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Los demócratas, en deuda con Ángel Viñas

Los demócratas estamos en deuda con Ángel Viñas. Es difícil entender la II República, la Guerra Civil y dictadura de Franco sin contar con la obra ingente de este historiador, economista, embajador, alto funcionario… y amigo.  Anoche presentó en la Cátedra Mayor del Ateneo de Madrid su último libro «La forja de un historiador» (Ed. Crítica).

Con Ángel Viñas en el Ateneo

Naturalmente, compré el libro y, tras su defensa en el Ateneo y ver el Índice, os lo recomiendo. «No hay historia definitiva» es una de sus frases favoritas. Y esta otra, tan triste: «Por desgracia, la España de hoy no ha llegado a reconciliarse del todo con su pasado». He leído, con gusto, muchas de sus obras, desde que le conocí en la Feria ANUGA de Frankfurt de 1972. Viñas era agregado comercial de nuestra embajada y yo era director ejecutivo de Cambio 16. Ambos ayudamos a montar stands de empresas españolas y allí saludamos al canciller Willy Brandt. Me llevó a cenar a su casa y acabamos cantando canciones de la República y la Guerra Civil. Un encuentro inolvidable y emocionante.

Contra cubierta y otras obras de Viñas

Hace 52 años, ya estaba Ángel curioseando en los archivos históricos de Alemania y buscando «las evidencias primarias relevantes de época, el pan y la sal del historiador». ¡Enhorabuena, Ángel! Y gracias por la ayuda que me has prestado con mi manuscrito de «La prensa libre no fue un regalo». Sin tu ayuda y la de nuestro Gabriel Jackson nunca hubiera acabado mis memorias. ¡No te rindas! Espero pronto un nuevo libro tuyo.

Dedicatoria del autor.

 

El miedo nos hizo demócratas

La Región de Ourense tituló así mi entrevista: «El miedo nos hizo demócratas». El jueves pasado, lo expliqué allí como pude. En su Foro, presenté mi libro de memorias periodísticas («La prensa libre no fue un regalo») y, con cena de lujo incluida, lo pasé muy bien. En Ourense reciben bien. Gracias.

Fotos del acto en el diario La Región de Ourense del domingo

¡Qué placer volver a Galicia y dar un abrazo a mi amigo Manolo Saco, casi coautor de mi libro y autor de su preámbulo (a favor) tan maravilloso!

Manolo Saco (Mozart) y un servidor (Salieri) celebrando mi libro, que él corrigió varias veces, y el suyo («No hay Dios») que, ampliado, está a punto de ser reeditado.

Para quienes no tengan la suerte de andar por tierras orensanas, les recomiendo esta entrevista que me ha hecho Sergio Conde para La Región en la que anticipo algunas notas de mi intervención y otros gajes del oficio.

Entrevista publicada por La Region de Ourense

Foto obligada, por mi admiración a Feijóo, el bueno, acompañado por Oscar Outeriño, editor de La Región de Ourense.

El acto fue emitido en directo por Internet y aquí está distribuido por youtube.

«Las matemáticas y la física son extranjeras en España», escribió el padre Feijóo, un cura ilustrado orensano del XVIII. Mi admirado maestro Juan Marichal hizo su tesis doctoral sobre Feijóo. Se la dirigió nada menos que don Américo Castro.

Además, el diario La Región publicó en papel y su web una crónica del acto.

Envuelto por un aroma embriagador de jazmín, me impresionó esta celosía visigótica (siglo IX), tallada en piedra, en San Xes de Francelos, que algún día me gustará tallar en madera noble.

Los Saco/Malpica fueron guías maravillosos por tierras gallegas. Nos llevaron a Combarro, a Saxenxo (antes de que llegara el emérito), a La Toja y al barrio judío de Ribadavia, donde una lápida recuerda los crímenes de la inquisición.

… vecinos condenados por sus creencias hace 400 años.

Vacaciones magníficas aderezadas con pulpo a feira en Carballiño, marisco en D´Berto y galleguismo en la casa museo de don Ramón Otero Pedrayo.

Ana Westley, Manolo Saco, Isabel Malpica y un servidor en la galería de la casa museo de don Ramón Otero.

Plato de Sargadelos dedicado a Otro Pedrayo, un católico conservador que fue diputado en las Cortes Constituyentes de la II República y luego perseguido por la Dictadura franquista.

¡Hay que ver lo que se aprende, se come y se bebe viajando por Galicia! Valió la pena. ¡Volveremos!

 

 

 

 

El Rey cita a Azaña en el Ateneo. «¡Qué menos!», me dice

¡Feliz Bicentenario, Ateneo! Con el espíritu liberal de la Constitución de 1812 («La Pepa»), el Ateneo fue fundado en 1820. La pandemia nos impidió celebrarlo en 2020. Hoy, en cambio, ha tenido un arranque emocionante ya que en 1823, hace justo 200 años, Fernando VII, el rey felón, antepasado de Felipe VI, lo cerró, recuperó la Inquisición y persiguió a los liberales socios fundadores, muchos de los cuales huyeron al exilio para salvar su vida. El Rey actual no cito hoy al felón (un detalle) sino a Manuel Azaña, presidente del II República, y a su tatarabuela la reina Maria Cristina, quienes ocuparon la jefatura del Estado antes que él. Como republicano de corazón, me gustó el gesto. Y se lo agradecí personalmente. «¡Qué menos!», me respondió con amplia sonrisa.

El Rey («socio de cuota», dijo) compartió una copa con los ateneistas en La Cacharrería del Ateneo de Madrid.

Esperando al Rey en la venerable Cátedra Mayor del Ateneo

Me llamó la atención el cajón flamenco que había en medio del escenario. ¿Sería una invitación al Rey, tan aficionado a este instrumento?

El sabio Emilio Lledó, el ateneista vivo más antiguo (con 96 años) nos emocionó con su canto al Ateneo («mi segunda casa», dijo), a la lectura y a los libros de su biblioteca con los que él tanto ha dialogado desde que se hizo socio en 1949. El filósofo citó, cómo no, a su colega Aristóteles: «La amistad es lo más necesario de la vida». Lledó incluyó a los libros leídos entre sus amigos.

Los actores Miguel Rellán y Leire Marín (abuelo y nieta) iluminaron, con gracia y talento, el acto inaugural del Bicentenario.

Miguel Rellán, que nos ha enganchado con «Sentimos las molestias» junto a Antonio Resines, le echó un capote al Rey al cederle la palabra. Le ofreció el cajón flamenco del escenario como una oportunidad para lucirse. El actor arrancó aplausos del público y risas del monarca. El Rey le replicó:

«Me temo que voy a llevar eso para toda la vida».

No es para menos. Más risas y aplausos de los ateneistas. A eso se le llama empezar con buen pie. Equivale a la «captatio benevolencia» de los clásicos. A partir de ahí, Felipe VI pronunció un discurso cargado de valores cívicos («libertad, solidaridad e igualdad») que firmaría cualquier republicano que se precie.

Miquel Iceta, ministro de Cultura, estaba en su salsa.

A Miquel Iceta, ministro de Cultura, también le gustó el discurso real. Le pregunté si lo había escrito él. Lo negó.

Chupando cámara con los actores Miguel Rellán y Leire Marín (abuelo y nieta).

Recordé al joven Rellán cuando llegó a Madrid y empezó a colaborar con el semanario Doblón que yo dirigía entonces. ¡Qué tiempos!

Con Antonio Garrigues Walker

Cada vez que me cruzo con Antonio Garrigues Walker no puedo evitar recordar mi infancia en mi casa de La Rumina (Mojacar). Su familia veraneaba en un palacete impresionante (Marina de la Torre) al otro lado de río Aguas, muy cerca de mi casa. A escondidas, me bañaba desnudo en la balsa de los Garrigues hasta que el guarda me quitó la ropa y se la llevó a mi abuela, mientras yo escapaba en pelota picada por el río. A las niñas de la familia Garrigues (guapísimas) las llamábamos «las madrileñas». Otro ataque de nostalgia.

Bueno. Me voy a la Casa de Vacas del Retiro donde hoy predico a las 19.00h. en favor de la libertad con mi libro «La prensa libre no fue un regalo». Felipe VI se me adelantó hoy celebrando la libertad, con mucho fundamento, en el Ateneo de Madrid (donde presenté mi libro). A su antepasado, el rey felón, le habría disgustado mucho el discurso de nuestro rey constitucional. A mi gustó.

Mis colegas (aún en activo) cuchicheaban en un corrillo aparte sobre la visita del rey emérito, Juan Carlos I, a las regatas gallegas. ¡Qué diferencia! Lo siento, señor, me quedo con Felipe VI.

 

 

 

 

Ontiveros y el modesto «Círculo de Rascafría»

El profesor Emilio Ontiveros me enseñó, como Bernard Shaw, que la Economía es una ciencia que sirve para sacarle el mayor provecho posible a la vida. Nuestro Emilio también nos decía que servía para entender el comportamiento humano y para que fuéramos más felices, más prósperos. Y ahora, Joaquín Estefanía titula así su obituario en El País: Economía como si la gente importase. No podía haber elegido mi compadre un titular más acertado ya que Emilio amaba la Economía porque amaba a la gente.

Joaquín Estefanía en memoria de Emilio Ontiveros en El País

Joaquín Estefanía en memoria de Emilio Ontiveros en El País

Llevo varios días de luto por la muerte, tan prematura, de nuestro amigo y maestro. Y no paro de leer reflexiones magníficas, largas y breves, de derechas y de  izquierdas, sobre su vida y su obra. Ya sea en las redes sociales o en los diarios de postín de varios colores (El País, La Vanguardia, ABC, etc.) todos celebran la excelencia personal y científica del profesor Ontiveros.

Sus compañeros de AFI (Analistas Financieros Internacionales, que él fundó) destacan su carácter emprendedor. Lorenzo Bernaldo de Quirós le describe en ABC como «maestro de Economía, sabio de la vida».  Nuestro Xavi Vidal Folch titula su obituario en El País: Emilio Ontiveros, un economista sabio y sobrio. Y el profesor Rafa Myro, de su círculo académico más íntimo, que nos acompañó muchos años en el Consejo de la Revista Economistas que dirigía Emilio, dedica su blog a la memoria de Emilio Ontiveros. No caben aquí los elogios que, merecidamente, recibe Ontiveros en la prensa, la radio y la televisión. Lo que la letra impresa no transmite es el vacío que nos produce su ausencia. Dice Joaquín Estefanía que aún no la hemos digerido. Un papel escrito siempre es ingrato por incompleto. Más aún si es que escribimos, como hago yo ahora, en una fría pantalla. Una lágrima deja huella sobre el papel. Corre la tinta. Aquí, no. Lástima.

El «círculo» de la Tía Carlota

Y ahora, un recuerdo. En el último tercio del siglo XX, un grupo de amigos, economistas y periodistas en su mayoría, ligados a los montes y valles de Rascafría (Madrid) y a Los Calizos, hicimos muchas bromas sobre lo que entonces llamamos, con éxito inesperado, la «beautiful people», un grupo de economistas y empresarios, mayores que nosotros, que nació al calor del «círculo » de la Tía Carlota (los Bustelo, los Boyer Salvador, los Rubio, los Calvo Sotelo, los Salas, los del Pino, etc.). Ellos se consideraban, seguramente sin razón, los herederos de la burguesía ilustrada de la Restauración y la II República. O sea, que si no hubiera sido por el Golpe de Estado del general Franco, la guerra civil y la Dictadura, ellos deberían haber sido la élite política e intelectual encargada, por herencia, de gobernar España.

Algunos engatusaron a Felipe González y formaron parte de sus gobiernos. Otros prefirieron hacerse ricos. Algunos de nuestra pandilla llegamos a apuntar (¡qué error!) que aquellos «beautiful» pretendían emular entonces al prestigioso «Círculo de Bloomsbury» (John M. Keynes, Bertrand Russel, Gerald Brenan, Viginia Wolf, E. T. Eliot, etc.), que tanto influyó en Gran Bretaña en el primer tercio del siglo XX.

Cuando Miguel Boyer Salvador, nieto de Amós Salvador, ministro de Alfonso XIII, cayó en desgracia ante el presidente González y ante los jueces que investigaron su feo asunto de Ibercorp y Sistemas Financieros, se apagó su estrella. Su socio Mariano Rubio Jiménez (ex gobernador del Banco de España, que firmaba los billetes del banco emisor como Mariano Rubio y sus estafas como Mariano R. Jiménez) acabó en la cárcel. Miguel Boyer Salvador (ex superministro de Economía y Hacienda, que firmaba los decretos como Miguel Boyer y sus estafas como Miguel B. Salvador) se libró de ir a cárcel. Firmaban como gobernantes, por parte de padre, y estafadores, por parte de madre. ¡Qué escándalo! Luego, Boyer solo brilló en las revistas del corazón de la mano de Isabel Preysler, ex condesa consorte de Griñón. La «beautiful people» se desvaneció.

En el modesto «Círculo de Rascafría» (Emilio Ontiveros, Joaquín Estefanía, Lorenzo Ruiz, las tres Anas (Ramírez Cañil, Kuntz y Westley) Iñaki y María Santillana, Xavi Vidal Folch, Andreu Misé, Rafa Myro, José Luis García Delgado, Paco Ros, Clemen Millán, Marijé Orbegozo, José Luis Martínez, alias Flavio en la clandestinidad, etc.) nos producía risa (y tristeza, ¿por qué no?) la historia de aquella «gente guapa». Nosotros éramos más de pueblo y nos definíamos por todo lo contrario de lo que representó la «beautifull». Aunque algunos no ocultaban sus pecados de juventud (Partido del Trabajo, Bandera Roja, etc.) nos movíamos entre el liberalismo progresista y la socialdemocracia. Y siempre nos unía una gran amistad. Así como los de Bloomsbury estaban unidos contra la hipócrita moral victoriana, los de Rascafría éramos y somos claramente laicos y demócratas anti franquistas.

Un amigo francés me decía que cada pueblo tiene sus preferencias a la hora de comer castañas. En Francia hacían «marrón glacé» y en España, «castañas pilongas».  Los del Círculo de la Tía Carlota eran de «marron glacé». En el de Rascafría éramos y somos de «castañas pilongas». Estudiamos y escribimos de Economía, querido Joaquín, «como si importase la gente». Eso nos enseñó el maestro Ontiveros. Gracias, maestro y amigo. DEP.

 

 

“Hijo mío, no te signifiques”

Hoy recuerdo uno de los episodios más dolorosos para mi madre, a quien yo tenía por miedosa y cobarde. Hasta que me reveló su historia. Nunca más la tuve por miedosa. Fue una heroína. Lo cuento en La Voz de Almería y en mi blog de 20minutos.es.

Mi articulo publicado hoy en La Voz de Almería

Almería, quién te viera… (25)

Hijo mío, no te signifiques

 J.A. Martínez Soler

Hasta aquel día, siempre tuve a mi madre por miedosa. Sus frases típicas eran fruto del temor que habitaba entre nosotros durante la Dictadura de Franco. “Las paredes oyen” , “En boca cerrada no entran moscas” o bien, “Hijo mío, no te signifiques” eran sus tres mandamientos favoritos. En el verano de 1963, con 16 años, visité a mi tío Antonio, el miliciano exiliado en Francia. Me llevé un buen chasco. “¿Miedosa, mi Isabel? No sabes lo que dices. Tu madre merece un monumento. Salvó la vida a muchos vecinos de Nacimiento. Pregúntale si sabe algo del hijo de su primo José León”, me replicó mi tío.

En 1984, el primer gobierno socialista desde la guerra aprobó una Ley por la que se reconocía la paga de jubilado a los españoles que habían pertenecido al Ejército de la II República. Mi padre quiso cobrar su pensión de suboficial republicano y lo consiguió. Siempre estuvo orgulloso de su lucha en defensa de los ideales de la República y esta paga fue para él un símbolo de la reconciliación en España. Tras el éxito de esta gestión burocrática, mi madre me pidió que ayudara también a su prima Paca a cobrar la pensión de viuda de militar de la II República. Lo conseguimos también, pero no fue tan fácil.

La República daba a su marido, el primo José, por “desaparecido”, lo que equivalía a muerto en combate. Entonces fue cuando recordé algo de lo que, en 1963, me contó el tío Antonio cuando le visité en Francia. En una tarde fresquita, invité a mi madre a tomar un helado de chocolate en la terraza de la heladería Adolfo del Paseo Versalles. Le pedí que me contara lo que supiera sobre sus primos José y Paca. Conocía algunos detalles de esa historia, pero me faltaban piezas para armar el puzzle. Para vencer su miedo secular a hablar de la guerra civil, le insistí en que podía fiarse de mí y que no lo contaría jamás sin su permiso. Soltó una carcajada socarrona. Con su sorna habitual, me hizo esta observación:

– “¿Fiarme yo de un periodista? ¡Pero qué cosas tienes, hijo mío! Tú eres mu confiao. Mira lo que te pasó en la mili, por bocazas. ¿Y qué me dices de los que te secuestraron y torturaron? ¡Es que no aprendes!”

Entonces le dije:

– “A mí no me importa tanto, pero el hijo de José y de Paca, que vendrá a verme a Madrid, tiene derecho a saber lo que pasó con su padre. Y me ha pedido que te lo pregunte a ti porque piensa que su madre solo le ha contado una parte pequeña de la historia”.

Con este recurso conseguí que me contara, con algunas lágrimas, algo de lo que pasó en Nacimiento, su pueblo. Me dijo que José y Paca se casaron poco antes de la guerra. Se querían con locura y, por desgracia, solo vivieron juntos unos meses. Mientras José estuvo en el frente, en el de Teruel, como mi padre, no supieron nada de él.

Con gesto de misterio, y aun bajando más la voz, me dijo que, a principios de los años 40, poco después de acabar la guerra, cuando estaba en Nacimiento huyendo del hambre, recibió un recado muy raro de un amigo del tío Antonio, que estaba en la sierra con los maquis. Al atardecer del día siguiente, debía pasar varias veces, pero sin detenerse, por la fuente del Acebuche de Nacimiento. Según le dijo, “era cuestión de vida o muerte”.

“El corazón me dio un vuelco cuando vi a José allí mismo, después de darle por muerto. Parecía totalmente un mendigo. Nos abrazamos.” Mi madre intentó convencerle de que se fuera a Francia como su Antonio. Paca se reuniría allí con él. Le dijo que el pueblo estaba lleno de guardias civiles, y hasta de tropas del Ejército, que buscaban a los maquis de día y de noche por toda la sierra de los Filabres y Monte Negro. Le advirtió de que aún se oían tiroteos no lejos del pueblo.

Mi madre preparó un plan, que había usado otras veces, para que José pudiera bajar del monte, envuelto en mantones negros como si fuera una mujer, sin levantar sospechas en la Guardia Civil. Arriesgando su vida, acompañaba a su primo hasta su casa en el pueblo. Aquellas visitas nocturnas se fueron convirtiendo en una rutina. Cuando aumentaron los golpes de la guerrilla, en algún momento ella llegó a creer que José se había olvidado del proyecto de huir a Francia con su mujer. Por otros maquis, mi madre supo que José era uno de sus cabecillas. Un día encontró a su prima Paca con mala cara. Había estado vomitando. La acompañó, andando rambla arriba, al médico de Gérgal.

– “Me lo temía. Lo que faltaba: preñada. Me rogó, me suplicó, por lo que más quisiera, que no se lo dijera a su José y que no le trajera nunca más al pueblo. Temía por su vida, si alguien más se enteraba de su embarazo. Siendo, como era, una mujer honrá, irían a por él”.

Le prometió no traer más a José al pueblo. Durante varios meses, José envió mensajes desesperados pidiendo ver a mi madre. Ella acudió al lugar de las citas anteriores, pero sin disfraz para él. Él creía que Paca se había cansado de esa vida tan dura de la guerrilla. Llegó a pensar que ya no le quería. Mi madre guardó un largo silencio.

“Eso me dolió mucho. Ahí perdí el control y metí la pata. Fue el error más grande de mi vida. Aún no me lo perdono. Por eso nunca he querido hablar de esto con nadie. Le dije: No puedes bajar más al pueblo porque Paca está preñada y la Guardia Civil lo sabe. Van a por ti”.

José se quedó de una pieza. Solo repetía y repetía:

– “Tengo que verla, prima, tengo que verla; aunque solo sea una vez. Y esta vez va en serio. Te lo prometo: nos iremos a Francia con tu Antonio. Ya lo tengo to arreglao. Díselo”.

Entre suspiros y algún gemido, me madre me dijo: “No volví a verle nunca más. Pobretico mío. A los pocos días, vi mucho movimiento de guardias por to los alrededores del pueblo. Esa noche no pude pegar ojo. De madrugá, me sobresaltó una ensalá de tiros que venían de mu cerca. El tiroteo duró más de una hora o de dos horas. Poco antes de amanecer ya no volví a oír ningún tiro”.

Cuando se hizo de día, mi madre fue, desesperada, a casa de Paca. Allí estaba, con un guardia civil a cada lado. Recibió a mi madre con estas palabras: “Me lo han quitao, prima. A mi José, me lo han quitao. Acribillao a tiros en el terrao. Y se han llevao su cuerpo”.

Aguantó en el terrado hasta que se le acabaron las balas. Mi madre terminó así su relato:  «Ya se lo puedes contar así a su hijo José cuando vaya a verte a Madrid. Dile que su padre fue un hombre cabal, enamorao de su madre y fiel a sus ideales”.

Abracé a mi madre y le di las gracias. Después de esa tarde, unidos por aquel doloroso secreto compartido, ya no fuimos los mismos. Nunca más la tuve por miedosa.

Mi madre, Isabel Soler, en 1936

 

Mi padres

De bebé con mis padres

Con mis padres, mi hija Andrea y mi tío Antonio, el miliciano, cuando vino a mi casa en Almería después de la muerte de Franco.

Me sorprendió que no me publicaran ayer mi artículo de la serie «Almería, quien te viera» que suele salir cada domingo. Hasta que vi la portada de La Voz de Almería. ¡Qué tonto fui! ¿Como no me iba a desplazar del domingo un notición como el pase del equipo de Almería a Primera División? Seis o siete páginas de fútbol. Razón de más. El director de La Voz, Pedro Manuel de la Cruz, me dijo que «el futbol lo trastoca todo». Le comprendí. Yo hubiera hecho lo mismo. Faltaría más.

Portada de La Voz de Almería de ayer domingo

¡Enhorabuena, Almería! Me alegré de la victoria del Real Madrid en la Champion. Pero me alegró mucho más ver al equipo de mi tierra en Primera. ¿Por qué será?

El Almería volvió ayer a la Primera División

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Exilio, oposición interior y transición democrática, según Villares

En el venerable salón de actos del Ateneo de Madrid, el profesor Ramón Villares rindió ayer un singular homenaje a los cientos de miles de españoles exiliados que perdieron la guerra civil y, desde su largo y penoso destierro, contribuyeron a la transición pacífica desde la dictadura de Franco a la Constitución democrática de 1978. Su último libro, «Exilio republicano y pluralismo nacional» (Ed. Marcial Pons), fue presentado ayer por el autor y por Ángeles Egido y Antonio García Santesmases.

Portada del libro de Ramón Villares.

De sus intervenciones y de la lectura del ensayo de Villares se desprende una cierta ingratitud por parte de la oposición interior al franquismo (el exilio interior) hacia los hombres y mujeres del exilio exterior, que mantuvieron vivos los ideales democráticos de la II República y nos cedieron una parte importante de su legado histórico. La deuda que tenemos los demócratas españoles con quienes sufrieron tan largo destierro y ayudaron a la Transición sigue pendiente. Los exiliados de la España peregrina, convertidos por Franco (con ayuda del «hisopo eclesial») en apátridas, en no españoles, mimaron durante décadas los valores republicanos y, en su momento, cambiaron incluso, no sin dolor, república por democracia, europeísmo, reconciliación entre vencedores y vencidos y pluralismo nacional. Este libro, con minuciosa documentación y rigor histórico, viene a saldar una parte de dicha deuda.

Contraportada de libro de Villares.

El profesor Villares une exilio y transición mediante un análisis de gran finura intelectual y delicadeza en el tratamiento de los hechos históricos. Me gustó regresar ayer a mi Ateneo, olvidado por la pandemia, y saludar a colegas interesados por los españoles «transterrados», tal como los llamaba mi maestro Juan Marichal que siempre llevó España a sus espaldas.

Con Solita Salinas, Juan Marichal y mi hijo David, en su casa de Cambridge (Mass).

Sus clases y tertulias, al otro lardo del Atlántico, me cambiaron la vida, cuando tuve que huir de la Dictadura, tras sufrir secuestro, torturas y un fusilamiento simulado, a los tres meses de la muerte del dictador, por miembros de la Guardia Civil del franquista general Campano. En algunos capítulos, el libro de Villares me ha producido varios ataques de nostalgia, pues cita a exiliados notables como Juan Marichal y José Ferrater Mora, con quienes compartí clases y veladas inolvidables en sus casas de Massachusetts y Pensilvania. O a Vicente Llorens, secretario del presidente Juan Negrín, experto en el exilio tanto como en la Literatura Española.

Con los exiliados Solita Salinas, Juan Marichal (con boina) y Vicente Llorens y su esposa Amalia, en una excursión a Plumb Island y Newburyport (Mass) a los pocos meses de la muerte de Franco.

El ensayo se cierra con un epílogo titulado «La canción del exilio» en el que escribe: «Los exiliados se habrían llevado, como cantó Léon Felipe, lo mejor de la cultura española. La España de Franco se quedaría con la «hacienda, el caballo y la pistola», pero qué importaría todo aquello, <<si yo me levo la canción>>.

<<El legado político del exilio>>, según Villares, <<fue más decisivo del que los protagonistas en el interior de la transición democrática quisieron reconocer, porque, a fin de cuentas, en el pecado del adanismo se lleva la penitencia de descubrir que siempre hay una <<caja de música>> en la que se guarda otra versión del pasado que no pasa».  Ayer pudimos escuchar en el Ateneo de Madrid unas notas agridulces de esa <<caja de música>>

Gracias, profesor Villares, por su libro. También, por estampar en él su firma. Mi ejemplar, lleno de notas a lápiz, ya vale más.

Autógrafo. «Para José Antonio Martínez Soler, que conoce la transición de primera mano».

 

El ex ministro Camuñas envejece mal, muy mal

El ex ministro de UCD, Ignacio Camuñas (antes «Nacho de noche»), ha dicho ante Pablo Casado que Franco no dio un golpe de Estado en 1936. ¡Te cagas! Y el pobre líder del PP no ha dicho ni pío. Bueno, sí. Ha sonreído y ha dicho: «¡Qué lujo de ponentes!» ¿De dónde sale es chico? ¿A qué velocidad va la derecha moderada hacia atrás para chocar inevitablemente con VOX?

Rafael Arias Salgado, Pablo Casado e Ignacio Camuñas, en Avila, enalteciendo el franquismo, algo que aún no es delito en España, pero casi.

«Si hay un responsable de la Guerra Civil directamente es el Gobierno de la República. Un golpe de Estado no es lo que ocurrió en 1936. Fue un enfrentamiento brutal entre dos sectores de los españoles y que se saldó con los daños propios de una guerra civil. Creo que es mejor olvidar el pasado y no seguir pretendiendo que la derecha es la culpable del 36, y de la Guerra Civil. Eso es mentira», ha dicho Camuñas en presencia de Pablo Casado.

Con el lenguaje viril que enseñaban a los niños en el Frente de Juventudes y en la OJE, otro ministro de la UCD, también mal envejecido, se lució de lo lindo. En otro momento de la charla, moderada por Pablo Casado, Rafael Arias Salgado ha dicho: «Hoy he leído en el periódico que Rutte [primer ministro de los Países Bajos], el holandés, que es un hijo de puta, pero que va a vigilar estrechamente…». Se refería a la llegada de fondos europeos a España. El insulto a un primer ministro europeo fue coreado por risas del público y sonrisas de Casado que aspira a ser colega suyo si llega a la Moncloa. He visto el video. Si no lo veo, no lo creo.

El Valle de los Caídos, ya sin los restos del dictador que lo mandó construir con prisioneros de guerra.

Hace solo 46 años que murió el tirano, autor del golpe de Estado cruento contra la II República, y tengo la impresión de que el despertar de los franquistas de VOX ha puesto tan de los nervios a los moderados del PP que van desesperadamente hacia atrás. Prefiero pensar que asistimos a un cambio de rumbo pasajero y que el PP volverá a tomar su camino inconcluso hacia el centro del que tanto se alejaron ayer en Avila.

Me consuelo pensando que los efectos de la guerra civil en Estados Unidos (1861-1865) aún no se han superado en los Estados ex esclavistas del Sur. Cada vez que viajo por los estados sureños percibo las heridas de «las dos Américas» con los resentimientos a flor de piel. Ha pasado un siglo y medio de aquel enfrentamiento fratricida y aún vemos los rescoldos de aquella barbarie.

La guerra civl española no acabó en 1939 sino en 1975 con la muerte del dictador. España no ha disfrutado aún ni de medio siglo en paz desde que el dictador murió en noviembre de 1975, dos meses después de mandar fusilar a varios presuntos terroristas tras un juicio sin garantías que algún día deberá ser anulado.

Tareas de exhumación de restos de víctimas de la guerra civil y de la represión franquista.

Afortunadamente, el Consejo de Ministros aprobó hoy mismo el proyecto de ley de la Memoria Democrática. Cuando entre en vigor como Ley, la norma puede servir para ilegalizar a la Fundación Francisco Franco y declarar ilegítimos los juicios del franquismo. Un bálsamo para tantas heridas que aún supuran, al cabo de casi medio siglo de vencedores contra vencidos.  ¿Se imagina alguien una Fundación Adolf Hitler en Alemania?

Animado por sus ponentes de ayer, Pablo Casado se ha apresurado decir que en cuanto llegue al Gobierno derogará esta ley de la Memoria Histórica. ¿Por qué no me sorprende?

 

 

Lindos colores en mi corazón y en mi cerebro

Hoy, 14 de abril de 2021, nace, casi por casualidad, otra pequeña estrella: mi nuevo blog Se nos vio el plumero, heredero de aquel (Se nos ve el plumero) que publicaba en 20minutos.es durante años, antes de jubilarme. Aquel blog trataba de comparar noticias y no noticias de la prensa de pago. Era un instrumento para reivindicar la neutralidad premeditada de 20minutos, el primer diario que no se vende, frente al sesgo, a veces escandaloso, de los diarios de pago. Cumplió, creo yo, su función. Me gustó hacerlo. Luego inicié otro blog personal como martinezsoler.com.

Hoy, con mi casa pagada, mis hijos casados y mi pensión de jubilado garantizada por ahora, vuelvo a escribir, en el diario más hermoso que he creado con un gran equipo, como si fuera libre. Debo advertir a los inspectores de la Seguridad Social que este blog no me dará ningún ingreso que pueda mermar mi pensión. Antes de jubilarme, escribía por vanidad, el pecado favorito del diablo, y para ayudar al negocio. Ahora lo hago, querido lector, para que me conozcan… y me quieran. ¡Casi na!

Desde que fundamos 20minutos, hace ya 21 años, no pierdo la oportunidad de jugar un décimo en el Gordo de Navidad de la empresa. Recoger ese décimo, terminado naturalmente en 20, es una feliz ocasión de compartir mesa y mantel con viejas y nuevas glorias del primer diario que no se vende.

La directora, Encarna Samitier, me lanzó un reto: resucitar mi blog Se nos ve el plumero,  o bien crear uno nuevo con las luces largas, esas que iluminan el futuro si no perdemos de vista el retrovisor.  Veo los hechos desde el torreón de la jubilación en el que, superada la gran crisis que acabó con los tres competidores gratuitos (Metro, Qué y ADN), me instalé felizmente el 14 de febrero de 2014.

Pero la Covid me atacó en su Tercera Ola con una neumonía bilateral – ¡maldita sea! – y retrasó mi reincorporación a los blogs de 20minutos hasta hoy. La sanidad pública me salvó del bicho y, cargado de anticuerpos y agradecimiento hacia los sanitarios, he vuelto al tenis, a la talla de madera, a la huerta, a escribir mis memorias de abuelo cebolleta y, lo mejor de todo, a poder abrazar, por fin, a mi nieto Leo, con mascarilla y sin riesgo, al cabo de un año de pandemia.

Hace 90 años, mi padre fue feliz en tal día como hoy. Por sus mismos ideales de lucha contra la injusticia y la ignorancia, llevo yo esos lindos colores de la bandera de la II República en mi corazón.

Los colores rojo y gualda de nuestra actual bandera constitucional también los llevo, como propios, en mi corazón y en mi cerebro.

¡Vivan los ideales de la II República y de nuestra Democracia parlamentaria que los recogió en 1978, después de la oprobiosa y cruel Dictadura de Franco!

Con la vista puesta en el retrovisor, como superviviente de secuestro, torturas y un fusilamiento simulado, por agentes armados de la Dictadura, vuelvo hoy, 14 de abril, al ruedo periodístico. Pido la benevolencia de los jóvenes que no conocieron mi mundo y que, en ocasiones, creen de buena fe que la Democracia nos tocó en una tómbola.

Gracias, querido lector.

 

La portada ficticia que me llevé el día de mi jubilación.