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El enemigo de mi enemigo no siempre es mi amigo

Leyendo a mi paisano José María Ridao nunca te vas de vacío. Hoy me ha sorprendido con la relación entre Nehru y «la tragedia de España», que se convirtió en «una angustia personal» para el gran líder de la India.

 

Artículo de José María Ridao sobre «Nehru y la guerra de España» (El País, 14 de agosto de 2022)

Extrajo una lección: «padecer el colonialismo no era excusa para renunciar a la tradición liberal». Gandhi consiguió la independencia sin violencia y Nehru dotó a la India de un sistema democrático. Opuesto al dudoso principio de que «el enemigo de mi enemigo es mi amigo», el padre de Indira no quiso entrevistarse con Mussolini y «valoró el esfuerzo de la República por establecer un sistema democrático y defenderlo».

Mi Truso mira a Nehru en EL País.

(La prensa de papel tiene ventajas añadidas durante el fin de semana. Puedes compartirla con tus gatos. Mi Truso, por ejemplo, no se separa de El País.)

Parece mentira como un suceso tan lejano como la guerra civil en España pudo tener tanta influencia en el futuro de la India. Tras la muerte de su esposa, para dedicarse más a su familia, Nehru presentó la dimisión a Ghandi. Sin embargo, escribe Nehru en sus memorias, «un suceso lejano, sin conexión con la India, me afectó gravemente y me hizo cambiar de decisión. Fue la rebelión del general Franco en España».

José María Ridao

Interesante reflexión del escritor y diplomático José María Ridao en el El País de hoy sobre Nehru. El líder indio tomó una decisión muy distinta a la de otros líderes de movimientos anticolonialistas «que creían aceptable alinearse con las potencias totalitarias para debilitar a las democracias con imperios en ultramar». Tuvo su premio.

El País, pag. 11, 14 de agosto de 2022

 

 

 

 

 

Desde el 78, la tolerancia no es extranjera en España

Un puente laico-católico bien aprovechado. Ya lo creo. Entre la fiesta (democrática y aconfesional) de la Constitución y la fiesta (tradicionalista y católica) de la Inmaculada, terminé la lectura de «República encantada», de mi casi paisano José María Ridao, nacido en Madrid (1961) de padres de Antas (Almería).

Portada de «República encantada», de José María Ridao, una obra cervantina, con marca páginas del Quijote que dibujó mi hijo David Martínez Westley con 8 años. Las casualidades existen.

Habíamos perdido el contacto personal desde hace años, pero la lectura reposada de su última y, a mi juicio, mejor obra me obligó a felicitarle de inmediato.

José María Ridao

Y ahora me obliga a recomendarla vivamente a todos aquellos españoles que valoren el debate, de mucha enjundia, que plantea el subtítulo de su libro: «Tradición, tolerancia y liberalismo en España». Ridao me transportó , de pronto, a mis clases en Estados Unidos con grandes maestros del exilio republicano cuyas lecciones me reconciliaron con España y su historia. En 1976-1977, por primera vez, sin mérito por mi parte, pude sentirme orgulloso de ser español. 

Con Solita Salinas, Juan Marichal, Vicente Llorens y su esposa Amalia, en Newburyport, Massachusetts. (Invierno de 1977)

Copio y pego unas frases de nuestro breve intercambio entre Madrid y Delhi:

«[7/12 15:52] José A. Martínez Soler: Gracias a ti por tus obras. Esta última es, a mi juicio, la más profunda. Me has recordado a mis maestros Vicente Llorens, Raimundo Lida y Juan Marichal (discípulo de don Américo). Y, por supuesto, a mi paso feliz por Antas donde fui pregonero, gracias a una Ridao y a una Celia Soler, hija del alcalde. No pares. Un abrazo.

[7/12 16:01] José Maria Ridao: Muchas gracias, José Antonio. Esa es la tradición que haría de España un país menos brutal, pero no parece que tenga muchos partidarios; la tradición a la que Azaña se refería como la «queja murmurante al margen de lo ortodoxo». Y añadía: «somos sus herederos». Esos maestros tuyos lo son sin duda, y los demás hacemos méritos para serlo. Un abrazo fuerte.»

Contraportada del libro de Ridao

No quiero destripar el libro, pero, en su último capítulo dedicado, con emoción, a Juan Goytisolo (otro casi almeriense), José María Ridao cierra el círculo. Copio y pego (pag. 313):

«…junto a la España desabrida del tradicionalismo, existe otra siempre derrotada, pero irreductible y perseverante. Amor a España, a esa otra España, ¿con qué expresión referirse, si no, al sentimiento que Juan dejaba traslucir al hablar del Arcipreste, de Rojas, de Delicado, de Cervantes, de Blanco, de Galdós, y, en fin, de la España a cuyo sueño todos ellos se mantuvieron fieles? Juan había vuelto a estos autores durante los últimos años de su vida para, según me dijo, despedirse de las obras en las que había encontrado el país que el suyo no le ofreció…»

Ridao recurre, al final, a Tucídides:

«La función de la política es evitar que el odio sea eterno».

Amén.

Con mi maestro y amigo Juan Marichal, en su casa de Cuernavaca, Mexico, poco
antes de su muerte. Me despidió con tres palabras de Azaña: «Paz, piedad, perdón«.

https://juanmarichal.org/assets/jose-antonio-martinez-soler-sobre-juanmarichal-en-harvard-%2c-para-el-bile-especial-(1).pdf