Hubo un tiempo en el que parecíamos adolescentes esperando la fiesta de Navidad de un frenopático, hacer que el silencio fuera fanfarria psicodélica y así, con las sinapsis aceleradas, confabular el free jazz con el silencio, el ruido blanco, las guitarras desmagnetizadas. Hay algo de luz entre tanta oscuridad de saxo, me hiere la boca como una cuchilla deslizándose por una pizarra, el blanco de la tiza es un desarrollo melódico abstracto, ritmo asonante para las olas que se terminan. No hay más olas, no está Justo, no está Suso, no está la geometría esplendorosa de un theremin que se cruza (bíblicamente) con una vieja radio de válvulas. Mutantes agazapados tras los amplificadores, una banda sonora terrible, una banda sonora muda o mercurial, hambrienta, muy hambrienta, para una novela inédita de William S. Burroughs.
Instrumentos imposibles y juegos para iniciados, algo más de ruidismo y pop desquiciado, sonido de anticuarios para una sociedad que ha terminado. Ruidismo y sintetizadores, sueños donde germinan las cuchillas, esos aires áridos de un cuarto lleno de soledad y vacío de vida. El sonido de Hulm es agrio, cortante, siempre al borde del ruido y, a pesar de todo, su capacidad de seducir permanece, desequilibrando al oyente, haciéndole responsable de sus pecados, sin ser condescendiente, se retuerce como un animal encerrado, donde las voces parecen extraídas de una grabadora de psicofonías. Jugando al escondite con la vida, armado de ideas, dibuja las melodías como si estuviera escarbando en los sedimentos tóxicos que dejan los ríos que nunca llegan hasta el mar. Ninguna de las antiguas normas valen cuando la historia es vieja… Deslizándose entre líneas de saxo y erupciones de electrónica esquemáticas, luz de lava descendiendo por las montañas: ya no queda nada. Tango roto, tango reventado, percusiones afónicas, cajas de música… Por qué me has dejado así, solo… La fiera adentro, un túnel bajo la autopista, un barco pirata cubierto de polvo, una canción infantil de esas que se cantan los otros cuando tú te alejas
Así, el susurro es tormenta y se caerán todos los aviones que no lleven una foto de Daniel Melero presentando sus revox inversos al mundo. Entre tanto ramalazo de rabia estilística se distinguen algunas cosas más personales del combo: voces discordantes procesadas en diales imposibles, elementos ruidistas que juegan sobre fragmentos de electrónica y un saxo que ocupa el espacio habitual que tiene la guitarra en el rock más clásico. Bienvenidos a la dimensión elegida. Estáis tan cerca que os guiará el olor. Y el ruido.
Mártires con sombrero segunda parte: justo después de comer, mirándose el estómago crecido y barriga… Le vienen a la cabeza la estupidez humana y aun cuando durante unos instantes tiene muy clara la solución que la eliminará definitivamente de la faz de la tierra. Y él se mira el vientre y las lorzas que se desbordan y entre el ruidismo de las ventosidades y los vinilos rotos: se sacaron de su funda, se escucharon brevemente y sacados del plato fueron al suelo para ser primero manchados por la huella sucia de un pie descalzo y finalmente machados sin perdón… ¿Pero se alimentaban de cadáveres de adictos al emparedado de plátano y mantequilla de cacahuete o de complejas aleaciones metálicas más ligeras que el papel y el bambú? Que no se olvide la bencedrina… cómo se me podría olvidar.
Landfillandfillandfill de Hulm está editado por Repetidor y se puede comprar aquí.