Archivo de diciembre, 2014

Voluntarias: un homenaje

Por Cristina Niell Cristina niell

Es así. Ellas son más. Son más las desinteresadas, las altruistas, las solidarias. Por cada 6 voluntarias hay 4 voluntarios, según datos del Observatorio del voluntariado  de 2013.

El 5 de diciembre es el Día Internacional del Voluntariado y hay que agradecerles el trabajo que día a día, ellas y ellos, llevan a cabo para las organizaciones sociales desde diferentes puestos y con responsabilidades bien diversas. Desde Oxfam Intermón, organización para la que trabajo desde hace años, he estado analizando los datos. En nuestro caso, ellas son más que la media del país, ellas son el 77,5% de todo nuestro equipo de voluntarias y voluntarios, un equipo integrado por 1.653 personas.

El 77,5% de los voluntarios de Oxfam Intermón son mujeres. (c) Alejandro Herrero/Intermón Oxfam

El 77,5% de los voluntarios de Oxfam Intermón son mujeres. (c) Alejandro Herrero/Intermón Oxfam

Estos datos me han hecho pensar en el rol de las mujeres, en su tradicional papel de cuidadoras, algo de los que hablaba días atrás Alejandra Luengo, en su post Cuidadoras invisibles. He hablado con algunas de estas voluntarias y los verbos que las mueven a integrarse en organizaciones de la sociedad civil, que describen sus porqués a menudo son: ayudar, colaborar, contribuir, atender, aportar… Y cuando describen la organización para la que trabajan (sin una compensación económica, pero con muchas compensaciones emocionales) lo hacen comparándola, a menudo, con una gran familia.

“Porque sé que con mi pequeña contribución estoy ayudando a que muchas más personas puedan ayudar a otras a mejorar su calidad de vida”, dice Giselle Guevara. “Porque aporto mi granito de arena a la lucha contra la injusticia y la desigualdad”, comenta Laia Arnau. “Para ayudar a que las personas no tengan que dejar su casas por falta de trabajo y puedan vivir con dignidad», añade Pilar Estival. “Para devolver a la sociedad cosas que la sociedad me ha dado”, asegura Consuelo Sánchez.

Todas ellas con una vocación de cambiar, de contribuir a mejorar la vida de los demás, como comenta Assumpció Vidal: “porque necesitamos vivir en un mundo más justo”. Para Charo Magarzo esto “significa compartir” y para Sara Gutiérrez “luchar contra la injusticia”. Porque creen “en las cosas que defienden y por las que luchan”, como dice Julia Nuñez refiriéndose a la organización con la que colabora.

¿Estarán las mujeres trasladando su histórico y ancestral rol de cuidadoras al ámbito público? ¿O estarán imprimiendo el valor del altruismo al resto de la sociedad? De hecho tanto da. Me siento orgullosa de ser mujer y de pertenecer a un colectivo que es capaz de reconocer y atender las necesidades de otros y otras.

Cristina Niell trabaja en Oxfam Intermón. Tiene una vida sin emoción y disfruta oyendo, leyendo y escribiendo historias de otros.

Dolorosas ironías

Mariana Vidal

Por Mariana Vidal

La torpeza es un mal no suficientemente castigado. Cuando alguien mete la pata ‘por torpe’ se supone que también es alguien noble que no tiene mala intención, y sólo ha hecho un comentario desafortunado. Nos hemos acostumbrado, desgraciadamente, a soportar a quienes se expresan pública y privadamente ‘con torpeza’ y con sus comentarios hacen daño a otras personas, directa o indirectamente. Se reconoce comúnmente la falta de mala intención, y se pide de forma genérica a quienes ‘se hayan sentido ofendidos’ -como si el problema fuera de susceptibilidad o del grosor de la piel de esas personas- que disculpen. Ocurre casi todos los días, entre nuestros políticos y personajes públicos. Y también en el ámbito privado, quizá envalentonado por todos esos malos ejemplos.

Disculparán este preámbulo, quizá innecesario. Pero es que, lo reconozco,  como muchas de las personas que lo han leído, no sabía muy bien por dónde coger este artículo de Antonio Avendaño sobre un presunto caso de violencia por parte de un jugador de fútbol a su pareja. Y no tengo nada que decir, ni debo, del caso concreto, porque está en la instancia donde tiene que dirimirse, la judicial. Sólo del artículo, como están haciendo con toda la razón otras personas.

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Si hacemos un esfuerzo por verlo en la mejor de las luces, podría ser un artículo irónico sobre la hipocresía de quienes se manifiestan contra la violencia hacia las mujeres pero disculpan un caso concreto. Pero incluso si diéramos eso por supuesto -que no es evidente- cuesta mucho separar el trigo de la paja cuando se lee cómo el autor ironiza torpemente en una dirección y en otra, como tratando de hacer humor sin darle la razón a nadie, o picando en las razones de todos un poquito para poder decir que no se está de ningún lado, y que sobre este tema, como sobre cualquier otro, la ironía y el humor son posibles sin consecuencias.

Porque antes de escribir, como antes de hablar incluso en el bar, hay que pensar en la necesidad de hacer determinadas bromas, y en la posibilidad de que alguien pueda no entender una ironía y sentirse legitimado para la violencia -desgraciadamente ya demasiado común y no sólo en sus expresiones más extremas-, o no entender una ironía y sentirse agredido, o en este caso, agredida, o indefensa, con razón. Todo eso ya está, evidentemente, ocurriendo con este artículo en concreto en la web y las redes. La expresión torpe, como la malintencionada, no puede tener patente de corso. Y si se usan palabras ofensivas, insultos abiertos, como se hace en esta presunta parodia, se está incidiendo en el daño. La burla del débil, de quien sufre, de quien es agredido, no tiene excusa en el humor ni en la ironía. Y no, no servirá de excusa, si es que llega, una disculpa que diga que se trataba de una ironía, de un artículo escrito con sentido del humor, y que ‘si alguien se ha sentido ofendido’ que disculpe.

Quien quiera presumir de buen humor, que se ría antes, con profundidad y con fruición, de las cosas que le duelen personalmente. No de las que, una y otra vez, causan víctimas que nos duelen a todos.

Mariana Vidal es comunicadora y especialista en América Latina.

Legalidad y sufrimiento: mujeres que ayudan a mujeres

Por Flor de Torres Flor de Torres

Hace unos días tuve un encuentro muy especial. La Agencia Andaluza de Cooperación Internacional para el Desarrollo y la profesora María Jesús Cala Carrillo, de la Facultad de Psicología de Sevilla, han hecho posible mi encuentro con Janina.

Mujeres y niños junto al río Coco, en Nicaragua. Imagen de María Cimadevilla.

Mujeres y niños junto al río Coco, en Nicaragua. Imagen de María Cimadevilla.

Janina Margarita Jackson Machado es Fiscal regional del Ministerio Público de Nicaragua en la Región Autónoma de la Costa Caribe Sur. Con una formación especializada en violencia de género, intrafamiliar y sexual, participa activamente en el diseño de una actuación integral en su país para erradicar las violencias basadas en el género, en el marco de un proyecto que cuenta con el apoyo de la cooperación andaluza.

Y ella, como Fiscal en Nicaragua, representa a las víctimas de violencia de género y es a la vez enlace en la Unidad Especializada de Niñez y Adolescencia. Mujer de compromiso en un país donde la abogada Juana Antonia Jiménez,  ya me contó el amplio movimiento que se ha desplegado para defender los derechos de las mujeres.

Y es que Nicaragua despertó por la igualdad. Existe una Ley Integral contra la violencia a las mujeres. Pero un sueño integral que ha durado poco, pues apenas un año después de su publicación se reformó para romper con la prohibición de la mediación y la especialización judicial, un abandono que supuso resucitar la instancia privada en el delito de violencia a la mujer.

Hay principios básicos en la lucha judicial contra la violencia de género que ahora se desmoronan. Pero he recibido de Janina el talante de compromiso por la igualdad de las mujeres en Nicaragua. Janina en su profesión como fiscal logra que no se vacíen los derechos de las mujeres nicaragüenses que sufren la violencia de género, ni los de sus hijos, que sufren en la misma medida.

Entre mi colega Janina y yo apenas conocernos surgió una complicidad inevitable. Vivimos en distintos países, trabajamos con distintas mujeres, en dos continentes y sin embargo de nuestro intercambio de experiencias parecía que habíamos compartido idénticos casos. Nuestras trayectorias vitales parecían entrelazarse pues eran prácticamente idénticas. Hasta llegamos a creer en un emotivo abrazo que en realidad éramos hermanas de vida que no se habían conocido hasta ese momento.

Con contenida emoción recordamos algunas vivencias con mujeres y juicios de feminicidios de las mujeres que no están, que nos faltan. De sus hijos. De los hijos de la violencia de género que ella comparte conmigo que son víctimas directas de la violencia de genero. Y nos emociona también que muchos asesinatos a mujeres en su país y en el mío son idénticos y se producen de la misma forma y con la misma casuística. Y es que la violencia del hombre hacia la mujer se ejerce y se desarrolla igual en las dos orillas. En el mundo. Sabemos que ello no es más que la consecuencia de la supresión de todos los derechos a la mujer cuando se la denigra física y psíquicamente en la violencia de género. Y concluimos que sin igualdad no hay derechos. Ninguno. Todos transitan por esta bella y enorme palabra que es la igualdad. Y sin ella ni en Nicaragua, ni en España, ni en el mundo habrá respeto ni derechos a la mujer.

Somos fiscales en femenino de violencia a la mujer. Mayoritariamente somos mujeres quienes hemos proporcionado asistencia jurídica a las víctimas. Y tratándose de feminicidios hemos atendido a sus familias, no solo jurídicamente, sino que hemos desarrollado y construido una habilidad empática a lo largo del trayecto de nuestra experiencia profesional. Este modo de atención se ha transformado en una capacidad, un saber que equilibra la razón técnica y legal con la habilidad en el manejo humano del sufrimiento que los casos de violencia de género llevan en sí mismos. Y que nosotras que manejamos el dolor de forma tan directa, necesariamente nos penetra.

Nos despedimos con la ilusión que la vida de nuevo vuelva a unirnos. En Nicaragua o en España. Y con la emoción de lo que este encuentro supuso para ambas. Somos mujeres que ayudamos a mujeres. Y mi admirada hermana, la fiscal de género de Nicaragua Janina Jackson, es un claro ejemplo de ello.

Flor de Torres Porras es Fiscal Delegada de la Comunidad Autónoma de Andalucía de Violencia a la mujer y contra la Discriminación sexual. Fiscal Decana de Málaga.

Las luchadoras del ébola

Por Júlia Serramitjana Julia Serramitjana

Mujeres como Agnes Nyantie  serán clave para superar la crisis del ébola en países como Liberia. Tiene  ímpetu y ganas de contribuir a superar la enfermedad dónde ha vivido siempre: ‘Mis hijos han nacido y crecido en este barrio y quiero que estén seguros’, asegura. Esta madre de cinco hijos, tiene 42 años y recorre cada día, casa por casa, los callejones insalubres del barrio de West Point, ofreciendo a las familias información sobre el virus que ha segado la vida de miles de personas en África Occidental.

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Agnes prepara su material antes de salir a sensibilizar a los vecinos de West Point (Monrovia) sobre el ébola. Imagen: Pablo Tosco / Oxfam Intermón

Hace unas semanas contaba en este mismo blog cómo el ébola estaba afectando más a las mujeres en África Occidental. Mi compañero Pablo Tosco volvió hace escasos días de visitar la zona y me contó la otra cara de la moneda: historias esperanzadoras como las que hace posible Agnes con su trabajo.

Agnes es una de los cien miembros del equipo de promotores de salud comunitarios en primera línea de la lucha contra el ébola. Es voluntaria desde hace ya tres años. Antes solía participar en iniciativas para frenar la violencia contra las mujeres pero, desde hace poco, realiza tareas de prevención contra el ébola, visitando a 20 familias al día, casa por casa.

A pocos metros de distancia de la calle principal de West Point, rodeada de mercados y tiendas, Agnes explica con calma a las familias cuál es la mejor forma de evitar el contagio del ébola y qué hacer si sospechan que alguien lo ha contraído.

‘No pueden verlo. Pero es real’

Explicar esta enfermedad mortal a las familias de West Point no es tarea fácil. Se tapa los ojos con las manos y dice: No pueden verlo. No saben cómo ha surgido ni cómo pueden contraer la enfermedad’.

Y es que ese es el grave problema de esta crisis sanitaria sin precedentes. Pablo, que ha estado documentando esta situación, también me contaba que, a diferencia de conflictos y desastres naturales, la amenaza del ébola no se ve. La tensión se percibe en el ambiente pero la amenaza real no se hace patente hasta que aparecen los primeros síntomas. Es por este este motivo es tan difícil combatirlo.

Lo que sí que se ve día a día es el trabajo de mujeres que, como Agnes, que hacen que la lucha contra el ébola se tiña de esperanza y visibilizan así el esfuerzo de los habitantes de los países más afectados por el brote para seguir adelante.

Júlia Serramitjana es periodista y trabaja en Oxfam Intermón

Abuso sexual infantil: respuestas de afecto

Por Alejandra Luengo Alejandra Luengo

El abuso sexual infantil se produce cuando una persona, aprovechándose de una situación de cierto poder jerárquico donde se da una asimetría entre las partes, coacciona de una forma explícita o implícita a un menor para satisfacer sus deseos sexuales. Lo pueden cometer otros niños o adolescentes, pero suelen ser hombres adultos los que más abusan de menores, lo que anula cualquier idea de que sea una relación libremente consentida, como son las de los adultos.

Imagen original de Sergio Perea.

Las víctimas de abuso sexual se sienten abandonadas y aisladas a su suerte. Imagen original de Sergio Perea.

Las estadísticas son llamativas y alarmantes. Según la OMS estamos hablando de que un 20% de las mujeres y casi un 10% de los hombres que manifiestan haber sufrido abuso sexual en la infancia; esa cifra según muchas organizaciones las elevan en el caso de las mujeres a un 25%- 27%, lo que supone que de cuatro mujeres hay una que ha sufrido abuso sexual.

En las noticias uno puede escuchar que una menor fue violada en la India por un grupo de hombres, que un grupo de niñas fueron abusadas por adultos en Méjico… No hay que irse lejos, el abuso sexual infantil está aquí, en nuestros barrios, calles y casas. Me voy a centrar en el abuso sexual a las niñas, por ser las principales víctimas, pero las secuelas negativas, el daño y el trauma en niñas y niños son equitativos.

El abuso se refiere a conductas más o menos explícitas relacionadas con la sexualidad; cuanto más violentas y explícitas más daño suponen para la niña que lo sufre. Hay en países donde el maltrato infantil está más generalizado, y por tanto el abuso sexual infantil aparece con más frecuencia. Además existen por desgracia lugares donde se legitima la prostitución infantil, y hay niñas de menos de once años siendo abusadas por adultos de forma constante, pero eso no significa que sólo ocurra ahí, o que por ser más frecuente sea menos perjudicial en la construcción de la identidad de estas menores.

Una cosa que sucede en un abuso es que el adulto frecuentemente manipula a la niña para darle atención, regalos, afecto, a cambio de un intercambio sexual más o menos explícito. La menor, lógicamente, no es consciente de lo que significa el sexo adulto, pero el abusador le da mensajes contradictorios, lo que genera un enorme desconcierto, niega sus sentimientos y altera las percepciones de lo que está viviendo. Ella puede saber de juegos, diversión, de poderse sentir más o menos a gusto, pero cuando el adulto abre la puerta sexual se produce una gran confusión. ¿Para que me quieran, o recibir afecto y atención, necesito que me hagan, o hacer, esas cosas?, ¿Para sentirme importante o valiosa para alguien tengo que hacer algo que no me gusta? La respuesta, el apego, y la base afectiva que pueda tener la niña por parte de su entorno es clave a la hora de poder distinguir lo que es el verdadero afecto de lo que es un hecho violento, desagradable y dañino siendo niña, y por tanto pedir ayuda. El abuso sexual a menudo se esconde en las familias, en las escuelas, en las relaciones de pareja fomentando que la víctima se sienta abandonada y aislada a su suerte.

Niñas y niños que no reciben atención y cuidado en casa y entorno cercano pueden verse envueltos en las utilizaciones y abusos sexuales de un adulto y no saber cómo pedir auxilio, o si lo que les están haciendo es algo bueno o malo.

En terapia he visto muchas mujeres que habían sufrido abuso sexual en la infancia y que a menudo no lo habían verbalizado a nadie, culpabilizándose ellas o sintiendo vergüenza por lo sucedido, como si ellas hubiesen sido las responsables, y su entorno pasó por alto e ignoró lo que sucedía. Me comentaba una mujer de veintidós años en psicoterapia que un primo suyo quince años mayor abusó de ella cuando tenía seis años en varias ocasiones. Se lo dijo a su madre, pero ésta no hizo nada al respecto y no volvió a sacar el tema. Cuando ya tenía veinte años, rabiosa y decepcionada, le preguntó a la madre por qué no había respondido, o había pedido ayuda, y ésta sorprendida y angustiada contestó que en su momento pensó que se le olvidaría.

El abuso sexual a menudo se esconde en las familias, en las escuelas, en las relaciones de pareja fomentando que la víctima se sienta abandonada y aislada a su suerte. Este tipo de violencia no se puede olvidar, pero sí digerir de una forma más o menos sana según el apoyo que se reciba. Lo ideal es que se dé una respuesta inmediata por parte del entorno cercano, si no, se arrastra como una gran losa que obstaculiza el avance en el desarrollo de la persona. No se puede esconder porque antes o después sale. El abuso sexual infantil no entiende de países, razas, economía o cultura, tengámoslo presente, saquémoslo a la luz sin vergüenza y miedo, y tratémoslo para que no se repita. De esta forma lo iremos erradicando.

Alejandra Luengo. Psicóloga clínica,  combino la atención psicológica en servicios públicos con la consulta privada. Creo firmemente que se pueden cambiar las cosas y en esa dirección camino. Autora del blog unterapeutafiel.