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Isabel II y mi Truso murieron a la vez. La coronación de Carlos III me lo recuerda.

La coronación faraónica, casi mitológica, del rey Carlos III nos ha recordado la muerte de su madre Isabel II y la de nuestro querido Truso. La reina y nuestro gato murieron a la vez, en septiembre de 2022. Hoy hemos visitado su tumba, que mi nieto Leo ha adornado con alegrías frescas.

Coronación superlativa del rey Carlos III del Reino Unido.

Flores frescas para la tumba de Truso que murió a la vez que la reina Isabel II.

Retrato de Truso

Truso, un gato precioso con rasgos de lince, murió atropellado por un coche que no respetó el límite de velocidad. Lo enterramos en el jardín y mi nieto Leo decoró su lápida. A los pocos días, después de seguir los funerales de la reina inglesa, omnipresentes en televisión, encontré a Leo firme, en silencio. ante la tumba de Truso. Al término de su minutos de silencio, Leo dedicó a Truso la misma reverencia que había observado en el público inglés al despedir a su reina muerta. Inclinó su cabeza, con cierta solemnidad, y se alejó de la tumba.

Leo eligió alegrías con flores del mismo color que el rótulo que él pinto hace 8 meses en la lápida de Truso.

Cada vez que alguien recuerda los funerales de Isabel II o, como hoy, la coronación de su hijo Carlos III, no puedo evitar un ataque de ternura por la reacción de mi nieto Leo y el recuerdo de nuestro querido Truso.

Truso elegía los refugios más frescos de la casa. ¡Qué listo!

 

 

Truso, mi gato favorito, ha muerto atropellado por un coche

Hoy es un día muy triste para nuestra familia. Acabamos de dar sepultura a Truso, un gato abandonado que recogimos hace más de 15 años con el nombre «Intruso».

Retrato de Truso sobre la bolsa de tenis de mi hijo Erik.

Se colaba en nuestro jardín hasta que lo adoptamos. Mejor dicho, hasta que él nos adoptó a nosotros como sus leales siervos. Dormía con nosotros en nuestra cama.

Artículo publicado en La Voz de Almería.

Aunque tenía gotas de lince salvaje, en la terminación de sus orejas, era dócil, amable, tierno y cariñoso.

Truso dormía sobre mis apuntes.

Truso era el más anciano de nuestros cuatro gatos y era paciente y resignado con los más jóvenes, sobre todo con el pequeño Moisés al que salvamos de las aguas en Almería.

Truso, Chanti, Gatilla y Moisés, por orden de edad.

Cuando se entere nuestro nieto Leo lo va a sentir mucho. Gloria, su gata almeriense, ya ha visitado la tumba de Truso.

Gloria, la gata de Leo, sobre la tumba de Truso.

En el último medio siglo, con gran dolor, hemos dado sepultura a varios gatos y perros muy queridos. Pero, esta tarde, la muerte tan trágica de Truso, destrozado por el golpe de un coche, pienso que me ha afectado más que la de los otros. Herido, se fue arrastrando hasta la puerta de nuestra casa donde falleció. Un día muy triste, sí, para nuestra familia.
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Para los parientes y amigos de habla inglesa, Ana Westley ha escrito este obituario que copio y pego.
Our beloved Truso is dead. He was hit by a car that was racing down our streetZ he managed to drag himself to Andy’s driveway which she had just opened a few minutes earlier. He made it to the steps and collapsed and mercifully died. He suffered maybe just 5 minutes dragging himself to safety and his domain. We are all heartbroken.
Just 15 minutes before We we’re eating in the kitchen terrace. I had given him some bites of my merluza. We shoos him off the table. He left and aparently went outside our gate door or went out Andy’s door.  We don’t know. Andy didn’t see him get hit, but saw a grey car racing away. She was driving down our street, opened the gate and saw Truso dragging himself. She called us immediately. We ran out just in time to see him die. His eyes were open and glazed. I petted him and there was a reflex tiny meow and his body shook. That is when the heart stops. Blood came out of his mouth.  We all cried: Andy, Papa, Paula and her husband who had just arrived and stopped to see the commotion. They gave us hugs.
We knew this was the risk of allowing cats out to roam.  He was gentle “old gentleman” over 15 years old. His time would soon end within a few years, though cats can live up to 20 years. Perhaps it’s better El end this quickly than have cancer or liver failure and have to euthanize them. Truso had a long life.
This morning he woke me up purring loudly and nudging me to get up.  He used to sleep wrapped around by bad shoulder and after the shoulder replacement. The purring and warmth always felt so good.  Then he quit after months of rehab.
We will miss our dear cuddly Truso as we have missed many cats, and dogs, before him. Each had his or her own personality and were a part of our lives. All pets are members of our family. Like Andrea said as a child, “son personas no humanas.” They love us unconditionally and we love them too. They demand so little of us: food, shelter, and affection.

El enemigo de mi enemigo no siempre es mi amigo

Leyendo a mi paisano José María Ridao nunca te vas de vacío. Hoy me ha sorprendido con la relación entre Nehru y «la tragedia de España», que se convirtió en «una angustia personal» para el gran líder de la India.

 

Artículo de José María Ridao sobre «Nehru y la guerra de España» (El País, 14 de agosto de 2022)

Extrajo una lección: «padecer el colonialismo no era excusa para renunciar a la tradición liberal». Gandhi consiguió la independencia sin violencia y Nehru dotó a la India de un sistema democrático. Opuesto al dudoso principio de que «el enemigo de mi enemigo es mi amigo», el padre de Indira no quiso entrevistarse con Mussolini y «valoró el esfuerzo de la República por establecer un sistema democrático y defenderlo».

Mi Truso mira a Nehru en EL País.

(La prensa de papel tiene ventajas añadidas durante el fin de semana. Puedes compartirla con tus gatos. Mi Truso, por ejemplo, no se separa de El País.)

Parece mentira como un suceso tan lejano como la guerra civil en España pudo tener tanta influencia en el futuro de la India. Tras la muerte de su esposa, para dedicarse más a su familia, Nehru presentó la dimisión a Ghandi. Sin embargo, escribe Nehru en sus memorias, «un suceso lejano, sin conexión con la India, me afectó gravemente y me hizo cambiar de decisión. Fue la rebelión del general Franco en España».

José María Ridao

Interesante reflexión del escritor y diplomático José María Ridao en el El País de hoy sobre Nehru. El líder indio tomó una decisión muy distinta a la de otros líderes de movimientos anticolonialistas «que creían aceptable alinearse con las potencias totalitarias para debilitar a las democracias con imperios en ultramar». Tuvo su premio.

El País, pag. 11, 14 de agosto de 2022

 

 

 

 

 

¡Wow! Berna me saca en El Pais con María Ramírez

Hoy salgo en El País, mi diario favorito después del 20 minutos, con foto y a toda página. Berna Gonzalez Harbour, cofundadora de El Sol, ha sacado brillo en El País a una conversación que ella provocó entre María Ramírez y yo en torno a la presunta crisis del Periodismo.

Pag. 28 de El País del 13 de julio de 2022

Pag. 29 de El País del 13 de julio de 2022

Berna ha convertido el plomo en oro. Gracias, Berna. Tanto María (Nieman18 de Harvard) como yo (Nieman`77) hemos coincidido en que «ningún tiempo pasado fue mejor» y, por tanto, en cierto optimismo con respecto a la situación y futuro de la profesión más hermosa del mundo. Claro que siempre nos vendría bien algo más de autocrítica. La crítica nos fortalece. Ya lo dijo Wole Soyinka (premio Nobel 1934): «La mayor amenaza para la libertad es la ausencia de crítica».

Magnífica foto de Moeh Atitar de dos generaciones separadas por medio siglo.

Recién operado con éxito de cataratas, en la web de El Pais me leo mejor. Lo recomiendo para los abuelos con vista cansada.

Mi Tuso también quiere salir hoy en la foto en 20minutos.es. Mi chica (awestley.com) me dice que podría haberme puesto otra camisa distinta. Es la misma que saco en la foto de El País, pero recién lavada.

 

 

 

De apedrear gatos a dormir con ellos

De niño, solíamos lanzar piedras a los gatos que abundaban por las calles, los solares abandonados y los terrados de las casas. Darle una pedrada a uno de ellos, a ser posible en la cabeza, merecía el aplauso de los demás. Me horroriza recordarlo y reconocerlo. Ahora duermo con mis gatos. Hoy lo publico en La Voz de Almería y en este blog.

Almería, quién te viera… (22)

De apedrear gatos a dormir con ellos

J. A. Martínez Soler

¿Éramos más crueles en la pandilla de mi barrio que en la de La Salle, mi colegio de pago? Dilema aún no resuelto. Dicen que la educación suaviza las formas. No acabo de creerlo. Hay crueldad en los barrios y en las mansiones. Alemania era el centro de la cultura europea cuando dio rienda suelta la barbarie nazi.

En las guerras primitivas se golpeaban con palos, se mataban con lanzas y flechas. En las guerras de hoy se matan fríamente, limpiamente, a mayor distancia. Basta con apretar un botón en un bombardero o, peor aún, en el control lejano de un dron, como si fuera un videojuego. En esos casos pienso que, aunque las técnicas cambien, las intenciones permanecen. Desgraciadamente, con la cruel invasión rusa de Ucrania, matando de lejos, sigue vigente el discurso de Don Quijote sobre la espada y la pólvora.

Recientemente leí que dos mendigos sin techo se pelearon por ocupar un trozo mayor de un banco en un parque de Madrid. Uno de los dos acabó muerto porque el otro le rompió la cabeza con una piedra. En los años noventa, ricos, educados y bien vestidos, de colegios de pago, tanto Emilio Botín (presidente del Banco de Santander) como Mario Conde (presidente del Banco Español de Crédito) querían un banco mayor que el que tenían. Al cabo de muchas escaramuzas y trampas financieras y contables, Conde perdió su banco y acabó en la cárcel. Botín se quedó con el Banco de Conde y lo sumó al suyo. Técnicas diferentes. Mismas intenciones.

Visiblemente, a la vista de todos, en mi barrio éramos unos bestias. Entre nosotros, y contra los niños de otras calles, las peleas a trompazos y revolcones estaban a la orden del día. Incluso hacíamos guerrillas, a pedradas, en la Molineta, contra los del Quemadero y los de la Plaza Toros. Nos enfrentábamos también en torno a la balsa de los Cien Escalones. Nunca peleábamos contra los del Hoyo de los Coheteros ni contra los del Cerro. Lo teníamos terminantemente prohibido.

En esa época solíamos lanzar piedras a los gatos que abundaban por las calles, los solares abandonados y los terrados de las casas. Darle una pedrada a uno de ellos, a ser posible en la cabeza, merecía el aplauso de los demás. Me horroriza recordarlo y reconocerlo. “Los gatos establecen vínculos con los humanos y tienen un tipo de apego parecido al de un bebé de dos o tres años con la madre”, explica en La Vanguardia la doctora Paula Calvo, antrozoóloga y experta en relaciones entre humanos y animales.

En el antiguo Egipto pensaban que los faraones se reencarnaban en gatos que deambulaban por la corte. Imagino a Basted, la diosa gata de los egipcios, preguntando a los gatos de hoy si los humanos aún les adoraban. Debieron responderle: “Los humanos limpian nuestros aposentos. La comida que nos dan es aburrida, pero nunca nos falta. Y cazamos, eso sí, solo por diversión”.

Era un niño cruel

Cuando acaricio al pequeño Moisés, un gato bebé abandonado, que rescatamos junto a las aguas del Mediterráneo, en Almería, siento que estoy reparando el daño que hice a los de su especie cuando era un niño cruel. Ahora, duerme a mis pies.

Casi siempre tuvimos perro en casa. Uno más de la familia. También tuvimos colorines y canarios en jaulas. Las colgábamos en el patio o en la fachada de la casa. Los cuidábamos y mimábamos. No entiendo por qué no a los gatos. ¿Cuál era el origen de la maldición: demasiado independientes, indomables, libres? Nunca lo entendí. Hasta que me casé con Ana Westley, amante de los gatos. Desde entonces hasta hoy, dormimos con un gato en nuestros pies. Tenemos cuatro. Somos, felizmente, sus esclavos.

En 1988, Ana y yo fuimos invitados a comer por el filósofo José Ferrater Mora y su esposa Piscilla Cohn (pionera mundial en la lucha por los derechos de los animales) en su casa de Pensilvania. En su cocina, rodeados por varios gatos, mantuvimos un debate muy clarificador que rompió todos mis esquemas acerca del sufrimiento de los animales. Priscilla me convenció con sus datos científicos y sus argumentos que había llevado hasta la ONU.

 

No me atreví a decir que había disfrutado viendo (gratis) una corrida de toros en Las Ventas. (Mi paisano Chencho Arias, alto cargo de Asuntos Exteriores, no quería dar por perdidas dos entradas buenísimas que tenía reservadas para un alto mandatario latinoamericano que no pudo utilizarlas por razones de agenda. Aquella corrida me gustó, pero en mi casa no dije ni pío).

Acabo de leer en El País una entrevista perturbadora con Peter Singer, otro filósofo de la cuerda de Priscilla Cohn, autor de “Liberación animal. Una nueva ética para tratar con los animales”. Sobre este asunto, también me había influido la biografía novelada de mi amigo John Darnton sobre Charles Darwin quien defendía que nos somos una creación separada de los demás animales (como dicen algunas religiones) sino producto de la evolución a partir de otros animales.

Hace más de 20 años, cuando fundamos el diario 20 Minutos, decidimos no dar información ni criticas de las corridas de toros. Creíamos que nuestros lectores jóvenes urbanos habían perdido bastante interés en la llamada “fiesta nacional”. Y cuando me preguntan en el extranjero mi opinión sobre las corridas de toros, procuro cambiar de tema (sobretodo si hablo con clientes potenciales) y tirar balones fuera. Hace mucho que no voy a los toros, pero cuando he ido he seguido la corrida con más corazón que cerebro. Mi razón lo rechaza como algo bárbaro y cruel, pero mi corazón ama el espectáculo emocionante entre el hombre y la bestia, entre la vida y la muerte.

Yo nací y crecí en Almería, entre el Quemadero y la Plaza Toros y, en las tardes de toros, oía los olés y los pasodobles desde mi cuarto. Mi vecino de enfrente, en la Calle Juan del Olmo, era Paco Andújar, «El Ciervana”, banderillero de la cuadrilla de Relampaguito, Salieri II y, según me contó un día, hasta de Manolete, cuyas hazañas toreras oía yo con la boca abierta, desde muy pequeño, tomando el fresquito a la puerta de su casa o de la mía. En esas tertulias callejeras, sobre sillas costureras, la mujer de «El Ciervana» me cosió un traje de luces que pude lucir antes de vestir pantalón largo. Naturalmente, toreaba en mi calle con una cornamenta de juguete.

Antes de casarme con mi chica de Boston acepté el compromiso de no defender las corridas de toros ante ninguno de nuestros hijos. Esta semana ha surgido aquel acuerdo prematrimonial por las palabras de Peter Singer en Babelia: “Las corridas de toros se pueden considerar herederas de los juegos en la Roma clásica, donde las fieras se comían a los gladiadores y cristianos. Me resulta increíble que los toros hayan sobrevivido hasta hoy. (…) Yo recomendaría el fútbol antes que los toros”.

Llegados a este punto, yo también. Una vez que duermes con tus gatos ya no vuelves a ver el sufrimiento de los toros de la misma manera.

Con Truso escribiendo en mi Terraza. Me sigue a todas partes.

Con Gloria, la gata almeriense de mi nieto Leo

Con Moisés, salvado de las aguas en Almería

Mis cuatro gatos

Basted, la diosa gata de los egipcios

Jose Ferrater y Priscila Cohn

Paco Andújar, el Ciérvana, mi vecino en la calle Juan del Olmo.