iceta, ministro de Cultura, en la caseta 67 de Marcial Pons en la Feria del Libro y mi libro «La prensa libre no fue un regalo».

Tuve, además, la fortuna de compartir la caseta 67 con el gran Juan Eslava Galán, cuyas obras tanto he disfrutado. En la foto, con Pedro Pons, Juan Eslava y mi hijo Erik Martinez Westley, un trío de ases.

MIguel Iceta, ministro de Cultura y Deportes, se fue inmediatamente a Paris para acompañar al rey Felipe VI en la final gloriosa de Roland Garros que ganó -¡cómo no!- nuestro gran Rafa Nadal.

Hoy he disfrutado con la victoria de Nadal (14 copas de Roland Garros) y ayer, con las visitas inesperadas a la caseta de la Feria del Libro de amigos y colegas de Cambio 16, Doblón, El Pais, TVE, 20 minutos, etc, que no había visto en años, y de colegas de tallasmadera.com, mi actual audiencia cautiva favorita, con quienes, gubia en mano, he compartido muchas anécdotas que ahora verán en el libro que generosamente compraron. A todos ellos, muchas muchas gracias.

 

Mi abrigo de guardia civil

Con 4 y 5 años no pasé frío gracias al abrigo que me cosieron con la capa de guardia civil de mi tío. Una prenda de lujo que resultó ser muy polémica. No gustó a todo el mundo.

 

Publicado hoy (15/12/2021) en el diario La Voz de Almería.

Las fotos perdidas que voy encontrando en mi sótano activan recuerdos dormidos.

Mi tío Agustín, de guardia civil.

Mi padre (izda) y mi tío Agustín.

Veo esta foto por el retrovisor y me produce cierta ternura. Así recuerdo yo aquella historia. Copio y pego:

Almería, quién te viera… (2)

Mi abrigo de guardia civil

José A. Martínez Soler

Gracias a mi primer abrigo, aprendí a disimular casi antes que a hablar.

Según he oído contar en más de una ocasión, en el invierno frio de 1951, en el que yo cumplí cuatro años, vino una costurera de la calle Memorias y nos tomó las medidas a mi primo Pepe Giménez Soler y a mí. <<Vais a tener un abrigo muy hermoso, como los de los niños mayores>>, nos dijeron.

Al terminar nuestra guerra, mi tío Agustín Giménez, natural de Soria, se hizo guardia civil. Durante años, persiguió a los maquis por las sierras de Almería. En Nacimiento, se enamoró de mi tía Encarna Soler. Esa boda, con uniforme de un instituto armado, protegió probablemente a una parte de nuestra familia. La de los rojos.

Al terminar la persecución de los maquis a principios de los años 50, mi tío dejó el Cuerpo y guardó su vieja capa de guardia civil de montaña en un altillo de su casa, junto a sus correajes y su pistola, descargada y lejos del alcance de los niños. Más de una vez, en secreto y sin balas, jugamos con ella.

-<<Los niños pasan frío y muerta de risa está la capa de Guardia Civil>>, repetía Encarna, su mujer, hermana melliza de mi madre y vecina nuestra. Vivían en la casa de enfrente. Mi tía tenía también otro latiguillo: <<Qué lastimica de tela, con lo buena que es>>.

La costurera nos trajo dos abrigos para aquel invierno.  Qué emoción. Me gustó mucho y fue muy celebrado por el vecindario. Más tarde supe que hubo varias excepciones. Y cierta polémica.

<< ¿Qué es esto?>>

-<< ¿A quién se le ocurre vestir a unos niños con la capa de la Guardia Civil? ¿Nos hemos vuelto locos?… >>, dijo el padre de Juanico, vecino del carbonero de la calle Juan del Olmo, a quien quiso oírle. Al cruzarse con él por la calle, mi madre le afeó ese comentario. << Paece mentira que tú digas esas cosas contra el abrigo de mi niño. Además, lo dices en voz alta, pa que te oiga cualquiera del Régimen y te busque las cosquillas. ¿Es que no hemos pasao ya bastante? ¿Es que no va a acabar nunca esta maldita guerra?”

Resulta que a mi padre tampoco le gustaba que yo vistiera aquel abrigo verde oliva. Repetía a menudo:  -<< Hace un calor insoportable. ¿No te da pena llevar al pobre niño cargando con ese abrigo tan pesao? Quítaselo ya, Isabel>>.

Yo me preguntaba: << ¿Estará tonto mi padre? Calor, desde luego, no hace. Más bien, frio. ¿Por qué dice que hace calor?>> Mi foto con el dichoso abrigo y las anécdotas que me contaron sobre tal batalla han reforzado mis recuerdos.

Mi padre disimulaba cada día menos. Le había declarado la guerra a esa prenda. Decía que yo parecía un adefesio, ridículo y estrafalario, con ese abrigo de dos colores.

Sin que lo oyera mi madre, mi padre me aclaró más tarde que el color original de la capa había desaparecido de tanto darle el sol en los años de persecución de los maquis por las sierras de Nacimiento, donde estuvo destinado el tío Agustín después de la guerra. Los dos hermanos de mi madre, José y Mariano, estaban entonces presos en la cárcel de Gérgal, el pueblo de al lado. Por socialistas. Mi tía Encarna hacía una comida en su casa de Nacimiento para su marido guardia civil y otra que llevaba andando, rambla arriba, para sus hermanos rojos. Mi madre, casada con un republicano. Su hermana, con un guardia civil.

Al tío Agustín tampoco le hacían gracia los abrigos de su vieja capa. Seguía llamando bandoleros, forajidos, terroristas y otras palabras que nunca entendí bien, a quienes lucharon contra él, más allá del Monte Negro y de Sierra Nevada donde nace el río Nacimiento. En cambio, cuando mis padres creían estar solos, no les llamaban bandoleros sino maquis, milicianos o guerrilleros. Mi padre hablaba de los parientes y amigos que se echaron al monte <<para salvar el pellejo, engañados por los comunistas que les dijeron que, tras la derrota de Hitler y Mussolini, el final de Franco estaba al caer>>. Fue mucho más claro: <<Tu primo José disparaba desde un lado y tu cuñado Agustín desde el otro. Ambos se podían haber matado en cualquier escaramuza>>.

Mi madre dominaba la llamada al silencio con su chisss” medio silbado:

-<< Calla, José, calla. No me des más tormento. Por lo que más quieras, no hables así de los maquis ni de mi primo. Y menos delante de los niños, que las paredes oyen.>>

Al principio, llevaba el abrigo verde descolorido a todas partes. Incluso dentro de mi casa donde, a pesar del brasero, hacía un frio que pelaba. También, humedad. Mi madre solía decir que, en Almería, con esos techos tan altos contra el calor del verano, hacía más frio dentro de las casas que en la calle. Por eso, me decía:

-<< Anda, niño, abrígate bien, abróchate el abrigo, que vamo a entrar en casa>>.

 Delante de mi padre y del tío Agustín dejé de ponerme el abrigo sin saber por qué. El año siguiente despareció.

Cada vez que me veo en esa foto con mi abrigo verde oliva, sacado de la capa de mi tío, me da qué pensar…  Primero, lucí con mucho orgullo aquella prenda, aunque no gustó a todo el mundo. No eran tiempos para despreciar una tela tan buena para vencer al frío.

Más tarde, atando cabos, llegué a intuir que algo no iba bien con mi abrigo. ¿Por qué, si era tan bueno, desapareció de mi vida al año siguiente?

Me intrigaba y pegaba el oído para juntar las piezas que me sirvieran para explicar las distintas emociones que provocaba aquella prenda. Mi madre y mi tía, siempre ingeniosas para ahorrar cada céntimo, estaban encantadas con el abrigo. “Nuevo, costaría tanto”, decían. En cambio, mi padre, ex teniente superviviente del Ejército de la República, derrotado por Franco, sentía repelús cuando me veía abrigado con la tela de la vieja capa de montaña de mi tío. Casa día disimulaba menos su oposición aquella pieza infantil.

Mi padre y mi tío, procedentes de bandos enfrentados en la guerra civil, se llevaban bien. Por distintas razones, ambos declararon pronto la guerra a nuestros abrigos.  Hasta mucho más tarde, no pude comprender aquel conflicto con emociones encontradas. Las hermanas, tan prácticas, defendían la prenda que nos abrigaba de maravilla. Los cuñados, la detestaban.

Tardé mucho en comprender que mi tío se hizo Guardia Civil para vencer el hambre y la pobreza de la postguerra en su tierra soriana. Era un hombretón noble y sentimental. Le oí decir que nunca más volvería a pegar tiros por el monte. Por nada del mundo. Prefería cargar sacos de cemento en el puerto. Eso dijo.

Nuestros abrigos cumplieron su función contra el frio del invierno almeriense. Luego, desaparecieron en el baúl de los recuerdos. También tuvo otro efecto benéfico: me hizo un poco mayor. Por fuera y por dentro.

Con mi primo Pepe (Dcha) con el abrigo sacado de la capa de guardia civil de mi tío.

 

 

 

 

 

El alcalde de Madrid me ofende

Como almeriense de nacimiento y madrileño de adopción, me siento profundamente ofendido por una acción miserable del alcalde madrileño del PP, señor Almeida. Si no lo digo, reviento.

Cambian a un barco que salva por otro que mata.

Ha cambiado el nombre de la Calle del Barco Sinaia (que salvó la vida de miles de refugiados españoles, los afganos de 1937) por el de Calle del  Crucero Baleares (de terrorífica memoria por sus crímenes contra la Humanidad).

Cartel de la Desbandá o Huida de ancianos, mujeres y niños de Málaga a Almería.

No me lo invento. Me lo contó mi madre que vio llegar a Almería a miles y miles de malagueños que huían por la costa de la masacre fascista.

Huyendo de la represión del «carnicero de Málaga» por la costa.

El «Crucero Baleares», que masacró, asesinó, a multitud de civiles (entre 3.000 y 5.000 ancianos, mujeres y niños) en la terrorífica «Desbandá» o “Huida” entre Málaga y Almería en 1937 es homenajeado ahora por el alcalde Almeida con una calle en Madrid. Si no lo veo, no lo creo.

Bombas sobre civiles dormidos

Mientras aviones de Hitler y Mussolini bombardeaban a los civiles, los cañones de aquel Crucero Baleares (¡maldito sea!) los masacraban desde el mar. Una matanza, de proporciones bíblicas, menos conocida que las de Guernica o Badajoz, pero no menos cruel.

Abuela con sus nietos.

Cargando con lo que podían…

Mujeres y niños, en su mayoría.

Una cara que expresa el terror y el dolor

Un alto en el camino

Empujando los carros

Cojeando

¿Qué les pasa a los militantes y líderes del PP (no todos, no siempre) con los crímenes del franquismo?

¿Por qué no los condenan de una vez, sin complejos de VOX, y se hacen, por fin, respetables demócratas y europeos?

No lo entiendo.

Afortunadamente, el alcalde de Almería (también del PP) aún no dedicado una calle de mi ciudad natal al acorazado nazi Admiral Scheer y sus cuatro destructores que la bombardearon por venganza tras una derrota naval.

Acorazado nazi Admiral Scheer

Bombardeo nazi contra Almería

Mis padres nunca olvidaron aquel bombardeo del 31 de mayo de 1937 contra la población civil almeriense. Tampoco lo olvidó el gran poeta Pablo Neruda, autor de este poema:

Un plato para el obispo

“Un plato para el obispo, un plato triturado y amargo,

un plato con restos de hierro, con cenizas, con lágrimas,

un plato sumergido, con sollozos y paredes caídas,

un plato para el obispo, un plato de sangre de Almería.

Un plato para el banquero,

un plato con mejillas de niños del Sur feliz,

un plato con detonaciones, con aguas locas y ruinas y espanto,

un plato con ejes partidos y cabezas pisadas,

un plato negro, un plato de sangre de Almería.

Cada mañana, cada mañana turbia de vuestra vida

lo tendréis humeante y ardiente en vuestra mesa:

lo apartaréis un poco con vuestras suaves manos

para no verlo, para no digerirlo tantas veces:

lo apartaréis un poco entre el pan y las uvas,

a este plato de sangre silenciosa que estará allí cada mañana,

cada mañana.

Un plato para el Coronel y la esposa del Coronel,

en una fiesta de la guarnición, en cada fiesta,

sobre los juramentos y los escupos,

con la luz de vino de la madrugada

para que lo veáis temblando y frío sobre el mundo.

Sí, un plato para todos vosotros, ricos de aquí y de allá,

embajadores, ministros, comensales atroces,

señoras de confortable té y asiento:

un plato destrozado, desbordado, sucio de sangre pobre,

para cada mañana, para cada semana, para siempre jamás,

un plato de sangre de Almería, ante vosotros, siempre”.

Pablo Picasso pinto el Guernica. Pablo Neruda escribió el poema dedicado a Almería. El tercer gran Pablo (Pablo Casals) dirigió la Novena Sinfonía de Beethoven, mientras caían las bombas sobre Barcelona.

Perdonar, siempre. Olvidar, nunca, señor alcalde.