Algunas palabras sobre LA AMIGA de MARINA TSIVETÁIEVA (Pre-Textos,2023)

Un libro como este, un libro de exilio interior, habitado, habitable, en una Europa que solamente existe en los libros de texto de historia. A veces, ni en ellos. Tan lejos, tanta distancia en las dimensiones de la física clásica. Tiempo y espacio. Tanta tragedia acumulada. Amor imposible, amor destilado y atrapado en el frío de Moscú. Amor antes de la Revolución Rusa, antes de las Guerras Mundiales. Amor, de pureza, de nevisca. Eludir las fronteras del género cuando no existían distinciones, tiempo de pragmatismo y absolutos, de un romanticismo que se pierde en la noche. Diario poético donde el lego asume un paralelismo Verlaine&Rimbaud, pero es un error, porque entre tragedia y guerras solo hay cebada y achicoria, frío de nieve. Más allá de los pulmones de Europa, este libro de Pre-Textos nos propone adentrarnos en un espacio emocional y literario complejo, con la traducción de Reyes García Burdeus, en la disputa fonética y léxica, casi de alquimista, para ofrecernos la mejor de las versiones en español.

El libro es una resistencia contra el ciclo de la vida, como una cárcel con las puertas abiertas: «El anillo de hierro fundido en su pálida mano», tan cerca que se puede tocar, pero no se siente. En el amor, la batalla es, siempre, una ceremonia de confusión, mezcla de cuerpos y voces: «¿Qué sucedió? ¿De quién es la victoria? ¿Quién es el vencido?» La pelota, el gato, el cazador, la manera de jugar con los géneros.

En el frío completo de la distancia, en lo lejano del tiempo, en el lugar ignoto que no sabe todavía de la existencia de muros futuros, Marina respira el aire de nieve que quema y, su corazón desbocado, enfría cuando llega hasta el pecho, creando una escarcha de sangre y hielo: «Para el alma no es mejor ni peor/ que el primero que llega/que los nacarados charcos/donde se vierte el firmamento», lejos del lápiz, lejos de la luz, imitando con sus dedos el ritmo de un corazón que pelea. En la calle, el hielo, al fundirse, parece una lágrima.

¿Quién es el amor? ¿El que ama o el que es amado? Dos partes de un imán descompuesto: belleza y juventud: «Sobre todo la turbaba/caminar tan tarde en la noche y el frío». Moscú ríe con la nieve, es una revuelta de carcajadas que avisa de otra revuelta que está por llegar y ya, entonces, el cuento de la Reina de las Nieves existe, con el cristal que todos tuvimos, la esquirla injertada, alejando la pasión como mal social. Enumera besos y caricias, joyas y presentes, la luna es brillante como las ojeras del que no duerme, enamorado. Pero esa breve luna es tan sutil y joven, que parece estar a punto de apagarse. Esa luna protege de la invasión, del espíritu, del mal augurio, del sentimiento más poderoso. Sencillo el mercado, el amor se oculta entre los colores mates, en el rostro demacrado de una virgen: «Como le juré embellecer/hasta la vejez-derramé la sal/como a mí en tres ocasiones-usted se enfureció-/me salió el rey de corazones».

Descripción de lunas y látigos, de manos confundidas y confusas, una lucha entre lo prohibido y lo puro, falta la belleza, pero no importa: «Tú no eres una flores-eres un tallo de acero/más ruin que la ruindad, más punzante que un punzón». El color rojo, fuego de mujer entre el hielo de Moscú, sin maquillar. Su mano de amante errática es capaz de mantener el témpano sobre la piel. Ella escribe: «Duermo todo el día, todo el día río, sin duda/me estoy recuperando del invierno». Pero el amor no entiende de tiempo ni espacio, sin distracciones: «Apenas me he recuperado del invierno/y del verano ya me he enfermado».

«En la ausencia, donde los cuervos revolotean, hay una niebla que ciega, qué dirá la historia de los trenes y los barcos, ¿Qué distancia os empeñáis en medir? ¿Qué amas? «Los anillos en todos los dedos». Distancia y ausencia son hermanas que se confunden».

En la parte final se invierten los papeles, poetisa y enamorada, ahora es Sofía quien escribe de Marina o a Marina. Es como una película rodada con dos cámaras diferentes, enfocando el mismo plano. Vuelven a la misma Iglesia, a la Virgen que es ahora de incienso. Envidia del sexo y la juventud: «De mi muerte aléjame» y «¿Acaso no posee tu apasionado nombre/el viento de todas las tempestuosas costas?», y aquel cabello del que la amante suplica su canción, amor, en 1915, tras meses de tiempo que ya no se puede medir: «Miro la ceniza y el fuego de tus rizos/las manos regias, las más generosas»

Hay un destino fijado para ellas, pero no conocen el nombre de la estación y ni la última hoja que quedará pendiente en el calendario. La belleza.

Miqui Puig canta vol 7 de Miqui Puig

¿Dónde comenzar la escucha de lo nuevo de Miqui Puig? edita Primavera Labels y es el disco del año 2022 ¿Dejamos el silencio sonando sobre la aguja y leemos? Notar el ambiente, el ozono, los ojos en blanco, la corbata o el pañuelo, el barro en las ruedas, el acid, los violines, las guitarras y los tambores. Miqui ha cogido carrerilla. Sus dos últimos LP´s solistas son sobresalientes y hablar ahora de Casualidades es como escribir sobre La canción de Juan Perro o Viva Hate de Morrissey. Séptima entrega, chicles Brooklyn, Kiko Amat, la Barcelona del norte, el Turó Park, perros y singles, amor y motocicletas. La primera cara se abre con un Miqui en la carretera, reflexionando a base de sintetizadores y percusiones: ¿Es él la dirección o es la autopista la que manda?

«Noches de clubes, donde todo es una fiesta y él solo quiere repasar la historia de las canciones bellas. Miqui es capaz de hacerte bailar con una letra que te hace sentirte incompleto, con el sabor orgánico del que ha visto cómo la electrónica crece desde los cables infinitos a los ordenadores de las nuevas olas».

foto de Santi Trullenque

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Algunas palabras sobre Espía de la primera persona de Sam Shepard (Anagrama, 2023)

El final del camino, las últimas notas manuscritas, dictadas, el temblor de la muerte en las manos de Shepard. El ángel y la serpiente. Adiós, Shepard. Bienvenido al Motel. Shepard siempre esperando, siempre con los ojos más bellos de América mirando un futuro que se niega a alcanzar. Bob y Patti, los dos, escriben cartas, con sellos secos de saliva perdida. Shepard recuerda la América, la temporal y la espacial, en la que todo era más sencillo: sus padres, sus hijos. Él entre medio, a punto de unirse a unos, alejándose de los otros. Shepard en la paz donde no existen advertencias frente a los peligros potenciales porque el mayor está tan cerca que no puede huir de él. Es más fácil escapar de Alcatraz que de la muerte. Shepard en formato corto, él mismo viéndose en un juego de espejos a ambos lados de la carretera, el anciano que quiere aprender es él mismo, es la muerte, la muerte es él mismo, porque están dentro de él. Como si vida se hubiera concentrado en un único instante. En cien páginas.

Shepard se espía. Suspicaz. No sabe si es él o si es la muerte, si es un lacayo que compra la parca. Ella apunta con un lápiz un horario, la muerte no necesita lápices de repuesto. Con uno le bastará. En una mecedora vigila al que lo vigila. Podría levantarte temprano, casi con el amanecer, aprovechar las horas de los días que le restan. Pero no tiene fuerza. Duerme. Sabe que los inmigrantes esperan trabajo en una esquina. Ellos, que están vivos, que seguirán vivos al terminar el libro, miden el tiempo de otro modo.

Hijo de padre, padre de hijos. Ahora sacas las facturas que quedaron pendientes, sin pagar, cubiertas de humo: “No intento demostrarte que fui el padre que creías cuando eras pequeño”. Sin deseos, sin arrepentimiento. El hombre, Shepard, al completo, acude a una clínica, arena, cactus y cascabel. El infierno es un lugar helado, un romance en Durango, un absoluto de la vida, Pancho Villa, pipas saladas, Emiliano Zapata, la frontera, Allen Ginsberg, Alí… Lee Marvin bañándose en las aguas heladas para bajar la reseca, entre la prisión y el Valle de la Muerte, todos los hijos de Lee Marvin le sostienen, son iconos de la contracultura, a quemarropa con Angie Dickinson, una fuga, repito: escapa de Alcatraz es más sencillo que hacerlo de la enfermedad. Dos décadas en las que todo sucedió. Un año. La décima parte. No sucedió nada. Solo la muerte de Sam Shephard. Y Patti Smith pidiéndole el banjo para que la acompañe en Smells like teen spirit.

«Crónicas del tiempo. Cuando uno ha escrito sobre el mundo, sobre la explosión de todos los cambios, ¿qué queda ahora? Porches, espectros, pájaros, asumir o despedir el último día: jugar a la ruleta rusa contra el amanecer».

Persigue a un hombre incapacitado. Una silla de ruedas. Reducir los movimientos físicos frente a un observador astral, ¿Será Shepard protegiéndose de sí mismo? Tras Wenders y los ángeles… hoy, ayer, mañana, se ha cortado por completo el suministro de ángeles de la guarda y es Shepard quien tiene que hacer todo el trabajo. Caballos que escaparon hacia la muerte hace años, recuerdos que son ceniza en cualquier otro lugar. La mano de la hija es lo más real que podrás encontrar. Una habitación. Siempre una cama. Alquilar por una noche. La noche, el cuarto, el motel, el arenero, la biblia, la televisión encendida, el hielo en mitad de Arizona. Un cuarto ajeno para poder sentirse vivo. Una máquina de refrescos, el olor de la gasolina, el cielo azul, cegador. Víveres en un colmado, alubias, sardinas, café. Todo está en su cabeza. El trabajo.

Shepard y sus padres. Al final de su vida todos los personajes junto a los que respiró, los que convirtió en mitos, los que se olvidaron de fanfarrias y coyotes, todos se manchan. Shepard nos los regala. Consérvalos tú, Octavio. Me quedo con mis hijos. Con las manos, con los brazos, con el abrazo de mis hijos. Haz con ellos lo que quieras, me dice. Es como una gran caja de cartón llena de muñecos muy usados, figuras en la memoria de un niño que es un viejo, tocadas, manoseadas. Son buenas, las ha sacado de su blister, ha jugado con ellas: marionetas con una historia detrás. Pero ahora solo quiere los pedazos que le regalaron sus padres, esas memorias mínimas, papá, mamá, vendajes, aire, autopistas, Arizona. Pastillas, el instante de la muerte. No importa. Solo minutos y segundos. Estamos en el descuento. Su madre es lo más importante, recuperar su rostro un instante, la humanidad resumida en una bocanada. Luego, la nada, luego, solo él, el marido, el padre, el hijo. Sus hijos, sus hijos que reciben el dolor, que recuperan los intereses un millón de años después.

Una clínica en Mojave. Las serpientes de cascabel, no querer seguir, si hubieras calzado las botas de nieve en vez de las sandalias… ¿Y tus botines, Sam? En un año dejó de llevar la cabeza erguida, de poder limpiarse los orificios tras el baño. Él no sabe que los queríamos ser como él o queríamos que una parte de él se nos quedara dentro, ahora, ahora ya no sabemos muy bien qué hacer. Hijos y trabajo, edad y barba con canas, abstemio, sin tabaco, con barriga. Aún tenemos fuerza para escribir, para recordar su grandeza, para recordar el desierto, el motel, los ojos de Dylan llenos de maquillaje, los Stones, los beatniks y su vino barato, el combustible de los aviones, las congas de Allen Ginsberg, Patty y Joni. La Lange.

Nueve. Banda de amor. Las uvas están secas. La comida mexicana. Es el último viernes del último fin de semana de la vida y no tienes fuerza ni para llevarte un tequila a los labios. Ellos regalarían el mundo por un día más, pero no hay trato. La muerte y la vida son poemas que uno tiene que escribir solo.

Algunas palabras sobre Más fría que la guerra de Fabián Plaza

Un premio como el Minotauro ya nos permite intuir que el libro que tenemos entre las manos va a tener la calidad y el buen hacer que los aficionados a la ciencia ficción contemporánea merecemos y necesitamos en estos tiempos de sagas extendidas hasta la extenuación, adaptaciones seriales pavorosos o universos en viñetas que se amontonan auto devorándose en sus continuidades. Ahora mismo el premio Minotauro y, por ende, cualquier libro que se publique, tanto novedad como reedición en la colección Minotauro de Planetadelibros, viene con un sello de calidad y eso hace que estemos ya ante un inicio de lo que podría llegar a convertirse en un Nébula patrio o unos Hugo. Le daremos un poco de tiempo y comenzamos con el ganador de la edición de 2021, el magnífico Más fría que la guerra de Fabián Plaza. Premio Minotauro 2021, puede adquirirse aquí.

El autor español utiliza sus conocimientos de historia y geopolítica para, unidos a una capacidad fantástica de remover la sensibilidad que se aloja en la parte más imaginativa de nuestro cerebro enhebrar una ucronía que funciona a distintos niveles: por un lado mezcla la parte del terror a través de dimensiones emparentado con los clásicos como Clark Ashton Smith (sus malosviajes recuerdan a la mítica Atlach-Nacha) o Robert Bloch mientras que las gotitas de novela de espías nos devuelve el sabor clásico de Le Carré o Ian McEwan (sobre todo en Máquinas como yo, aunque solamente sea por el guiño a la supervivencia de Alan Turing). La ucronía de las primeras páginas es emocionante y nos deja con ganas de saber más.

Una España con una Transición fallida, donde el Rey asumió que lo que se dejaba atado quedaba bien atado, con una elección perfecta de progresivos presidentes del Gobierno, las luchas entre los tecnócratas, Opus Dei y demás facciones clásicas el franquismo resulta cuanto menos curiosa. Quizá extrañe qué habría sucedido con la Falange, si habría sido absorbida del todo por el Movimiento… incluso el separatismo violento y terrorista de ETA y Terra Llure aparecen muy bien dibujados y el trato con el que actúa las fuerzas de seguridad del Estado funcionan de manera muy coherente para cualquier amante del What if?

Por otro lado la amalgama victoriosa y variada del modelo soviético, con sus distensiones dentro de los distintos países, el éxito aparente que encubre las desigualdades inherentes en una forma de organización política que ni el papel utópico de la ciencia ficción aguanta, el papel de los Estados Unidos como adalid de la libertad de Occidente pero capaz de manejar los hilos con maquiavélica impunidad -hay una trasunto de acciones que recuerdan a los movimientos guerrilleros en América Latina, una especie de Huevos de Pascua en forma de textos al comienzo de algunos capítulos excelentes-.


«El Dakota, qué sucedió con Sharon Tate, las últimas películas de Tarantino, pequeños detalles que pueden alimentar un proceso de cambio brusco, la mariposa que agita las alas con cuidado…las drogas y sustancias tóxicas que alteran de manera funcionarial la conciencia y que nos recuerdan a alguna de las elucubraciones sobre el tema de consumo y lucha contra el autoritarismo de Alan Moore en sus distintas obras».

Incluso el alcohol como sustitutivo barato es un modo muy acertado de encontrar continuidad cultural y sociológica. Eso sí, el que busque magia encontrará más bien personas con poderes más cercanos a los hijos del átomo de Charles Xavier o alguno de los especímenes que aparecían en los mejores capítulos de Fringe.

La parte de la narrativa con espías funciona con agilidad y buen gusto, sobre todo en la parte situada en España: Madrid como escenario de correrías, churros, porras, chocolate, los grises, el Retiro, la guardia montada, pero decae cuando los escenarios se sitúan en otros lugares. Sobre todo la parte de Londres y algunas descripciones de recorrido por Europa. Ahí el que busca imaginación tendrá que conformarse con un escritor con oficio pero, tristemente, la narrativa fantástica es poco más que un adorno.

Incluso un cierre con un tono Deux Ex Machina que nos deja con la sensación de que el autor ha creado un Universo que nos pide una exploración más profunda, un universo que bebe de Philip K. Dick pero que también podría servir como excusa para un fragmento de la maravillosa Love Death + Robots y del que todavía nos queda mucho por descubrir:


«¿Qué secretos ocultan los dos lados del Telón de Acero? ¿De dónde vienen los insectos? ¿son inteligentes? ¿Está vivo Elvis? ¿Suena Charles Manson en las radios? ¿Scott Walker le ha producido un disco a Raphael? ¿Qué haría el COVID 19 sobre los malosviajes? ¿Era Jerry García el primer transfer o se lo guardaba todo para él?»

Un libro que te deja con ganas de más es un libro excelente y que la ciencia ficción en España siga teniendo colecciones, sepa otorgar la importancia que tiene al género y premie anualmente a las mejores obras es una realidad por la que tenemos que congraciarnos.

Corsé de Clara Peya ( Vida Records,2023)

No es fácil definir lo que supone la música de Clara Peya para el que se acerca a ella por primera vez: las teclas, la nota, el arreglo rítmico, todo se mezcla con voces que dispersan el miedo por toda la habitación, como una manera de abrazo melódico, como en el tema que abre el disco “Sota les dents” con la voz de Leo Rizzi, la suavidad de poso porteño en la colaboración con Momi Maiga, con el fraseo del senegalés, minimalista en recursos, piano etéreo y unas pinceladas de sintetizador, casi algodón nuboso que se entrona en la belleza con “Estat Salvatge”, donde Alex Serra acompaña en una emulsión mediterránea de soul y trance, elevando el texto hacia la plegaria, soltando gotas de sudoroso dub en los movimientos básicos del tema. Estremece ese afán de perfección, de piel sedosa, de vibración electrónica alimentada por un piano nutricio en las manos de Clara Peya, artista visceral, trascendente y prolífica, capaz de llevar en “El plor d’un cavall” la angustia del abismo con Pol Batlle, el que fuera líder de una de las propuestas más interesantes del subterráneo barcelonés, Ljubliana & The Seawolf, y que en la pieza juega con el piano de Clara Peya en espacios de tropicalismo epiléptico, donde la tensión se recibe a través del texto y el arreglo, en esa intencionada busca de transformación social. Salvador Sobral en su aportación, “Alta traïció”, con una presencia de sintetizadores primordiales y ambientes de violenta epifanía electrónica nos acompaña hasta el último tema del LP, «Nana para mí«, cantado por Sílvia Pérez Cruz, donde el susurro lorquiano de Pérez Cruz, arrullado como una nana de mar y sal, encaja entre la docencia de expresionismo pagano, que encuentra su plena expresión cuando se complementa con el maravilloso videoclip que acompaña el lanzamiento del disco: un ejercicio de hermetismo teatral, cautivador y herético, una manera perfecta de cerrar esta obra, deslumbrante y estremecedora de la pianista y compositora Clara Peya.

Los genios de Jaime Bayly (GALAXIA GUTENBERG,2023 )

Uno de los grandes libros del año. Una manera perfecta de sobrevivir a la ausencia del mar, con un vaso de ron o un trago de leche, según el gusto de cada cual. Bayly realiza una ágil recreación de las causas que llevaron al mítico enfrentamiento entre los dos grandes autores del “Boom” literario latinoamericano: Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez. El dandi Vargas Llosa, el excesivo García Márquez, encumbrado al Olimpo eterno por “Cien años de soledad”, ambos conviven en Barcelona, protegidos por la agente literaria Carmen Balcells. Obreros de la página y magos de la palabra, el sexo y el amor, lo furtivo y lo domesticado, todo converge hasta llegar al cisma absoluto entre ambos, con un puñetazo incluido. Distintos cameos de personajes importantes de la cultura española y latinoamericana de la época, lugares distinguibles, novelas y novelistas -a veces sirve como un libro de mano con recomendaciones puestas en boca de los protagonistas-, alcohol y discotecas, disciplina y amores de telenovela, dictadores, comunistas, fascismo consentido, fascismo en el largo verano de la Ciudad Condal. Conviven realidad y elucubración, hechos registrados y extrapolaciones propias de un novelista. Eso lo convierte en algo realmente mágico. Todo marcado por el afilado colmillo de Jaime Bayly, un notable narrador, que entrega una obra de consumo inmediato, nutritiva y pasional, como el verano, el invierno, como todas las épocas de la vida.

Algunas palabras sobre VIVIR CON EDIFICIOS Y CAMINAR CON FANTASMAS de IAIN SINCLAIR (La Felguera,2023) segunda parte

Seguimos analizando la obra de Sinclair, la mutación de las ciudades y sus enfermos. Aquí se puede adquirir y leer la primera parte.

Volvemos al hospital, como un nido de enfermedades, al hospital hay que mantenerlo con vida, a base de importar la vitalidad de la calle. Por eso entras, donas, te vas. O los hotelitos que suministran luces submarinas, como si la noche fuera un mar profundo, sin más. En los ojos de buey de los taxis que recorren las avenidas los viajeros recién llegados de las estaciones del final de la línea pueden proteger sus equipajes mientras esperan frente a mostradores vacíos. Ejercen su papel de refugiados de una sola noche.

«La avenida América en Madrid, sin el glamour de Atocha, con sus bocadillos secos, los autobuses que más que entrar o salir parecen sorbidos o escupidos. Allí, tú lo sabes, pasamos más tiempo del que quisimos, atrapados en Alsas que prometían una nueva vida o un fin de semana de diversión».

Recuerdo la llegada a Budapest en el verano de 2012. Había dejado de fumar. Puede que no parezca un detalle importante, pero para mí sí que lo es. Nos robaron el primer transfer contratado y en el segundo recorrimos la ribera del Danubio hasta el hotel, de noche. Miraba por la ventana del vehículo y lo que veía no se parecía en nada a la luminosa ciudad que me despertó la mañana siguiente. Todo, el desayuno, la cama, el hotel, mi mujer… parecían diferentes.

La distancia enorme que hay entre Bruselas y los hoteles baratos que te permiten abordar el aeropuerto de los vuelos, baratos también. Charleroi. Lejos, muy lejos. Puedes ir en autobuses rápidos y regulares, protegidos por hombres armados con fusiles automáticos o esperar en un NH. Moqueta, cama baja. Esperar la madrugada, desayuno continental con café de máquina y bollería industrial. Bruselas se extiende como una mancha de petróleo. Entre dos estados, entre dos regiones. Es una ciudad estado.

Un poema de William Blake. Todas las ciudades son geológicas, no puedes dar tres pasos sin encontrarte investido del prestigio de sus leyendas. Imagina Zaragoza. Imagina a tu amigo. Un amigo muerto. Un restaurante cerrado. El local donde quedabais a comer. Casa Portolés. Solo queda la Plaza Santa Cruz. Cuánto tiempo tuvo que pasar hasta que dejaste de buscarlo en cada esquina del Casco Viejo, cuánto pasó hasta que asumiste que nunca más te lo ibas a encontrar.

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Algunas palabras sobre VIVIR CON EDIFICIOS Y CAMINAR CON FANTASMAS de IAIN SINCLAIR (La Felguera,2023) primera parte

El recorrido de Londres recuerda al olor de un curry para cenar que pide John Constantine mientras llueve. Hay toxicidad en cada bocanada de aire, la nicotina hace parapeto. Patios oscuros, patios dulces. ¿Pueden los edificios imaginar enfermedades? ¿La arquitectura puede generar vástagos hipocondríacos? Está claro que vivir es un estadio de remisión, de identificación continuada con algún arquetipo. Sin más. No se puede sobrevivir sin arquetipos, aunque sean provisionales y nos sean arrebatados unos pocos números calle abajo. Bienvenidos a Vivir con edificios y caminar con fantasmas de Iain Sinclair editado por La Felguera.

En una fascinante satirización de las calles, el caminante es un elemento con un sentido tan amplio del camino que Iain Sinclair termina convertido en una arista de la ciudad, a pesar de que su lienzo está sucio, usado, con restos orgánicos e inorgánicos, potencialmente cancerígenos, pero que terminan por ser interesantes, exageradamente apetecibles, marcando un antes y un después. En su recorrido, Sinclair, va hasta el centro más profundo de Londres -y luego lo abandona, como haremos todos-, Limehouse. Pero aprovecha para nombrar uno de los libros más enigmáticos (en mi caso solo he podido leer el tebeo), La casa en el confín de la tierra.

La ciudad, sus edificios, pueden servir como nexo de unión o estrato último entre la realidad y el sueño. Los cerdos (retomando la historia citada de antes) y las noches, el metro, el subterráneo, recorriendo las profundidades como una cuchilla afilada en un queso podrido (aquí podemos encontrar reductos de la teoría de “La Tierra plana”, muy de moda por cómo se ha retomado el universo de los titanes, King Kong o Godzilla y ese inquietante cuento de Los libros de la sangre de Clive Barker, que tuvo una nociva adaptación con Vinnie Jones de protagonista, … Los salvajes y la carne). Sinclair o su alter ego, su personaje, su muppet que camina por la ciudad es como un Simenon de segunda, da vueltas y vueltas, como un detective que investiga la ciudad, pero no tiene ningún caso que resolver.

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Algunas palabras sobre La muerte de Belle de Simenon

Simenon, el hombre que usaba las teclas de su olivetti desdentada como una fábrica de seriales, el vilipendiado vendedor de novelas al borde del pulp, de las historias intercambiables. Simenon y Maigret, de la Bélgica pobre que aguanta a duras penas despertar cada mañana con los recuerdos de las Ardenas ardiendo. Simenon recorre Europa y recorre el siglo. Pero es mucho más que una máquina productora de folletines. Es un hombre excesivo, un hombre que es literatura pura, destilada. Por eso es necesario a esta pequeña joya, La muerte de Belle con respeto y dispuestos a disfrutar con un ejercicio de narrativa psicológica, de fenotipos humanos, de realidades que se distorsionan hasta quebrarse en un simple instante. Acompáñenme en este deslizar supino al vientre de una bestia desconocida, escondida a simple vista, en la casa de al lado.

Edita Acantilado y se puede adquirir aquí.

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Landfillandfillandfill de Hulm (Repetidor)

Hubo un tiempo en el que parecíamos adolescentes esperando la fiesta de Navidad de un frenopático, hacer que el silencio fuera fanfarria psicodélica y así, con las sinapsis aceleradas, confabular el free jazz con el silencio, el ruido blanco, las guitarras desmagnetizadas. Hay algo de luz entre tanta oscuridad de saxo, me hiere la boca como una cuchilla deslizándose por una pizarra, el blanco de la tiza es un desarrollo melódico abstracto, ritmo asonante para las olas que se terminan. No hay más olas, no está Justo, no está Suso, no está la geometría esplendorosa de un theremin que se cruza (bíblicamente) con una vieja radio de válvulas. Mutantes agazapados tras los amplificadores, una banda sonora terrible, una banda sonora muda o mercurial, hambrienta, muy hambrienta, para una novela inédita de William S. Burroughs.

Instrumentos imposibles y juegos para iniciados, algo más de ruidismo y pop desquiciado, sonido de anticuarios para una sociedad que ha terminado. Ruidismo y sintetizadores, sueños donde germinan las cuchillas, esos aires áridos de un cuarto lleno de soledad y vacío de vida. El sonido de Hulm es agrio, cortante, siempre al borde del ruido y, a pesar de todo, su capacidad de seducir permanece, desequilibrando al oyente, haciéndole responsable de sus pecados, sin ser condescendiente, se retuerce como un animal encerrado, donde las voces parecen extraídas de una grabadora de psicofonías. Jugando al escondite con la vida, armado de ideas, dibuja las melodías como si estuviera escarbando en los sedimentos tóxicos que dejan los ríos que nunca llegan hasta el mar. Ninguna de las antiguas normas valen cuando la historia es vieja… Deslizándose entre líneas de saxo y erupciones de electrónica esquemáticas, luz de lava descendiendo por las montañas: ya no queda nada. Tango roto, tango reventado, percusiones afónicas, cajas de música… Por qué me has dejado así, solo… La fiera adentro, un túnel bajo la autopista, un barco pirata cubierto de polvo, una canción infantil de esas que se cantan los otros cuando tú te alejas

Así, el susurro es tormenta y se caerán todos los aviones que no lleven una foto de Daniel Melero presentando sus revox inversos al mundo. Entre tanto ramalazo de rabia estilística se distinguen algunas cosas más personales del combo: voces discordantes procesadas en diales imposibles, elementos ruidistas que juegan sobre fragmentos de electrónica y un saxo que ocupa el espacio habitual que tiene la guitarra en el rock más clásico. Bienvenidos a la dimensión elegida. Estáis tan cerca que os guiará el olor. Y el ruido.

Mártires con sombrero segunda parte: justo después de comer, mirándose el estómago crecido y barriga… Le vienen a la cabeza la estupidez humana y aun cuando durante unos instantes tiene muy clara la solución que la eliminará definitivamente de la faz de la tierra. Y él se mira el vientre y las lorzas que se desbordan y entre el ruidismo de las ventosidades y los vinilos rotos: se sacaron de su funda, se escucharon brevemente y sacados del plato fueron al suelo para ser primero manchados por la huella sucia de un pie descalzo y finalmente machados sin perdón… ¿Pero se alimentaban de cadáveres de adictos al emparedado de plátano y mantequilla de cacahuete o de complejas aleaciones metálicas más ligeras que el papel y el bambú? Que no se olvide la bencedrina… cómo se me podría olvidar.

Landfillandfillandfill de Hulm está editado por Repetidor y se puede comprar aquí.